Es bien conocida la radicalización que las diversas fuerzas políticas experimentaron en España a lo largo de la Segunda República. Tanto desde las izquierdas anarquistas, socialistas y comunistas como desde las derechas católicas, monárquicas y fascistas se apeló y justificó el uso de métodos no democráticos, incluyendo los violentos, para conseguir el triunfo de sus respectivos programas cuando mediante las urnas no se alcanzaban resultados favorables.
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