El presente ensayo explora diversos aspectos de la contemplación de la naturaleza en la vivencia de la fe. Llama la atención sobre pequeños acontecimientos que poseen carácter mistagógico y que, para el creyente, son huella del Creador y motivos para su alabanza y agradecimiento. Como toda contemplación cristiana es para amar más y servir a los hombres y al mundo, se supera así todo posible romanticismo ingenuo o toda forma de esteticismo que separe la vivencia cristiana de la naturaleza del compromiso ético por el cuidado de la casa común.
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