Ortega sin duda no solo entiende el nuevo lenguaje del Arte de este siglo, sino que domina el espacio público como algo mental, la escultura no solamente flota, se descompone, recomponiéndose como una multiinstalación molecular infinitésima y el propio espacio público se transforma en político: una instalación mental una acción o bien un evento científico, donde la idea puede y sin duda la tiene, una profunda huella de influencia en nuestra vida diaria.
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