Zaragoza, España
En los últimos años, a consecuencia de los últimos avances en el campo de la neurotecnología, algunos críticos han afirmado que la técnica de ‘transferencia mental’ (‘mind-uploading’ en inglés) podría convertirse en una opción técnicamente viable en un futuro no muy lejano. Mientras los críticos transhumanistas ponen sus esperanzas en este procedimiento y sueñan con un futuro posbiológico en el que los seres humanos vean aumentadas sus capacidades cognitivas, emocionales y sensoriales, los poshumanistas críticos advierten de los riesgos inherentes a la idea de dejar atrás la biología para alcanzar la inmortalidad virtual. Estas advertencias se han visto reflejadas en algunas producciones culturales del siglo XXI, como por ejemplo Upload de Mark McClelland (2012), una novela que también es representativa de una nueva tendencia dentro de la ciencia ficción que engloba diferentes novelas escritas por profesionales de la tecnología. Aunque la novela puede parecer en una primera instancia un manifiesto a favor del método de transferencia mental, el objetivo de este artículo es demostrar que las estrategias narrativas utilizadas por McClelland revelan una visión poshumanista crítica del cuerpo como una parte esencial de la identidad humana.
In recent years and, in light of the latest developments in the field of neurotechnology, some critics have claimed that mind uploading could become technically feasible in a not-too-distant future. While transhumanist critics embrace this procedure and dream of a postbiological future in which human beings possess greater cognitive, emotional, and sensorial abilities, the critical posthumanists warn of the risks inherent to the idea of leaving biology behind to lead a virtual life in cyberspace. Significantly, these warnings reverberate in some twenty-first century cultural productions such as Mark McClelland’s Upload (2012), a novel that is also representative of an emerging trend of SF novels written by tech professionals. Although the novel may seem to be at first a defense of simulated life, this work aims to prove that McClelland’s narrative choices ultimately uncover a critical posthumanist view of embodiment as an essential part of human identity.
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