En el siglo XIX se consolidó la idea de que ser español en tiempos de Felipe II equivalía única y exclusivamente a formar parte de la ortodoxia Católica. Por el contrario, durante este momento, que a menudo se identifica con una férrea opresión religiosa por parte del monarca, hubo mayor convivencia y variedad de lo que a menudo pensamos, cristianos disidentes que, además, convivieron aún con moriscos y judaizantes dentro de una España enormemente compleja.
En Castilla la Nueva (una denominación que sus autores encuentran más precisa que la nomenclatura de la comunidad autónoma actual, Castilla-La Mancha) fueron varios los ejemplos de esta disidencia, sobre todo en los tres importantes focos de Cuenca, Toledo y Alcalá de Henares. Concretamente, Disidencia religiosa en Castilla la Nueva en el siglo XVI recoge la peripecia vital de representantes del mundo converso, el mundo protestante y el mundo alumbrado, con especial atención a figuras como el erasmista Juan de Vergara, los protestantes Juan Díaz y Juan de Luna (este tardío, ya del siglo XVII), y católicos disidentes como Juan de Valdés (fuera de España) y Constantino de la Fuente.
La matriz medieval de la disidencia en Castilla en el siglo XVI: La herejía judaizante y la controversia sobre los conversos
págs. 13-28
págs. 29-58
Los alumbrados castellanos: Cuatro puntos en discusión
págs. 59-82
págs. 83-130
págs. 131-158
págs. 159-200
Un conquense exiliado: El hebraísta protestante Juan Díaz, pariente de los Valdés
págs. 201-224
Irenismo y herejía a mediados del siglo XVI en Castilla: El caso de Constantino de la Fuente
págs. 225-252
El protestante Juan de Luna, autor de la segunda parte del Lazarillo: Su posible vinculación con los Álvarez Zapata
págs. 253-270
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