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Resumen de El arsenal de clío. El problema de la expresión en la historiografía del siglo xx

Juan Luis Fernández Vega

  • Esta tesis sistematiza la evolución de las ideas metodológicas, epistemológicas, semiológicas y estéticas producidas en Occidente ante el problema teórico planteado por la escritura de una historia recién "elevada a ciencia". Para ello se estudian las contribuciones realizadas a este debate, entre finales del siglo XIX y finales del XX, por cerca de 200 pensadores de Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Italia y otros países.

    El discurso historiográfico, en su autoafirmación institucional en torno a 1880, quedó encerrado en un normativo Hexágono de la Objetividad, que lo separaba de otros seis tipos de discurso: (1) filosofía, (2) literatura, (3) prejuicios, (4) informes, (5) ciencias naturales y (6) ciencias sociales. A partir de este marco, que resultó inestable desde el comienzo y acabó siendo permeable por todas sus fronteras, los historiadores y otros especialistas trataron de esclarecer la compleja relación entre Pasado, Conocimiento y Escritura. Una escritura cuyas virtudes retórico-literarias venían siendo simbolizadas desde la antigua Grecia por Clío, la Musa de la Historia.

    El giro lingüístico del pensamiento occidental delimita, por lo que respecta al problema de la expresión del conocimiento historiográfico -típicamente narrativa-, dos etapas: "Clío destronada" (1880-1960) y "Clío transfigurada" (1960-1990).

    La primera etapa centró sus discusiones en la posible validez de una imaginación sintética no lingüística, que reducía la escritura a una cuestión de estilo de comunicación, dependiente a su vez de la función social pretendida y de los correspondientes públicos destinatarios. La defensa idealista de esa imaginación, frente al modelo de inspiración positivista donde la escritura sufre una devaluación epistemológica, condujo paulatinamente a valorar el papel cognitivo del lenguaje y de su formas narrativas.

    En la segunda etapa, se debatió la constitución lingüística del saber sobre el pasado. La narración se libera de su reclusión en la estilística, para convertirse en parte relevante de una teoría de la historiografía cuya reformulación admitirá, en grados variables, las influencias poéticas y/o retóricas de los códigos narrativos que estructuran el conocimiento histórico.

    A partir de 1990, el problema de la expresión cae bajo el influjo de las políticas de la memoria, de modo que un giro pragmático oscurece los resultados del giro lingüístico para el arte de la ciencia de la historia.

    En el primer periodo, se estudian, relacionándolas mutuamente, numerosas teorías, entre ellas las de Bernheim, Simmel, Hintze, Lessing o Cassirer; Seignobos, Bourdeau, Péguy, Valéry, Aron, Febvre o Bloch; Freeman, Seeley, Acton, Trevelyan, Butterfield, Namier o Popper; Mahan, Fling, Beard, Becker, Mandelbaum o Teggart; Trojano, Gentile, Pareto o Croce; y también Huizinga y Ortega y Gasset, entre otros.

    En el segundo, se estudia la tradición anglosajona de filosofía de la historiografía y de teoría literaria aplicable, con autores como Dray, Danto, Morton White, Mink, Gallie, Gossman, Frye, Scholes y Kellogg, Porter, Hayden White, Ankersmit, Kellner, Berkhofer Jr., McCullagh, Gorman, Lemon, David Carr, E.H. Carr, Elton, Fogel, Barzun, Gay, Stuart Hughes y otros. Asimismo, la evolución francesa se sigue en Barthes, Greimas, Lévi-Strauss, Foucault, Derrida, Veyne, De Certeau, Furet, Ricoeur, Genette o Chartier. Por último, se analiza desde la óptica de la escritura la reformulación de la Historik alemana a partir de la década de 1970 por autores como Baumgartner, Kocka, Gadamer, Habermas, Koselleck y Rüsen.


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