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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Dioses y caprichos

Este mensaje fue publicado en mi nueva página, Perorata.


Hoy, 9 de noviembre de 2016, la humanidad abrazó la distopía. No fuimos los siete mil millones, sino ciento treinta los que votaron en el lugar indicado. No es solo su responsabilidad. Cerca de siete millones votaron contra la paz en Colombia. Unos veinte millones lo hicieron a favor del Brexit y su aislacionismo de la cooperación internacional. Y aunque los españoles votaron más cambio que continuidad, el conservadurismo franquista sigue gobernando por un solapado colaboracionismo. Argentina creyó liberarse del Leviatán erigiendo una efigie de plastilina financiera. Como especie, hemos abrazado la opresión. A través de las urnas, y también por la —hasta ahora, ¿inmejorable?— representación política. Así ocurrió en España, pero también en Brasil. Allí los burócratas voltearon un gobierno democrático. Así el mundo camina hacia el abismo mientras nosotros pavimentamos la ruta, kilómetros adelante. Hemos elegido el  peor de los enemigos de cómic. Tenemos a Adam Susan (o Sutler, para los fans de la versión cinematográfica) de V for Vendetta. Alzamos al inocente Railey de Die Welle, aunque en este caso carezca de intenciones nobles. Tenemos al líder. A la autarquía. Al capital, como alucinó Jensen en la épica Network.  Ahora gobierna el líder. En América —esa que va a ser grande de nuevo— y en los grandes centros globales. También en los márgenes.  De la vereda de enfrente crece el extremismo islámico. Se ensancha una polarización profundamente más honda que las pequeñas tribus locales; aún así, de los factores depende el resultado. Somos nosotros quienes quedamos a merced de los Dioses y sus caprichos. Libres. Y subyugados a Dioses y caprichos.

lunes, 7 de mayo de 2012

Mar de fueguitos



Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. 

A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. 


-El mundo es eso - reveló. Un montón de gente, un mar de fueguitos. 


Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende. 


Eduardo Galeano
El libro de los abrazos

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El texto es de Galeano, pero su facilitadora fue mi amiga V. Le agradezco el recuerdo, la atención y la empatía. 

martes, 27 de septiembre de 2011

Enamorado



Hay cosas que no se dicen, otras que no se publican y tantas otras que ni se sienten. El amor y la pasión suelen ser dos sentimientos profundos que pueden cruzar cualquiera de esos estadíos -y siempre en los momentos más inesperados. Slavoj Zizek dice que el amor discrimina, es violento; por eso lo cito.

Hacia el mundo tengo sentimientos encontrados, pero generalmente, como dice Slavoj, es una especie de odio, de aversión. Pero sí, creo ir un poco más profundo en mí mismo -no me atrevo a decir que voy más profundo que Zizek, "en general"-. Creo que la génesis termina siendo, nos guste o no, un amor estúpido por la esfera habitada de seres despreciables, pero vivos; y como tales -como pares-, nos generan empatía y los amamos.

Ese amor idiota es el que nos hace ver la demencia y aborrecerla. Nos da asco -aunque ahora esté casi prohibido usar esa palabra- que el mundo sea tan, pero tan hijo de puta. Pero no es el mundo; somos los hombres, los pares. No los otros, los nosotros.

Allí es que del amor nace el odio, por hacernos tanto daño entre hermanos; por ser una especie suicida y ensimismada en un mundo inexistente que imaginamos en planos simbólicos, y al que otorgamos lugares impensados para toda lógica natural, para todo orden de cosas.

Más allá del mundo, del hombre y del asco, cada día elijo un ser humano de esa madeja horrible de la que sólo se destacan unos pocos hilos que nos acompañan en el camino. Esa mujer me permite decir, con pura violencia, soberbia y discriminancia que estoy enamorado. Que la quiero siempre. Que por semejanza da también al mundo otros colores, a sus cuerpos otras formas, y al dolor lo intensifica -porque hace también más intensa la belleza-.

Un ser solitario, un lobo de estepa que anda con las patas enlodadas y mirando de reojo al ser humano que lo amenaza con su presencia. El hombre estúpido siquiera anda el bosque porque teme a la fiera hambrienta.

Los tórtolos se cogen sin paz en medio del triste pantano.

jueves, 2 de diciembre de 2010

DXCI: Korda, el asesino del hombre


La foto la saqué de acá.


La historia es muy injusta con los hombres. Más allá de su escribiente, inmutablemente vencedor, o su verdugo de ojos fijos e indelebles, el futuro jamás los recordará. Sí a los símbolos que ese hombre, activa o pasivamente, haya sabido encarnizar en la opinión pública. Una masa que distorsiona, que compra sin preguntar, y secularmente da una especie de ‘retweet’ cultural a los dogmas que le sean impuestos.

Culpables sobran en la cadena de ajusticiamiento, desde el usuario de esa triste remera que enarbola un esténcil desgastado por el tiempo, hasta el minucioso documentalista que recopila toda una vida de proeza y sinsabor, en la urdimbre del héroe que la plebe clama a gritos. Pero el puñal, ese que se clava inmediatamente en su humano corazón, suena a obturador fotográfico, al ‘digan whisky’ en el momento justo, a la mirada perfecta. Así, con la imagen perfecta, se aniquila todo vestigio de realismo romántico para una llana simplificación del personaje mítico que seguramente cumpla un rol social de mayor trascendencia, pero olvide lo que realmente fue.

El mate mañanero, las cartas de amor, las lágrimas vertidas. Las inconsistencias e indecisiones, los pasos en falso y los temblores. El sexo por amor y cada gota de transpiración que la historia no reproduzca y se eternice en sus amantes. Todo eso se omite, porque no existe trascendencia alguna, más allá de la idea. El éter del hombre, un aura de pontificación que las letras demandan para su reproducción en serie.

Así son tantos los que, permeables, se dejan inspirar por símbolos vacuos, abducidos de sentires verdaderos, sin siquiera contemplar la posibilidad de esta parcialidad. Se forjan rebeldes o amantes de la curda que al final termine la función corriéndole el telón al corazón, y sus vidas, chorreantes, perecen en el tender de incomprensión y la soledad.

jueves, 11 de febrero de 2010

CDLXV: Nonsense

El producto del hombre y el sin sentido no es otro que un mundo de significantes. Palabras sueltas, como sonidos etéreos o chirriantes: ablahémines, dorchtikovf, aregnil, jjepehuét. Así, sin más; proponiendo matrimonio o condenando a muerte. Para qué escribir, para qué hablar, para que amar sin poder susurrárselo al oido mientras duerme... Para qué, si nada tiene significado, si nos adentramos buceando en el mar gélido del significante eterno. Salir a la superficie, a veces, es abrir los ojos inexplorados de otra percepción. El poder ambiguo de la ilusión de realidad.

martes, 20 de enero de 2009

CLX

Lo que importa es el tamaño (de la billetera)

Si bien muchos sexólogos se esmeraron en afirmar que lo importante no es el tamaño, un nuevo estudio develó que sí lo es: el placer tiene relación directa con el grosor... de la cuenta corriente.
Por: Analía Sánchez

Las investigaciones que se hacen en diferentes partes del mundo no dejan de asombrarnos. Esta vez, además de dar a conocer el nombre de la hormona que hace que las mujeres sean infieles (y que las más lindas poseen en mayor cantidad), también se supo que en las relaciones sexuales, cuanto más abultada sea la billetera del caballero, mayor placer le proporcionará a su compañera.

Un estudio hecho por psicólogos de la Universidad de Newcastle, en Reino Unido, afirma que el goce de las mujeres está relacionado en forma directa con el dinero que tenga su compañero.

Según este informe, que según dicen creará polémica, el fenómeno es fruto de una "adaptación evolutiva" del sexo femenino que las lleva a elegir a sus parejas según su calidad, lo que aparentemente se traduciría en el vil metal.

Entonces, a mayor cantidad de dinero ¿mejores orgasmos?

Thomas Pollet, psicólogo de dicha Universidad, es contundente en sus conclusiones: "La frecuencia de los orgasmos en las mujeres incrementa según los ingresos de sus parejas". La investigación se enmarca dentro de la psicología evolutiva, que sugiere que machos y hembras están genéticamente predispuestos a explotarse el uno al otro sin ningún reparo para conseguir las mejores oportunidades de supervivencia de sus genes. ¿Lo sospechaste? Ahora no caben dudas.

Cierto es que una buena situación económica genera ciertas seguridades y el hombre no escapa a ello. Cuando algún miembro del sexo fuerte está desempleado, su autoestima disminuye y seguramente esto hará que quien lo acompaña pueda llegar a verlo más inseguro y, consecuentemente, menos deseable.

Sin embargo, tan grande es el abanico de posibilidades, que cualquier jovencita puede caer rendida a los pies de un adinerado caballero que, dormitorio adentro, se muestre impotente a la hora de brindar placer...

¿Qué opinás? ¿Es importante el dinero en cuanto a la elección del otro? ¿Te seduce más alguien con un alto poder adquisitivo? ¿Creés que esta persona puede darte mayor placer sexual?

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Así de MACHISTA como es el mundo por hacer estos estudios, lo son de PELOTUDAS las mujeres por sus elecciones. Bue, los hombres tampoco nos quedamos atrás.

El MUNDO entonces, es MACHISTA Y PELOTUDO.

¡Chau!

martes, 23 de diciembre de 2008

CXXIX

Ayer fue noche de viejos cuentos y recuerdos. Hoy, publico uno de mis favoritos, aún con más alegría, ya que tengo la certeza de que no es una historia propia, sino una continuidad de quienes elegimos el camino estrecho.


El Grito

Había ya olvidado lo que era tomarse el tiempo. Hacer una pausa en los engranajes que funcionan en su cabeza para permitirse un respiro aliviado, una cuota de tranquilidad. Volvían a hacerse presentes esos cafés reflexivos de madrugada, ese jazz que barría con sus escobillas a todos los males y acompañaba con sus vientos a cada uno de sus pensamientos, hasta que encontrasen la palabra justa donde mecerse y descansar. Tal vez la falta de sueño y el aburrimiento lo hayan llevado a elegir el día para sentarse nuevamente y pensar más allá de las horas, más allá de los motivos y razones en esta devastadora progresión infinita que es nuestro existir. O tal vez, como tantas otras veces, se sintió agobiado por la realidad, por las supuestas tautologías que adopta la sociedad moderna en pos de una vida más redituable, en todo sentido. Quizás el amor esta vez fue muy fuerte para el, lo que hizo que sea también casi inmanejable, su miedo a perder. O hasta podría ser cierto que ese día se haya visto inserto en un mercado oscuro del que nunca quiso formar parte (del que aún no quiere formar parte), viéndose representado desde ahora y hacia todos, tan sólo como números. Y por eso es que no le gustaba la matemática. Porque los números no eran lo suyo, porque ponía a la persona antes de la cifra, o al sentimiento antes que la cantidad. Y los resultados al fin y al cabo, no serían congruentes con una operación aritmética, así como tampoco sería la práctica congruente a la teoría, más allá del nivel de pragmatismo con el que se la aplique. Porque es así, los seres humanos tenemos nuestras falencias y defectos, y el lo sabía muy bien. Toda aplicación matemática que remplazare una interacción humana y personal, concluiría irremediablemente en la decadencia.

La experiencia de viejos sabios y otros que no tanto le mostraron un camino por el cual sus pares caminaban, agolpándose. Ancho e interminable camino, que hace una inconmensurable cantidad de tiempo venía siendo pisado por las suelas de incontables zapatos rotos y descosidos (análogos mortales). Y creo que por su vagancia o por la necesidad de no estar apretado es que eligió otro camino (si, creo que fue eso, pero no puedo recordar con exactitud, tal vez no esté en lo correcto y pido perdón si así lo fuere). Eligió un camino mucho más estrecho, mucho menos concurrido pero con el viento en contra y lleno de baches y obstáculos que dificultaban el andar. Decididamente no quería resignarse a los peajes que había que pagar en la otra vía. Esas cuotas de resignación, traición, falta de reconocimiento y valorización hacia el prójimo, las relaciones de compromiso, los amores inconsistentes que construían sus cimientos sobre la necesidad de las partes de no quedarse solos. Y el no las iba a pagar, no porque no trajera dinero, sino porque siempre elegía comprar cosas con valor de reventa, y no esas chatarras oxidadas, repetidas y sin contenido que la sociedad tenía para ofrecerle; no vaya a ser que un día quiera revender su amor o sus amistades y nadie las quiera comprar.

Le resultó tan tortuosa su elección, que mil y una veces se maldijo e incluso consideró volver atrás para retomar el camino de la mediocridad. Es que ya no soportaba ese viento que cada vez se hacía más fuerte y defenestraba toda idea cargada de originalidad, lucha o buena voluntad de su cabeza; ese viento que no lo dejaba avanzar y quería encarrilarlo por el camino “correcto”, martillando con frustraciones y dificultades como si se tratase de una tortura china que jamás habría de acabarse, sino junto a su andar.

Muy cerca estuvo esta vez de abandonar sus valores éticos y morales, de entrar en la máquina moldeadora y salir como un ente totalmente corrupto por bases ajenas e insensatas, pero no les iba a resultar tan fácil. Prefirió un grito ahogado junto a un Sarmiento que pasaba a toda velocidad por la estación Caballito, y en su fugaz rumbo al oeste no se pudo deleitar con todo lo que salía de la boca de aquel. Porque el grito no fue sólo un grito, fue mucho más. Fue una proclama de valores, una constitución interna vomitada, un aullido de lobo cansado pero siempre listo para volver a atacar, una paloma que había sido liberada para volar en paz por sobre las pequeñas cabecitas de esa rama mamífera, conformista y pusilánime que demuestra ser el ser humano...

Entonces volvió a valorar el tiempo, su tiempo. No el de nadie más, sino el suyo, propio, que a veces, era necesario dejar de lado para sentarse a escribir en tercera persona alguna que otra fantasía que el café y el jazz, lo hayan llevado a imaginar.

martes, 9 de septiembre de 2008

XXV

"El hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido" (Max Weber).

El síndrome de la hoja en blanco puede remendarse, mediante la inspiración que genera una frase o pensamiento ajeno. La necesidad de escribir se contrarrestaba con el vacío literario que me ahogó hasta hace cuestión de segundos, pero rebalsa, ahora, a partir del pensamiento de Weber, apoyado por Geertz en la definición de "cultura". Claro, los textos de la facultad son interesantes para charlar un rato conmigo mismo. Generan en mi, postulados filosóficos que arremeten sin piedad contra la misma filosofía, cuando ésta se empeña en hablar del enriquecimiento del espíritu adentrándose promiscuamente en las significaciones simbólicas que nos supimos trazar desde el génesis de los tiempos. Cómo podemos ir en busca de la naturalidad y el esplendor espiritual, apilando conocimientos culturales y simbólicos que no son otra cosa más que las significaciones que el hombre urdió para el surgimiento y posterior subsistencia de las sociedades; es algo que no puedo explicarme. Si creo en el progreso, consecuentemente debo creer en la cultura. Pero hay veces que los grandes autores quedan desechos al lado de filósofos de goma como puedo ser yo mismo, u otro de los (perdón por la repetición) "gustavos" del rock argentino, al decir: "Pobreza y dolor sólo trajo el progreso". Espero no dejar de creer en la utopía, pero si que la utopía deje de ser tal, para que el progreso abandone las significaciones del modo en que las entendemos, y podamos complementarnos eclécticamente con el entorno, tanto entre pares como especie humana, como con el medio ambiente en su totalidad.