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jueves, 11 de octubre de 2012

Asambleas denuncian más Uranio en La Rioja

ASAMBLEA RIOJANA CAPITAL DENUNCIA CONTINUIDAD DE TRABAJOS DE MINERIA DE URANIO 

Desde la ASAMBLEA RIOJANA CAPITAL denunciamos la continuidad de los proyectos de minería de uranio en nuestro Departamento, pese a la vigencia de la ordenanza sancionada el 14/08/2012 declarando a la Capital Municipio no Toxico, no nuclear y ambientalmente sustentable.-

La Secretaria de Ambiente de la Provincia mediante RESOLUCIÓN Nº 268 de de fecha 27/08/2012 en el Expte. L1 00339 11, ha aprobado la “Actualización del Informe de Impacto Ambiental” correspondiente al “Cateo Donato III” y ha autorizado a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), a continuar con los trabajos que realiza en la zona de la Sierra del Velazco, en las localidades próximas al Cantadero. 

Asimismo de acuerdo a la información brindada por vecinos del lugar, sabemos que funcionarios de la CNEA y del Gobierno Provincial han visitado sus domicilios mintiendo que las operaciones que se realizan en el lugar no son perjudiciales para su salud ni para el ecosistema.

También hemos observado en nuestras visitas al lugar el avasallamiento del paisaje y la flora para tareas de mantenimiento del camino que se dirige al paraje “Las Cañas” donde se emplazan los emprendimientos uraníferos, así como la ampliación del tendido eléctrico efectuado no en función del beneficio del vecino, sino que responde al plan extractivista nacional para permitir la explotación de Uranio. 

Finalmente alertamos a nuestros conciudadanos del Departamento Capital y de toda la Provincia acerca de las versiones periodísticas de medios de la ciudad de Córdoba que dan cuenta del traslado a La Rioja de la recientemente clausurada empresa Dioxitek SA situada hasta hace pocos días en el Barrio Alta Córdoba y que deja un pasivo (según datos oficiales de la propia CNEA), de 57.600 toneladas de colas de mineral de Uranio.

Estamos alertas para defender nuestro territorio y bienes comunes porque no creemos en este modelo saqueador, contaminante y secante basado en la ficción del progreso y del desarrollo. No queremos Uranio. Solo queremos agua, tierra y aire sanos y limpios. NO AL PLAN NACIONAL NUCLEAR. BASTA DE MEGAMINERÍA.

ASAMBLEA RIOJANA CAPITAL | Ver artículo oríginal en Facebook.


miércoles, 20 de junio de 2012

La mentira de #Fukushima

Revelador documental sobre la verdadera situación que vive Japón luego del desastre nuclear del 11 de marzo de 2011. Media hora de información cruda y documentada sobre lo previsible del desastre y todo lo que esconde el falso paradigma de "seguridad nuclear" que te vende y nos vende la industria atómica y los gobiernos que aún siguen buscando soluciones en el pasado.

La mentira de Fukushima.

martes, 19 de junio de 2012

#Antinuclear

Acción de Greenpeace en la CNEA. 9/3/12. | Foto: Tío Sebas.

Nos están tomando por idiotas. Los promotores de la energía atómica silencian los retrocesos que la tecnología está sufriendo alrededor del mundo y venden espejitos de colores para disfrazarse de "futuro", buscan estrategias semánticas para pasar por arriba a las leyes que el pueblo forzó a sancionar con su lucha, mienten en nombre de la ciencia circunscribiéndose en proyecciones tecnócratas y de concepción anacrónica y obsoleta. Nos condenan a un riesgo latente, a nuestra descendencia a ser destinatarios del depósito milenario de un legado radiactivo, a ser los financistas inconsultos de la ecuación perfecta de la guerra, de la profundización insistente de las voladuras cordilleranas y la aniquilación del patrimonio. No dejarse engañar es un buen principio. Saber decir NO es una necesidad. Un punto final.

jueves, 26 de abril de 2012

#Chernobyl | 26 años

Felices 26 años, les desea la industria nuclear argentina. ¡Y que vengan muchos más!

lunes, 13 de febrero de 2012

Atucha I: el riesgo de lo prescindible

Comparto una nota que escribí en el blog de Greenpeace, con relación a la parada de emergencia de Atucha y lo prescindible de su aporte energético a la matriz nacional. Argumentos que el Ministerio de Planificación enunció y que no podrá olvidar cuando quiera posicionar "la importancia estratégica" de la energía atómica.

El último martes se produjo un récord sin precedentes de demanda energética en la República Argentina, según informó la Cámara Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA). Por la intensa ola de calor, se registró un pico a las 14:40hs y correspondió a una demanda de 21.907MWe. Sin embargo, Atucha I, la primera central atómica inaugurada en América Latina en 1974, viejita ya, no ofreció energía para cubrir esa demanda. Pero para entender mejor esta historia, vamos a tratar de entenderla paso por paso.
¿Qué evidencia esta gran demanda energética? Por un lado, un crecimiento exponencial en el consumo, vinculado a un desarrollo poblacional y también a una falta de conciencia de ahorro y eficiencia a la hora de utilizar ciertos artefactos eléctricos, principalmente para refrigeración. Por otra parte, que la generación de la energía que consumen nuestros aires acondicionados –por poner un ejemplo–, tienen para funcionar, una altísima dependencia de la quema de combustibles fósiles, los mismos que tienen una relación directa con el incremento de la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos (1)  –como las olas de calor o de frío–, formando un círculo vicioso entre el derroche en el consumo y sus inevitables consecuencias climáticas.
En el marco del mayor desafío que enfrentó la humanidad en mucho tiempo, los efectos sociales y ambientales del calentamiento global, los líderes políticos están –¿están?– a la búsqueda de nuevas y rápidas opciones energéticas, sustentables y baratas, para diversificar la matriz energética global. ¿Qué salida encontró Argentina para hacer más sustentable su matriz? Apostar por esa misma energía atómica a la que apostaron Chernobyl y Fukushima. La misma energía atómica que sufrieron sus muertos, sus enfermos y sus evacuados.
Lo curioso del día de ayer, fue que en el pico de demanda, Atucha I tuvo que salir de servicio en una parada no programada por una falla en el generador eléctrico de la turbina. Además de evidenciar que las fallas en las centrales nucleares existen y son corrientes –como en cualquier actividad humana, al contrario de lo que la industria quiere hacer creer–, lo magnífico es que se haga luz sobre lo prescindible de una central obsoleta y pequeña como Atucha.
Un vocero del Ministerio de Planificación, en un intento de llevar calma a la población por la falta de suministro declaró que esa situación “no complicará el abastecimiento satisfactorio de la demanda” ya que Atucha “aporta sólo 300 megavatios a un sistema de 22.000, y que “existe suficiente producción energética para atender toda la demanda”.
En Greenpeace, sabemos y denunciamos hace décadas que esto es así, pero aún hoy, en los albores del siglo XXI, tenemos que preguntarnos: ¿Por qué seguimos jugando en la ruleta rusa que nos ofrece la energía atómica, aún cuando sus beneficios son insignificantes?
Esta realidad debería llamarnos a la reflexión sobre lo necesario y lo evitable. Generar más energía y quemar menos combustibles fósiles, es necesario. Alimentar un circuito nuclear de alto riesgo e irreversibles consecuencias, es absolutamente evitable.
La energía atómica no sólo se trata de riesgos, sino de impactos irreparables y reales, como el legado secular de los residuos radiactivos que la misma industria lleva 60 años preguntándose qué hacer con ellos. Los trabajadores de las minas de uranio también conocen impactos reales de esta actividad. Y si a esto sumamos los riesgos durante su operación y las potenciales fugas radiactivas,queda fuera de todo debate racional y ético la utilización de energía atómica para generar electricidad.
Haber sorteado este pico energético sin Atucha es una cabal evidencia de que los peligros vinculados a la energía atómica –presentes en todos los 435 reactores en actividad en el mundo–, desde la extracción del Uranio en las minas hasta la disposición de sus residuos radiactivos, son totalmente desproporcionados en relación con lo prescindible de su aporte energético. Por eso, damos una categórica respuesta ante una pregunta que hace mucho tiempo la sociedad civil y política argentina no se hace:
¿Nuclear? No, gracias.

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Nota:
1- “Existe una relación de al menos un 99% entre el aumento de los días cálidos y la actual gestión que el ser humano hace del planeta”, Thomas Stocker, experto perteneciente a la Universidad de Bern y jefe de grupos científicos del IPCC.

viernes, 10 de febrero de 2012

Metáfora isotópica

"Un elemento pierde una partícula y se vuelve inestable, se genera una reacción en cadena. Ondas pulsantes de desesperación en todas las direcciones. Tal vez la parte que se pierde es la claridad y la esperanza. En la lluvia radiactiva aparecen los elementos sintéticos, isótopos de miedo y rabia, no pueden ser manejados con seguridad o enterrados. Toman la forma de una nube atómica, iniciada sobre un desierto que encierra el globo y nos ensombrece a todos."


Timofey Berezin
@ Pu-239


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Señales de importantes cambios desde Alemania

Comparto con ustedes un excelente artículo del sociólogo alemán Ulrich Beck sobre el plan de abandono de la energía atómica que lleva adelante el gobierno de su país natal.

"Las nucleares privatizan los beneficios y socializan los peligros. Si sus empresas estuvieran obligadas a suscribir pólizas de seguros por el riesgo que generan, se acabaría el cuento de la electricidad nuclear barata

Os habéis quedado solos, afirma el ecologista estadounidense Stewart Brandt, con referencia a los planes de Alemania de abandonar la energía nuclear. Y añade: Alemania actúa de forma irresponsable. No podemos renunciar a la energía nuclear por razones económicas y por la amenaza de los gases de efecto invernadero.

Sería absurdo suponer que Alemania, al decidir dar un vuelco a su política energética, se despide del concepto europeo de modernidad y se adentra en las oscuras y boscosas raíces de su historia intelectual. No es la irracionalidad alemana la que ha ganado, sino la fe en la capacidad de aprendizaje y creatividad de la modernidad en el trato con los peligros de los que ella misma es responsable.

Los adalides de la energía nuclear basan su juicio en un concepto de riesgo inmune a la experiencia, que, irreflexivamente, confunde la era de la industrialización temprana con la era atómica. La racionalidad de los riesgos parte del supuesto de que puede darse el peor caso concebible y de que debemos tomar medidas cautelares frente a él. Por ejemplo, si se nos incendia la techumbre, vienen los bomberos, el seguro nos resarce, se han tomado medidas para la eventual asistencia sanitaria, etcétera. Trasladado a los riesgos de la energía nuclear, eso querría decir: incluso en el peor de los casos, nuestro uranio solo emite radiación durante unas pocas horas, no durante miles de años; tampoco es necesario evacuar la población de una gran urbe cercana. Eso, naturalmente, es absurdo. Quien después de Chernóbil y Fukushima siga afirmando que las nucleares -francesas, británicas, estadounidenses, chinas, etcétera- son seguras, ignora que, empíricamente, hay que extraer la consecuencia exactamente opuesta: solo una cosa es segura, el próximo accidente nuclear a gran escala.

Quien asegure que en las grandes instalaciones técnicas no puede haber un riesgo nulo (lo que es cierto) y saque de ahí la conclusión de que los riesgos de la utilización limpia del carbón, la biomasa, la energía hidráulica, el viento y el sol, por un lado, y el de la energía nuclear, por otro, son, aunque diferentes, comparables, intenta escamotearnos el hecho de que sabemos con toda exactitud qué ocurre cuando se funde el núcleo de un reactor. Sabemos durante cuánto tiempo existirán emisiones radiactivas, qué hacen el cesio y el yodo con las personas y con el ambiente y cuántas generaciones sufrirán en el caso de que suceda lo peor. Sabemos también que estas dimensiones no son equiparables a las consecuencias temporales, espaciales y socialmente delimitadas de las energías alternativas y renovables.

¿Y qué decir de los seguros? Curiosamente, en el imperio de la libre economía de mercado, es decir, precisamente en Estados Unidos, la energía nuclear fue la primera industria de socialismo estatal... al menos en lo tocante a los costes de los errores. Los beneficios acaban en bolsillos privados, los riesgos se socializan, es decir, se derivan a las generaciones futuras y a los contribuyentes. Sin embargo, si la legislación obligara a que las empresas de energía nuclear suscribieran pólizas por el riesgo que generan, eso supondría el fin del cuento de la electricidad nuclear barata. El concepto de riesgo del siglo XIX aplicado a la energía nuclear de comienzos del XXI es una categoría zombi, una categoría que nos hace ciegos a la realidad en la que vivimos. No solo no es irracional el abandono de la energía nuclear: lo que es irracional es seguir respaldándola después de Fukushima, ya que se basa en un concepto anticuado de riesgo que se inmuniza contra la experiencia histórica.

Ninguna otra nación industrial se ha embarcado en un abandono tan rápido de la energía nuclear como Alemania. ¿Estamos ante un acceso de pánico exagerado? No. No es el "miedo alemán". ¡Es la economía, estúpido! La energía nuclear se hará más onerosa a la larga; la renovable, más barata. A los alemanes lo que les impulsa es un miedo astuto. Olfatean las oportunidades económicas del mercado mundial del futuro. En alemán, el vuelco energético es sinónimo de empleo. Un cínico podría decir: dejemos que los demás sigan en su orgullosa falta de miedo; eso termina resultando en estancamiento económico e inversiones fallidas. Los paladines de la energía nuclear se ciegan el camino hacia los mercados del futuro, al no invertir en la alternativa de los productos que ahorran energía y en las energías renovables, como tampoco en universidades, carreras profesionales e institutos de investigación "verdes".

A comienzos del siglo XXI, la situación es comparable a la de otras rupturas históricas en materia de abastecimiento de energía. Imaginemos que hace 250 años, en el arranque de la primera revolución industrial, la gente hubiera desoído el consejo de invertir en carbón y acero, máquinas de vapor, telares mecánicos y ferrocarriles. O que, hace 50 años, se hubiera despreciado, como muestra del "miedo americano", la súbita inversión de los estadounidenses en microprocesadores, ordenadores, Internet y los nuevos mercados que inauguraron esas tecnologías de comunicación. Hoy estamos ante un momento histórico similar. Quien abriera a la explotación a través de la energía solar siquiera una parte de los desiertos podría cubrir la demanda energética de toda la civilización. Nadie puede apropiarse de la luz del sol, nadie puede privatizarla o nacionalizarla. Cualquiera puede explotar y beneficiarse por sí solo de esa fuente de energía. Algunos de los países más pobres de la Tierra son "ricos en sol".

La energía nuclear es jerárquica y antidemocrática. Exactamente lo contrario puede decirse de las energías renovables, como la eólica o la solar. A quien obtenga su energía de una central nuclear se le cortará el suministro eléctrico si no paga la factura. Nada semejante puede ocurrirle a quien obtenga su energía de placas solares instaladas en su casa. La energía solar hace a la gente independiente. Está claro que esta libertad de la energía solar pone en cuestión el monopolio energético de la energía nuclear. ¿Por qué los estadounidenses, británicos y franceses, que tanto valor atribuyen a la libertad, son ciegos a estas consecuencias emancipatorias del vuelco energético?

Por doquier se anuncia y lamenta el final de la política. De forma paradójica, la percepción cultural del peligro puede obrar justo lo contrario, el final del final de la política. Quien quiera entender lo que digo puede recurrir a las ideas que John Dewey expuso ya en 1927 en The public and its problems. Según Dewey, una opinión pública capaz de transcender las fronteras y animada del poder de constituir una comunidad no surge de las decisiones políticas, sino de las consecuencias de las decisiones que son existencialmente problemáticas en la percepción cultural de los ciudadanos. De este modo, un riesgo percibido como tal por la opinión pública impone la comunicación entre aquellos que quizá antes no tuvieran nada en común. Hace recaer sobre ellos obligaciones y costes frente a las que se defienden, frecuentemente con la ley de su parte. En otras palabras: precisamente aquello que muchos creen tener que atacar como sobrerreacción histérica frente al "riesgo" de la energía nuclear es un paso de vital importancia que posibilita que el vuelco energético se convierta en un vuelco democrático.

Las estrategias de actuación que abre el potencial catastrófico de la energía nuclear frente a las alternativas realistas de las energías renovables subvierten el orden que se ha originado en la alianza neoliberal de capital y Estado. Ante la amenaza de catástrofe nuclear, adquieren poder Estados y movimientos surgidos de la sociedad civil. Simultáneamente pierde poder la industria nuclear, puesto que las consecuencias de las decisiones de inversión ponen en peligro la vida de todos. Por el contrario, se le ofrece una oportunidad histórica a esa novedosa coalición entre los movimientos de la sociedad civil y el Estado, tal como la vemos ahora en Alemania. También desde el punto de vista de la política de poder tiene sentido el cambio de política energética. Solo un Gobierno conservador, cercano al mundo de la economía, puede llevar a cabo tal vuelco energético.

Quien critique el abandono de la energía nuclear por parte de Alemania podría ser víctima del error de la oruga: cuando se encuentra en plena metamorfosis, la oruga podría lamentar la pérdida del capullo que la envuelve porque aún no percibe la mariposa de la energía renovable en la que se está convirtiendo."

Ulrich Beck
Elpais.com

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Con el corazón en la boca

La energía nuclear somete a los pueblos a vivir con el espanto. Sirenas acostumbradas a avisar derrames radiactivos que no distinguen simulacros, pastillas de yodo permanentemente al alcance de la mano, protocolos de seguridad insuficientes, y el miedo, sospecha instalada al saber que no toda la verdad es transmitida y que no siempre suenan las bocinas anunciando escapes radiactivos considerados menores.

¿Es posible vivir así? Puertas y ventanas cerradas, rendijas selladas, y en algunos casos instalados en sótanos herméticos, incomunicados por tiempo indefinido, ignorando cuando “concluirá el bombardeo” (sin guerra a la vista)

No hay sitio con planta nuclear en el planeta que no emita escapes radiactivos al ambiente. No hay central atómica o instalación nuclear relevante que no haya colapsado en algún momento. Se dirá -como siempre- que el impacto es insignificante, se ocultará que la radiación es sutil, sin olores que la declaren, sin color, formas, dimensión, pero girando caprichosamente en la campana bioesférica del planeta. Se evitará informar que la radiación es acumulativa, axioma que la define como la primera causa mutante, que habrá de sumarse en mínimas dosis a la ya capturada por nuestro organismo en las células de información genética. Se la intentará comparar con la radiación de fondo y dirán que es menos peligrosa que la placa radiológica del dentista.

De inmediato sobreviene el silencio oficial, una alfombra cubre las instalaciones dañadas y “confirmarán” que no ha pasado nada; reconocerán sin turbarse que muertos y contaminados son inmolaciones inevitables del progreso, a pesar de territorios perdidos para siempre, inhabitables por milenios, ecosistemas alterados, como el japonés de Fukushima o el ucraniano de Chernobyl.

¿Es posible vivir así? Los habitantes del pueblito francés de Codolet, o los de Chernobyl, Fukushima o Three Mile Island, saben ahora que la rutina de las sirenas puede ser el aviso tardío a efímeros sobrevivientes.

Esta vez la señal “no era para los habitantes franceses del municipio de Marcoule -se les dijo- sino para los empleados de la planta”, relativizó el funcionario. Codolet es el dormitorio de trabajadores del depósito y de la planta de reprocesado de residuos radiactivos, fábrica de las primeras bombas atómicas francesas, también centro de investigación y producción de combustible para centrales nucleares, con óxido de uranio y plutonio; se halla a orillas del río Ródano que vierte en el Mediterráneo, cloaca de la Europa ancestral, colapsada hoy por la caída de las bolsa de valores y una economía neoliberal agonizante; en ese marco el fantasma de la radiación es otra realidad.

Europa duerme sobre racimos atómicos, con 148 reactores nucleares activos en 16 países, plantas obsoletas la mayoría de segunda generación con su vida útil en el límite (prolongada en el tiempo a pesar del riesgo); tiene la tercera parte de los 442 reactores que funcionan en 30 países; sólo en Francia hay 58, le siguen Gran Bretaña con 19, Alemania 17, Suecia 10, España 8, Bélgica 7 y República Checa 6, etc. (Estados Unidos tiene 104 plantas nucleares, Rusia y Ucrania 47, Japón 54).

En todas ellas, el hombre y la robótica deberán funcionar sin error alguno, la fatiga de materiales debe ser detectada a tiempo, no se permiten omisiones, pasos saltados, modorras o desatinos. Hace cuatro décadas El premio Nobel de Físíca, Hannes Alfven advertía que “la energía de fisión es segura sólo si un número de aparatos críticos trabajan como debieran, si un número de personas en posiciones claves siguen todas sus instrucciones, si no hay sabotajes, ni pérdida de los transportes; si ningún reactor de combustible, planta procesadora o planta reprocesadora o repositorio, en cualquier parte del mundo, esté situado en una región de desórdenes o guerrilla y ninguna revolución o guerra –así sea convencional- se dé en esas regiones. Las cantidades enormes de material extremadamente peligroso no deben ponerse en manos de gente ignorante o desesperados, no pueden permitirse casos fortuitos” (Bulletin of the Atomic Scientists, mayo 1972).

Mientras tanto, miles de toneladas de residuos radiactivos de alta actividad continúan sin gestión definitiva; fracasaron cientos de cementerios nucleares con radionucleidos de 250.000 años de vida que surgen diariamente de los reactores de fisión y comparten el mismo hábitat humano. El tecnócrata no sabe aún como desprenderse de la escoria radiactiva que produce en cada segundo de fisión nuclear, pero se atreve a ponerle precio al kilovatio hora nucleoeléctrico. Millones de habitantes de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires viven aguas abajo de las centrales nucleares argentinas de Atucha y de un plan nacional que contempla construir dos reactores más en el lugar.

¿Es posible vivir así?

No dieron a elegir y los barones del átomo globalizaron negar el debate.



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Autor:

Javier Rodríguez Pardo, (Bs. As. 12 de septiembre 2011)
Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)
Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE)
Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC)
Contacto: +54 911 6748 5340 | machpatagonia@gmail.com
www.renace.net

jueves, 26 de mayo de 2011

DCXXI | Reflexiones en el escenario nuclear de Atucha

La UAC -Unión de Asambleas Ciudadanas- avanzó sobre Atucha el sábado 21 de mayo de 2011 exigiendo debatir la matriz energética nacional

Acotaciones surgidas de la movilización del sábado 21 de mayo, misceláneas que reflejan el éxito obtenido y empujan al asambleismo a profundizar este tipo de acciones.


Instalar el debate nuclear en el plano nacional es el objetivo inmediato. La caravana y concentración en Atucha, frente a las centrales y en la ciudad de Zárate, fue convocada por la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC). Causó sorpresa el buen recibimiento fabril y la participación del habitante de Zárate. La alegría final disipó temores infundados.

El contacto con los obreros de Atucha produjo sensaciones dispares, en un marco de inquietante emoción. El preconcepto de ser rechazados en ese escenario, elegido para manifestarnos, había turbado la mente de algunos militantes bajo sospecha de actos de violencia y de enfrentamientos no deseados.
Nada de eso ocurrió, salvo aisladas excepciones de aquellos soliviantados que denostaban el altruismo antinuclear, con expresiones que no eran creídas ni por ellos mismos. De cinco mil obreros no sumaron doce los “ofendidos” por el mensaje socio ambiental. La mayoría de los trabajadores aceptó el volante que reproducía las razones de la movilización en contra de la energía nucleoeléctrica, algunos lo estamparon en la ventanilla del autobús que los regresaba a sus casas y otros lo guardaban en bolsillos o mochilas, no hubo papeles en el suelo; varios gesticularon con el pulgar levantado en alegórico acuerdo. La mayoría ejerció el silencio y el respeto. Por los altoparlantes que ubicamos en el playón y acceso a las plantas, explicábamos que en otros países se retorna de este tipo de producción energética con reconversión laboral hacia otras fuentes de energía. Algunos obreros contestaron que “alguien debe hacer el trabajo”, que “se requiere trabajo;” a semejanza de los japoneses de Tokaimura cuando, en 1999, tuvieron que desalojar las viviendas contiguas a la planta por fugas radiactivas que afectaron a 310.000 personas y gravemente a medio centenar de operarios; en aquella ocasión volvieron al trabajo por la paga, admitiendo los riesgos emergentes de esa fábrica de reprocesamiento de combustible nuclear gastado. En 1997 y 1999 los incidentes de Tokaimura no se debieron a terremotos ni tsunamis, como los vividos en Fukushima este año (2011).

Gendarmería Nacional quiso fijar sus reglas separando a trabajadores de movilizados, pero éstos últimos expusieron sus motivos, de modo que los volantes, “mejor activos hoy que radiactivos mañana”, fueron entregados en mano por una treintena de activistas a ambos lados de las puertas que comunican con las dos Atucha, en la margen derecha del río Paraná, tal como se había pensado y aceptado por las partes. El resto de los asambleístas terminaron mezclados con los operarios de Atucha a medida que salían. Las esferas de contención, de acero y concreto, que guardan los núcleos de los reactores de las dos centrales nucleoeléctricas aparecían al fondo, contextualizando argumentos. (Reconozcamos que, semanas antes, examinamos el lugar, el movimiento y la circulación de los trabajadores, transportes y fuerzas del orden. Lo fundamental se había previsto).

Accionar contra Atucha es para muchos de nosotros una razón de vida, un compromiso pendiente. De Atucha I (la primera en su tipo en Latinoamérica) y de Embalse Río Tercero, Córdoba, salen buena parte de los residuos radiactivos que tenían el destino de Gastre. Ininterrumpidamente desde 1986 hasta el 2000 agitamos La Patagonia impidiendo la instalación del primer repositorio de desechos radiactivos de alta actividad, proyectado para Sierra del Medio, inmediaciones de la población chubutense de Gastre. Al día de hoy, los barones del átomo no cuentan con gestión definitiva de residuos radiactivos en ningún lugar del planeta. Nuestras luchas en el sur austral impidieron uno de ellos, el primero. En los países del Norte hubo oposición y fracaso de instalaciones semejantes.

El plan nuclear, concebido en tiempos de la dictadura militar argentina, previó seis centrales nucleoeléctricas y en el distrito de Zárate nadie duda de que ese departamento fue elegido como receptor de cuatro de ellas. Atucha I es obsoleta y extender su vida útil no mereció recomendación favorable de los organismos internacionales que reglan su funcionamiento. La necesidad imperiosa de las corporaciones mineras de contar con suficiente energía lanzó de manera oportunista al lobby nucleócrata enquistado en las oficinas del Estado nacional: “cualquier tipo de energía sirve y se necesita”, repican insistentes los funcionarios del sector, agregando, “cuidamos el medio ambiente”, cantinela poco convincente intentando alargarle la vida a centrales en etapa terminal.
La marcha a las dos Atucha la iniciamos en el Espacio Chico Mendes, en Capital Federal (Asamblea del Cid) con demoras e inconvenientes. La Policía Federal nos indagó procurando saber la ruta de los manifestantes a requerimiento de la policía de la provincia. Con algún retraso recogimos a compañeros en Plaza Italia y en Puente Saavedra, otros vehículos quedaron demorados en Buenos Aires esperando a los asambleístas más rezagados.

En Vicente López cumplimos con la primera etapa de la marcha. Se plegaron compañeros del Espacio Intercuencas, fue una verdadera fiesta ver a familias completas de ese colectivo social ambientalista, con sus hijos, formando la caravana. Lo propio ocurrió en san Isidro, en las calles Márquez y Colectora, donde completamos la columna hacia Atucha. A poco de franquear el peaje a la altura del municipio de Lima, ascendió el último pasajero, un luchador de la ciudad de Zárate que vivió toda esta venturosa odisea como un milagro de voluntades asociadas. Esperó a la caravana con los brazos abiertos. Sintió -dijo- “unidad y compañerismo” que lo revitalizan y motivan a continuar esta lucha.
Para entonces, dos motociclistas de la policía provincial abrían la ruta al frente de la caravana de micro y autos, acompañando la columna hasta llegar a las centrales donde una dotación de Gendarmería Nacional controla acceso e instalaciones; de inmediato se produjo un intercambio mesurado de objeciones y razones, y debatimos con ellos la forma en que haríamos nuestra actividad.

Fotógrafos y camarógrafos de esa repartición militar registraron los movimientos de la movilización mientras nos identificaban, cosa que también teníamos prevista. Algunos compañeros reclamaron con firmeza su desagrado por el tipo de fichaje fotográfico que se extendió a cada uno de los autos arribados,
Los jefes de la guarnición nos ponían condiciones, solicitamos que se respetaran las nuestras y todo finalizó de común acuerdo y en paz. A la cinco en punto de la tarde -diría Federico García Lorca- repartimos los volantes en mano, uno por uno, mirando a cada uno de los cinco mil obreros que los recibían con distinta suerte. Los brazos y puños lanzados hacia arriba, dibujados en el logo de la UAC, estampados en el volante, precedían el “No a la energía nuclear”.

Instalamos con el compañero Sergio los equipos de sonido del colectivo Che Pibe y comenzamos nuestra proclama. Para entonces, el objetivo se estaba cumpliendo mejor de lo pensado. Relatamos documentadas historias de tragedias nucleares. Recordamos Three Miles Island, Chernobyl y Fukushima, entre muchos otros desastres nucleares, pero también toda la minería de uranio que la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) abandonó a su suerte y a la intemperie de lluvias y vientos, sin remediar, sin restituir. Nadie interrumpió nuestro discurso. Hubo mutuo respeto y a medida que salían los trabajadores reforzábamos la apuesta del mensaje.

¿Qué nos faltó, qué tendría que haber ocurrido?
Instalar estos hechos en el plano nacional. Difundir y documentar estas acciones, y que la población entienda que hay muchos otros habitantes dando pasos animadamente y sin temor, enfatizando con orgullo que cada cual tome una posición con respecto a la energía nuclear, provocar la discusión por sí o por no, porque frente a este flagelo quedarse al margen es inmoral. El silencio oficial ante los sucesos de Fukushima lo denunciamos reiteradamente por los altavoces. Pero se requiere mayor divulgación. Se trata de un silencio que no sorprende pero que alarma y fastidia frente a la tragedia del pueblo oriental que perdió parte de su territorio a manos de la radiación que emiten diariamente los núcleos de los reactores fundidos, las piscinas quebradas, los tambores con desechos radiactivos de alta actividad colapsados, sin explicaciones claras sobre situación y destino, después de los terremotos y tsunami.

Algunos medios de prensa de alcance nacional pidieron imágenes de la movilización a Atucha, era deseable que hubieran participado con sus equipos y profesionales. En cambio, fueron varios los medios de prensa alternativos que registraron la concentración en el predio de las nucleoeléctricas, acompañando al activismo. Numerosas imágenes recogen la histórica marcha, un camino a seguir y método obligado para instalar la discusión pública acerca de la tecnología nuclear: movilización popular y democratización de los derechos ciudadanos mediante consultas populares.

Si bien habíamos logrado el objetivo, decidimos continuar con nuestro mensaje en la ciudad de Zárate; mucha gente detuvo su andar en la calle peatonal, donde volvimos a instalar equipos y micrófonos. Algunos conmovidos, otros tal vez expectantes y curiosos. Claro que la potencia de los altavoces era significativa y la gente que transitaba, que era mucha, se detenía a escuchar.
Seguimos utilizando carteles y volantes, cansados pero felices al haber logrado la difusión deseada. No hubo un solo asambleísta movilizado que no manifestara su alegría por una jornada plena, ilusionados con la posibilidad de cambio del paradigma energético. La denuncia y la protesta tuvieron destino. Todos vivieron en Atucha momentos únicos. Nadie podrá olvidar la ola humana de trabajadores, al concluir una jornada, individuos que surgían en bloque -por millares- de la fábrica atómica. La mayoría son obreros contratados por Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA) con intención de apurar la puesta en marcha de Atucha II. A ellos se les entregó material informativo y nuestra voz recorrió todo el espacio hasta que partió el último vehículo dejando el predio en el más absoluto silencio a merced de las faraónicas bóvedas de fisión atómica. Dedicamos un buen espacio para advertir que a la vieja Atucha le intentan extender los tiempos de producción energética, de modo que explicamos lo que hace el mundillo nuclear cuando caduca la vida útil de estas plantas y las convierte -eternamente- en sepulcros de desechos radiactivos. Atucha, arcaica y gastada, es peligrosa; los organismos internacionales que rigen el funcionamiento de estas construcciones habían sugerido su cierre, tal como ahora se supo -tardíamente- de las centrales de Fukushima, vetustas cajas de hormigón con tecnología de los años setenta.


Esta marcha -como muchas otras que se hicieron y se hacen- marca la nueva fórmula del político-ecologista-social, del militante asambleísta que hace su trabajo de campo impulsando otro paradigma. Se puede. Hay que proponérselo. Nada es imposible. Se busca otro sistema que rija el futuro de nuestros pueblos, no otro modelo, otro sistema.
Ver a ciudadanos de Zárate acercarse al micrófono y decir lo que piensan, contar los casos de enfermedades terminales o mencionar el grado de corrupción de los señores del átomo, fue un triunfo significativo de esta movida antinuclear, gestada meses antes en la UAC entrerriana de Colón, por muchos compañeros que instaban a una seria respuesta al silencio autoritario nacional en torno a la tragedia japonesa de Fukushima, al fracaso nuclear, a reabrir el debate anunciado por muchos países después del holocausto radiactivo del gigante asiático de la economía y del consumo globales. ¿Podrá algún mojigato nuclear seguir manipulando el valor del kilovatio nucleoeléctrico? Sólo con soberbia cientificista, falacia y abundante mendacidad.

En casi todas las asambleas de la UAC veníamos tratando la cuestión nuclear. El caso de la minería de uranio, sin remediar en todo el país, permitía y obligaba la discusión, a pesar de aquellos que tomaban distancia porque alguna vez escucharon que la nuclear era “una tecnología de punta”. Las imágenes humeantes de Fukushima posibilitaron que muchos, ahora, prestaran atención a nuestras demandas. Tal vez sea el momento de romper el silencio oficial y el de los taciturnos sometidos.

Es inevitable pensar con doloroso nihilismo, y más difícil aún borrar de nuestras mentes la sincronía de plantas nucleares de igual generación, las centrales japonesas y argentinas. Lima y Zárate ¿alguna vez serán ciudades fantasmas como la ucraniana Pripyat, dormitorio de Chernobyl?
En los pueblos vacíos alrededor de Fukushima Daiichi reina el silencio. La pequeña población japonesa de Katsurao se suma a los 85.000 habitantes que ya fueron evacuados. Se decomisó todo tipo de alimento, se sacrificó el ganado. Los oriundos de los pueblos próximos son discriminados al abandonar la región. Japón perdió territorio.
¿Cuál sería el destino de la región bonaerense de Zárate, de su gente y de los pueblos vecinos hasta el centro de la metrópoli porteña, separada por solo 100 kilómetros de la Atucha del Paraná La Palmas, si se produjera un Chernobyl (Rusia 1986), o el patético caso de Harrisburg (Pensilvania 1979, USA) o el impensado holocausto japonés de Fukushima? Los miserables 360 megavatios de potencia instalada de Atucha ¿justifican semejante castigo?

Reclinados en nuestros asientos, de regreso, algunos cavilábamos paralelismos y conjeturábamos al Japón que predice ahora el cierre de sus cincuenta y tantos reactores nucleares, a la autoridad regulatoria nuclear de los Estados Unidos que hace décadas no recibe propuestas de nuevas centrales, a la Europa que discute el destino de las numerosas ruletas rusas nucleares dispuestas sobre quinientos millones de habitantes, y a muchos países que en los cinco continentes frena o repliega sus proyectos de energía atómica. ¿Acaso se volvieron ecologistas antinucleares? Ciertamente que no, pero en el sistema capitalista prima la rentabilidad y esta fuente energética es cara y sucia, no es barata ni limpia, concepto expresado en los años ochenta por la autoridad nuclear norteamericana: “Cuesta más la gestión de los residuos radiactivos que la energía misma”.

¿Cómo fue posible que regiones de alta sismicidad construyeran plantas de este tipo, acaso para inmolarse? ¿Qué experto fue capaz de lavar la mente del chileno que concibió la posibilidad de dos reactores nucleares en los Andes sísmicos, seguramente arrepentido ya de haberlo pensado? ¿Qué derecho humano avanza infausto sobre nuestros destinos, incapaz de evitar nubes radiactivas que rotan caprichosamente alrededor del planeta?
Atucha se halla aguas arriba de un enorme conglomerado humano, al que la imbecilidad del experto le advierte, -como primera medida ante la eventualidad de un colapso nuclear-, encerrarse en su casa a la espera de indicaciones de la autoridad competente: “¡Enciérrense en sus casas!” (“Sellen puertas y ventanas” y, si pueden, no salgan a la calle) (?)

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Autor y contacto:
Javier Rodríguez Pardo
Móvil: (011) 15 6748 5340
Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH) - Red Nacional de Acción Ecologista, Argentina (RENACE), UNION DE ASAMBLEAS CIUDADANAS (UAC)

miércoles, 27 de abril de 2011

DCVII: Carta Abierta de diez Nóbel de la Paz contra la energía nuclear

La carta que se copia a continuación fue enviada a los siguientes gobiernos: Argentina, Armenia, Brasil, Bélgica, Bulgaria, Francia, Japón, Pakistán, Polonia, República de Korea, Eslovakia, Ucrania, Reino Unido, España, Suiza, Hungría, México, Holanda, Eslovenia, Lituania, Rumania, Sudáfrica, India, Finlandia, República Checa, Taiwan, Swiza, China, Canadá, Alemania, Rusia y Estados Unidos.



CARTA ABIERTA
26 de abril 2011
Para: Líderes Mundiales
De: Premios Nobel de la Paz

Los Premios Nobel de la Paz pedimos a los líderes mundiales que elijan las energías renovables en vez de la energía nuclear.

En el vigésimo quinto aniversario del desastre nuclear de Chernobyl en Ucrania –y más de dos meses después del terremoto y del tsunami que devastó a Japón– nosotros, los Premio Nobel de la Paz abajo firmantes, solicitamos que inviertan en un futuro más seguro y pacífico y que se comprometan a la utilización de fuentes de energía renovables. Es hora de reconocer que la energía nuclear no es una fuente de energía limpia, ni segura, ni barata.

Estamos profundamente preocupados por las vidas de las personas en Japón, que están en riesgo por la radiación nuclear en el aire, en el agua y en los alimentos como consecuencia del colapso en la central nuclear de Fukushima. Creemos firmemente que si el mundo abandona el uso que hace actualmente de la energía nuclear, las futuras generaciones de personas en todo el mundo –y los japoneses, quienes ya han sufrido demasiado– vivirán con mayor paz y seguridad.

“Veinticinco años después de Chernobyl, algunas personas dicen que las cosas están mejorando. Yo no estoy de acuerdo“, dice Mykola Isaiev, uno de los “liquidadores” de Chernobyl, personas encargadas de limpiar las consecencias del desastre. “Nuestros niños están enfermos por comer alimentos contaminados y nuestra economía se destruye”. Isaiev dice que puede identificarse con los liquidadores que ahora están trabajando en Japón. Al igual que él, probablemente ellos no se hayan preguntado tanto sobre la seguridad de la energía nuclear.

Consideren las palabras de un comerciante en Kesennuma, una de las ciudades que sufrió los mayores efectos del tsunami a lo largo de la costa noreste: “Esa cosa de la radiación es extremadamente temerosa. Está más allá de un tsunami. Un tsunami se puede ver. Esto no puede verse”.

La triste realidad es que la crisis de la radiación nuclear en Japón puede volver a ocurrir en otros países, como ya ha sucedido en Chernobyl en la ex República Socialista Soviética de Ucrania (1986), Three Mile Island en los Estados Unidos (1979) y Windscale/Sellafield en el Reino Unido (1957). Los accidentes nucleares pueden ser el resultado de desastres naturales –tales como terremotos y tsunamis–, así como también de los errores y la negligencia humana. Personas de todo el mundo también temen la posibilidad de ataques terroristas contra las centrales nucleares.

Pero la radiación no sólo está relacionada con un accidente nuclear. Cada eslabón de la cadena del combustible nuclear libera radiación, a partir de la extracción de uranio, y luego continúa durante generaciones, porque los residuos nucleares contienen plutonio que permanecerá tóxico durante miles de años. A pesar de años de investigación, países con programas de energía nuclear como Estados Unidos han fracasado en resolver el desafío de encontrar un almacenamiento seguro del combustible nuclear “gastado”. Mientras tanto, cada día, se está generando más combustible nuclear.

Los defensores de la energía nuclear deben enfrentar el hecho de que esos programas son los ingredientes para fabricar armas nucleares. De hecho, esta es la preocupación subyacente en lo que respecta al programa nuclear de Irán. Que la industria nuclear prefiera ignorar esta enorme amenaza en la búsqueda de energía nuclear, no significa que el problema desaparezca simplemente porque sea minimizado o ignorado.

También debe enfrentarse a la cruda realidad económica de la energía atómica. La energía nuclear no compite en el mercado abierto en contra de otras fuentes de energía, simplemente porque no puede. La energía nuclear es una opción energética exorbitantemente cara que generalmente es financiada por los contribuyentes impositivos. La industria nuclear ha recibido amplios subsidios gubernamentales –dinero de los contribuyentes– para la suscripción de la construcción, límites máximos de responsabilidad y seguros para la limpieza y los costos de salud. Podemos invertir más responsablemente este dinero público en nuevas fuentes energéticas.

En la actualidad hay más de 400 plantas nucleares en el mundo –muchas, en lugares con alto riesgo de catástrofes naturales o disturbios políticos. Estas plantas proporcionan menos del 7% del suministro mundial total de energía. Ustedes, líderes mundiales, pueden trabajar juntos para sustituir esa pequeña cantidad de energía con otras fuentes energéticas actualmente disponibles, de fácil acceso, muy seguras y baratas, para encaminarnos hacia un futuro libre de carbón y de energía nuclear.

No podemos detener los desastres naturales como el que acaba de ocurrir en Japón, pero juntos podemos tomar mejores decisiones sobre nuestras fuentes de energía.

Podemos eliminar gradualmente los combustibles fósiles y la energía nuclear e invertir en una revolución de energía limpia. Ya está en marcha. A nivel mundial, en los últimos cinco años, ha habido más energía procedente de la energía eólica y solar, que de las plantas de energía nuclear. Los ingresos globales de la energía solar, eólica y otras fuentes de energía renovables aumentaron un 35% en 2010. Invertir en estas fuentes de energía renovables también generará trabajo.

Las fuentes de energía renovable son una de las claves más importantes para un futuro pacífico. Es por eso que tantas personas en todo el mundo –especialmente los jóvenes– no están esperando que los gobiernos hagan el cambio, sino que ya están dando pasos en esa dirección por sí mismos.

Comprometernos a un futuro con menos carbón y libre de energía nuclear, permitirá a los países que se asocien y amplíen el movimiento ciudadano global creciente y cada vez más influyente que rechaza la proliferación nuclear y apoya a las fuentes renovables de energía. Le pedimos que se unan a ellos y que creen un poderoso legado que proteja y mantenga no sólo a las generaciones futuras, sino también a nuestro propio planeta.

Atentamente,
Betty Williams, Irlanda (1976)
Mairead Maguire, Irlanda (1976)
Rigoberta Menchú Tum, Guatemala (1992)
Jody Williams, EE.UU. (1997)
Shirin Ebadi, de Irán (2003)
Wangari Maathai, de Kenia (2004)
Arzobispo Desmond Tutu, de Sudáfrica (1984)
Adolfo Pérez Esquivel, Argentina (1980)
José Ramos Horta, Presidente, Timor Oriental (1996)
Su Santidad el Dalai Lama (1989)

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Publicado en el blog de Greenpeace Argentina.

lunes, 25 de abril de 2011

DCVI: No sólo está guardado en la memoria (3)


Por Jorge Calero

Catedrático de Economía Aplicada



Al recibir las primeras noticias del accidente en la central nuclear de Fukushima sentí, además de la lógica inquietud, una cierta curiosidad optimista. Habiendo seguido, en su día, las “noticias” sobre el accidente de Chernóbil, estaba expectante pero parcialmente confiado acerca de cómo podía resolverse el problema en Japón.

El punto de partida, suponía, permitía ventajas sustanciales: en Japón, con menos enemigos de la sociedad abierta que en la Unión Soviética, la información podría ser más transparente y las soluciones tendrían prioridad sobre la ocultación. La sociedad japonesa, además, tecnológicamente más avanzada y con experiencia en desastres nucleares, podría reaccionar de forma rápida y eficaz. La burocracia estatal, además, no dificultaría la reacción como había sucedido en Chernóbil.

Sin embargo, la sensación de déjà vu se fue consolidando poco a poco. Cada noticia de Fukushima tenía su paralelismo en Chernóbil. Los helicópteros que arrojaban cemento sobre Chernóbil lanzaban agua en Fukushima. Tuvimos noticias de trabajadores cuasi-suicidas, emparentados con los “liquidadores” soviéticos. Las autoridades primero negaron, luego balbucearon explicaciones confusas y por último reconocieron parcialmente la verdad. Aquí, el lobby nuclear colocó a sus “expertos” en medios de comunicación a menudo demasiado crédulos, “expertos” que negaban, relativizaban y confundían advertida o inadvertidamente. La secuencia de los hechos, aunque era conocida y se podía anticipar, no dejaba de causar perplejidad.

Es posible que nos olvidemos, que supongamos (erróneamente) que el daño queda acotado en una zona y que los escrúpulos hacia la energía nuclear que ahora han rebrotado desaparezcan. Es posible que hasta dentro de otros 25 años no pasemos por una secuencia similar que nos haga recordar con qué estamos jugando; entretanto, quizás hasta se recobre la retórica de la energía nuclear como energía “limpia”. Pero el olvido no elimina la evidencia: la energía nuclear sobrepasa holgadamente las capacidades de nuestras sociedades desde los puntos de vista tecnológico, empresarial y político. Y si esta evidencia se aplica al caso japonés, ¿qué no sucederá en España? ¿Recuerdan Vandellós I?

DCV: No sólo está guardado en la memoria (2)

Más sobre Chernóbyl. La incertidumbre continúa, los efectos secundarios podrían llegar a cobrarse 400.000 muertos y los afectados alcanzan los cinco millones. La ONU es conservadora y el lobby nuclear sigue haciendo estragos en la comunidad científica. En este artículo pueden leerse dos caras de una moneda que hace agua por donde se la mire.


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Impacto sanitario de tragedia nuclear de Chernobyl sigue generando debate
Por Ania Tsukanova (AFP) – hace 3 días
KIEV — Veinticinco años después de la explosión de un reactor de la central de Chernobyl, la cantidad exacta de víctimas sigue siendo tema de debate y millones de personas, según los médicos, sufren aún los problemas de salud derivados de la catástrofe.

Las autoridades ucranianas estiman que unos 5 millones de personas -ucranianos, bielorrusos y rusos- "sufrieron" por esta catástrofe. Buena parte de ellos vive aún en los territorios contaminados.
Para la organización Greenpeace, los efectos de la contaminación radiactiva (cáncer, daños al sistema inmunitario, efermedades cardíacas...) podrían causar de 100.000 a 400.000 muertos en esos tres países.

Cifras que contrastan con el balance de la
ONU, que estimó en 2005 en 4.000 la cantidad de personas muertas por las radiaciones.
Un comité científico de la ONU, UNSCEAR, sólo reconoce los efectos de la radiación como causa de la muerte de 31 operadores y bomberos e imputa a "diferentes razones" la de otros 19 "liquidadores" fallecidos antes de 2006.

Volodymyr Palkin, un ucraniano de 69 años que trabajaba en la central en el momento del accidente, contó a la AFP que pasa por lo menos dos meses por año en el hospital y que sufrió hemorragias en la garganta y los intestinos.
"Tenía una salud de hierro, hoy tengo unas treinta enfermedades", dice sentado en su cama en una clínica especializada de Kiev. "Tengo dificultad para caminar, mis huesos se desmigajan, tengo problemas de tiroides", precisa.
Tras la explosión del reactor número 4 de la central el 26 de abril de 1986, unos 600.000 soviéticos fueron enviados desde todo el país para participar durante meses en los trabajos para frenar la propagación de las radiaciones, aislar los restos del reactor y limpiar la zona contaminada alrededor de esta central atómica.
La única consecuencia incuestionable de la catástrofe es un fuerte aumento de cáncer de tiroides. El último informe de la UNSCEAR publicado en febrero dio cuenta de 6.000 casos de esta enfermedad, 15 de ellos fatales.

El médico bielorruso Iuri Bandajevski, autor de numerosos estudios sobre Chernobyl, estima que los informes oficiales minimizaron el impacto de la catástrofe por la presión del lobby nuclear.
"Durante 25 años, las estucturas estatales hicieron todo por esconder las informaciones en provecho del lobby nuclear, el más poderoso del mundo, que dicta sus condiciones", asegura a la AFP.

Bandajevski, que fue encarcelado por acusaciones de corrupción que, según denuncia, estaban relacionadas con sus críticas al poder bielorruso, acusa a las autoridades de las ex repúbicas soviéticas de no hacer nada para proteger a las millones de personas que viven en los territorios contaminados.
Otro médico, el ucraniano David Belyi, que trabaja en el Centro Científico de Medicina Nuclear de Kiev, rechaza las acusaciones de presiones. "Nadie nos prohíbe nada", afirmó a la AFP.
"Si se estudia la frecuencia de las enfermedades de órganos internos en las víctimas de Chernobyl, no encontraremos un aumento en relación a la población en general", afirma.

"La esperanza de vida de estas personas es la misma que la de los otros ucranianos", es decir 61 años para los hombres y 73 para las mujeres, según él.
Conclusiones que pueden aún cambiar en el futuro, admite el científico, pues, dice, "no hay que tener miedo de revisar sus conocimientos y reconocer sus errores".


sábado, 23 de abril de 2011

DCIII: No sólo está guardado en la memoria (1)

A tres días de que se cumplan las bodas de plata de la catástrofe de Chernóbyl, llegan noticias desde Ucrania y no es olvido ni apaciguamiento lo que impera. El "medio ambiente", como tal, no es un biologicismo teórico ni un ente ajeno al hombre, sino el marco en el cuál el ser humano desarrolla su cotidianeidad, su persistencia inequívoca. Parece una obviedad, pero no está de más recordarlo en estas líneas.

Hablar de ambiente, no es inherente a esa cruel deshumanización de la que algunos autores hacen gala en sus pobres argumentos anti-ecológicos, tan exclusivamente sensiblones a la desdicha nigerina, víctima hostil del sistema global que no admite argumento que no la evoque. La vida es la que está en riesgo. No nuestra casa, ni la de los popes del devastador modelo capitalista: es nuestra vital continuidad en ella la que pende de una batalla urgente y necesaria. Un nosotros más vasto que el concebido por cualquier maniqueo ideal. La batalla por otro modelo de desarollo, uno más inclusivo, uno menos genocidamente ambicioso.

Así es que los gobiernos del mundo junto a los férreos adalides del desarrollismo tecnocrático y su epopeya del átomo mesiánico, hacen ojos ciegos, oidos sordos y avanzan entusiasmados como niños con su cuento de hadas, de salvaciones estrechas y paraísos futuros, a la merced de un omnipotente cientificismo que todo lo podrá.

Japón, mientras tanto, prohibe el ingreso a más de 20 kilómetros a la redonda de su letal Fukushima; Naoto Kan, primer ministro japonés, aprueba un presupesto de $49.000 millones de dólares para reconstruir el país en ruinas; las cabezas de TEPCO -Tokio Electric Power Company, a cargo de la central nuclear nipona- renuncian a sus cargos concientes de sus responsabilidades, y la expansión nuclear tirita agonizante en los planes energéticos globales por la presión pública. Pero tranquilos compatriotas, que no cunda el pánico: Argentina insiste en inaugurar Atucha II en 2011.

En este enlace, la nota a la que hago referencia; artículo que es nada. Absolutamente nada, comparado con los millares de muertos, del cáncer y de tanta alteración genética; de tanto poder atómico que no hace otra cosa más que avalar el discurso de sus promotores sobre la potencial influencia de este ínfimo semi-Dios en la vida humana.