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martes, 4 de mayo de 2010

DXXVIII: B 612


La revolución es azul, como azul eterno es la nostalgia y azul oceánico, la añoranza. La paleta deviene en pentagrama cuando el pincel se le atreve a su clave del sol, al compás que se siente y no se oye, sino entre menores y bluenotes. En la voz de Serrano o BB King, en el cielo o en el agua, el planeta desde lejos, los abrazos de ocaso. Fuertes sus abrazos, más sentidos que ninguno. No nos pertenecemos, nos vemos cuando el sol dispone, segundos hilvanados entre la inmensidad de las horas. La sonrisa que traza un horizonte arqueado de inocencia y de la carga sobre su lomo, es el suspiro que ejecuta la esperanza e ilumina la noche del bosque encantado, sorteando árboles parlantes y engaños maliciosos de un fauno cautivo del dominio humano, envenenado tras tanto pensar y padecer pensamientos ajenos. Allá vas, saltando inquieta de casillero en casillero, aprehendiendo el juego de la vida de a saltitos inestables y efímeros pies sobre la tierra. Segundos de magia. Horizontes que se disfrazan de vos en el extremo de los días. Y mientras tanto, yo me esfuerzo vanamente por un adquirido título nobiliario. Cómo quisiera ser el príncipe que te viviera cuarenta y tres veces al día, con el simple movimiento de mi silla. Amputando así de cada sentimiento, su innecesaria cuota de tristeza.

martes, 7 de julio de 2009

CCLXXI: Le petit et noir prince...

Una entrada hurtada de un blog amigo...


El principito también se vistió de negro. También dudó y se cansó de tener que cuidar cada día de su insignificante pero hermosa vida, de la rosa que a fin de cuentas era la que le daba sentido para seguir explorando el universo y limpiando su asteroide de los baobabs y los volcanes. Se habrá cansado de ver el horizonte, y al venir a la tierra y ver que había tantas otras flores iguales a la suya, volvió a ponerse el trajecito azul y rojo, porque supo que era única en el mundo... Habría parecidas, habría calcadas copias, pero ninguna como esa, que con tanto amor había protegido de todos los males... Pero hubo un tiempo en que para aprehender a cuidarla, tuvo que dejarla sola e irse a la tierra. Lo mágico es que aprehendió y dejó su vida por el amor, que a fin de cuentas es dejar de estar tan solos...

"Sois bellas, pero estáis vacías -les dijo todavía-. No se puede morir por vosotras."

sábado, 31 de enero de 2009

CLXXIII - Hurtos 3: Antoine de Saint-Exupery

Y del primer libro leído (releído), en este nuevo y postergado brote literario, la tercera entrega de "Hurtos". Y quiero agradecer por él a "mi" Maga, a Baralides, quien me da constantemente el empujón necesario para sonreir. Gracias por una sonrisa (como aquella vez, pero sostenida).

"El zorro se calló y miró un buen rato al principito:

-Por favor... domestícame -le dijo.

-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.

-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no fienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.

-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...



El principito volvió al día siguiente.

-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la feliçidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunça sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.

-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando eI día de la partida:

-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.

-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...

-Ciertamente -dijo el zorro.

- Y vas a llorar!, -dijo él principito.

-¡Seguro!

-No ganas nada.

-Gano -dijo el zoro- he ganado a causa del color del trigo.

Y luego añadió:

-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:

-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.

-Adiós -le dijo.

-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos."


El Principito
Antoine de Saint-Exupery



jueves, 11 de diciembre de 2008

CXVII

El desierto es un camino árduo de transitar y sus ciclos residen en las estrellas. El sol calcinante del día quema mis manos, mi torso y mi rostro, sin piedad ni misericordia franciscana. La solidaridad no es para él un valor adquirido. El agua se hace ausente y los espejismos frecuentes. Y así voy aprendiendo que lo que hay después de un espejismo es la sed al veneno más fuerte. Pero la noche y su oscuridad me enseñan el camino. Y no por la oscuridad, sino porque siempre hay una estrella que más allá de sus limitaciones juega a ser sol. Se sabe brillante como ninguna y pone todo su empeño para pintar el cielo opaco de un celeste despejado y claro como sus intenciones. La historia de la estrella que no era sol pero sabía intentar serlo, es hermosa, aún cuando se asustaba de la inconmensurabilidad del universo y decidía taparse con una sábana para no ser vista. Se opacaba. Pero eso siempre me impulsó con vehemencia, a caminar cada vez más cerca del cielo, a dejarme morder por una serpiente amiga, y a dejar caer sobre la arena, el traje de príncipe que traía puesto.