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jueves, 5 de mayo de 2011
¿A qué huele?
Hay acontecimientos públicos congestivos. Cuando lees los detalles de la trama Gürtel o indagas en el escándalo de los EREs, el cuerpo desarrolla mecanismos de defensa espontáneos tendentes a taponar la nariz para resguardarte del hedor. Otros sucesos, como la muerte de Bin Laden, tienen propiedades inversas. Hoy, sin duda, se respira mejor en este mundo que hace unos días. El aire está más limpio y huele mejor, aunque en el ambiente flota un aroma molesto, que impide coger aire para lanzar el suspiro de alivio al que tenemos derecho. Será porque un Premio Nobel de la Paz ha ordenado el exterminio del architerrorista. Será porque una democracia ha recurrido al tiro en la cabeza para librarse de su peor enemigo. Será porque EE.UU siente que ha recuperado su orgullo como país con una ejecución. Será porque todos sabemos que muerto el perro, la rabia de Al Qaeda puede experimentar un peligroso repunte. ¿A qué huele? ¿A rosas o a podrido? No lo sé, pero algo huele a una chamusquina incluso en las redes sociales, donde la gente se refugia en el humor negro –“Bin Laden ha muerto. Dejadme llevar champú en la maleta”- para salvar la confusión.
jueves, 17 de febrero de 2011
Condena o rechazo
“Cuando se ha superado sin pestañear el dilema moral de si es lícito matar a otro hombre, el de si lo es mentir se deja para los niños de primaria”. La cita corresponde a la última novela de Berta Vias Mahou, titulada “Venían a buscarlo a él”, en la que la autora madrileña recrea los últimos años de la vida de Albert Camus.
Comencé a leerla tras la presentación de Sortu, de forma que no pude dejar de relacionar la condena camusiana de la violencia con el rechazo “de todo tipo de violencia”, enunciada por la nueva Batasuna. Porque condenar y rechazar no significan lo mismo.
Según la RAE, condenar es “reprobar una doctrina, unos hechos, una conducta, etc., que se tienen por malos y perniciosos”. Así pues, la condena tiene un trasfondo moral que deslegitimaría la violencia de ETA. El rechazo, en cambio, implica solo cierta resistencia al método etarra, pero no su desaprobación.
Siendo así, parece claro que Sortu no ha resuelto el dilema moral de si es lícito matar a otro hombre. Y si no lo ha hecho, no hay nada que nos impida pensar que haya resuelto mentirnos, como si fuéramos niños de primaria, para poder concurrir a las próximas elecciones.
Comencé a leerla tras la presentación de Sortu, de forma que no pude dejar de relacionar la condena camusiana de la violencia con el rechazo “de todo tipo de violencia”, enunciada por la nueva Batasuna. Porque condenar y rechazar no significan lo mismo.
Según la RAE, condenar es “reprobar una doctrina, unos hechos, una conducta, etc., que se tienen por malos y perniciosos”. Así pues, la condena tiene un trasfondo moral que deslegitimaría la violencia de ETA. El rechazo, en cambio, implica solo cierta resistencia al método etarra, pero no su desaprobación.
Siendo así, parece claro que Sortu no ha resuelto el dilema moral de si es lícito matar a otro hombre. Y si no lo ha hecho, no hay nada que nos impida pensar que haya resuelto mentirnos, como si fuéramos niños de primaria, para poder concurrir a las próximas elecciones.
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