| © Asís G. Ayerbe |
Ambicioso y polémico, Alberto Olmos (Segovia, 1975) ha publicado siete libros en los últimos diez años. Entre ellos, A bordo del naufragio (1998), Trenes hacia Tokio (2006), El talento de los demás (2007), Tatami (2008) y El Estatus (2009). Si no fuera por sus blogs (Hikikomori y Lector mal-herido), que utiliza para desfogarse, tendríamos una de sus obras sobre la mesa de novedades cada pocos meses. Después de que la revista Granta le incluyera en la lista de los veintidós mejores narradores jóvenes del ámbito hispánico, publicó Ejército enemigo (Mondadori, 2011), en la que asoma, como siempre en Olmos, un individuo enfrentado a la sociedad y a la ideología dominante, desde cuyas tinieblas exteriores escribe, como dice Rafael Reig, “opiniones que se notan, que traspasan, que impiden leer solo literatura”.
Ejército enemigo me gustó, pero aún no sé si tengo buen gusto o tengo que hacérmelo mirar…
Evidentemente no soy la persona adecuada para determinar ese extremo. No creo que haya un solo buen novelista de la historia que no cuente con al menos un lector inteligente que lo deteste. Ejército enemigo presenta un narrador antipático y no le hace ascos a las bajas pasiones ni a las palabras malsonantes; ambos elementos suelen repeler a cierto lector biempensante.
Internet ha matado la intimidad. ¿Dejamos que descanse en paz o la resucitamos de algún modo?
Creo que sería una buena prueba de su defensa que nos retiráramos de determinadas páginas web, especialmente de Facebook.
¿Cómo han recibido su última novela las ONG? ¿Le ha llegado algún comentario?
Casi todo lo que se dice en el libro contra las ONG o contra la labor humanitaria o contra la solidaridad, lo he oído de boca de personas que trabajan en una ONG.