Quien tiene una vajilla heredada de su abuela, o en su defecto de su madre, tiene un auténtico tesoro. Eso es un hecho. Nadie duda que se trata de una maravillosa herencia recibida, que siempre nos cuenta una historia, la que también nos llena de nostalgia, nos invade de amor por lo más íntimo, por las cosas bellas, por su delicadeza. Que hace patente su fragilidad y por el contrario aquello que ha pervivido y subsistido a través del paso de los años aguantando los imprevistos de una vida entera, quizás de varias mudanzas, de los cambios económicos y en la salud, de intensas sobremesas, de meriendas de hijos y de nietos, de comidas de cumpleaños y cenas de Navidad. Una maravillosa herencia que nos narra como nadie la existencia y la historia de nuestra familia y el cuidadoso mérito que nos toca preservar con la misma constancia para nuestros hijos ⧫
Andrew Montgomery
Desde hace un tiempo, sobre todo desde la ausencia de mi madre en la que recibí y me traje para mi casa esa maravillosa vajilla inglesa que había pertenecido a mis abuelos, deseaba dar un especial protagonismo en un post, a estas piezas tan delicadas que muchos de nosotros poseemos, pero que pocos sabemos como presentar de forma relevante y, lo más difícil de todo, como integrarlos dentro de la decoración de nuestras casas buscando un nexo de unión con el resto de piezas ❍