Castellano medieval
Sepades, buenos omnes e mugeres, que yo, Gonçalo el panadero, alço agora mi boz, maguer cansada e ronca del polvo e de la farina, contra las asperezas que la vida me depara.
Non es poco mi afán: cada albor me levanto quando las estrellas aún brillan, e enciendo el horno con leña menguada e humosa; mas la vida, que de mío faze escarnio, non me paga con holgança nin con abundança.
Dígolo sin mengua de reverençia: la vida tien se por señora de los destinos, e a mí empuja como brizna en torbellino. Mas yo, pobre siervo del pan, non quiero sofrir callado su duro señorío. Pues si la masa non leva, amásola de nuevo; si el horno se enfría, atízolo con mis brazos; e si la clientela rezonga, dóylos pan caliente por no quebrar mi honra.
Plázeme, e non plázeme: plázeme porque mi oficio es noble, que pan da fuerça e sustenta cuerpos; non plázeme porque el sudor corre, e el denario es corto, e la fatiga nunca falla.
Assí que digo, ¡oh vida áspera!: non me quebrantarás con tu mengua ni con tu rigor. Que aunque mis manos estén agrietadas e mi lomo corvado, mi coraçón es fuerte como hogaza bien cocida.
E si dieres golpes, sofriré; e si truxeres hambres, yo mesmo partiré la corteza dura de mi pan, e con ella resistiré tus embates.
En la penumbra sigilosa del ánimo,
cuando la jornada se vuelve acerba
y el pulso titubea en su cadencia,
surge una llama tenaz, casi numinosa,
que rehúsa disolverse en la intemperie.
Es la resistencia:
un contracanto que desafía al tedio,
un gesto de bravura silente
que cose los jirones del espíritu
con hilos de obstinada serenidad.
A veces es apenas un soplo exiguo,
otras, un oleaje impávido
que embiste contra el muro
del desaliento.
Pero siempre retorna,
con su brillo indómito,
a recordarnos que aún late,
bajo la costra del cansancio,
cuya vocación exige
seguir erigiéndose,
frente al viento del mundo.
Ese castellano medieval cuanto hacia que no lo leía.
ResponderEliminarTu poema es espectacular, llega hasta el fondo del alma.
Un besote grande 😘 y un lindo domingo
Wonderful words and analogy.
ResponderEliminarM'ha emocionat moltíssim llegir el poema del forner, mon pare ho era. La força i l'orgull de qui treballa dur.
ResponderEliminarAferradetes, nina!
Hola Nuria. Que bello texto con ese paralelismo del esfuerzo del panadero y la batalla silenciosa del ánimo; en que ambos siguen adelante, a pesar del desgaste y del desaliento. Tu reflexión de que aunque la vida apriete, todavía queda dentro de nosotros una firmeza que nos ayuda a levantarnos, a recomponernos y a seguir caminando me ha llegado.
ResponderEliminarUn recordatorio de que, incluso cuando nos sentimos frágiles, aún queda luz suficiente para enfrentarnos al mundo. Algo muy importante y que nunca debemos olvidar. Un fuerte abrazo
el castellano medieval es tan distinto del actual como puedan serlo el gallego o el catalán...
ResponderEliminarhas escrito un bello poema, con el que nos sentimos identificados los que seguimos adelante a pesar de las pérdidas.
abrazos, nuria!!
Bello poema me gusto el texto medieval ambos exaltan la fuerza del ser humano para resistir y seguir luchando. Te mando un beso.
ResponderEliminarSin lugar a dudas, hay que tener mucho espíritu para llevar adelante una rutina, un trabajo, como el del panadero.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarInspirado e criativo poema.
ResponderEliminarAbraços
Olá, amiga Núria.
ResponderEliminarBelo texto histórico medieval, acompanhado de lindo poema.
Gostei bastante, estimada amiga.
Beijinhos e boa semana!
Mário Margaride
http://poesiaaquiesta.blogspot.com
https://soltaastuaspalavras.blogspot.com
Ja surts a la llista de lectura, a la fi!!
ResponderEliminarAferradetes, Núria.
Muchísimas gracias Sa Lluna por tu paciencia y tu ayuda, porque no sabía cómo hacerlo y me das una alegría saber que ya salgo en la lista, un abrazo grande
EliminarComo ha evolucionado todo incuso el modo de hablar, escribir de la época que lindo es leer y aprender.
ResponderEliminarMe ha encantado leerte, aquí mi parte favorita:
Pero siempre retorna,
con su brillo indómito,
a recordarnos que aún late,
bajo la costra del cansancio,
cuya vocación exige
seguir erigiéndose,
frente al viento del mundo.
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