Los Hijos Del Alcohol Salmon
Los Hijos Del Alcohol Salmon
L IB R E R IA E D IT O R IA L " J U V E N T U D "
L A P A Z - B O L IV IA
BIBLIOTECA DIGITAL
LOS HI J OS
DEL
ALCOHOL
DRAM4 EN í ACTOS
SEXTA EDICION
Teatro Boliviano
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LOS EDITORES
OBRAS DEL AUTOR PUBLICADAS
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Teatro Breve
- "La birlocha de la esquina"
- "Los exiliados"
- "No quiero ser millonario"
- "El Tata Belzu ha resucitado"
- "El Homicida que pagó su culpa por adelantado"
- "La abuela aprende a leer a los 80"
- "Prisionero de Guerra"
La computadora parlante'
LOS HIJOS DEL ALCOHOL
DRAMA SOCIAL EN 3 ACTOS
PERSONAJES Y REPARTO EN EL
ESTRENO
(Teatro Municipal.— La Paz.— 1950
DR RAMIREZ................................ Alberto Sulliván
QUIROGA...................................... Julio de la Barra
SALUCA........................................ Diny Morand
PAGIBOO...................................... Néstor Peredo
CHUNGULLAPIS......................... Raffo Mory
CARGADOR.................................. Jorge de la Barra
MARIHA....................................... Elvira Llosa
PARALinOO................................. Tito Landa
SAI IN A S ........................................ Jorge Wilder Cervantes
NIÑO.............................................. Charito Lara
MUJER............................................... Chinita Clavel
OIRA MUJER.................................... Alcira Carranza
SOLDADTIO................................. Fernándo Parrado
GBQO............................................ Felipe Díaz
CEJO.............................................. Carlos Zuna
MARIDO........................................ Félix Barrera
ACTO PRIMERO
- 15-
Los mozos llegan hasta el m ostrador,
depositan dinero y recogen bebidas para llevar al
interior. Los que ingresan lo hacen sin preocuparse
de la presencia de Saluca, se diría que conocen
palmo a palmo la cantina.
Es de noche y el callejón - pese a las ténues
luces que lo alumbran - parece estar de fiesta:
borrachos y cuerdos; parejas o grupos entran y
salen de los figones. En alguna puerta un ebrio
duerme la mona.
Escena Uno
BORRACHOS. PARROQUIANOS, MOZOS
(Desplazamiento general de comparsas)
Escena Dos
DICHOS HOMBRES 1 ° Y 2 0
-16-
HOMBRE I o— ¡Aprendaps a ser hombre! Pá que
se ha deschapado en la Cana Chica!
HOMBRE 2°— ¿Y si te bato a ver?
HOMBRE I o— ¡Dos chusasos te vas a hacer largar
ahurita! ¡Cuidado! (Los curiosos van cercando
al grupo íntegramente).
HOMBRE 2o— ¡A ver, a ver! ¡Pégue, pues! ¡Pégue,
pues!
Escena Tres
MU]ER Y MARIDO
-17-
MARIDO.— ¡Ven che, ven!
MUJER.— ¡Déjeme, déjeme!
MARIDO.— ¡Si no entras a patadas te voy a
revolcar!
MUJER.— ¡Déjeme, nomás! ¡Donde mi hermana
hey de irme!
MARIDO.— (Jaloneándola bruscamente) ¡Entre!
¡Entre!
M U JER.— (G ritá n d o lo e sc a n d a lo sa m en te)
¡Aucilio! ¡Aucilio! ¡Me está matando! ¡Aucilio!
Escena Cuatro
DICHOS Y CURIOSO
- 18 -
CURIOSO.— ¿Por quéps no me he de meter? ¿O
quiere usté algo conmigo?
MARIDO.— ¡No se haga el macho, che!
CURIOSO.— (Pechándolo) ¿Quere algo? ¿Quere
algo? (Le propina un golpe; lo derriba y luego
sigue pegándolo en el suelo).
MARIDO.— (En el suelo cubriéndose la cara) ¡No
en el suelo, no en el suelo!
MUJER.— (A curioso) ¡Wa! Choy, ¿por quéps a mi
marido? (Pegándolo) ¡Traicionero! ¿Por quéps
en el suelo lo pegas?
CURIOSO.— (Defendiéndose) Y por quéps pide
aucillo, entonces?
MUJER.— ¡Porque me da la gana! ¡Es mi marido!
Puede matarme si quiere. (Lo sigue pegando).
CURIOSO.— ¡Cuidado, cuidado! (Empieza a
retroceder mientras marido y mujer siguen
dándole golpes). (Mutis).
Escena Cinco
SOLDADITO Y CUMPA
- 20 -
CUMPA.— Entremos.
SOLDADITO.— Pero... yo no sé bailar, che...
CUMPA.— ¡No importa! ¡Entre hombres vamos a
estar bailando (Entran ambos)
Escena Seis
DOCTOR RAMIREZ
Escena Siete
DICHOS Y QUIROGA
-21-
SALUCA.— ¡Ya! ¡La ocurrencia de ese ratero! ¿Y
de hay?
QUIROGA.— Enseñadop¿ estaría por su hermano
y con otros, en cuadrilla, me han querido pegar
pero, felizmente, el "Corasa" había estado y con
chaveta en mano les ha hecho correr...
SALUCA.— Y tu mano de queps está
ensangrentada, choy.
QUIROGA.— ¡Al defenderme no se quien me ha
metido con su chusu!
SALUCA.— ¿No les has reconocido quien era?
QUIROGA.— ¡Hay testigos, pues! Mañana vamos
a sentar denuncia en la Policía y a todos del
"Camavalito" los vamos a hacer chanchar en
la Central!
SALUCA.— ¡Un poco de pisco, ancuando sea,
ponte, pues!
QUIROGA.— Dame a ver... (Mientras se cura;
señala al doctor Ramírez) ¿Y ese pije? ¿Bacán
es, no?
SALUCA.— ¡Está zonceando desde endenantes!
QUIROGA.— ¿Queps quedrá? (Por el niño) Está
con fiebre todavía?
SALUCA.— No... pero no quere dormir...
-22-
QUIROGA.— Mañana donde otro médico le
vamos a llevar...
R A M IR EZ .— (Voltea la cabeza y se ve con
Quiroga.- Ambos se miran y Quiroga se quita
el sombrero) ¡Quiroga!
QUIROGA.— (Un tanto cohibido) Ramírez... digo,
doctor...
RAMIREZ.— De muchos años te veo, hombre.
QUIROGA.— ¿Qué haces... qué hace usted, doctor,
aquí?
RAMIREZ.— Con más confianza, Quiroga. ¿O
hemos dejado de ser amigos?
QUIROGA.— (A Saluca) Hija: te presento al
doctor Ramírez Médico es. En la escuela
éramos compañeros ¿no?
SALUCA.— Salomé de Quiroga, pa servirle,
doctor.
QUIROGA.— Es mi mujer... éste es mi hijito.
RAMIREZ.— ¡Qué bien! ¿Está enfermo tu hijito?
SALUCA.— No sé qué tiene doctor. Apenas habla
y ya tiene cuatro añitos.
RAMIREZ.— ¡A h!... (P au sa) ¿Es tuyo este
negocio?
- 23-
QUIROGA.— Sí, pues. A esto he tenido que
dedicarme... ¡Si hubiera podido estudiar como
vos... otra cosa hubiera sido de mí... pero estoy
contento nomás! ¡Me va bien!
RAMIREZ.— Seguramente.
QUIROGA.— ¿Y a vos qué te trae por aquí, pues?
RAMIREZ.— Vine a observar todo esto...
QUIROGA.— Bonito es ¿no?
RAMIREZ.— (Fijándose en la mano de Quiroga)
¿Peleaste?
QUIROGA.— No. Me he cortado...
RAMIREZ.— ¿En el filo de un cuchillo de tus
competidores? ¿Ustedes, entre cantineros, se
odian, verdad?
QUIROGA.— No. Son envidiosos porque uno
progresa.
RAMIREZ.— ...Y al que progresa le destrozan los
huesos y le rompen las mesas y sillas...
QUIROGA.— ¿De cómo sabes, pues, todo eso?
RAMIREZ.— ¿Lees periódicos? Bueno. ¿Sabes
algo de la campaña contra el alcoholismo?
QUIROGA.— Algo he estado leyendo. Dicen que
quieren hacer clausurar estas cantinas y yo creo
que alguien está interesado en poner cantinas
en otro barrio...
-24-
RAMIREZ.— Te equivocas, Quiroga. Quién desea
hacer cerrar estas cantinas sólo aspira a salvar a
muchos hombres, a muchas mujeres, a miles
de niños y hogares.
QUIROGA.— Pero eso estaps bien pa soñar.
¿Cómo se ha de prohibir a la gente de que haga
negocio a ver?
RAMIREZ.— Escúchame: ¿tú por qué dejaste de ir
a la escuela?
QUIROGA.— Mi padre no me atendía, pues, y he
tenido que ganarme la vida a mi manera...
RAMIREZ.— ¿Y tu padre por qué no te atendía?
QUIROGA.— ¡Ah! Era muy tomador el pobre.
RAMIREZ.— (Sacando una libreta y leyendo)
¿Arturo se llamaba tu padre, ¿No?
QUIROGA.— Si...
RAMIREZ.— Según sé, él tenía mal al hígado
pero murió intoxicado...
QUIROGA.— ¿Intoxicado?
RAMIREZ.— De alcohol. Son datos de su historia
clínica. Saqué del Hospital. (Pausa)Esto trae a
colación la campaña que realizo en la prensa
para combatir el alcoholismo.
QUIROGA.— ¿Vos?
- 25-
RAMIREZ.— Yo. Si amparando a quienes
argumentan la libertad de comerciar se deja
que al hogar humilde invada el alcohol todos
los niños seguirán abandonando las escuelas y
harán su vida de cualquier manera para seguir
el camino de sus padres: la fábrica, el taller y
luego las cantinas.
QUIROGA.— ¡Es que mi cantina es distinta! Es
decente. ¿No es cierto, hija?
SALUCA.— Asips es, doctorcito. En los otros
lugares hay peleas y puñaladas y hasta rateros
se juntan. ¡Aquí es distinto siempre!
Escena Ocho
DICHOS Y HERIDO
- 26-
SALUCA.— ¿No le ha visto usted, doctor? Como
nueve cicatrices tiene en la cara. Siempre le
hacen así.
Escena Nueve
DICHOS Y CHOLTTA
- 27-
RAMIREZ.— ¿Para disipar la mala impresión que
te causan mis palabras?
QUIROGA.— (Bebiendo de un sorbo) No, no. Lo
que me revienta es que siempre alguien tenga
que meterse en la vida ajena.
RAMIREZ.— Es el deber de todo hombre honrado.
QUIROGA.— No, pues, che. Cada uno en su
lugar: vos con tus enfermos y yo con mis
borrachos. Cada uno debe hacer lo que le
corresponde. ¿O yo me meto en tus cosas?
RAMIREZ.— Sí y... mucho. Tu cantina y todas las
cantinas donde pudre su alma el hombre que
puede ser útil, constituyen las seducción de mis
enfermos que huyen de mis ojos para caer en el
tráfago del alcoholismo.
SALUCA.— Zonceras está usté hablando, doctor.
¿Quéps hacemos nosotros, wa? ¿Nosotros
vamos a los hospitales y decimos a la gente que
venga a tomar? Si vienen seraps porque
queren. ¿Acaso son wawas? (Por Quiroga que
toma otro trago) No tomes, hijo, después haste
estar quejándote del hígado.
Q U IRO G A .— (Bebiendo siempre) ¿Qué clase de
país es éste pues? A uno le sacan impuestos
hasta de lo que respira y no le dejan trabajar
tranquilo.
-28 -
RAMIREZ.— ¡Contigo es imposible, Quiroga!
QUIROGA.— Vos tienes suerte. Si todo lo que me
estás diciendo te escuchaba cualquiera de los
otros cantineros, distinto hubiera sido.
SALUCA.— Si, pues, doctor. Los otros son de pocas
pulgas como dicen. ¡Las cosas que hacen a ver!
RAMIREZ.— ¿Es una amenaza?
QUIROGA.— (Encrespado) ¡No amenazo a nadie,
che, porque sé hasta dónde aguanta mi
paciencia! Y si tengo contemplaciones con mis
amigos, que nadie se aproveche de eso. Cada
uno, en su casa, sabe lo que hace y yo, en mi
casa, hago lo que quiero, por últimamente.
SALUCA.— ¡Cállate, hijo, por Dios! ¡Váyase usté,
pues, doctor! Parece que estuviera usté enseñado
pa' venimos a dar colerones.
QUIROGA.— ¿Y, por último, por qué tengo que
dar explicaciones? Hago mi negocio de noche;
tengo bodega en el día y...
RAMIREZ.— ¡Y envenenas a todo el mundo!
QUIROGA.— Bueno. ¡Enveneno! ¿Y qué hay con
eso? ¿Usted quién es para pedirme cuentas?
¿Usté es de la Policía? ¿Usté es de la Higiene?
RAMIREZ.— ¡Reprime tus palabras, Quiroga!
- 29-
SALUCA.— ¿Por qué, pues, por qué pues?
¡Mirenlops a este mata - sano y cuernos! ¡Si
quiere usté plata habluste pues! ¡Con plata lo
vamos a hacer callar como a todos!
RAMIREZ.— (Retirándose) ¡Ni con dinero ni con
la fuerza me harán callar! Recuérdenlo bien.
(Mutis).
QUIROGA.— Si no fuera porque...
SALUCA.— Llámalo al "Coraza" y a unos dos
mozos más. Que le vayan a dar encuentro y le
sienten la mano. Sólo en esa forma se hace
callar a éstos que quieren hacerse de fama
quitando el pan de cada día al que trabaja con el
sudor de su frente. Llámalos, pues. No ha de
estar muy lejos.
QUIROGA.— No. (Pausa) Estoy pensando otra
cosa...
SALUCA.— ¿Qué cosa, pues hijo?
QUIROGA.— Este debe tener influencias y es
mejor que todos los dueños de las cantinas nos
juntemos para reventarlo.
SALUCA.— Bueno, sería pues. El doctor Pacheco,
que es Diputado, puede estamos ayudando. De
lo que ha tomado su gente, cuando su
candidatura y todo nos está debiendo. ¿Ves?
Bien hecho que no le hemos cobrado. Ya
- 30-
tenemos donde estarnos apoyando.
QUIROGA.— Si. También debe a los demás. Para
su nueva candidatura, seguro que nos ha de
volver a hablar y en pago de eso le vamos a
estar pidiendo.
SALUCA.— Bien ha de estar. Se le puede estar
achacando de que está queriendo hacer
revolución. ¡Falsos juramentos hemos de
encontrar nomás!
QUIROGA.— Si. Mañana, antes de llevarlo al
chico donde el médico, he de ir a hablar con el
doctor Pacheco.
SALUCA.— No te estés preocupando, hijo. ¿A
cuántos no hemos hecho callar a ver? ¡Si la
plata sirve pa eso, hijo!
TELON
- 31-
ACTO SEGUNDO
- 33-
Escena Uno
,
CIEGO COJO Y TRANSEUNTES
-34 -
Escena Dos
COJO Y SALUCA
Escena Tres
DICHOS Y CIEGO
35-
COJO.— No grites, ché. Yo no he visto ningún
billete.
CIEGO.— ¿Y lo que estás tomando?
COJO.— ¡Es con mi plata, ché!
CIEGO.— No es con su plata.
COJO.— ¡Ni con la de usté ¡Es la plata del que ha
dado la limosna!
CIEGO.— (Encrespándose) ¡Mi billete!
COJO.— (Bebiendo de un sorbo) ¡Cuidado, falso -
ciego!
CIEGO.— (Quitándose los anteojos que cubre su
falsa cegera) ¿Qué has dicho?
COJO.— (Arrojando las muletas que cubre su
pseudo invalidez) ¡Cállate, ché!
Escena Cuatro
DICHOS Y SALUCA
- 36-
CIEGO.— ¿Ha visto usté, doña Saluca? ¡Este cojo
cada vez se aprovecha!
COJO.— Cállese, ché. Nada de cojo, nada de cojo.
SALUCA.— Ahura váyanse, pues.
CIEGO.— Me diera usté, pues, una cuartita al
fiadito nomás.
SALUCA.— ¡Qué, fiado ni qué fiado! Una pogre,
Dios sabe cómo está todaviya ustedes están
hablando de pedir al fiado.
COJO.— ¿Vos me ayudas?
CIEGO.— Cuándo he dejado de ayudarte, ¿ja?
COJO.— Bueno, doña Saluca...
SALUCA.— No me hables, choy. ¡No hay al fiado!
COJO.— Mi muleta le voy a dejar. Una cuartita
deme usté.
SALUCA.— (Refunfuñando) Una cuartita, una
cuartita. (Recibiendo la muleta y entregando la
botella). Si mañana no recoges, leña hey de
hacer de ésto.
COJO.— He de estar recogiendo. Si ahura voy a
bajar a la calle Comercio. Vamos, ché.
(Salen ambos de escena fingiendo mendicidad).
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Escena Cinco
SALUCA Y UN CARGADOR
Escena Seis
- 38-
QUIROGA.— Lo único que han hecho esos
médicos/ ha sido preguntarme todo. Me han
preguntado mi edad, si no tenía enfermedades;
me han preguntado cómo ha sido tu embarazo y
todo han anotado.
SALUCA.— (Gimoteando) ¿Y esas cosas, acaso, han
de curar a nuestro hijo? ¡Queps es ésto, Señor!
¡Qué maldición ha caydo sobre nosotros!
QUIROGA.— ¡Y... tanta plata que se está gastando!
SALUCA.— ¿Cuánto te han hecho dejar, ja?
QUIROGA.— Cinco mil más. Dicen que tienen que
hacerle otros exámenes más.
SALUCA.— ¿O le trayéramos nomás, hijo? Cuida
do que se está empeorando el pobre chico.
QUIROGA.— Seguiremos el consejo del doctor
Pacheco, pues. Dice que esa clínica es especial
para atender esas enfermedades.
SALUCA.— ¿Pero, acaso, no te han dicho qué
tiene? Siempreps ellos sabrán algo.
QUIROGA.— Los doctores mueven la cabeza
nomás. Creo que algo me están ocultando y no
quieren decirme la verdad.
SALUCA.— (Sollozando) ¡Pogre mi wawa! Y ya
tiene cuatro añitos! Una desvelándose tanto pa'
que después el pogre ni siquiera pueda disfrutar
el trabajo de sus padres. ¿Qué nacemos, pues,
hijo, ja?
- 39-
QUIROGA.— No sé, no sé. (Se sirve otro trago).
SALUCA.— (Gritando) ¡Ya no tomes más, choy!
¿Con emborracharte lo vas a componer?
QUIROGA.— Dejame. Así por lo menos olvidaré
esta pena.
SALUCA.— ¿Y no estuviera bien que vaya donde
el Colque? Dicenps que sabe mirar bien en coca.
¿A lo mejor nos han embrujado y al chico
nomás le ha caydo? Esta mañana siempre he
barrido de un canto para buscar si hay algún
brujerío pero nada también hey encontrado.
QUIROGA.— ¡No sé! ¡No sé! (Toma otro trago).
SALUCA.— (Arrebatándole la copa) ¡No tomes
más, choy! ¿Quéps eres pa estar tomando tanto?
¿Te haste envenenar como todos los que vienen
aquí? ¿Cuánta gente por tanto estar chupando
no se muere en los hospitales, a ver, y deja a su
familia en la miseria?
QUIROGA.— A lo mejor esto que nos ocurre es
una maldición...
SALUCA.— ¿Nosotros solo vendemos licor pa’
que nos pase esto? ¿No están gozando de salud
todos los hijos de los otros? ¡La ideyas que vos
también tienes, choy!
QUIROGA.— Bueno, bueno. Andate, adentro
ahora...
- 40-
SALUCA.— ¿Pa qué, pues? ¿Queres seguir
tomando?
QUIROGA.— (Renegando) ¿Y si tomo, qué hay,
pues? ¿También me vas a prohibir?
SALUCA.— No estés metiendo bulla, choy.
QUIROGA.— Bueno, bueno. ¡Cállese, che!
SALUCA.— (Gimiendo) ¡Helay! Todo es gritar
nomás. Ni la enfermedad de la wawa le sosiega
a éste.
QUIROGA.— (Ordenándole) ¡Entre adentro y no
hable más! (Saluca entra llorando mientras el
bebe otra copa confundido en extrañas
cavilaciones).
Escena Siete
QUIROGA Y CHUNGULLAPIS
- 42-
QUIROGA.— Sí. Tengo un hijo a quien nunca vi
sonreír, ni jugar, ni decir "papá". Sólo le he
visto con los ojos lánguido, siempre silencioso,
siempre reprochándome con su silencio. Un
hijo así ¿pá que sirve, Chungullapis?
Contéstame vos que eres poeta. ¡Ah! ¡Un hijo
enfermo sólo sirve Da enloquecer al padre!
(Pausa) ¿Quieres tomar r
CHUNGULLAPIS.— ¿No acepta usted mi juguete?
QUIROGA.— (Recibiendo y arrojando el juguete)
¿Pá qué? Si mi hijo no sabe de alegría. Servite.
(Toman ambos) Chungullapis... ¿cuando te
emborrachas te olvidas de todo?
CHUNGULLAPIS.— No. Yo soy un tipo de
alcohólico inteligente...
Escena Ocho
DICHOS Y CARGADOR
- 43-
verá usted a una persona, salvo excepciones, que
entran a una cantina y se emborrachan solos.
Este es mi mérito: soy alcohólico inteligente
pero... lo malo es que nunca estoy solo, como
nunca también están solos mis amigos... y la
vida es beber y beber. Tengo otro verso, dice...
QUIROGA.— ¡No quiero escuchar versos! Quiero...
un hijo sano, alegre. (Gritándolo) ¡Quiero a mi
hijo! Y... sal de aquí. ¡Afuera!
CHUNGULLAPIS.— (Saliendo después de robarse
una botella) Pobres ebrios... les falta inteligencia!
¡Para ser borracho hay que ir a la Universidad y...
aprender! (Mutis)
QUIROGA.— Yo sólo he aprendido a envenenar...
(Paso a paso y tam baleándose ingresa al
interior).
Escena Nueve
PACHECO, LUEGO SALUCA
. 44.
PACHECO.— ¿Qué pasa?
SALUCA.— Penas nomás, doctor...
PACHECO.— ¿Y Quiroga?
SALUCA.— Está descansando. Está medio
mareado.
PACHECO.— ¿Y de cuándo aquí se le está dando
por tomar a tu marido, ché?
SALUCA.— No sé, pues. Bien cambiado está con
la enfermedad del chico y los disgustos de cada
diya.
PACHECO.— No, no. No habrán más disgustos. Al
mediquillo ése de Ramírez ya lo haremos
silenciar por completo.
SALUCA.— ¡Pa algops usté también es diputado,
pues!
PACHECO.— No tengan cuidado. Por de prontito
en los dos periódicos donde hacía sus
publicaciones ya no le darán paso.
SALUCA.— Bien hecho, bien hecho, doctor.
PACHECO.— También lo hemos hecho sacar del
hospital donde estaba queriendo ponerse los
pantalones.
SALUCA.— ¿Y ahura qué hará, no?
PACHECO.— Creo que tiene una especie de clínica
- 45-
en Obrajes pero también de ahí lo podemos estar
haciendo sacar.
SALUCA.— Si quere usté que alguien haga una
denuncia falsa me va usté a avisar. Aquips por
dos copas encontramos nomás gente que pueda
estarle calumniando como a ese que ha sido su
contrincante en la última elección...
PACHECO.— No ha de hacer falta. ¡Cuando yo
quiero reventar, lo reviento al que me fastida!
¡Si uno es Diputado y apellida Pacheco, como yo,
tiene que hacerse respetar! ¿No has visto cómo
he arreglado todo?
SALUCA.— Sí, pues, doctor, pero... ese médico
tamién ha hecho clausurar las otras cantinas.
PACHECO.— ¡Ah! Ya me hablaron los cantineros.
Vamos a conseguir la reapertura.
SALUCA.— No estuviera bien, doctor. Que sigan
clausurando nomás. Nos hacen competencia,
pues.
PACHECO.— Bueno. Si ustedes quieren, que sigan
cerradas.
SALUCA.— Gracias, doctorcito. Gente siempre es
usté y por esops le hago tanta propaganda entre
los borrachos.
PACHECO.— Bueno. ¿Y qué dicen de mí?
- 46-
SALUCA.— Popular es usté, pues. ¿Quen como
usté a ver. Cada que se emborrachan siempre
dicen: ¡Viva el Doctor Pacheco!
PACHECO.— Eso está bien. Es parte de la técnica
política. Cuando no gritan de borrachos el
nombre de un diputado, el diputado no es
popular.
SALUCA.— ¿Un vinito se sirviera usté, ja? ¡Tengo
reservadito de Luribay! (Sirviendo).
PACHECO.— Gracias, Saluca... y como ya están
cerca las elecciones (porque nuevamente voy a
candidatear...) quiero que estés preparando para
dos o tres días que vendrán mis electores y...
SALUCA.— Sabido es, pues, doctor. Me avisa usté
nomás la fecha.
PACHECO.— Y... a ver si un par de matones me
estás consiguiendo. De repente se necesita gente
que sepa trompear bien y nada mejor que los de
este barrio.
SALUCA.— Deje usté por mi cuenta. Dos de esos
bochincheros que a nadie temen se lo he de estar
consiguiendo.
PACHECO.— Sí. Porque las próximas elecciones
van a ser duras. Creo que a la fuerza va haber
que ganar, ché.
- 47-
SALUCA.— Le vamos a estar ayudando como se
debe. Tantos favores y todo lo estamos debiendo;
sobre todo en eso del médico que nos estaba
queriendo quitar el pan de cada día...
PACHECO.— No, no. No hay que preocuparse.
Ramírez es mi amigo, como soy amigo de su
marido pero, ante todo, está el porvenir de cada
uno. ¿Quién es él para meterse en lo que no le
corresponde? A mí me vino a hablar para que
en la Cámara se sancione una ley contra el
alcoholismo. ¡Está loco de remate! Y... si molesta
más, a la fuerza lo hacemos callar, porque en sus
últimas publicaciones medio que de refilón ha
estado nombrándome...
Escena Diez
DICHOS Y CHUNGULLAPIS
- 48-
PACHECO.— Tomá, ché. (Le da unos pesos) Y...
hay que pintar más, ché. Hay que pintar cerca de
la Plaza. ¡Quiero que sepan lo popular que soy!
CHUNG.— Voy, ahora mismo. ¡Si quiere usted,
también en verso se lo escribo!
PACHECO.— No, no. Con mala letra nomás... ¡Ah!
Espera (Escribe en un papel) ¿Esto, puedes
escribir a la noche?
CHUNG.— (Leyendo) "Muera el Diputado Plata
Ladrón". Y si me pescan y me llevan a la
Policía?
PACHECO.— Yo te saco. Andá, andá.
CHUNG.— (Saliendo mientras lee) "Muera el
Diputado Plata Ladrón". Esta noche, esto
aparecerá en todas partes. (Mutis).
SALUCA.— Y ... ¿no ha ido usté por la Clínica?
Dice que esta mal el chico...
PACHECO.— Ustedes son muy exigentes, che. Les
he recomendado como se debe pero a tu hijo
tiene que hacerle no sé qué tratamiento. Esa
enfermedad es difícil de curar.
SALUCA.— ¿Qué es, pues?
- 49-
PACHECO.— No sé. Algo hereditario. Creo que es
una cosa parecida a lo que tiene mi hermano y
ya vez... éste está un año en el hospital y no
puede sanarse. ¡Así son las enfermedades! ¡Hay
que tener paciencia!
SALUCA.— ¡Aij, doctor! ¡Creyó que la mala suerte
nos está persiguiendo desde el día que ese
matasano ha empezado a fastidiamos!
Escena Once
DICHOS Y QU1ROGA
-5 0 -
PACHECO.— ¿Miedo? Esa palabra no existe en mi
vocabulario.
Q UIROG A.— Entonces, ¿por qué tanta
contemplación con Ramírez?
PACHECO.— Todo se hará con calma, che.
QUIROGA.— Fíjate, hermano. En mi cabeza sólo
hay ideas estúpidas, pero mi plata lo arregla
todo, todo.
PACHECO.— ¿Y a qué viene lo de la plata, che?
¿Estás loco?
QUIROGA.— ¿A qué viene? ¡Pa gritarle a todo el
mundo que yo lo reviento al que quiere
hacerme daño!
SALUCA.— ¡Cállate, nomás, ahura, hijo!
QUIROGA.— (A Pacheco) ¿A quién hay que hacer
callar? ¿Cuánto quieren? ¿Qué quieren? Me han
llamado envenenador y... no saben el veneno
que tengo en el corazón.
PACHECO.— Con calma, che, con calma...
QUIROGA.— Escúchame, Pacheco: si ése médico
no se calla solo me va a entender. (Jurando)
¡Mirá: estoy jurando!
TELON
- 51-
ACTO TERCERO
Escena Uno
MARTHA, LUEGO RAMIREZ
- 54 -
RAMIREZ.— Oigame, por favor. Si la tuve como
confidente en esta batalla que hoy decido perder
la, es necesario que le confiese mi bancarrota
económica. ¿Podría esperar una semana para
que le cancele el último mes de sueldo?
MARTHA.— ¿Clausurará la Clínica?
RAMIREZ.— Exactamente. Estoy arando en el mar.
Energía y juventud he perdido en una guerra
desigual contra enemigos que se amparan en la
mentira, el delito y el interés servidor.
MARTHA.— ¿Y sus triunfos? ¿No realizó, acaso,
curas —cási milagrosas— de muchos alco
hólicos? ¿No salieron de esta clínica, sanos y
agradecidos, los que tan sólo eran harapos hu
manos?
RAMIREZ.— Sí, muchacha, sí... pero no es aquello
como para quedar satisfecho. Los enfermos que
regresaron a la vida cotidiana fueron casos
aislados: individuos con dinero. Los suyos
pagaron las curaciones porque poseían recursos
y tuvieron confianza en mi trabajo. ¿Y el resto?
Aquellos que pululan por las calles; aquellos que
viven pegados a las bodegas; aquellos que quitan
el pan del hogar malgastando su escaso dinero
en alcohol, ésos —que son los más— me
interesan. Al p rin cip io, hubo quienes
escucharon y aplaudieron mis proyectos para
crear un Instituto de Readaptación, pero
intereses ocultos atacaron, reduciéndome.
- 55-
MARTHA.— ¿Es indeclinable su decisión para
cerrar la Clínica?
RAMIREZ.— Absoluta. ¿No se ha dado cuenta?
Estamos con seis enfermos que recogimos de la
calle. Nadie pregunta, nadie escucha. Mis
propios colegas —los malos profesionales— se
encargaron de sembrar mi desprestigio. ¡Me
trataron de loco como si fuera locura el salvar a
un pueblo que se ahoga en el tráfago del
alcoholismo!
MARTHA.— ¿Qué hará con los enfermos?
RAMIREZ.— Volverlos a un hospital...
MARTHA.— Los echarán a la calle porque
aparentemente están sanos...
RAMIREZ.— ¿Y qué puedo hacer ya, amiga
Martha?
MARTHA.— ¡No, doctor, no! Le comprenderán.
Esos dos enfermos que mandaron de la Clínica
San Antonio es una muestra de que tiene
conciencia de la obra que usted realiza.
RAMIREZ.— M artha... Mañana, temprano,
telefonee al director de esa Clínica y dígale que le
devolvemos a ese niño y a ese adulto que hoy
mandaron. No dé explicaciones... (Un grito de
espanto se escucha desde el fondo. Ramírez no
se inquieta sólo Martha pregunta:)
- 56-
MARTHA.— Es el poeta, doctor... ¿Le atiendo?
RAM IREZ.— No. Más tarde. Por ahora
cumpliremos un último deber... ¿Usted se
retirará enseguida, no?
MARTHA.— Sí, doctor.
RAMIREZ.— Entonces conduzca hasta su casa a
Salinas. Prometí darle de alta hoy y el hombre
desde muy temprano estaba vestido como para
una fiesta. Tráigale. Unas líneas pondré para su
pobre mujer... Vaya ¿quiere?
MARTHA.— Sí. Enseguida. (Mutis por foro).
Escena Dos
RAMIREZ, SOLO
Escena Tres
RAMIREZ, MARTHA Y SALINAS
- 57-
RAMIREZ.— Siéntate, Salinas. (Le invita a sentarse
junto al escritorio y pegado al ángulo donde
Martha dejó la botella de alcohol) La señorita
Martha te acompañará hasta tu casa ahora
mismo.
SALINAS.— Gracias, doctor.
RAMIREZ.— Lleva esta carta a tu esposa y la
próxima vez que nos veamos ojalá te encuentre
trabajando...
SALINAS.— Sí, doctor.
RAMIREZ.— Recomendaciones no puedo hacerte,
Salinas. Sabes bien que cualquier contacto de tu
organismo con licor sería fatal. Tu sistema ner
vioso es profundamente excitable...
SALINAS.— Sí, doctor.
RAMIREZ.— Lo tuyo se curará, definitivamente,
con fuerza de voluntad, eh...
(Un segundo grito como el anterior se vuelve a
escuchar seguido de un ruido de vidrios
quebrados).
MARTHA.— Es el Poeta, nuevamente...
RAMIREZ.— (A Salinas) Espera. (A Martha) ¿M e
acompaña (Salen ambos por foro).
- 58 -
Escena Cuatro
SALINAS SOLO
Escena Cinco
SALINAS Y RAMIREZ
- 59-
el rostro.— Salinas queda extenuado arrojando
espuma de la boca.— El médico ausculta el
ambiente y ve la botella de alcohol destapada)
¡Infeliz! (Sale a la puerta y llama:) ¡Enferm ero,
enfermero! Usted, sí. Usted, también, pronto.
(Ordenando a los enfermeros que entran a la
carrera) Llévenlo a su habitación. Acuéstenlo.
Enseguida, eh.
(Los enfermeros proceden a sacar a Salinas que
está desfalleciente) No puedo, no puedo! (Cae
pesadamente en el sillón).
Escena Seis
RAMIREZ Y MARTHA
-60-
MARTHA.— Lea, doctor. (Le entrega contenta el
diario) En este periódico de la tarde publi
caron su artículo. ¡Le comprenden, doctor, le
comprenden! ¡Dieron paso a su artículo! ¡El
diputado Pacheco y aquel Quiroga están
desenmascarados! ¡Lea usted, lea! (Esperando
ansiosa la respuesta de Ramírez mientras éste
apenas pasa la vista y deja el diario) ¿Mantiene
ahora, su decisión para cerrar la Clínica? Este
artículo será sensacional.
RAMIREZ.— Es tarde amiga. Mi decisión no puede
ser rectificada.
MARTHA.— ¿Pero no se da cuenta? A esta hora
debe estarse produciendo un revuelo.
Autoridades, gentes amigas y todos aplaudirán
sus denuncias, doctor.
RAMIREZ.— ¿Y qué? Clausurarán temporalmente
las cantinas; iniciarán batidas de borrachos para
someterlos a prisión. ¿Acaso con ello se realiza
una obra en defensa de los hogares atacados por
el alcohol? No, no, Martha. Esta obra es de
honestidad y para realizarla se necesita el
apoyo general de todos: médicos, intelectuales,
comerciantes; contribuyendo cada uno con
granos de arena ayudan para salvar lo suyo.
MARTHA.— ¿Deberé decirle que...
- 61-
RAMIREZ.— ...que soy un cobarde? Dígame si
desea pero está equivocada. Recogí todos los
ataques con serenidad y sin responder. He
sorteado el peligro de mi propia vida pero... ¡es
tarde, es tarde! ¿No insista, quiere? Veré a
Salinas. Usted puede retirarse. (Mutis).
Escena siete
MARTHA, QUIROGA Y PACHECO
-62-
MARTHA.— Yo...
PACHECO.— (Suavizando la situación) ¿Quiere
llamar al doctor?
MARTHA.— ¿De parte de...?
PACHECO.— No hace falta. Somos amigos. ¿Nos
hace favor?
MARTHA.— (Con temor haciendo mutis) Sí, sí...
Creo que sí...
PACHECO.— Calma, hombre, calma.
QUIROGA.— ¡Yo le enseñaré a calumniar! ¡Esta
publicación me va a desprestigiar por completo!
¡Ah! Si yo pudiera agarrarlo en mi casa!
¡Tenemos que obligarle a que haga una
explicación pública!
PACHECO.— ¡De eso me encargo yo! ¡Deja por mi
cuenta!
QUIROGA.— ¿No tendrá inconveniente de que le
pegue dos bofetadas si protesta, no?
PACHECO.— Nada, nada de violencia. Este sabe
mucho y si no lo arreglamos por las buenas
termina sacándonos los trapitos al sol y eso
puede ser fatal para mi próxima elección.
QUIROGA.— ¡Si el termina sacando trapitos al sol
yo lo termino a balazos! ¿Qué cosa también?
-63-
Escena Ocho
,
DICHOS RAMIREZ Y MARTHA
RAMIREZ.— ¿Y?
PACHECO.— N osotros —Quiroga y yo—
contrariamente a lo que tú puedas pensar
deseamos ayudarte...
RAMIREZ.— ¡Cómo!
-64-
PACHECO.— Haciendo una... donación, por
ejemplo Una donación en efectivo, se entiende.
(Sacando un sobre) En este sobre hay algún
dinero; una parte de lo que nos proponemos
obsequiar...
RAMIREZ.— ¿Ustedes?
PACHECO.— Si, nosotros, Pero nos parece justo
hacer algunas transacciones... a cambio de.
RAMIREZ.— ¡De qué!
PACHECO.— ...de que emplees tu tiempo y tus
conocimientos profesionales en algo más útil.
RAMIREZ.— No comprendo...
PACHECO.— Sinteticemos: ¿tiene precio tu
silencio?
RAMIREZ.— Sí.
PACHECO.— ¿Cuánto?
RAMIREZ.— ¡Mi vida! ¿Querrán saber ahora en
cuánto estimo mi vida? Años de años me consa
gré al estudio. En esa tenaz vía crucis de estu
diante pobre, mi cerebro comenzó a iluminarse
en la ansiedad de luchar para salvar a esas gentes
infelices que a es bordan sus existencias dentro
del figón y la bodega. Después de tan tremenda
pelea ¿me proponen transigir? ¡No! Ahora —
porque acabo de escucharles— ahora menos que
nunca. ¡Si el artículo publicado hoy les afecta, es
peren el resto que les destruirá por completo,
envenenadores!
- 65-
QUIROGA.— (Yéndose al cuerpo) ¡A vos te voy a
matar antes, desgraciado!
PACHECO.— (Conteniéndolo) ¿Es que pelearemos
entre caballeros? Un poco de compostura. (A Ra
mírez) La violencia ni es aconsejable ni es cons
tructiva pero, a veces, hay medios que hacen va
riar la conducta de los hombres... No, no. No se
habla de dinero. Comprenderás que tu campaña
contra el alcoholismo es antipatriótica...
RAMIREZ.— ¿Quieren detenerme con el estribillo
de que si no se vende alcohol, el Estado saldrá
perjudicado por la disminución de impuestos?
PACHECO.— No olvides que soy representante
nacional y que...
RAMIREZ.— ¡No tengo miedo!
QUIROGA.— ¿Qué esperamos, pues? Mirá,
desgraciado: he hecho un juramento y lo voy a
cumplir tarde o temprano. ¡De mi nadie se
juega! Con los problemas que por mi hijo, tengo
ya... nada puedo esperar. Y yo te voy a ma...
RAMIREZ.— (Saliendo hasta el foro) Señorita...
Haga pasar a ese enfermo que trajeron de la
Clínica... y a los que pueda... (Vuelve a la escena)
Un momento.
QUIROGA.— ¿Qué tenemos que ver con tus
enfermos?
- 66-
RAMIREZ.— ¡Mucho tendrá que ver! ¡Espera!
QUIROGA.— ¡Nada tengo que ver! ¡Ya lo sabes! Si
mañana aparece otra publicación te verás
conmigo de hombre a hombre...
RAMIREZ.— Quizá no tengas tiempo para
pedirme nuevas explicaciones...
PACHECO.— ¿Confías en tu influencia?
RAMIREZ.— Tal vez...
Escena Nueve
DICHOS Y ENFERMOS
- 67-
Escena Diez
DICHOS Y UN NIÑO
(Este niño es el hijo de Quiroga. Es un
degenarado física y mentalmente. La cabeza
enorme y rapada. Las manos contraídas como si
prematuramente se hubieran anquilosado; babea
también y tuerce la cabeza como la de un
m uñeco).
QUIROGA.— ¡Qué maldigan a sus padres, yo qué
tengo que ver!
RAMIREZ.— ¡Calla imbécil!
QUIROGA.— ¡No! ¿por qué he de callar?
RAMIREZ.— ¡Calla, calla! ¡No ves que es tu hijo!
QUIROGA.— ¡No, no! ¡Mientes, mientes!
PACHECO.— ¿Cómo?
RAMIREZ.— ¡Es tu hijo, tu hijo, sí!
QUIROGA.— ¡Me engañas! Mi hijo está en la
Clínica San Antonio.
RAMIREZ.— (Recogiendo un documento del es
critorio) ¿No es un documento suficiente? Hoy
lo mandaron como último recurso a sabiendas
de que yo me especialicé en alcohólicos.
QUIROGA.— Y ... acaso mi...
- 68-
RAMIREZ.— Si. Te dije, en cierta oportunidad,
que tu padre murió intoxicado de tanto beber...
QUIROGA.— ¿Y mi hijo por qué tiene que sufrir?
¿Por qué?
RAMIREZ.— Porque las enfermedades alcohólicas
son hereditarias y, en algunos casos, se
manifiestan saltando una generación. ¡Tu padre
fue alcohólico: y ahí está la herencia!
Q U IR O G A .— (A cercándose lentam ente al
niño)¿La herencia?
RAMIREZ.— Eso mismo.
QUIROGA.— (Estruja al niño junto a su cuerpo y
lugo hum ildem ente pregunta) ¿Y tú? ¿Tú
podrías curarlo?
RAMIREZ.— Demasiado tarde.
QUIROGA.— (Desesperadamente) ¡Yo quiero un
hijo! ¡Un hijo sano, sano! (Después de agotar sus
esperanzas) Veneno di a tomar y el destino me
envenena!
TELON
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Y77777777777777777777777777777/77777X
La presente Sexta Edición de “ LOS HIJOS
DEL ALCOHOL” se terminó de imprimir
el día 26 de Julio de 1996, en los Talleres
Gráficos de la Empresa Editora “ U R-
Q U I Z O ” S. A., en la ciudad de
La Paz --------------------- Bolivia
AQUELLA GENTE DEL
TEATRO SOCIAL
LOS EDITORES