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sábado, 5 de enero de 2019

Gozo del raro privilegio de estar aquí, en esta antología 2019

Revista de minificción Brevilla

       Borrasca

Quería huir, pero estaba atrapada. Quería irme lejos, a regiones donde las hojas tiemblan sobre el marjal de los sueños que lo inundan todo. Esa voz me decía «Por muy lejos que te vayas, nunca conseguirás huir de ti misma». Y era verdad, porque era parte de un juego que tenía de aventurado el enfrentarme al enigma de ser yo misma. Ese misterio, como en el sueño de la mujer del pescador, estaba contenido en un fuego que me rodeaba toda, cuánto estremecimiento comprometido.
Deseada escapar, pero quería estar bajo ese influjo suyo en cada nuevo sueño o, en la continuación del mismo sueño. Abría los ojos y ya estaba pensando en ella. Y así los cerrara, su voz venía tardía y lejana, aunque, sin darme cuenta, siempre estuvo ahí detrás. Todo era inútil. A veces me descubría dibujándola en un papel. Estaba en eso, cuando me dijo por fin «Tómame, y encuentra de una buena vez el sentido de perder el miedo a quien por incongruencia tuya te quiere seducir».
Empecé por el principio, por la primera palabra de mis ocultas sensaciones o por el bosquejo de mis alucinaciones. Era ella la que me soñaba y me tenía entre sus tentáculos.


Muchas gracias Lilian Alphick, gracias Revista Brevilla.



martes, 1 de enero de 2019

Ensayo sobre "La eternidad del instante"


 por Arley Betancourt Martínez

RESUMEN

En este ensayo, el libro “La eternidad del instante” se presentó bajo la consideración de ser la minificción, una propuesta literaria contundente, y como género, el más apropiado en la nueva estética posmoderna, pues las obras literarias dejaron de ser los vastos lienzos de la novelística del siglo XIX, donde se pretendió abarcar toda la realidad humana. Por consiguiente en el libro están presentes las voces de la calle, los ídolos populares, el asombro ante la cotidianidad, la actitud del hombre viejo sentado en el tiempo, los asesinos se contradicen, los hombres deben responder en la eternidad por morirse a pesar de las ordenanzas que lo prohíben. Además, saltan el humor y el asombro elevados a la categoría de protagonistas y fulguran también ciudades y encuentros imposibles. En “La eternidad del instante”, cabe todo el mundo, hasta un grano de arena se contempla como el universo.

PALABRAS CLAVES: microrrelatos, eternidad del instante, ensayo, presentación, edición.

Lo primero que se resalta en “La eternidad del instante” es la economía del lenguaje, donde cada palabra nos impresiona con su fuego sagrado. Cada línea es el surco donde la palabra debe germinar como una buena semilla, donde las palabras ganan en eficacia y en intensidad. A Borges le preguntaron la razón por la cual no escribía novelas, y manifestó que estas obras se escriben sucesivamente y que esas sucesiones se van organizando en la mente del autor y del lector. También argumentó que Rudyard Kipling y Henry James elaboraron cuentos pletóricos de complejidades humanas, como las más sublimes novelas. Asimismo sentenció que el cuento es más antiguo que la novela y hasta sugirió que podría llegar el día en que a un escritor nadie le pregunte por qué no escribe novelas, así como a ningún autor le preguntan en la actualidad por qué no escribe epopeyas.
Aunque para algunos el minicuento es un subgénero narrativo, es innegable su fuerza y suficiencia narrativa, realzadas por la concisión y la intensidad expresiva. Tampoco se puede soslayar que incorpora otras formas literarias como el aforismo, la poesía, el ensayo, la crónica, y hasta otros géneros como el cortometraje y el periodismo. Algunos lo ven como la propuesta literaria más contundente, como el género más apropiado de la nueva estética posmodernista, en una época en la cual las obras literarias ya no pueden ser vistas como los vastos lienzos de las grandes novelas del siglo XIX, con su pretensión de abarcar toda la realidad humana, o como los textos del siglo XX tan presurosos en entregarnos el incesante fluir de la conciencia de los hombres. Sofocados por esas dilatadas totalidades, ahora sólo podemos precisar un relámpago que nos ilumine un instante, en el cual podamos percibir también toda nuestra existencia social y espiritual.
Están en “La eternidad del instante”, la voz de la calle, los ídolos populares, el asombro ante la cotidianidad, con la actitud de un hombre viejo sentado en el tiempo, donde no sólo envejecen las cosas, sino también los hombres, donde han envejecido sus historias pero también sus recuerdos. Hay asesinos que se contradicen, hombres que deben responder en la eternidad porque violaron el decreto municipal que impedía morirse, pues no había cementerio municipal. En una escena del crimen, por ejemplo, un equipo de limpieza intenta borrar una y otra vez las huellas dejadas en el alma del muerto, e inquirir cuál de los tres balazos cortó de un tajo la historia de una ranchera en una cantina.
Pero los verdaderos protagonistas de estas historias son el asombro y la emoción, como esa tarde, nos recuerda el autor, que “temblé como un beso ante el rojo vivo de sus labios.” El asombro implica alejarnos de los caminos trillados de lo evidente, donde la soledad también puede ser un pasatiempo, o el viejo loco que se inventa una historia de que es Armstrong, como el fantasma que quiere huir de la soledad y está intimidado por la presencia ululante de otros fantasmas, donde no sólo se seca el amor, sino también los ríos, donde un departamento se convierte en un océano de arcilla y los ríos secos son carreteras, donde hay un hombre al que resecaron la sed y el calor.
En estas páginas saltan a la realidad malandros con mirada vidriosa, las flores que se estremecen ante el puntual escupitajo. Donde siempre amanece y esa es la única posesión de los pobres. Como nos lo recordó alguien: lo extraordinario no es que deje de salir el sol, sino que salga todos los días. Como decía Marcel Proust: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”.

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