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domingo, 20 de octubre de 2024

miércoles, 4 de septiembre de 2024

El hombre del terno blanco





Lo vio venir por la misma acera, donde ella disimulaba esperar el taxi. Tenía la figura como le habían dicho del típico mujeriego avejentado, pero bien vestido de pies a cabeza. A lo Rubirosa, lentes oscuros y terno blanco de lino, para apaciguar el calor de la isla, entraba al bar donde quienes lo conocían, le habían dicho que era infaltable, porque allí espigaban las mujeres más bonitas y de mundo, se echaba la suerte en el póker, y se bebían los mejores rones del Caribe, cosas que le encantaban porque eran su espacio de vida. Eso sí, nadie supo decirle, cómo un extraño a esta tierra (no sabían de donde venía exactamente), había logrado echar raíces en la isla, cuyos naturales eran pocos afables, y dados a soslayar la amistad, con la gente de afuera.

No acababa de entrar el hombre del terno al bar, y sentarse en la barra, cuando la mujer se sentó a su lado. Era una morena alta, de pelo ensortijado, de ojos verdes que contrastaban con su piel. Él pidió un ron en vaso grande, sin reparar en la mujer. Cuando terminó de bebérselo de un solo golpe, fue que vio a la mujer y se quitó los lentes, "tiene mis ojos", pensó ella."tiene mis ojos" pensó él, y le brindó con la galantería que lo caracterizaba, un ron. Ella, no lo rechazó, y no podía dar crédito mientras se lo tomaba a sorbos, que ese hombre tan amable, fuera aquel que su madre (a la que le gustaban las parrandas) conoció en una de las casetas, bailaderos de salsa, cuando trajeron una noche a la Fania All Star, cantando Héctor Lavoe, la canción aquella de "ella va triste y vacia/ llorando una traición con amargura /por aquel que le decía/ que era su amor y su locura" , como una canción premonitoria de la que sería en adelante su desgracia: se enamoraría locamente de ese hombre al que en sus noches de borrachera y despecho, llamaba "mi gatico ojos de mar, por qué me dejaste como un barco a la deriva" y se echaba a llorar como una Magdalena inconsolable, y le contaba, "hija, aún no habías nacido, estaba embarazada de él, venías en camino, y ya se había bebido y gastado en las mujeres más bellas de Alto Prado de Barranquilla- putas al fin-, la mitad de mi fortuna. Y cuando te tuve, ni siquiera se dignó visitarme en la clínica. Prefirió jugarse los restos de las tarjetas de crédito que no alcancé a cancelarlas, en los putiaderos de la Zona Murillo, y así como llegó a mi vida, anónimo y sin patria, se largó, dejándome con esta pena de quererlo que no se acaba."

Recordaba la mujer, y era lo que más le dolía, que su madre había tratado de suicidarse con barbitúricos, que un médico amigo, le proporcionaba para paliar la pena por el abandono, en que la había dejado su gatito ojos de mar. Entonces le entró el encono de nuevo por ese hombre que tenía al frente, y que debía ser su padre. Así, que le soltó la pregunta:

- ¿Vivió con Maria Fernanda Troncoso, hace como 18 años en Barranquilla?- Al hombre del terno blanco le cambió el color de los ojos, y ella, lo vio viejo, disminuido, cuando le confirmó en un susurro, que sí era el que había vivido con María Fernanda Troncoso, en Barranquilla. Entonces, apretó la pistola que llevaba llevaba en la pretina de su bluyín. Pero el hombre era un despojo. Sembrado ahí en la silla de la barra, como si el recuerdo lo hubiera envejecido más, y puesto en un desamparo, del cual intuía que ya no le quedaba sino la muerte; y ella sintió un estremecimiento interior fuerte al ver la figura del hombre, transformada en un guiñapo. Y no tuvo más remedio que levantarse y caminar hacia la puerta, mientras él le preguntaba:

-¿ Y quién es usted?-
-Su hija. He recorrido el mundo entero, buscándolo para matarlo y ahora, no puedo...no puedo- y se levantó dejando la pistola sobre la barra, inválida como un pez a la deriva de la playa, mientras él atónito la veía alejarse entre  muermos y llanto.

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jueves, 29 de diciembre de 2022

LA MUJER DEL CALZONCITO ROJO

 







*Foto intervenida



ChavelaVargas cantaba, te vi llegar/ y sentí la presencia de un ser desconocido,la ranchera inolvidable de José Alfredo Jiménez, cuando escuché el taconeo de la mujer, que se sentó a mi lado, impertérrita en la barra del bar. Apenas la perfilaba por el rabillo del ojo, cuando pidió desde esa distancia suya que lastimaba, una cerveza Corona. No tengo, le respondió el barman, pero si no le molesta la Heineken.Y la mujer me apetece, le dice sin mirarlo, mientras enciende un cigarrillo, que extrae de su pitillera. Yo, apenas observaba como quien asiste a un ritual. Me molestaba esa manera de actuar la mujer, poniendo fronteras ante todos. Estaba a punto de irme, y buscaba unos billetes en la cartera para pagar la cuenta, cuando ella me dice, mirándome por primera vez a la cara, veo que está tomando cerveza. Déjeme brindarle una. Entonces vi sus ojos almendrados, atrapados en una piel morena de desierto y sus labios, asomando en su cara, sensitivamente gordezuelos, Me sentí turbado, Creo que así debió sentirse Ulises cuando vio la primera vez a Circe, la maga de su regreso a Ítaca-

Serían las dos de la mañana, nos habíamos tomado cada uno alrededor de catorce cervezas, cuando la policía entró al bar, y lo hizo cerrar. Uno de los policías gritó, tienen licencia hasta las doce, y son las dos de la mañana. Cierren y no les dejamos comparendo alguno. La mujer no quiso que pagara, yo invité la escucho susurrar.


Toda la noche me había pasado con las ganas de besar sus labios gordezuelos y ahora, me imaginé que ella tomaría su camino, y que yo tomaría el mío, rumbo a la soledad de mi apartaco por los lados de la albarrada que da al río.


Ya en la calle, me tomé confianza y la abracé. No miento. Ella me besó, y en un susurró, me dice, me recuerdas a un amor que tuve. Entonces le muerdo suavemente los labios, y caminamos a mi apartaco, a trancos.


Las cervezas hacían ya su efecto. Torpemente nos desnudamos, después de abrir la ventana que daba a la albarrada del río. Volví a morder sus labios, y sentí su piel quemando la mía como una esperma viva. Luego fueron fuegos artificiales.


Me levanté tarde, en eso de las diez de la mañana. La cabeza a punto de hacerme explosión. Ella no estaba. Sólo su calzoncito rojo tirado en el suelo. Lo alcé y lo colgué en la percha como mi mejor trofeo La busqué luego por toda la ciudad, y no había rastro de ella. El barman del bar donde estuvimos bebiendo, me dice que, se acuerda de mí, pero de la mujer no. Dejé de buscarla con una tristeza insondable, porque la verdad, me había enamorado de ella.


Semanas después del encuentro, leo en el periódico de la mañana que, la mujer del bar, (la foto del diario era sorprendentemente la suya), la misma que estuvo conmigo, se había tirado al río hace un año, y se había ahogado. En oficio religioso se celebraría el primer aniversario de su muerte. Entonces, observo el calzoncito rojo, colgando de la percha de mi cuarto, y un escalofrío me estremece todo el cuerpo

 

 

viernes, 28 de octubre de 2022

Noche de brujas










*Foto intervenida


¿Me acompañas amor, a una fiesta de máscaras, la noche de brujas? Él parecía no escucharla, pues siguió bebiendo su cerveza, ahí en la barra , atento a la canción que  Fito Páez cantaba en la pantalla gigante: "Estas en el club Calavera /En el refugio Monteagudo te abrazan con el corazón/ Fui a cantar una noche con el piano /Y un cartel escrito con dolor decía que la calle no es un buen lugar/ Para vivir, mucho menos para morir/ Transmítelo, transmítelo /"

-Amor, ¿me escuchaste? -

-Claro que te escuché, y tú ya sabes lo que pienso al respecto. Esa fiestecita gringa no me entusiasma ni un poquito.

-Pues voy a ir de todos modos -le enfatiza la mujer, con un brote de lágrima-Los amigos de la empresa vamos a montar una comparsa parodia de la muerte.

-Ve tranquila a tu fiesta de brujas - le dijo tiernamente. Yo prefiero el bar. Aquí se dan situaciones, que bien valen la pena para un buen reportaje de la noche (asomó su alma de periodista)- Le dio un beso. Salieron a la Gran avenida, y tomaron sendos taxis que, los llevarían a sus apartamentos.

El primero de noviembre, El tabloide, estremecía la tranquilidad de la Gran avenida con la nefasta noticia: "Joven periodista, baleado  a la entrada de bar La treinta, la noche de brujas, por una comparsa de la muerte.





jueves, 14 de abril de 2022

VAGABUNDO DE LA NOCHE









°Foto intervenida



Vagabundo de la noche
me emborracho de estrellas y de lunas.
En algún bar de la ciudad
desteñido por el orín del tiempo,
habrá en la barra un lugar
para beber una cerveza.
Una mujer de ojos sin destino
quizás me hable de aventuras de amor
en las Islas Caimán,
en las Azores.
Me mirará con sus ojos que no miran,
asombrada de que Bob Marley
aún suene en la rocola
("tú dices que amas la lluvia,
Sin embargo usas paraguas
cuando llueve..." *),
se bajará de la barra con la música adentro
del raggae,
me tenderá las manos
y bailaremos con espasmos
sensuales en crescendo
Quizás la luna amanezca con nosotros,
entre por la ventana del árido motel,
y el Bob Marley de mis adentros,
le diga a la mujer que me mira sin mirar:
déjame estar entre tus piernas,
que se mueren de frío las mías. 


*Traducida de la canción original

viernes, 4 de marzo de 2022

Felicidad la mía

 














Felicidad la mía,

 cuando me mira bajo la sombra de sus pestañas,

anunciándome entre profundos suspiros

la epifanía de su dulce beso

beso tierno.

Felicidad la mía,

la de aquellas horas de la brisa fría que eriza

la pelusita de sus brazos,

y ella se aferra aterida buscando calor

en mi cuerpo

Felicidad la mía,

en esa hora del bar,

entre cervezas,

y el susurro Natalia Lafourcade:

Si yo encontrara un alma como la mía

Un alma que, al mirarme, sin decir nada

Me lo dijese todo con la mirada”

Felicidad la mía

cada vez que se me viene un verso a la cabeza,

y en acordes me dice la guitarra

cuán vivo estás, cuánto existes.

Felicidad la mía, y la de ella,  

llegar al alba con las sábanas empapadas,

y los gallos cantando,

epinicios de nuestro amor

epinicios del amor  nuestro



*Foto intervenida

 

 

sábado, 13 de marzo de 2021

Celajes

 









Foto de internet


Ella,

la mujer morena

canta a Brassens, y Moustaki 

en un bar viejo

de la Cartagena amurallada.

Bar lastimero

como un barco escorado por las brisas del Caribe,

en la playa.

Entre aguardiente y aguardiente

se siente libre

de ese dolor impreciso,

que agrieta el alma

cuando el amor muere.

Libre,

tan libre

como un pañuelo al aire,

gavia rota

en el camino de los vientos

lunes, 7 de mayo de 2018

Lo que no puede el olvido









Foto de intervención



Todo te recuerda, amor,
hasta el viejo bar 
donde nos conocimos.
En la ruina y descalabro
de sus muebles viejos
(mesas y sillas enredadas),
aún está la barra donde nos dimos
el primer beso,
y  Mercedes,
cantaba aquella canción
que sentíamos justamente  nuestra:
"Uno vuelve siempre 
a los viejos sitios 
donde amó la vida 
y entonces comprende 
como están de ausentes 

las cosas queridas" 

domingo, 10 de octubre de 2010

La mujer de la colt 45


Cuando cerraban el bar, agonizaba justamente la voz de Sabina, en desnudos al amanecer nos encontró la luna. Afuera caía esa especie de llovizna que los limeños llaman garúa. Más de tres meses llevaba ese inviernillo, que se asomaba en gotas de agua fina, en los momentos menos justos: la salida de un cine, la hora de ir al trabajo o salir de él. Eran casi las tres de la mañana, el dueño del bar nos arrojó a la calle, disculpándose, tengo permiso hasta las dos, y no tarda en caerme la tomba, a ponerme un comparendo, así es que ahuequen, y no quedó nadie adentro, ni la voz de Sabina en el equipo cuadrofónico, contándonos de la farra y los polvos peleados con la gata de la canción, en una puja de noche y madrugada. Iris, que así dijo que se llamaba, se repegó a mi cuerpo, y yo le eché el brazo, para darle calor, porque empezó a correr , llevándose las hebras delgadas de la lluvia, un viento frío, por la avenida abajo. Entonces en el abrazo, sentí pegada a su cadera, la colt 45. Conocía esa pistola con solo palparla si me encaletaba una de esas, haciendo inteligencia, cuando estuve en el servicio militar. Tranquilo, no se ponga rabón, me dijo, y paramos un taxi. Fuimos a dar cerca a los Ministerios, donde tenía el apartaco, en el segundo piso, sobre la Gran Avenida. Bajo la chaqueta, bien abrigada traía la botella de aguardiente, que nos había quedado cuando el barman nos puso paticas en la calle, y chupamos el guaro a pico. Abrí la ventana, a pesar del frío. La llovizna no cesaba, terca como el insomnio. Iris se desnudo, tirando en el piso la blusa amarilla como un sol, los sostenes que dejaron al descubiertos, unos pechos redondos y generosos; se sacó también el bluyín de rotos e hilachas, y se tendió en la cama, en la postura de la maja desnuda de Goya. Lo extraño, es que no vi dónde dejó caer la pistola, y , lo que más me preocupaba, era tener que meterme en la cama, y hacerle, alternativamente, el amor para distraerla, mientras descubría donde había dejado la puta colt 45.

sábado, 9 de enero de 2010

Cardúmenes.


Supe que era ella, cuando detuvo un instante la mirada en la ventana del bar, y sus ojos eran mares de cardúmenes de peces vivos.