Ya no voy a terapia.
He dejado de salir a disfrutar y padecer como muchos las calles de esta ciudad que odian pero son incapaces de dejar. ¿A quién le gusta estar en un lugar que no es agradable? Masoquismo a precio de salario mínimo y comodidad.
Dejé de salir a desayunar cada semana.
Monotonías hermosas. Enojarme porque el restaurantero gordito no tiene lo que ofrece. Intentan callar mis imprudencias con miradas reprobatorias. ¿Qué? a mi no me gusta el jugo de manzana que ni es jugo ni tiene manzana. Me hacen sentir enferma. No es mi problema, es de ellos.
Obsequio de tiempo.
Preámbulo de obsoleta. El querido Iván me regaló unos minutos. ¡Máxima ilusión! me recuerdas pirata.
Barry el primero.
Nuestro amor es mágico si no fuera así habría desaparecido antes de saber de la existencia de quien sin nombre ni cara tengo el placer de odiar.
Digo a Marco: gracias por el tiempo.
Por pensar más de lo debido en la persona que por varios meses -¿o fueron años? sepa la bola- tomó el lugar de madre. Lugar al que sólo Emilia tiene derecho. Fue un placer haber estado ahí.
Laura, Bruno, Barry, Cridty, La Bella, El Chiken por la radio, ¡Dios y yo con estos pelos!
Todos los que me regalaron unos minutos tienen mi agradecimiento eterno.
Como es costumbre y para no olvidar quién era, sigo pidiendo un poco más de lo que me pueden dar. Tiempo. No para morir ¿a alguien le importa dejar de existir verdaderamente? sino estar conmigo. No pido que me escriban sonetos de amor. Versos recién callados. No quiero que se queden conmigo a ver la tele o ver la manera en que mis pestañas poco a poco se van abrazando. Ni que fuera princesa o novia de días. Los príncipes también duermen, amanecen con los pelos parados y van al baño.
¿Qué tal si Tú y Yo no existimos? Somos un sueño recurrente nomás.
El tiempo -como escribí a Polo, es tan valioso que muy pocas personas pueden y quieren obsequiarlo. Cierto es que dicen-a mi no me lo crean- que para recibir hay que dar. Bueno yo no regalo tiempo porque el mío converge con otros errores además de ser triste y sombrío. El tiempo mío es de silencios vacíos. A nadie gustan. Ni siquiera puedo sostener por instantes la mirada.
Que nadie se sienta ofendido. Mi clamor, plañidera de insensateces es querer pasar el rato fuera de aquí. El paraíso a veces me ahoga. Considerando lo complicado que resulta salir conmigo acepto lo que hay. Cuatro paredes adornadas de Navidad. No reprocho nada -hago constancia de ello- pero como vieja que soy requiero saber que existo a pesar de estar enferma. No estoy abandonada, no no no no, ¡Jamás! con mi mal carácter y groserías hay quien no me ha dejado. Y no es por obligación. Digo tu nombre corriendito. Un poco aunque no sepa a que lugar voy. El hospital también tiene cosas bonitas como... como... como no puedo recordar ahora pero debe tener algo para no odiarlo.
Aunque no quiera jugar ni caminar mucho.
Un poco de tiempo sin pedir nada. Antojo de niña. Sin quejarme. Imposible mi amor. Sin fulminar a la gente babosa. Tolérate querida. Tiempo para no morir como la abuela. Sentada en un sillón rodeada de gente sin que nadie repare en ella. Cada día soy menos yo y más abuela. No toques mi pelo. ¡Hey tampoco mi cara!
Construí mi soledad. Si si bla bla bla.
Para no sentirme mal me digo a mí misma: nada, no me digo nada, hace mucho también me abandoné. No soy egoísta soy viejita viejita vieja.
Hablando de abandono, el cuadro desaparecido del ego registra varios seguidores menos. Oigan a nadie se le van quince -ya van veinticinco- de golpe y porrazo. Ojos que te vieron ir... Desbandada pueril. ¿Me preocupo o me ocupo? Mejor sigo la vida. ¿Qué se le va a hacer? El mundo contigo y sin mí sigue girando.
Mira lo que importa es que no te vayas y lo demás será siempre lo de menos.
¿Sigues ahí? Contesta. Que contestes te digo. El día que te vayas moriré. Está bien, no lo haré pero se siente padre que alguien piense que puede morir sin ti ¿no?