| ¿Quién puede no quererlo? |
Fijo la vista en un punto inexistente. Hecha un ovillo percibo los ruidos afuera. Las risas de los niños están ausentes por la lluvia que empezó a media tarde. Se escuchan ladridos. Aguzo el oído, no es Babo.
Nadie respira. Con los llorosos silencios dejamos que nada nos quite los recuerdos que tenemos de él. Pareciera que es demasiado amor para una mascota, no para nuestros perros. Son nuestra familia.
Le hablo como si conmigo estuviera. Escribí un texto diciéndole lo que no vivimos desde que desapareció. Eso fue lo que pasó, desapareció sin dejar rastro. Ignoramos en qué momento se salió. En mi insensatez pienso que puede estar dentro de la casa, pero no, no quedó lugar sin registrar.
Su plato le aguarda con las mismas croquetas de cuando se fue. El sitio en mi recámara donde duerme no ha sido movido. Su cama está intacta. Nunca he tenido fe en nada, esta vez la tengo, Babo regresará, estoy segura.
No ha parado la lluvia. Por las noches cae de una manera dantesca. Ha habido inundaciones, caos en las carreteras. El aire huele a humedad. Tanta agua caída del cielo y nosotros sin poder salir a buscarte.
Pegamos carteles por todos lados. El calor ha estado insoportable, quema nuestras ilusiones. Natalia preguntaba a todo aquel que encontraba en nuestro camino si habían visto a Babo, la gente no sabía de qué hablaba. Les explicaba: Babo nuestro perrito, se salió de la casa ¿no lo has visto?
Me gusta recrear en mi mente la estampa de los sucesos importantes que me acontecen. Ayer lo hice de nuevo. Barry tomado de la mano de La Bella caminaba delante. Yo iba detrás arrastrando el pie, el bastón, la vida en pasos dolorosos. En mis manos los panfletos para pegar junto al infaltable ipad. Casi no podía caminar. Me dejaban atrás fácilmente.
En un momento dado Barry se desesperó, volteando a verme dijo que ya no podía con nosotros. O busca a Babo o nos cuida a las dos. Nos quedamos calladas, sorprendidas.
Caminamos los tres en silencio, pegando carteles, buscando en la desolación contrita a mi perro. Lo entiendo, su carga se ha vuelto demasiado pesada.
Mañana haremos mantas, las colgaremos por donde pasa más gente. Estoy segura que alguien lo tiene, de otra manera habría regresado a casa. Mis chihuahuas son muy inteligentes.
En las madrugadas abro para ver si está en el rellano de la puerta, pero no hay nadie.
Ayer a Natalia se le ocurrió una brillante idea. Cansada de gritarle por su nombre, le comentó a Barry que le gritaría de modo que Babito la entendiera.
-¡Baf baf! ¡Baf baf!- ¨ladró¨ La Bella. Igual que ayer no hubo respuesta.
Babo sigue sin aparecer. Me niego a volver a mi vida ¨normal¨ si no vuelve. Siento que si dejo de pensar en él mi vida valdrá un soberano sorbete. No puedo hacerlo. Si algo he aprendido en esta vida es que mis mascotas me aman a pesar de todo lo mal que los pude haber tratado en mis malas épocas.
Esto es uno más de los malos tragos que debemos pasar.
Hemos salido de peores todos juntos. Esto se convertirá pronto en una anécdota graciosa cuando tengamos en nuestros brazos a mi perro.
Babo va a regresar, todos nos encargaremos de ello, como que me llamo la MaLquEridA.