Para el común de los mortales las grandes epopeyas de la humanidad están protagonizadas por nombres propios que concitan tanta admiración que, difícilmente, puede uno hacerse a la idea del nivel de sacrificio y de sufrimiento que acompañan a algunos de esos logros: dolor y gloria. Si hacemos caso a lo retratado en "First man", extracto biográfico del astronauta Neil Armstrong, el primer alunizaje y garbeo lunar por la superficie de nuestro adorado satélite natural fue un gran paso para la humanidad pero un trayecto desgraciado para sus protagonistas. La cinta resalta sobre cualquier otro factor el número de víctimas que se cobraron los proyectos Géminis y Apolo y las durísimas condiciones de los entrenamientos y de los despegues que soportaban los pioneros de la exploración espacial, colocando la cámara en el enfoque alejado de la gloria y cercano siempre al dolor. La trama queda así contrapuesta a aquella película del año 1983 titulada "Elegidos para la gloría", dirigida por Philip Kaufman a partir de las páginas de un conocido libro de Tom Wolfe, y que iluminaba, ante todo, la senda heroica del viaje a la Luna.
¿Para qué ir allí, gastar tanto dinero en una excursión sin provecho económico, si lo que sobran en la Tierra son problemas a solucionar? Parte de la opinión pública de la época cuestionaba el río de millones de dólares que alimentaban, sin reparar en gastos, los presupuestos de la NASA, demostración palpable de que el odio al rival y el ansia incontrolable de superarle era una fuente de energía inagotable. También del otro lado de la Guerra Fría la carrera espacial convertía héroes en víctimas, con Yuri Gagarin, primer hombre en el espacio, convertido en propaganda, paseado como una atracción de feria por todo el territorio soviético, sepultado su esplendor en vodka y depresión.
Damien Chazelle ha apuntalado su exitosa trayectoria cinematográfica en guiones próximos al mundo de la música, con indiscutibles bazas ganadoras como "Grand Piano", "Whiplash" o, ante todas, "La La Land". De esta última saca al todoterreno Ryan Gosling para interpretar a un Armstrong lacónico y atormentado, realizando una incursión intimista y algo desangelada en la vida de uno de los iconos señalados del siglo XX, desvelando al espectador la profundidad de sus desgracias vitales y rematando así un claroscuro existencial que, sin embargo, no logrará opacar la hazaña inmortal de ser el primer hombre en la Luna.
Mostrando entradas con la etiqueta Damien Chazelle. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Damien Chazelle. Mostrar todas las entradas
domingo, febrero 16, 2020
lunes, mayo 15, 2017
"La La Land", de Damien Chazelle
Comprendí, sin la menor duda, el motivo de su éxito. Un musical de Hollywood como los de antes, de los que cuentan historias banales que sólo sirven para dar continuidad a las canciones y bailes que conforman el meollo de la cuestión. Pequeñas líneas de diálogo para el enredo, la casualidad, todo muy ligero, sin arrebatos pasionales de melodrama, candoroso incluso, para no robarle protagonismo a ellos, Ryan Gosling y Emma Stone demostrando su dominio de cualquier territorio escénico. Tremendos estos actores estadounidenses que, prácticamente desde la cuna (chicos Disney), se preparan para saber encajar cualquier guión que les tiren y cabecearlo a puerta con la certeza del tanto seguro: la ambición rubia que todos llevan dentro.
Camareras que van a trabajar en un Toyota Prius de muchos miles de dolares (los bobos, burgueses bohemios, esa fachada hueca), avanzan la impostura de una cinta que intenta extraer rasgos de autenticidad secuestrándola de iconos del pasado como Ingrid Bergman o Thelonius Monk. La carrera o la vida, amenazan estos muchachos: fijo que lo primero: todos dicen I love you (el director Woody Allen cuajó, también, un musical cuando se lo propuso), pero realmente lo que desean es ser famosos, carne de reality, generación OT. "Quizás te gustaba cuando era un fracaso porque te sentías mejor contigo misma", le suelta él sin anestesia a ella en plena discusión. Ay, la farándula, la carrera del éxito, que la llaman carrera porque escasean los ganadores y se amontonan los perdedores.
Aguardaba una coda final, el universo paralelo que hubiese supuesto la renuncia de uno de ellos (bueno, de él, en realidad, a qué ocultarlo) a sus sueños de grandeza. Y también comprendí en ese momento que esta película ya la había visto, que se llamaba "Café Society", el gran Woody mencionado de nuevo (esa última escena de rencuentro en un club, magistral: magistral la del cineasta de Brooklyn, claro), y que la comparación terminaba ahí, pues de la de Allen me gustó la letra y la música, y en cuanto a emociones auténticas, para qué comparar. Play it again, Sam.
Camareras que van a trabajar en un Toyota Prius de muchos miles de dolares (los bobos, burgueses bohemios, esa fachada hueca), avanzan la impostura de una cinta que intenta extraer rasgos de autenticidad secuestrándola de iconos del pasado como Ingrid Bergman o Thelonius Monk. La carrera o la vida, amenazan estos muchachos: fijo que lo primero: todos dicen I love you (el director Woody Allen cuajó, también, un musical cuando se lo propuso), pero realmente lo que desean es ser famosos, carne de reality, generación OT. "Quizás te gustaba cuando era un fracaso porque te sentías mejor contigo misma", le suelta él sin anestesia a ella en plena discusión. Ay, la farándula, la carrera del éxito, que la llaman carrera porque escasean los ganadores y se amontonan los perdedores.
Aguardaba una coda final, el universo paralelo que hubiese supuesto la renuncia de uno de ellos (bueno, de él, en realidad, a qué ocultarlo) a sus sueños de grandeza. Y también comprendí en ese momento que esta película ya la había visto, que se llamaba "Café Society", el gran Woody mencionado de nuevo (esa última escena de rencuentro en un club, magistral: magistral la del cineasta de Brooklyn, claro), y que la comparación terminaba ahí, pues de la de Allen me gustó la letra y la música, y en cuanto a emociones auténticas, para qué comparar. Play it again, Sam.
viernes, julio 31, 2015
"Whiplash", de Damien Chazelle
El actor Louis Gossett Jr. generó un arquetipo del instructor bronco e inflexible al dar vida al sargento Emil Foley en la célebre "Oficial y caballero", dirigida por Taylor Hackford en 1982. Entre él y Debra Winger, consiguieron que el guaperas Richard Gere (el cadete "Mayonesa": en Kansas sólo hay vacas y maricones: cuánta geografía aprendida en el cine) se graduara como alférez de la Marina. Años más tarde, Clint Eastwood refinó el modelo hasta llevarlo al máximo de "chusquerismo" que sólo la mirada acerada del californiano podría lograr. "El sargento de hierro", filmada por el propio Eastwood, dejaría para la posteridad un puñado de frases, exabruptos modulados por la inolvidable voz de doblaje de Constantino Romero y colmadas de los tacos más gordos del diccionario, frases de un guión para olvidar, algunas de ellas tan bestias que sin duda terminarán formando parte del acervo popular. Para rematar el trío, mi preferido: Ronald Lee Ermey como el sargento mayor Hartman en "La chaqueta metálica" de Stanley Kubrick. Y es mi preferido en la lista no sólo porque esta película deje a las otras dos a ras del suelo, sino porque el vociferante Hartman encontró su merecido a mitad de la proyección. En cualquier caso ahí estaban esos sargentos "nasio pa matá" (gran Ivá: puta mili), figuras paternales sustitutivas, que, en el fondo, eran más buenos que el pan y querían a esos chicos como a sus hijos. O más. Sí, el mensaje era que estos tipos hacían evolucionar, a patadas, a la pálida carne de cañón que caía en sus manos, la loable misión de convertir a unos paletos red necks en afinadas máquinas de matar: romperlos, disciplinarlos y obtener un perfecto psicópata, aunque un profesional muy hábil para lo suyo, eso sí: para hacer una tortilla hay que romper huevos, pero siempre son los huevos de otro.
¿Qué tiene que ver toda esta parrafada previa con "Whiplash"? Pues que la cinta me ha recordado a una de cuartel de Marines estadounidenses. Peor aún, ya que en aquellas la camaradería entre reclutas era la regla de oro, todos como una piña, y en "Whiplash" los estudiantes de música del selecto conservatorio Shaffer de Nueva York, se pasan la proyección sacándose de la espalda los puñales que, sin el menor miramiento, se clavan unos a otros a la menor ocasión. Terrible carrera por el éxito. Así que más allá de disfrutar de la música de jazz de la película (las diferentes temporadas de la serie de televisión "Tremé", situada en Nueva Orleans, son una buena recomendación para disfrutar, un capítulo tras otro, de una selección musical imbatible) la cuestión a discernir será si la estresante relación entre el profesor Fletcher (J. K. Simmons) y el aspirante a baterista Andrew (Miles Teller: los dos actores están formidables en la película), verdugo y víctima, terminará en catarsis, con las baquetas lanzadas por el aire como gorras de soldado que ha terminado su instrucción, o de mala manera: el tiro que el recluta "Patoso" le disparó al sargento Hartman en medio de la noche, en las letrinas del cuartel, escena cumbre de la obra maestra de Kubrick. Como dije, me gustaba más esta segunda opción.
¿Qué tiene que ver toda esta parrafada previa con "Whiplash"? Pues que la cinta me ha recordado a una de cuartel de Marines estadounidenses. Peor aún, ya que en aquellas la camaradería entre reclutas era la regla de oro, todos como una piña, y en "Whiplash" los estudiantes de música del selecto conservatorio Shaffer de Nueva York, se pasan la proyección sacándose de la espalda los puñales que, sin el menor miramiento, se clavan unos a otros a la menor ocasión. Terrible carrera por el éxito. Así que más allá de disfrutar de la música de jazz de la película (las diferentes temporadas de la serie de televisión "Tremé", situada en Nueva Orleans, son una buena recomendación para disfrutar, un capítulo tras otro, de una selección musical imbatible) la cuestión a discernir será si la estresante relación entre el profesor Fletcher (J. K. Simmons) y el aspirante a baterista Andrew (Miles Teller: los dos actores están formidables en la película), verdugo y víctima, terminará en catarsis, con las baquetas lanzadas por el aire como gorras de soldado que ha terminado su instrucción, o de mala manera: el tiro que el recluta "Patoso" le disparó al sargento Hartman en medio de la noche, en las letrinas del cuartel, escena cumbre de la obra maestra de Kubrick. Como dije, me gustaba más esta segunda opción.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)