Una chica, acusada de cometer un turbio crimen pasional, va a la cárcel. No va sola: rápidamente los fotogramas desvelan que está esperando un hijo. La actriz protagonista, Martina Gusmán, excelente actriz y esposa del director, Pablo Trapero, aporta a su actuación un plus de verismo: su propio embarazo. No sé en que orden sucedió (¿fue primero la película o el huevo?) pero desde luego la situación fue oportuna: así es más fácil meterse en el papel.
Maternidad y presidio, dos factores que deben conducir al producto de un buen guión, más aún si, como es el caso, no se ahorra en sutilezas. Pero la cinta expone lo necesario, sin caer en excesos (la otra película que he visto de este director, "Carancho", estaba demasiado ida de vueltas; al cine de realismo social hay que cogerle el punto y tener cuidado con no pasarse en el efecto; "Biutiful" de Alejandro González Iñárritu es otro ejemplo de arroz pasado), algo muy complicado en una situación que es excesiva por sí misma. En Argentina una madre puede tener al niño viviendo con ella en la cárcel hasta que este cumple cuatro años. Ese lazo es un salvavidas afectivo para la reclusa pero se plantea la cuestión de si ese lugar es indicado para criar un hijo: el patio de la cárcel convertido en patio de guardería: el guardia hace la ronda por encima del muro alambrado, con el dedo en el gatillo del rifle (un punto fuerte de este director es el realismo en la puesta en escena: ambientes y escenarios convincentes sin lugar a dudas). ¿Qué será más traumático, la separación o la posible conversión del niño en un Kaspar Hauser asocial? Decide la madre, que precisamente por eso sólo hay una. Y a una madre decidida, no hay quien la pare.
"Carancho" me decepcionó pero con "Leonera" hemos hecho las paces. Y no me importa que "Leonera" sea anterior a "Carancho" porque yo las he visto en este orden. O sea, la última de Pablo Trapero es muy buena. Y punto.
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lunes, diciembre 20, 2010
miércoles, octubre 13, 2010
"Carancho", de Pablo Trapero
El animal que más quiero es el buitre carroñero, rimaba fácil Robe Iniesta: el fraude es el único modo cabal de ganarse la vida en un sistema económico podrido hasta el tuétano: los despojos del pelotazo. Supervivientes en una jungla de hormigón y cristal, infelices vocacionales ahogándose en una noche infinita de desesperación insomne. Paisaje urbano nocturno, desnaturalizado, sin posibilidad de escape: la ciudad moderna es cárcel también. Sanidad de arrabal, hospitales de combate, de azulejos mugrientos y flourescentes temblorosos: la otra cara del sanatorio pijo del "Dr. House". Poca luz y mucho primer plano para que resalten las ojeras, las cicatrices: las llagas y el dolor: estética rotunda.
Ambulancias de emergencias lanzadas por avenidas en las que las farolas marcan los bordes del circuito, como en "Al límite" de Martin Scorsese. Animales noctámbulos que se cruzan: una médica novata abriéndose camino a base de dedicar más horas al trabajo que a la vida y un abogado de seguros al que se le han cerrado ya la mayoría de las puertas. Personajes bipolares: doctora con hábitos "inyectables" y jurista miserable y canalla pero con buen fondo.
El romance está servido (aunque poco elaborado, la verdad: un tanto facilón) y los ingredientes parecen ser de los que dan para una buena película (¿mencioné la estética?). El problema es que no se trata de una película: son dos (¿mencioné bipolar?) y la segunda es bastante mala. Tras un suceso dramático, mediada la proyección, la trama deja de avanzar a diálogos para empezar a avanzar a hostias. Al director se le va la mano y llega un punto en que, con tanta sangre y tanto coche, no se sabe si se han equivocado al empalmar los rollos en la cabina de proyección y se está viendo "Crash" de David Cronenberg. Cheee, te pasaste con el ketchup. Un camino salvaje que nos permite ver a un oficinista casposo transformado en el yellow bastard de Sin City, a un doctor en leyes manejando archivadores con la soltura de un picapedrero y a una pareja lanzada a la perdición emulando "Bonnie and Clyde" de Arthur Penn. Tantos años estudiando medicina, tanto leer legajos de derecho, para terminar así. No hay nada peor en el cine que que no te creas una película, comenta mi compañera de butaca. El espectador se desconecta, el interés se diluye: así es.
A Pablo Trapero, del que he leído críticas muy buenas, le buscaré en otras. Esta no llegó.
Ambulancias de emergencias lanzadas por avenidas en las que las farolas marcan los bordes del circuito, como en "Al límite" de Martin Scorsese. Animales noctámbulos que se cruzan: una médica novata abriéndose camino a base de dedicar más horas al trabajo que a la vida y un abogado de seguros al que se le han cerrado ya la mayoría de las puertas. Personajes bipolares: doctora con hábitos "inyectables" y jurista miserable y canalla pero con buen fondo.
El romance está servido (aunque poco elaborado, la verdad: un tanto facilón) y los ingredientes parecen ser de los que dan para una buena película (¿mencioné la estética?). El problema es que no se trata de una película: son dos (¿mencioné bipolar?) y la segunda es bastante mala. Tras un suceso dramático, mediada la proyección, la trama deja de avanzar a diálogos para empezar a avanzar a hostias. Al director se le va la mano y llega un punto en que, con tanta sangre y tanto coche, no se sabe si se han equivocado al empalmar los rollos en la cabina de proyección y se está viendo "Crash" de David Cronenberg. Cheee, te pasaste con el ketchup. Un camino salvaje que nos permite ver a un oficinista casposo transformado en el yellow bastard de Sin City, a un doctor en leyes manejando archivadores con la soltura de un picapedrero y a una pareja lanzada a la perdición emulando "Bonnie and Clyde" de Arthur Penn. Tantos años estudiando medicina, tanto leer legajos de derecho, para terminar así. No hay nada peor en el cine que que no te creas una película, comenta mi compañera de butaca. El espectador se desconecta, el interés se diluye: así es.
A Pablo Trapero, del que he leído críticas muy buenas, le buscaré en otras. Esta no llegó.
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