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15 abril 2024

Hola, maja, ¿cómo estás?

 Diciembre de 2023

-Cieliamor...
Tenía que haber sospechado. Siempre que ZaraJota me llama así es porque quiere algo. 
-Qué.
-¿Tenemos algo programado para el 20 de abril?
-¿Del noventa? -para mi generación es imposible oír "20 de abril" y no completar con "del noventa", eso sí que es adoctrinamiento y lo demás son tonterías-. No, de momento no, está muy cerca del día del libro pero para entonces nuestra parte, que es enviar los libros, estará terminada.
-Ah, genial, es que quiero ir a un concierto de Celtas Cortos. Hacen otro el 19, pero claro, habiendo el 20 de abril hay que ir a ese. 
Para los que me leéis desde fuera de España, Celtas Cortos son un grupo de música que tiene una canción llamada "20 de abril del 90".

La canción va de un tóxico que va a llorarle a su exnovia porque todos sus amigos han madurado mientras él sigue comiendo Doritos en el sótano de sus padres. La canción se podía haber llamado 20 de noviembre del 75 y habrían tenido muchos problemas con la audiencia nacional, pero me habrían facilitado mucho la vida, como se verá a continuación. 
-Claro, vete el día 20, no creo que nos surja nada. ¿Vas con las Fruitis?
-No, no, con la niña.
-¿Qué niña?
-...la nuestra...
-¿CÓMO QUE LA NUESTRA?
-Es que le gustan mucho.
-PERO CÓMO LE VAN A GUSTAR MUCHO.
Que tienen edad para ser sus abuelos. Por no hablar de que la última vez que fuimos a un concierto de Celtas Cortos olía fuertemente a... incienso. Salimos muy relajados, eso sí.
-Que sí, que sí, que me dijo que tenía muchas ganas de verlos en concierto y claro, yo por acompañarla... Que a mí ni me apetece ni nada... Uy, uy, mira que pereza. Yo por la niña todo. Pero si nos coincide con algo no vamos.
-No, no, no tenemos nada, y si surge algo ya nos apañaremos, raro será que surja todo a la vez.

Abril de 2024
-Bueno, entonces el día 20 yo me voy a Vitoria para el Zabaliburu y tú te vas a Alcalá para el Krunch, el 21 estamos los dos en el Krunch, el 22 me voy a Barcelona para Sant Jordi.*
-Entendido, solo una cosa: ¿a qué hora vuelves de Vitoria?
-Teniendo en cuenta que voy y vuelvo en el día, en bus, para estar el domingo también en el Krunch, yo diría que entre tarde y muy tarde.
Tarde y mal, añadí para mis adentros. Que una ya no tiene edad para pasar la noche en un Alsa.
-Pues a ver qué hago con el niño.
-Será con los niños, y te los puedes llevar al Krunch a echar el día, que les gusta más que a un tonto un lápiz.
-No, no, solo con el niño, porque con la niña me voy al concierto.
Sudores fríos recorrieron mi espina dorsal. Claro que si hubieran recorrido la espina dorsal de otro no me habría enterado.
-Qué concierto.
-El de Celtas Cortos, ¿te acuerdas? 20 de abril.
-Del noventa -terminé. Porque los condicionamientos paulovianos son así, no se desconectan ni cuando estás en una crisis vital extrema.
-Puedo revender las entradas, lo que pasa es que le hace tanta ilusión a la niña...
-Claro, claro.
A la niña.



*Por suerte para nuestra protagonista acabó cancelando ese viaje, aunque sus libros si estarán en Sant Jordi, buscadlos bien. 
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Venid a vernos, necesitaremos todo vuestro apoyo vital, especialmente en forma de cafeína.








28 noviembre 2022

La bella Lola


 Ahora que ya sabemos cuáles son las mejores hamburguesas de Barcelona, quizá querréis saber cómo acabó aquella noche. En concreto, cómo acabé en una tórrida relación con la bella Lola. 
La cosa fue que después de comernos unas croquetas (que no unas hamburguesas) a mí se me empezó a caer el párpado cosa mala y dije que quería irme a casa.
Lo que pasa es que no era mi casa, era la de Laia. 
Pero Laia no se quería ir a casa todavía porque decía que quería estar un ratito más con sus amigas. Que no se lo cree ni ella, que todos sabemos que lo que quería era ver en qué acababa el tema de las hamburguesas, pero bueno.
Así que nos fuimos a su casa Sark y yo. En la casa nos recibieron alegremente dos perretes y un gato. 
Bueno, "alegremente" es un decir. Porque si tu ves salir a tu humana con dos desconocidos, vuelven solo los desconocidos, y uno de ellos se mete en la cama de tu humana mientras el otro te dice "ven conmigo de paseo, no seas boba que te va a gustar", lo normal es que sospeches. 
Y mucho. 
El caso es que Sark se fue de paseo con los dos perretes y yo no quiero saber lo que pasó y tampoco lo voy a preguntar, pero cuando llegaron el perrete número 1 se vino para la habitación de Laia, se subió a la cama, me puso el hocico prácticamente en la cara y cuando vio que yo no era la humana habitual salió de la habitación a todo correr.
Entonces volvió a entrar, se subió a la cama, me puso el hocico prácticamente en la cara y cuando vio que yo no era la humana habitual salió de la habitación a todo correr.
Entonces volvió a entrar, se subió a la cama, me puso el hocico prácticamente en la cara y cuando vio que yo no era la humana habitual... bueno, os hacéis a la idea. 
Yo supongo que este es el equivalente perruno a reiniciar el equipo, porque después de unas cuantas veces se rindió y se fue al salón, donde se encontró con el perrete número 2, Lola para los amigos.
Lola no estaba contenta.
Era tarde y su humana se había ido, aparentemente secuestrada por otros dos humanos que le habían okupado la casa.
Luego la habían obligado a salir a hacer caca cuando ella no tenía caca.
Y al volver había dado por hecho que la humana que había en la cama era la suya y todo había vuelto a la normalidad, pero cuando vio aparecer al perrete número 1 (Goliat, se llama, que me acabo de acordar) cabizbajo en el salón dedujo, porque mi Lola es muy lista, que no.
Y entonces empezó a LADRAR.
Pero LADRAR
¿Cómo es posible tanta potencia pulmonar en un cuerpo tan pequeño?
No lo sé.
Al principio esperé que se le pasara, más que nada porque soy una cat person y los perros se me dan regumal. Pensé que Sark se ocuparía, pero los minutos pasaban, los ladridos seguían y Sark no intervenía: así que hice lo que una mujer casada nunca debería hacer: asomarme a su habitación. En plena noche. DESCALZA.
-¿Sark?
La habitación estaba totalmente a oscuras y Sark no contestaba, así que llegué a la conclusión más lógica posible: que le había dado un patatús.*
Desde luego a mí estaba a punto de darme uno, porque estaba muy cansada y no tenía ganas de lidiar con el perrete de Laia y el cadáver de Sark. Por eso hice lo más sensato que se me ocurrió: volver a cerrar la puerta y fingir que no había pasado nada.
Porque no había pasado.
Que yo soy una mujer casada.
Me armé de valor entonces y me dirigí al salón.
-A ver, Lola, deja de ladrar ya...
Que como los vecinos llamen a la policía y vengan y se encuentren con el cadáver de Sark ya sí que no duermo, Lola, y estoy muy cansada.
Para sorpresa propia y ajena, Lola se calló de inmediato.
-Muy bien, muy bien.
La dejé tan tranquila y me volví a la habitación de Laia, pero nada más posar mis delicadas formas sobre las sábanas, Lola empezó a ladrar otra vez.
-Ay, señor...
Me levanté, fui al salón, dije:
-Lola...
Y lola se calló.
-Buena chica.
Me volví a la habitación, me senté en la cam...
-¡GUAU GUAU GUAU GUAU GUAU!
Volví al salón. Empezaba a sentirme como el perrete número uno. 
-A ver, Lorz -me dije-. Usa la lógica. Si estás en la habitación ladra. Si estás en el salón, no. ¿Qué hacemos?
-Dejar que se ocupe Sark. Pero se ha subido a un árbol.
-O está escuchando música con los auriculares puestos -dijo la voz de mi cabeza. Es que es muy lista, a mí no se me habría ocurrido.
-No pienso entrar ahí a averiguarlo -dije-. Que luego se me cae un pelo y viene CSI y la lía. 
La voz de mi cabeza puso los ojos en blanco.
-Entonces supongo que puedes intentar dormir en el salón -dijo.
Por suerte el sofá de Laia es muy grande y tenía mantita, que me había quedado pajarito de andar descalza para arriba y para abajo. Me tumbé en el sofá y Lola se quedó tranquilita.
Supongo que pensó: ha secuestrado a mi humana, ha okupado la casa, pero mañana va a tener las cervicales que se va a arrepentir de haber nacido. Y con eso ya se quedó tranquila.
En el sofá se estaba bien y calentito. Muy calentito. Porque en cuestión de segundos tenía encima al perrete número 1, también conocido como Goliat, y al lado en plan mímame pero sin tocarme al gatete denominado Varsovia. Lola se quedó frita con la satisfacción del deber cumplido.
Este era el cuadro pintoresco cuando apareció Laia, presumiblemente con el estómago lleno de las mejores hamburguesas de Barcelona.
-¿Pero qué haces en el sofá? -me dijo. Bueno, nos dijo. Es que el sofá estaba muy concurrido.
-No te preocupes, no pasa nada, es que me he venido aquí porque creo que Sark se ha muerto.
Ante todo no dramaticemos.



*Sark estaba escuchando música, claro.



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Quedan pocos días para participar en el verkami de Crónicas Funestas
Es para sacar un juego de rol, pero también hay cositas para no roleros como camisetas y libritos y sugus.
¡Apuntarse! 


19 septiembre 2022

La otra

Soy una persona a la que le pasan cosas. 
Yo suelo decir que me pasan cosas porque hago cosas. Es decir, que si tu vida es perfectamente normal es difícil que te pasen cosas que se salgan de lo normal. Pero claro, luego voy a poner la lavadora, que es algo así como lo más normal del mundo, me resbalo con una minúscula gotita de agua, me quedo suspendida en el aire mientras toda la ropa sucia que llevaba en brazos flota a mi alrededor, y acabo con el culo encajado en el cesto de la ropa sucia, que revienta bajo mi abundancia, y entonces ZaraJota me dice: "A ver si lo que no es normal eres tú". 
Me lo dice con cariño, eh. Que si no fuera por mi se aburriría muchísimo y además él no sabe cocinar así que más le vale aguantarse con lo que hay si quiere comer caliente.
Bueno, todo esto viene porque una vez fui a una bar, que es también una de las cosas más normales en esta nuestra capital del reino, tierra de la libertad y del mejor agua del mundo, que digo yo que si el agua es tan buena por qué tanto empeño en beber cerveza, pero bueno.
El bar se llama La Maripepa y lleva ahí toda la vida pero se ve que cerró en algún momento y luego reabrió o yo qué sé, las cosas de bares siempre me han parecido muy complicadas.
El caso es que una tarde de sábado fui a un bar, que es una de las cosas más normales del mundo, pero como no bebo cerveza fui a una feria de fanzines. Ahí a lo mejor lo de la normalidad se va un poco a tomar viento, las cosas como son.
Estaba yo con mis libritos en la feria de fanzines del sótano, y de pronto una señora cuya identidad no mencionaré para proteger su anonimato me dijo: 
-Tenemos una propuesta que hacerte.
Yo no estoy muy acostumbrada a salir pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que semejante  frase, dicha en el sótano de un bar, no puede augurar nada bueno. O sea, que soy una mujer casada y eso. 
-No te preocupes que no es nada malo.
Pues vaya. Debo estar perdiendo mi atractivo. Pero bueno, mejor, porque a mí rechazar impetuosos pretendientes se me da fatal, por eso llevo doce años casada con ZaraJota. 
Pensé que la persona anónima iba a proponerme que le vigilara el puesto mientras ella se iba al baño o subía a la barra a por cervezas, o que me iba a pedir que le cambiara la silla porque otra cosa no, pero tengo un don para fichar y apropiarme de la silla más cómoda que haya en varios kilómetros a la redonda. 
-Claro, lo que sea.
Menos lo de la silla, eh. Que te acabo de conocer.
-Pues nada, que te íbamos a proponer que nos escribieras un libro.
En esos tiempos lejanos (enero 2022) todavía llevábamos mascarilla, cosa que agradezco infinitamente porque me quedé con la boca abierta.
-¿Que qué?
-Que nos escribas un libro.
-¿Yo?
-Sí, tú-tú. No Lorzagirl. Tú con tu nombre.
Me quedé un poco de pasta boniato porque bueno, Lorzagirl ha escrito algunos libros, pero no es como si fueran libros de verdad, o sea, los publica FoscaNetworks. Y la otra... bueno, la otra no ha escrito ninguno. O sea, ¿a quién le importa lo que escriba la otra?
Y encima un libro por encargo para que lo publique una editorial así como las de verdad.
Me pareció una locura.
Así que dije que sí, claro. porque una cosa es tener miedo y otra muy distinta tener cabeza.
Y así es como hemos llegado a esta terrible situación en la que el día 28 de septiembre, Lorzagirl y la otra presentan un libro en la librería La Fabulosa de Madrid. 


Es un libro muy bonito que me ha ayudado a reconciliar las dos partes de mí misma, así que solo por eso estoy contenta. Si además venís a verme, más contenta todavía. ¡Os espero! 






21 junio 2021

En este viaje




Ya está aquí.
Y con aquí, me refiero a todas partes. Doquiera que se posen mis ojos, no hay más que cajas y cajas de libros que se extienden hasta el horizonte.
Salvo que no hay horizonte, sólo cajas.
Crónicas Funestas llegó a casa la semana pasada. De hecho, llegó varias veces, porque el señor repartidor no conseguía aparcar ni en doble fila (mi calle es complicada), así que durante un buen rato estuve sentada en el portal viendo cómo la furgoneta pasaba hacia arriba y hacia abajo hasta que se quedó libre un carga y descarga.
Para entonces yo empezaba a estar un poco nerviosa, porque llevaba como media hora en el portal con un cúter en la mano y llorando a todo llorar porque Nene-kun está a punto de graduarse de infantil y cada vez que me llega un mensaje del grupo de whatsapp de padres me pongo a echar el moco y la verdad es que no os lo recomiendo, porque cuando las mascarillas se mojan de pronto todo huele como a perro mojado y además que para mí como que pierden eficacia.
Que a mí me daba todo igual, pero había un señor de una inmobiliaria enseñando un piso, y las visitas iban llegando puntualmente cada quince minutos, y se encontraban a una loca gritando en plan Spanish drama con un cúter (rosa) en la mano, y por lo que sea no se llevaban una buena impresión.
Y eso que me había puesto pantalones y todo.
Total, que repartidor consiguió aparcar en un vado al final de la calle y llegar a la puerta de casa con una carretilla en la que había apilado unas cinco cajas, y le dije así toda sobrada: 
-Déjalas aquí mismo, que ya las subo yo.
Porque justo ese día estaba con las cervicales jodidas y mogollón de vértigos y náuseas pero cuándo nos ha frenado eso. Además, estaba deseando quedarme sola para abrir las cajas, que para eso me había traído el cúter. Aparte de para espantar posibles compradores, claro.
-¿Segura?
-Pues claro. Sólo son cinco cajas. 
-En este viaje
-¿Cómo que en este viaje? ¿Hay más cajas?
-Claro, tengo un montón más en la furgoneta. Es un tochaco, sólo caben seis libros en cada caja.
-¿Y cuántas cajas hay?
-¿Cuántos libros eran?
-...
-...
-Pensándolo mejor, creo que deberías subirlos tú -le dije. Pero por no herir sus sentimientos, ¿eh? Que yo habría podido perfectamente. 
El señor repartidor subió los libros (¿alguna vez he dicho que mi casa tiene ascensor, pero que está en entreplanta y que vayas donde vayas te comes un mínimo de seis escalones) y volvió a bajar al portal, donde estaba yo todavía porque no había querido ocupar el ascensor.
Vale, y porque después de subir unos treinta tochacos no estaba segura de si seguiría funcionando y me apetecía cero quedarme encerrada.
-Voy a hacer otro viaje -me dijo.
-Claro. ¿Quieres que me quedé aquí para sujetarte la puerta o algo?
El señor repartidor me miró de arriba abajo, con mi pañuelito de colores, mi mascarillas de unicornios y mi cúter rosa antes de contestar. 
-Anda, sube a ver los libros, que se nota que tienes ganas.
Creo que es lo más bonito que me han dicho jamás. 


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Os recuerdo que si queréis un algo extra podéis escribir a foscanetworks@gmail.com. 
¡Los envíos ya están en proceso, atentos a los buzones!

15 marzo 2021

Una semana

 


Es hecho universalmente conocido que en el preciso instante en que termina el tiempo para participar en una campaña de crowdfunding, el creador de la misma recibe media docena de correos electrónicos con asunto: QUIERO PARTICIPAR EN EL VERKAMI Y NO ME DEJA, o bien QUIERO PARTICIPAR EN EL VERKAMI Y SE ME HA PASADO EL PLAZO, o bien ME HUBIERA GUSTADO PARTICIPAR PERO NO AVISASTE. 
En serio. 
Llevo ya unos cuantos crowdfunding a mis espaldas (para mí o para otros) y pasa cada vez. Cada vez.
Y me he jurado que esta vez no.
NADIE SE QUEDA ATRÁS EN MI GUARDIA.
Así que os recuerdo: 

Que tengo en marcha un crowdfunding para financiar la publicación en papel de Crónicas Funestas.

Crónicas Funestas ya se publicó en digital y por partes en Lektu, y que ahora se trata de sacar un tochaco en papel. Según el último recuento tiene 822 páginas, algunas de ellas ilustradas por la maravillosa Gisselle Anderson, cuyos diseños podéis curiosear aquí
El libro narra las aventuras de Coso Abripio, un chaval que escapa de su pueblo después de que su familia sufra un accidente.
Bueno, en realidad mueren en un incendio.
Pero es un incendio accidental.
Vale, sí, lo provocó Coso. 
Lo importante es que Coso llega a la ciudad de Möho, que hace honor a su nombre, encuentra trabajo en un tugurio denominado Farolillo Rojo, y conoce a una persona que cambiará su vida para siempre. 
El destino de Coso acaba ligado al del reino. Si eso es algo bueno o malo todavía está por ver...

Crónicas Funestas tiene aventuras, humor, fantasía, romance y muchos incendios, todos ellos accidentales.
Nunca se puedo demostrar nada. 
Tarde o temprano estará el librerías (mejorando lo presente) pero las recompensas no. 
Y las recompensas son una gozada, con dibujos de Laura S. Maquilón, ganadora del concurso público convocado por las autoridades de Möho para diseñar el logo de la ciudad.
Dicho logo todavía no se ha hecho público debido a un incidente relacionado con un quítame allá ese incendio, pero sí os puedo enseñar el que realizó para el Farolillo Rojo, y que actualmente se usa en el menaje del, ejem, restaurante.


También hay delantales, cuadernos, bolsas, chapas y sugus, claro.

En resumen: queda una semana para participar en el crowdfunding de Crónicas Funestas y hacerse con un ejemplar de mi primera novela, la niña de mis ojos, la historia de Coso Abripio. 




15 febrero 2021

La presa Hoover

Pues os voy a contar la historia de una amiga que hace unos días tuvo que subirse a un tren de larga distancia, pero por favor no penséis mal de ella porque era un viaje totalmente justificado para hacer papeles y que el destino tuviera playa era totalmente casualidad. 
Estaba mi amiga en el tren, con el aire acondicionado a tope porque en renfe la hipotermia siempre va de regalo, cuando le dijo a su acompañante:
-Voy a beber agua, que se me está resecando la garganta y como me dé un ataque de tos de los míos va a cundir el pánico.
Así que mi amiga cogió la botella de agua y se metió el pitorro debajo de la mascarilla, porque mi amiga es una profesional de las pandemias y siempre lleva una botella de agua con pitorro para beber con la mascarilla puesta, aunque luego se quedan todas las babas en el pitorro y yo no sé si cuando se evapore será peor, pero bueno. 
El caso es que estaba bebiendo agua con su pitorro y su mascarilla cuando se le ocurrió la chorrada del siglo, que no os voy a contar porque vais a pensar que es tonta perdida, le entró la risa, una cosa llevó a la otra y todo el agua que había bebido acabó saliéndosele por la nariz, que es una cosa muy desagradable en el momento pero que a la larga te despeja mucho. 
El problema es que mi amiga todavía tenía puesta la mascarilla y se ve que era de las buenas de las que no filtra nada, nada, nada, así que el agua se quedó atrapada dentro en plan presa Hoover. 
Mi amiga no sabía qué hacer porque claro, no podía quitarse la mascarilla en medio del tren, pero por otra tampoco podía quedarse con la bolsa de agua colgando hasta que llegaran.
Así que dijo:
-Pues me voy para el baño y me cambio la mascarilla.
La idea era buena, lo que pasa es que la ejecución salió regular. Al levantarse, la presa Hoover antes conocida como mascarilla se abrió y toda el agua que contenía cayó en cascada sobre su canalillo, que como su nombre indica canalizó todo el agua hacia su camiseta.
-¡AAAAAAAAAAARG! 
El agua estaba fría y, recordemos, todo esto había empezado porque el aire acondicionado estaba puesto como si la electricidad fuera gratis. 
-No pasa nada, mujer -le dijo su acompañante, frotándole la mancha-, esto se evapora y y está, sólo es agua. 
-Que ha pasado por mi nariz.
El acompañante se lo pensó un momento. 
-Mejor que no se evapore, entonces -concluyó.
El caso es que al día siguiente, por lo que fuera, mi amiga estaba un poco resfriada. 
-A ver si has pillado el coronavirus en el tren -le dijo alguien.
-Uy, no, imposible. ¡Si llevé mascarilla todo el rato! 





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¡Estamos de verkami! 
Participa en nuestro proyecto para comer sugus la edición impresa de Crónicas Funestas.



25 enero 2021

Un descansito

 



Ahora que los niños han vuelto al cole (y ojalá que por mucho tiempo) las madres por fin podemos dedicarnos a eso que nos gusta tanto: ponernos al día con todo el trabajo acumulado durante el mes que los niños han estado en casa, y cuando digo "en casa" me refiero a literalmente en casa, y hemos tenido que ser profesoras, monitoras de tiempo libre, diosas de las manualidades, expertas en la gestión de conflictos, cocineras, gestoras de residuos, chaos coordinators y real life managers a tiempo completo. 

Hace unos días, en el #videoclub de lectura de La Sombra, me preguntaban qué necesito para escribir y yo, que soy un alma de cántaro, no fui capaz de dar la respuesta más obvia: tiempo. No cualquier tiempo: a ser posible, a solas, y sin tener que ponerme una alarma porque hay que recoger a los niños, tengo que entregar este proyecto, se acerca la hora de comer, el súper cierra y no tenemos leche. 

Tiempo sin condiciones y sin limitaciones, en lugar de minutos arañados por aquí y por allí mientras hago malabarismos con las prioridades.

Todo este rollo es para deciros que ahora mismo estoy un poco saturada y que no sé cuándo volveré a postear. Probablemente en un par de semanas, ¿eh? O sea, soy una adicta. Pero ahora mismo no sabría decir cuándo podré volver a centrarme como para escribir una entrada.

Estoy centrada en otras cosas, por supuesto. Tengo proyectos bonitos en proceso: terminar Crónicas Funestas, publicar un libro de una personita (pun intended) chachi y un nuevo verkami en el que a lo mejor hay hasta sugus, pero no prometo nada.

Si me echáis de menos, me tenéis en Twitter (si alguien está pensando que si dedicara menos tiempo a Twitter tendría más tiempo para otras cosas que se lo haga mirar, por favor). También tenéis quince años de archivo del blog, que se dice pronto: quince años, pero te paras a pensarlo y menudo vértigo.

Y por supuesto, tenéis todos mis libros: en papel en La Sombra y en digital en Lektu.




28 diciembre 2020

Nochevieja 2020



Mis propósitos para 2020 eran:
  • pasar más tiempo con mi familia
  • teletrabajar todo lo posible
  • comer menos fuera y cocinar más en casa
Si nos centramos en esos tres parámetros, el 2020 ha sido todo un éxito.
El que no se anima es porque no quiere. 
El año empezó con un #relorzfunding que, gracias a vuestro apoyo, salió tan bien que nos dio energía no sólo para sacar la segunda parte, sino también para la tercera.
Y me vine arriba, y monté mi propia editorial, porque el editor que se publica a sí mismo tiene a un idiota por cliente y a idiota no me gana nadie.
Y entonces vino la plaga con todas las Cosas Malas detrás. Como todos las tenemos muy presentes, no hablaré de ellas. 
En cambio, hablaré de estar en casa con ZaraJota y los niños, comer juntos todos los días, tenernos al alcance de la mano, tocarnos mucho. 
De los aplausos de las ocho, y de explicarle a Nena-chan que aplaudían por todos los niños, por lo valientes que estaban siendo.
De salir a la terraza a bailar para que a los niños les diera el sol y se les desentumecieran los músculos.
De amasar pan, y bollos, de las caras de satisfacción de los niños al probarlos. 
De cuando convertimos el salón en un jardín de flores de papel, y luego de hojas de otoño, y luego de pájaros, y luego lo decoramos para navidad. 
De todas las manualidades, dibujos, acuarelas, pintura de dedos purpurina y, sobre todo, cartones de papel higiénico (muchos cartones de papel higiénico).
De las tarde de UNO y Virus. 
De la primera vez que los niños pudieran salir a la calle, de cómo los vecinos les aplaudían desde los balcones.
De como un cachorrito se volvió absolutamente loco de alegría al ver a Nene-kun, y la señora que lo paseaba nos explicó que lo había adoptado durante el confinamiento y era la primera vez que veía a un niño. 
De cuando mis padres salieron de paseo por primera vez y nos avisaron para que nos asomáramos a la terraza a verlos, y mi padre gritó: "Nene-kun, qué alto te has puesto". A lo que el niño respondió, sin inmutarse: "Es que estoy en un quinto piso". 
De Nena-chan diciendo que quería ser científica YA para descubrir la vacuna (y, más tarde, experimentando con el gato). 
De pedir cita para ir a la piscina con los niños todos y cada uno de los días de verano, porque era la forma más segura de que les diera el sol e hicieran ejercicio... y de jugar al Pulporón Gigante Asesino (Lagarto Spock).  
De Ratoncito López comiéndose las plantas de mi abuela.
De las vacaciones más marcianas que hemos tenido jamás, en Villanueva de la Vera, donde pude ver por primera vez uno de mis libros en una biblioteca.
De que, poco después, empezaron a estar en una librería
De la vuelta al cole. De las lágrimas de alegría. De los niños con sus mascarillas, haciendo cola para ponerse gel hidroalcohólico antes de entrar, chocándose los coditos al verse (y luego compartiendo las meriendas porque bueno, son niños).
De las tardes de firmas y tarta en La Sombra, rezongándole a Sark porque no encuentro el boli que me gusta o por cualquier otra cosa, porque lo importante es rezongar. 
De los viernes en el Vips, los desayunos y meriendas en Motteau con señoras chachi, ellas ya saben quiénes son.
De Nene-kun, absolutamente convencido de que al lavarse las manos veía caer a los virus, que son "negros y con muchas patitas". 
De Nena-chan, en bici sin ruedines. De Nen-kun, montado por algo más grande que un triciclo por primera vez en su vida. 
De la pérdida, del triste consuelo que supone saber que una persona a la que quieres no ha muerto sola. 
De volver a la normalidad y ver cómo tu empresita empieza a despegar a pesar de la pandemia, la crisis, los meteoritos, las plagas de langosta, las erupciones volcánicas y la reina de los mares. De que la gente confíe en ti para sacar adelante sus proyectos. De publicar un libro tras otro y encontrar apoyo una y otra vez. 
De perder una tía, pero ganar un gato. Y qué gato.
De todos los bebés pandemial que este año ha traído (y lo que que están a medio traer). 
De poner el belén, el árbol de navidad y luces, luces, muchas luces.
De ir a comprar dulces de navidad con Nene-kun, al que no le gustan los dulces, y volver a casa con una bolsa de gusanitos con forma de estrella.
De meter regalos de contrabando en casa y hacer malabarismos para envolverlos y esconderlos.
De Nena-chan preocupada por los reyes magos, porque son muy mayores y además no son convivientes y cómo van a cruzar las fronteras, que están cerradas...
Del videoclub de lectura de La Sombra, que nos ha mantenido leyendo, con contacto humano y relativamente cuerdos durante los peores momentos. 
De todo lo bueno. 
Y de que en 2021 siga habiendo (algunas) cosas buenas para recordar.




 


19 octubre 2020

Conversaciones casuales

Empiezo a tener dificultades para explicar a qué me dedico. 
Por desgracia para mí, Nena-chan no tiene dificultades en absoluto.
Hace un par de semanas, salimos del colegio y empezamos a subir la cuesta con unos amiguitos de Nena-chan y su papá, con el que yo no había coincidido nunca y dicho sea de paso, todavía tenía posibilidades de perecerle normal.
-¿Esta es tu mamá? -le preguntó el señor a Nena-chan.
-Sí. Escribe libros de zombis.
Por suerte (o no) entre la mascarilla, el griterío de los niños, el ruido del tráfico y que el señor es extranjero no lo acabó de entender bien del todo.
-¿Libros de samba?
Pensé que ese sería un magnífico momento para callarme y asentir.
Por desgracia, Nena-chan no pensó lo mismo.
-NOOOO... de zombis, ZOM-BIS, de los que matan gente y comen CEREBROS.
-¡NENA-CHAN!
-¿Qué? Si es verdad.
-¡También escribo más cosas!
Intenté explicarle al buen hombre que no sólo escribo libros de samba zombis, pero cuanto más explicaba más lo empeoraba, sobre todo porque luego me enteré de que el buen hombre es escritor pero de verdad, no como yo.
Cuando llegué a casa tuve una conversación muy seria con Nena-chan.
-¡No puedes decirle a la gente que escribo libros de zombis!
-Pero es que es verdad. 
-Ya sé que es verdad, pero si lo sueltas así a la primera de cambio y sin venir a cuento suena... como si estuviera loca de atar raro. Además, he escrito más cosas.
-¿Como el libro del #lorzfunding?
-...quizá sea mejor que dejemos eso fuera de las conversaciones casuales con desconocidos también.
-Entonces, ¿no puedo contar nada?
-Claro que sí, hago muchísimas cosas que puedes contar.
-¿En serio? ¿Cómo qué?
De pronto, toda mi vida pasó ante mis ojos. Bueno, no toda. Lo que pasó ante mis ojos fue Nena-chan explicando en clase su versión de algunas de las cosas a las que me dedico, segura de una reunión incómoda con los servicios sociales.
-Bueno, pues más cosas... o sea, ¿qué crees que hago todo el día tecleando en el ordenador?
-No sé, ¿mirar twitter?
Me tiene calada.


Editado a las 15:00 del mismo día.
A Dios pongo por testigo de que hoy, nada más salir del cole, Nena-le ha dicho a un amiguito que escribo libros.
-¿Ah, sí? ¿De qué? 
-De zo... -me mira, la miro-. De estupideces. 
Parece que vamos mejorando.



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No lo puedo evitar: me gusta más un crowdfunding que a un tonto un lápiz.



21 septiembre 2020

El sello de aprobación


Como seguramente sepáis todos los que me hayáis visto llorar en Twitter, Correos no ha estado funcionando demasiado bien. 
A ver, partimos de la base de que Correos no ha funcionado demasiado bien nunca. O sea, se supone que el servicio que ofrecen es enviar cosas, pero cuando vas a enviar algo y te dicen "si no quieres que se pierda por el camino es mejor que lo envíes certificado" llega un momento en el que más que un servicio parece una extorsión.
Pero bueno, en condiciones normales sabes que pagas el impuesto revolucionario certificado y las cosas llegan.
El problema es que este año no está siendo muy normal, no sé sí lo habéis notado. 
La madre que lo parió. 
Así que cuando llegó el momento de enviar las recompensas del #relorzfunding, allá por febrero, las cosas no salieron exactamente como esperaba.
Primero, todo lo que envié a finales de febrero y principios de marzo vino devuelto. 
¿Por qué?
"Ausente de domicilio".
Es decir: según Correos, durante el mes de marzo de 2020, en pleno estado de alarma y con el confinamiento más estricto, no pudo entregar los paquetes porque los mecenas no estaban en su puñetera casa. 
Que a ver, pongamos por caso que los mecenas son un poco sinvergüenzas, no digo yo que no, y que alguno estuviera bailando la conga en la calle cuando estaba prohibido, pero ¿todos? Pues no sé, me cuesta un poco creerlo, la verdad.
Visto lo visto, detuve el envío de recompensas y esperé a tiempos mejores.
Los tiempos mejores todavía no han llegado porque sigue siendo 2020 y eso, pero al menos pasados unos meses nos desconfinaron y retomamos los envíos.
Y ojo, que algunos llegaron. Pero aproximadamente el 20% no. Esta vez, el motivo no era "ausente de domicilio" sino, en la mayoría de los casos, "no recogido en oficina". 
Después de hablar con varios mecenas, llegué a la conclusión de que no habían recogido los paquetes porque Correos no les había dejado aviso en el buzón de que tuvieran que recoger nada y como resulta que no son adivinos pues no se les había ocurrido pasar por la oficina a ver si tenían algo. 
(Y si lo hubieran hecho, les habrían dicho que no podían darles nada sin el aviso).
Entonces llegó agosto y alcanzamos una nueva fase en la que los paquetes ni llegaban ni volvían y no teníamos ni idea de lo que había pasado. 
Os cuento todo esto para poneros en antecedentes de lo que ocurrió a continuación.
En septiembre, y cuando yo empezaba a estar un poco hasta las narices de Correos, del #relorzfunding y de la rana cantando debajo del agua, empecé a encontrarme avisos en el buzón porque al parecer, el destinatario no estaba en casa cuando le fueron a llevar el paquete pero yo tampoco cuando vinieron a devolvérmelo, a pesar de que mi marido trabaja en casa y sólo sale a tirar la basura, y yo sólo salgo a llevar a los niños al colegio y hacer la compra y además normalmente la que le abre la puerta al cartero soy yo. 
Pero bueno, supongo que, ciertamente, si estoy abajo abriéndole la puerta al cartero no estoy en mi casa para que me entreguen el paquete: un punto para ti, Correos.
En fin. 
El caso es que acumulé avisos de correos y cuando ya tenía un taco que era como el tomo de la A de la enciclopedia me fui a la oficina feliz como una lombriz. 
-No podemos darte estos paquetes-me dijeron-: están a nombre de FoscaNetworks.
En aquel momento maldije muy mucho y por lo bajo la idea de usar pegatinas para ahorrarme poner el nombre del remitente.
Por suerte iba preparada.
Yo siempre voy preparada.
O sea: tengo hijos y son un poco trolls.
Más me vale ir preparada.
-Ah, claro, pero he traído toda esta documentación que demuestra que puedo operar en su nombre.
-Eso no me sirve.
Ahí reconozco que bufé un poco por lo bajo porque si la documentación le sirve a Hacienda, a la Seguridad Social e incluso a Correos para hacerme la tarjeta Correos que usé para enviar por Correos los mismos paquetes que ahora estaba intentando recuperar en Correos, no entendía por qué no le podía servir a Correos. 
Pero bueno.
-Está bien: ¿qué necesitaría para demostrar que puedo operar en nombre de FoscaNetworks?
-Un sello.
-¿Cómo?
-Un sello de caucho. 
-Tiene que ser una broma.
-Ya sabes, con el mando de madera y las letritas; lo mojas en tinta y...
Salí de la oficina que no sabía si reírme o si llorar o qué. 
Después de toda la documentación que había llevado... ¿les parecía más fiable un sello?
Pero si se pueden hacer hasta con una patata...
De hecho, hace meses que compuse un sello para mandarlo a hacer, pero todavía no lo había encargado porque me parecía que en el siglo XXI ya lo teníamos superado.
En fin. Salí de la oficina de Correos y ya que estaba al lado me metí en el Lidl a comprar patatas para hacer un sello porque había visto que tenían cosas para la vuelta al cole y pensé que dadas las circunstancias por todos conocidas serían lexatines o algo así.
Resultó que lexatines no había, en cambio tenían sellos para marcar la ropa.
Nada más verlos me entró la risa floja.
Puedo, pensé, ir a casa, donde tengo unos iguales para marcar la ropa de mis hijos, componer un sello y volver a Correos mañana. 
Ooo, puedo comprar otro, componerlo aquí mismo y llevarme los dichosos paquetes del #relorzfunding hoy.
Así que compré el sello, lo compuse sobre la marcha, sellé los avisos de correos y volví a la oficina. 
Reconozco que me sentía un poco estafadora de la vida. Me sudaban las palmas de las manos y un sudor frío recorría mi espina dorsal porque he leído mucho Stephen King. Le enseñé los avisos sellados a la señorita de la ventanilla y le dirigí mi mejor sonrisa inocente, aunque ella jamás lo supo porque llevaba la mascarilla puesta, claro.
-Pero esto... 
ES UN SELLO DEL LIDL PARA MARCAR LA ROPA DE LOS NIÑOS Y LO ACABO DE MONTAR YO MISMA EN UN BANCO DE LA CALLE ESTÁ BIEN LO CONFIESO POR FAVOR NO LLAME A LA POLICÍA...
-¿Sí?
-Se han olvidado de autorizarte. ¿Ves? Además de poner el sello, la empresa tiene que rellenar el campo de "Autorizo a...".
Está bien, Lorz, tranquilízate: todo está bien. Te han pedido un sello de la empresa y tú has hecho un sello para la empresa, por fin. No hay que ponerse nervioso. Es perfectamente válido ya que, entre otras cosas, en cualquier caso tendrías que ser tú la que encargara el puñetero sello.
Compórtate con naturalidad y todo irá bien.
-Entonces, ¿la empresa sólo tiene que rellenar ese campo?
Muy bien, Lorz. Disimula.
-Eso es.
-Estupendo. ¿Me presta ese boli un momento?
Adiós al disimulo.


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¿Problemas de espacio? 
Todos mis libros en formato digital en Lektu.

03 agosto 2020

Vacaciones mentales

He tenido un año movidito. 
Vaya, como todos. 
Primero tuve un #relorzfunding que, ocho meses después, estoy a punto de dar por terminado.
Luego monté una empresa. La primera semana de marzo parecía un momento estupendo para hacerlo. SPOILER: no lo fue. No, definitivamente no lo fue.
Con todo, me he apañado para escribir, corregir, maquetar y publicar una docena de libros, y para colaborar en otros tantos.
Viendo como avanzaba la cosa también conocida como coronavirus, hice lo mismo que media España: mascarillas. Y ya que estaba, camisetas y otras cosas. 
Como todos, también he aprendido a llevar la logística de la casa saliendo lo menos posible. Por primera vez en mi vida, he planificado menús completos con una semana de antelación, me he ido a la compra con una lista detalladísima y he aprendido a calcular el uso medio de papel higiénico por persona y día.
Por supuestísimo, he hecho pan todos los días.
Me he acostumbrado a las videollamadas en todo tipo de plataformas, al #videoclub de lectura, a las clases online y vía youtube.
Todo esto, por supuesto, con los niños en casa. Dos niños acostumbrados a estar de un lado para otro de 9 a 21 horas de lunes a viernes porque cuando no hay piscina hay música y cuando no hay música hay el cumple de algún amiguito, de pronto, encerrados en casa día tras día.
Como todas las madres y algún padre, he tenido que ser maestra, jefa de estudios, monitora de tiempo libre, psicóloga, animadora sociocultural, logopeda, cocinera, limpiadora, sargento, ordeno y mando. Las veinticuatro horas del día y sin dejar de trabajar ni un momento. 
Y aunque he descubierto, también como mucha gente, que estar en casa es maravilloso (quién nos lo iba a decir...) lo cierto es que también estoy mentalmente agotada.
Necesito unas vacacioncillas.

Por supuesto, seguiré en Twitter porque soy una adicta.
Además, mis libros siguen a la venta en papel en la librería La Sombra de Madrid, que durante todo el mes de agosto envía gratis a toda la península los pedidos superiores a 25 €. 
También los podéis encontrar en formato electrónico en Lektu

Nos vemos de nuevo el 31 de agosto, si el mundo no se acaba antes. 
Y recordad: 

27 julio 2020

La casa de las cajas

Lunes
-Mamá, ¿hoy vamos a la pisina?
-No, Nene-kun, hoy no podemos ir a la piscina, mamá tiene que esperar a que le traigan unas cajas de libros.
-¿De Villamatojo?
-No, los de Vayamos por partes.
-Oh. ¿Y por qué no los recoge papá cuando vengan?
-Porque son muchos libros. ¡Cientos de libros! ¡Miles de libros!
Media hora más tarde, un mensajero apareció con dos cajitas de libros.
Nene-kun me mira con rencor.
-¿E-esto es todo? -pregunto. 
-Sí.
El mensajero parece totalmente convencido. 
-Vaaale -le dijo. 
El mensajero se va y yo abro la caja: 
-Vaaaale, se ve que me han mandado por un lado la primera parte y por otro la segunda... ¡Lo han mandado por partes, Nene-kun! ¡JAJAJAJA! ¡Me mondo yo sola!
A Nene-kun, sin embargo, no le hacía gracia.
-Entonces, ¿ya podemos ir a la pisina?
-No, pedorrillo, tenemos que esperar a que lleguen el resto de las cajas.

Martes
-Mamá, ¿hoy podemos ir a la pisina?
-No, lechoncillo, tenemos que esperar a que lleguen las cajas.
-¿Y cuándo van a venir?
-Pues espero que hoy, la verdad...
Justo en ese momento suena el teléfono.
-Hola, soy el mensajero, que tengo aquí unas cajas...
-Gracias a dios...
-Lo que pasa es que pesan mucho. 
-...ya, son libros. 
-¿Van a estar ustedes en casa?
-Sí, claro. 
O sea, ¿dónde vamos a ir? ¿A la piscina? ¿En julio? ¿Estamos locos o qué?
-Bueno, yo les llevo las cajas pero me tienen que ayudar ustedes porque pesan mucho.
-...
Creo que no lo he contado nunca: mi cuñado tiene una empresa de portes y mudanzas. Una grande, con su flotilla de camiones, incluso de los que tienen una plataforma elevadora para meter y sacar cosas por los balcones.
En aquel momento me di cuenta de que mi cuñado tiene el negocio muy mal planteado, o sea: ¿para qué necesitas una plataforma elevadora cuando puedes decirle al cliente que el sofá pesa y que ya lo suba él si eso?
-¿Señora?
-Está bien, no se preocupe, yo le ayudo. 
Que hace mucho que no me rompo y en urgencias me deben estar echando de menos. 
-¿Tienen ascensor, no?
-Sí, pero está en la entreplanta.
-[&%*%$]
-Hombre, son seis escalones, tampoco es para ponerse así...
-Bueno, yo le dejo las cajas en el portal y ustedes las suben. 
Bueno, son sólo unos doscientos libros y pesan sólo medio kilo cada uno, ¿qué puede salir mal?

Miércoles
-Me... muero...
-Mamá, ¿hoy podemos ir a la pisina?
-No... yo... espalda... cajas...
-¿Hoy también tienen que traer cajas?
-Sí, de ibuprofeno. En vena.


Jueves
-Mamá, ¿hoy podemos ir la pisina?
-No, mi amor, hoy me tienen que traer más libros.
-¿De Villamatojo?
Cuando Nene-kun dice Villamatojo con su vocecilla me imagino a los zombis como peluches de colores pastel que lanzan arcoiris por el culete.
-Sí, de Villamatojo.
Media hora más tarde, tenemos en la puerta a la mensajera. Una señora. Que pudo subir la caja con los libros ella solita y todo (eran muchos menos, esto también es verdad).
Mientras firmo la entrega, Nene-kun asoma la cabeza.
-Mamá, ¿quién es?
-Una señora que ha venido a traernos los libros.
-¿Los de Villamatojo?
-Sí.
-Pues pregúntale si ya nos podemos ir a la pisina.


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¿Quién dijo que quería Villamatojo en papel?


11 mayo 2020

Las modas



El jueves pasado estaba yo tan tranquila intentando escribir un libro, corregir otro, maquetar un tercero; controlar que Nena-chan hiciera los deberes, que Nene-kun recogiera la habitación, que Ratoncito López no tirara más arena fuera de la jaula, que la lavadora terminara bien porque últimamente le ha dado por no centrifugar y, sobre todo, intentando que nadie molestara a ZaraJota, que estaba en otra habitación teletrabajando, cuando el susodicho ZaraJota salió de la susodicha habitación, se metió en el baño y empezó a devolver locamente y por doquier.
Vaya por dios, con lo tranquila y relajadita que yo estaba.
Se ve que a algunas personas el corona les empieza con diarrea y vómitos, y además ZaraJota llevaba días muy cansado, que se echaba hasta a dormir la siesta sin ser él del sur de Despeñaperros ni nada.
En fin, que por precaución y mientras conseguíamos contactar con su médico (o él con nosotros), lo mandé aislado a su habitación y, cada vez que salía para el baño, yo iba detrás con el sanitol y la bayeta en la mano porque total, tampoco es como si estuviera ocupada ni nada.
Además, les expliqué a los niños que tenían que mantenerse alejados de papá.
-¿Por qué? -preguntó Nena-chan.
-Porque está malito y como no sabemos si es coronavirus vamos a tomar todas las precauciones por si acaso.
-¿Papá tiene coronavirus?
-Podría tener coronavirus, pero no lo sab...
-¡YO NO QUIERO QUE PAPÁ SE MUERA! -Nena-chan empezó a llorar, o sea, LLORAR, locamente-. ¡NO QUIERO QUE SE MUERA!
-Eh... vamos a ver... No sabemos si tiene corona. Pero aunque tuviera corona, no se tiene por qué morir.
-¡PERO TODO EL MUNDO SE MUERE CON EL VIRUS!
-No es verdad, todo el mundo no. Y papá es joven, está sano y fuerte, seguro que a él no le pasa nada.
-¿Seguro?
-Seguro.
-Pero otra gente sí se muere.
-Sí, pero papá no.
-¡PERO YO NO QUIERO QUE SE MUERA NADIE!
En ese momento dramático estábamos cuando llamó el médico para hacer telediagnóstico que, perdonadme que os diga, del 1 al 10 me parece fiable en un -23.
ZaraJota la explicó los síntomas y el médico le dijo que tomara paracetamol y mucha agua, que perdonadme que os diga pero es lo mismo que te dicen para prácticamente todo desde un resfriado común hasta el ébola, pero bueno.
-Pregúntale si puede ser corona -le dije a ZaraJota-, que estoy gasta el piticlín de perseguirte con el sanitol en la mano.
ZaraJota le preguntó al médico si los síntomas que tenía podían ser de coronavirus.
-No -le contestó el médico-, probablemente no.
-¿Cómo que probablemente?
O sea, que primero nos dijeron que si no empezaba con fiebre no era corona, luego que si no empezaba con tos no era corona, y a estas alturas parece que hasta un padrastro podría ser un síntoma temprano.
-Que lo más probable es que no, hombre, que ahora parece que todo tenga que ser covid, como se ha puesto de moda...
Me pregunto por qué.




Pd: conseguí terminar el libro y ya está disponible en Lektu, con todos los demás.

23 marzo 2020

El emprendedurismo

Me dicen por ahí que no he sido lo suficientemente pesada.
Con esto.


No he sido lo suficientemente pesada con esto.
Con otras cosas sí, ¿eh? Que no decaiga la fiesta.
Así que os cuento: me he vuelto tó loca y ahora soy autónoma freelance de las sinergias proactivas.
Me he unido al emprendedurismo.
El emprendedurismo no es exactamente como yo pensaba: para empezar, ZaraJota sigue sin dejarme prender fuego a nada.
Las cosas como son: tampoco he necesitado nunca su permiso.
Y luego, que ha venido la plaga y eso.
Que en sí misma no es que afecte mucho al desarrollo de mi actividad pero, francamente, una pequeña editorial que nace no tiene ninguna oportunidad frente a todas las grandes que, sin duda con la mejor intención, están ofreciendo libros y descargas gratuitas estos días.
Mucho me temo que mi iniciativa empresarial ha nacido muerta (ojalá me equivoque).
Por suerte para mí, mientras dure la cuarentena no tendré que enfrentarme a la realidad y puedo fingirme empresauria todavía unos días más.
¡MUAJAJA! ¡CHÚPATE ESA, REALIDAD!
¡Pero con cuidao, no vayas a pillar algo!
Por el lado positivo, ha sido necesaria una epidemia a nivel mundial y el práctico colapso de la economía para pararme.
Soy el Godzilla del emprendedurismo, y a mucha honra.
En fin, pase lo que pase, dure lo que dure, podéis encontrar mis libros en Lektu.
Y si os da pereza leer, aquí tenéis a ZaraJota haciendo una lectura en directo de Villamatojo I.
Cuidaos, sed buenos y no salgáis a la calle salvo que sea imprescindible.