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31 octubre 2022

Halloween 2022


 
Estaba empezando a refrescar. A la vieja y malvada bruja le gustaba el frío. En verano la gente suda y cuando, pongamos por caso, persigues a un niño para comértelo, cuesta más agarrarlo para echarlo al caldero. Porque resbala y eso. Por otra parte, en invierno era más difícil saber si el niño estaba lo bastante gordito como para asarlo, o era un saco de huesos que solo servía para hacer sopa. Eso estaba bien. A la bruja le gustaban las sorpresas, siempre y cuando acabaran con ella tumbada en su camastro, la tripa hinchada de tanto comer, las mandíbulas exhaustas de tanto masticar y los ojitos bizcos por... bueno, la vieja y malvada bruja siempre tenía los ojitos bizcos. Decía que le daban perspectiva.
Aquel primer día de frescor otoñal, la bruja salió de su cabaña, tomó aire puro, empezó a toser por la falta de costumbre (el ambiente en el interior de la cabaña era de todo menos puro, de hecho, en ocasiones se podía cortar con un cuchillo; otras veces hubiera sido necesaria una sierra mecánica) y tuvo que apoyarse en la jamba de la puerta hasta que le pasó el ataque. 
Fue entonces cuando notó que había algo raro en el bosque, y no era el aire puro, una molestia a la que ya estaba más que acostumbrada. Era un sonido... molesto, chillón, irritante, que le ponía los pelos de las verrugas de punta. Parecían... sí, lo eran: risas de niños.
La bruja sintió escalofríos. Una gota de sudor helado resbaló, trabajosamente, por la costra de roña que cubría su espalda. Los niños, de uno en uno y así, cociditos, le resultaban muy agradables. En grupos grandes y poco hechos, qué diantres, literalmente crudos, y encima alegres, ya le parecían un poco peor.
La bruja pensó que tenía que alejarlos de su cabaña de inmediato. No debía resultarle difícil: la gente tendía a evitar esa zona por instinto. Y por sentido del olfato. Sobre todo, lo segundo. 
La vieja y malvada bruja se tiró al suelo e hizo la croqueta por el verdín hasta que sus ropas negras adquirieron un tono más acorde a las labores de ocultación en el bosque. Después, a cuatro patas, de arbusto en arbusto, se aproximó al grupito. Estaba formado por un grupito de niños vestidos como imbéciles, liderado por un imbécil vestido de niño. La bruja los observó, boquiabierta, mientras "montaban el campamento", que básicamente consistía en sacar un trozo de tela de una bolsa plana, lanzarla al aire que se convirtiera en una pequeña casa de tela con un "plop". Pronto el claro estuvo poblado de casas de tela azul y techos redondeados, no mucho más altas que una persona. Esperaba que los niños no crecieran mucho, porque era imposible hacer vida normal ahí.
Acto seguido, los niños encendieron un fuego, cogieron ramitas en las que ensartaron trozos de algo blanco, se sentaron alrededor de la hoguera con las cositas blancas sobre el fuego y empezaron a cantar.
La bruja arrugó el entrecejo. La roña de su cara crujió y la bruja se dislocó un músculo del esfuerzo. Pero arrugó el entrecejo. Estaba claro que aquellos niños formaban un Aquelarre, y que habían decidido instalarse en su territorio. La vieja y malvada bruja jamás habría permitido una afrenta así. Bueno, es cierto que sí permitía las Reuniones Secretas de Plenilunio en el Claro del Bosque Junto a la Peña con Forma de Cabrito, pero eran solo una vez al mes, y si caían en jueves se suspendía para no coincidir con la noche de bingo en la taberna del pueblo.
Pero esto era inadmisible.
Esperó pacientemente a que terminaran de cantar, contaran cuentos supuestamente de miedo y, finalmente, se dirigieran a sus casitas para dormir. Qué clase de brujas dormían de noche, era otro misterio que tendría que resolver. Después de mucho rato de risitas y cuchicheos, por fin, el claro quedó en un silencio solo a ratos interrumpido por algún ronquido.
La bruja se echó las manos a la cabeza, rebuscó entre sus cabellos enmarañados y sacó al murciélago que anidaba ahí. Lo dejó cabeza abajo en una rama, observando el claro con sus ojitos como de canica. La gente, había notado la bruja, tendía a golpearle en la cabeza, y aunque la costra formada por su pelo solía resistir y el murciélago nunca había sufrido el menor daño, ella no deseaba correr riesgos innecesarios.
La bruja entró en la primera casita, agarró de una oreja a la primera bruja invasora / niño vestido de imbécil, y lo sacó de un tirón. Salvo lo que salió no fue un niño. O sí. Pero se había transformado en una especie de capullo de colorinchis, de la misma tela que la casita, del que solo sobresalía la cabeza.
La bruja se quedó estupefacta. Pero no tanto como cuando la cabeza abrió un ojo, luego otro, luego sacó una mano de las profundidades del capullo y lo abrió de arriba a abajo con un suave "ziiiiiiiiip". El niño salió del capullo como si fuera lo más normal del mundo, miró a la bruja de arriba a abajo, se volvió a frotar los ojos y soltó un tremenda carcajada.
-¡Caray! Este año os habéis superado.
La bruja no supo qué contestar. La verdad era que se sentía superada, sí.
-¿No deberíamos despertar a los demás? -preguntó el niño. La bruja abrió la boca y la volvió a cerrar. No estaba segura de si era una trampa-. ¡Eh! ¡Despertad!
De las casitas empezaron a salir niños en diferentes grados de somnolencia. Algunos arrastraban sus capullos como si se tratara de la piel muerta de una serpiente... La bruja se relamió ante la idea de llenar la despensa con todas aquellas pieles. Pero antes tenía problemas más urgentes.
-¿Qué pasa?
-¡Una bruja!
-Jajajaja, este año se han superado.
-¡Venid todos! 
La bruja se encontró perfectamente rodeada de niños. La mayoría la miraban, mientras que algunos se afanaban en encender la hoguera que habían apagado cuidadosamente antes de irse a dormir, y otros aprovechaban la ocasión para sacar más de aquellas cosas blancas y zampárselas crudas.
-Eh... -dijo la bruja, para ganar tiempo.
-Lobatos -intervino el único adulto presente-. Somos lobatos.
La bruja asintió. Cambiaformas, eso lo explicaba todo. 
-Yo soy Tocomojo.
Un coro de risotadas la rodeó, pero el adulto chistó para que se callaran.
-Bienvenida, Tocomojo. ¿has venido para darnos nuestras huellas?
La bruja se estremeció. Estos cambiaformas practicaban una magia oscura y peligrosa.
-No -dijo.
-¡A la hoguera entonces! -gritó uno de los niños.
-¡Sí!
La bruja estaba rodeada de poderosos enemigos. Un sudor frío le recorrió la espina dorsal haciendo un tortuoso recorrido debido a la escoliosis. Hizo un gesto para que el murciélago volviera a refugiarse en las marañas de su pelo. Tenía que salir de allí cuanto antes.
Por desgracia, los malvados cambiaformas no le dieron oportunidad. La rodearon, soltando alaridos, la llevaron a empujones junto a la hoguera, y cuando ya creía que la iban a asar viva, la hicieron sentarse, le pusieron entre las manos un palito con una de esas extrañas cosas blancas, y se sentaron a su alrededor, expectantes.
La bruja se vio indefensa. No sabía qué tenía entre las manos ni qué efecto tendría si intentaba hacer magia. Estaba rodeada y sin posibilidades de escapar. Y tenía que pensar en la seguridad de su murciélago. Tenía que ganar tiempo, con la esperanza de que, al amanecer, los cambiaformas perdieran algo de su energía. Carraspeó, tomó aire, y dijo:
-Había una vez una bruja...
Los cambiaformas emitieron grititos de felicidad. 
Podía conseguirlo,  pensó la bruja. Iba a salir de esta.


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27 diciembre 2021

El slime


Bueno, esto pasó en Halloween pero he estado dudando mucho si contarlo porque me consta que mucha gente me lee mientras desayuna.
Pues este Halloween pasó una cosa: a Nene-kun se le cayó su primer diente. 
En realidad, no se le cayó. De hecho, la teoría más extendida es que se lo tragó mientras comía.
El caso es que el diente no estaba y, previo mensaje al Ratoncito Pérez para que no esperara nada debajo de la almohada, esa noche esperábamos su visita.
También pasó otra cosa, no menos alucinante, y es que nos invitaron a una Candy Hunt que fue absolutamente épica. Nene-kun por lo general no come chuches ni dulces porque no le gustan (eso cree él, al menos), pero llevado por el espíritu festivo se animó a probar unos bombones de chocolate rellenos de crema de cacahuete saladita.
Y le fliparon.
No es para menos, también os lo digo, que esto está más bueno que Darcy saliendo del lago con la camisa mojada. 
Nene-kun se puso morado de bombones y yo tampoco le iba a decir nada porque
a) era Halloween
b) para una vez que come dulces en toda su vida no iba a ser yo la que le pusiera freno
El caso es que echamos la tarde en el parque con la Best Candy Hunt Ever y luego nos fuimos a cenar con toda la chiquillería y volvimos a casa a las mil y los niños estaban a tope de azúcar que se subían por las paredes y para cuando por fín pudimos meternos en la cama debía ser como la una o así, que eso para una madre es muchísimo, así os lo digo, que tengo mucho sueño atrasado.
A la mañana siguiente, más temprano de lo que a mí me hubiera gustado, me despertó la vocecita de Nene-kun.
-Mamá, el Ratóncito Pérez...
Mierda, mierda, mierda, con todo lo de la fiesta me había olvidado totalmente del Ratoncito.
-Seguramente se le hizo muy tarde y no pudo venir ayer, seguro que hoy...
-No, sí hay venido.
-¿Cómo?
Miré a ZaraJota, que estaba acostado a mi lado, en estado semicomatoso y me hizo un gesto de a mí no me mires, que yo no he sido.
-Mira, me ha traído slime.
Nene-kun me alcanzó una bolita del tamaño de una uva, perfectamente redonda, suave y marrón.
-¿Qué coñ...?
-Es slime, mamá.
Cogí la bolita, la apreté, la olisqueé. 
-Creo que es una bola rancia de plastilina, nene-kun.
-No-o, me la ha traído el Ratoncito Pérez, estaba en mi almohada. 
-¿En serio?
ZaraJota suspiró y se resignó a levantarse e investigar mientras yo intentaba convencer al niño de que soltara aquello.
-Mira, creo que anoche nos acostamos muy tarde y el Ratoncito Pérez ya había acabado su turno. Lo más seguro es que pase esta noche.
-Pero el slime...
-Esto no es slime.
-¿Y qué es? 
-No sé, gordito. 
-Es uno de los bombones que se estaba comiendo Nene-kun ayer.
-No puede ser -miré la bola de cerca y la apreté un poco-, no tenían este aspecto para nada.
-Bueno, por lo que he visto en la almohada, ese es el aspecto que tienen después de pasar un rato en el estómago y volver a salir por donde habían entrado, no sé si me explico.
Para mi desgracia, sí.

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Libros de Arena y La Sombra (Madrid)
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01 noviembre 2021

Halloween 2021




Había una vez una niña
que no paraba de hablar
su madre decía: "Para", 
y era incapaz de parar.
Charlaba recién despierta,
parloteaba todo el día
y sólo por no callar
hablaba mientras dormía.
Su madre, muy preocupada,
mil doctores consultó
y ni el más sabio de ellos
una solución le dio.
La mujer, desesperada,
y con jaqueca creciente, 
decidió al fin seguir
el consejo de la gente. 
"En el bosque hay una bruja", 
repetían las vecinas,
"que todo lo soluciona,
y si no, se lo cocina". 
Una de ellas llevó un perro,
que sólo sabía morder:
la bruja le echó un vistazo 
y lo convirtió en suflé.
Otra tenía un marido
muy propenso a la violencia: 
con él hizo una paella
digna de las de Valencia. 
Y la tercera le habló
de unas ladillas voraces,
a la bruja consultó y...
mejor no entrar en detalles. 
La mujer cogió a la niña
que seguía parloteando
y se internó en el bosque
con su hijita de la mano. 
Caminaron sin descanso
durante horas eternas...
eternas como lo era
la energía de esa lengua. 
Al fin en medio del claro
dieron con la guarida
donde la malvada bruja 
iba pasando su vida.
La mujer llamó a la puerta,
salió la bruja enseguida, 
y la mujer le explicó
sus problemas y sus cuitas.
"Esta niña es un pozo, 
no, es un río de palabras,
que no deja de manar, 
bruja, ¿puedes ayudarla?"
La bruja se rascó el pandero
con sus uñas negras y largas.
"Mujer", dijo al cabo,
"te libraré de tu carga".
La mujer se echó a llorar
y corrió despavorida
no fuera a ser que la bruja
le devolviera a su hija. 
La bruja metió a la niña
en una jaulita de oro.
No le gustaban los niños
más siempre había querido un loro. 




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Todas las aventuras de la vieja y malvada bruja están a punto de convertirse en un libro precioso. ¡Consigue el tuyo antes de que sea tarde! 







02 noviembre 2020

Halloween 2020


 
La vieja y malvada bruja se levantó un día, estiró sus carnes fofas, sus huesos crujientes y sus músculos atrofiados, se rascó el pandero (luego se olió los dedos, por supuesto), abrió la puerta de la cabaña y no vio nada.
Nada de nada.
Pero nada, nada, nada. 
Todo el bosque había desaparecido, tragado por una niebla banca, densa, helada, silenciosa, inquietante.
La vieja y malvada bruja hizo una mueca que, sin duda, ella consideraba una sonrisa. A la vieja y malvada bruja le gustaban las cosas densas, heladas, silenciosas e inquietantes.
Sin embargo, cuando tomó aire con fuerza y aquella niebla inundó sus pulmones amorfos, la sensación no fue agradable, ni siquiera para sus estándares.
Tosió un poco y un largo velón púrpura resbaló desde su nariz hasta su barbilla, cayó hasta el suelo y se transformó en un duendecillo feliz.  
Oh, no, pensó la bruja, quitándose una bota y aplastando al duendecillo de un zapatazo.
Volvió al interior de la cabaña y recogió del suelo un trapo viejo, largo, negro y apestoso, de origen y antigüedad desconocida, se tapó la boca y la nariz con él y se lo anudó en la nuca, por debajo de la masa de pelos grasientos. 
La bruja salió de nuevo al bosque y se adentró en la niebla. Avanzaba casi a tientas, con las manos por delante para no golpearse con las ramas bajas de los árboles.
En un par de ocasiones se encontró con animalitos del bosque aterrados, rodeados de duendecillos felices que cantaban, bailaban, les decían "¿Estás triste? No estés triste" y les animaban a salir más, arreglarse un poquito, distraerse, hacer amigos, lo normal.
La vieja y malvada bruja estaba aterrada, y por primera vez en su vida le parecía mal.
Cuando llegó al pueblo y lo descubrió (es un decir, porque no se veía nada) envuelto en la niebla, la bruja se temió lo peor. Se ajustó el trapo viejo para que le cubriera bien nariz y boca y se adentró en las calles. No tardó en encontrarse con el primer duendecillo feliz, y pronto encontró montones, corriendo felizmente, cantando felizmente, saltando felizmente y aterrando felizmente a los aldeanos.
En la plaza, media docena de duendecillos rodeaban a la viuda oficial del pueblo y a sus doce hijos huérfanos de padre y les explicaban que si su problema era ser pobre, lo que tenían que hacer era dejar de ser pobres. ¿Por qué no dejaban de ser pobres? Cualquiera podía dejar de ser pobre si quería.
En la tahona, más duendecillos felices lanzaban puñados de harina a la panadera, mientras le gritaban, entre risas, una jerigonza absurda sobre que para triunfar en el marcado debía pensar fuera de la caja. La vieja y malvada bruja no se quedó el tiempo suficiente para descubrir fuera de qué caja.
A la lechera le gritaban que podía dejar de ser gorda si comía sano, ¿por qué no comía sano?; al cura, que no debes vestir para el trabajo que tienes sino para el que aspiras; al alcalde, que hoy puede ser un gran día si lo intentas, y al viejo lisiado que pedía a la puerta de la iglesia, que no existen las limitaciones del cuerpo, sólo las de la mente.
Llegado este punto, la vieja y malvada bruja ya no estaba aterrada, sino cabreada como una mona. Una mona cabreada. Con pulgas cabreadas. Que hubiera dormido poco y comido menos. 
Así estaba. 
Se coló en la casa del cura, agarró un taburete, un cucharón y una olla; volvió al centro de la plaza, se encaramó al taburete y empezó a golpear la sartén con el cucharón. Se retiró el trapo viejo de la cara y  cuando se aseguró de tener la atención de todos los duendecillos, gritó:
-IROS A LA MIERDA TODOS, COÑO.
Los duendecillos felices abandonaron a sus víctimas y empezaron a reunirse en torno a la vieja y malvada bruja.
-¿Estás triste? -dijo uno-. No estés triste.
La bruja lo recogió con el cucharón y lo echó a la olla.
-Serías muy guapa si te arreglaras un poquito -dijo otro, y la bruja lo pescó también.
-O si perdieras unos kilos -dijo otro-. ¿Quieres que te dé diez consejos para comer sano? 
La bruja no le hizo caso y lo echó a la olla. 
-¿Estás triste? -preguntó otro-. No estés triste.
-Puedes conseguir todo lo que te propongas...
-Sólo tienes que esforzarte.
Así, uno a uno, todos los duendecillos acabaron en la olla. La bruja la tapó con el trapo que había usado para taparse la boca.
La niebla había desaparecido, el sol había salido y se había quedado un día estupendo para hacer duendecillos a la brasa. 



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28 octubre 2019

Halloween 2019

Una mañana, la vieja y malvada bruja abrió los ojos, salió de la cama y se rascó el culo, como siempre.
Solo que algo no estaba como siempre.
La vieja y malvada bruja miró a su alrededor, preguntándose qué podía ser.
Todo parecía estar exactamente como lo había dejado la noche anterior, antes de irse a la cama.
Todo salvo...
Con un escalofrío, la bruja se dio cuenta de qué pasaba: se sentía... bien.
Simplemente bien.
¿Cómo podía haberle ocurrido precisamente a ella?
La vieja y malvada bruja no recordaba haberse sentido nunca así.
Hasta donde ella podía recordar (y la vieja y malvada bruja era capaz de recordar mucho, cuando se ponía) siempre había vivido bajo el peso de una angustia profunda, negra, insondable y eterna; un peso que lo mismo la aplastaba contra el suelo que le oprimía el pecho hasta dejarla sin respiración; una carga que la hacía sentir exhausta, drenada, vacía.
O quizá fueran gases.
Fuera lo que fuera aquello, la vieja y malvada bruja estaba tan acostumbrada a ello que apenas lo percibía ya, y solo su repentina ausencia se lo había hecho notar, igual que en verano no era consciente del tronar de las cigarras hasta que todas paraban de pronto.
La vieja y malvada bruja se recolocó las bragas de esparto. Siempre empezaban a ceder por los lados cuando las llevaba puestas más de cinco años seguidos, y hacía al menos diez que no se las cambiaba. Lo haría hoy. Quizá se pusiera unas nuevas. Quizá hasta se mudara de ropa.
La vieja y malvada bruja sacudió la cabeza.
¿Mudarse de ropa? ¿Bragas nuevas? ¿Qué sería lo próximo? ¿Bañarse?
La vieja y malvada bruja estaba perpleja. Cerró los ojos y se pellizcó.
El pellizco le dolió horrores: quizá había llegado el momento de cortarse las uñas.
¿Cortarse las uñas?
¿En serio?
¿Pero qué le estaba pasando?
Y todo porque de pronto sentía... bien.
Simplemente bien.
La vieja y malvada bruja se preguntó si así era como se sentía la gente normal. Últimamente había comido mucha de esa, y su abuela siempre decía que somos lo que comemos. ¿O era "somos los que comemos"? No estaba segura. Se sentía bien. Ya no podía estar segura de nada.
De pronto le asaltó un pensamiento terrorífico: ¿seguía siendo ella misma si se sentía como nunca antes se había sentido? ¿Y si era la angustia profunda, negra, insondable y eterna la que la hacía ser quién era? ¿Y si al sentirse bien, simplemente bien, se había convertido en otra cosa? ¿Otra cosa... sin poderes?
La vieja y malvada bruja entró en pánico.
O no.
Sorprendida, se dio cuenta de que no entraba en pánico en absoluto.
Se sentía bien, y eso era un logro, una hazaña, un récord mundial, trending topic en su ciudad ahora.
Cualquiera, incluso una vieja y malvada bruja, puede ser feliz en un momento dado.
Pero sentirse bien, simplemente bien... eso no está al alcance de cualquiera.
La vieja y malvada bruja decidió que sus poderes eran un precio muy pequeño a cambio de sentirse bien.
Simplemente bien.
Se quitó el vestido, las bragas se esparto y los calcetines y salió de su cabaña corriendo, desnuda, riéndose sola y lanzando alaridos de felicidad.
Iba a bañarse.
Ya tendría tiempo para descubrir si seguía siendo vieja, malvada y bruja.
En ese momento se sentía bien, simplemente bien, y con eso le bastaba.

29 octubre 2018

Halloween 2018

La vieja y malvada bruja
quiso sacarse un dinero
supo que había una feria
y allá fue con su puchero.
En el centro de la feria
ella montó un tenderete
y puso el puchero al fuego
y empezó a cortar filetes.
Ancas de rana,
muslos de rata,
también una araña
con todas sus patas.
Y mientras cocía
escribió un letrero:
"por una moneda
cuenco de puchero".
Pasó una señora,
pasó un caballero,
miraron con asco
a bruja y puchero.
Pasó una anciana
vio ancas de rana
y salió corriendo
sin bastón ni nada.
¡La bruja mohína
porque ella creía
ser la más mejor
en una cocina!
Pasó un pequeñajo
cubierto de andrajos
miraba el puchero
con cara de anhelo.
La bruja suspira
y sopa le da;
total, va a tirarla,
que le importa ya.
El niño se come
todo el contenido,
la bruja lo observa
comer entre gruñidos.
Termina el primero,
un segundo y un tercero;
la bruja le ofrece
cucharón y puchero.
Se lo come todo,
apura y rebaña,
¡está tan delgado
y tiene tanta gana!
La bruja lo mira,
medita y cavila
si llevarlo a casa
y darle más comida.
Está tan flaquito
ese pobre niño...
necesita comida
y necesita mimos.
Con mucho cuidado
engorda seguro...
¡y entonces la bruja
se lo come crudo!


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30 octubre 2017

Halloween 2017

La vieja y malvada bruja salió una noche a dar un paseo. 
Era la noche perfecta: caía a chorros una lluvia helada y el viento, intenso y demencial, hacía inútil el uso del paraguas. 
La bruja avanzó trastabillando, unas veces hundiéndose en el barro hasta las rodillas, otras, desgarrando sus maltrechas ropas entre las zarzas. 
Zarandeada por la furia de los elementos, de pronto sintió algo en donde creía que tenía el pecho.
Es que hacía mucho tiempo que no miraba. 
¿Qué era aquello? 
Podría ser... ¿felicidad? 
Y entonces se colocó en cuclillas, y puso un huevo. 
¡Oh...!
Era la primera vez que le pasaba algo así, y se quedó bastante pasmada.
Después de observarlo con la boca  abierta durante unos minutos lo recogió con cuidado y se lo llevó a su cabaña, dónde lo observó con la boca abierta durante varios minutos más. 
¡Había puesto un huevo! 
Con él todavía en la mano, rebuscó entre los cajones de la cocina hasta dar con una espátula: hacía más de diez años que no se quitaba la blusa para nada, e iba a necesitar ayuda para separársela del cuerpo. Cuando lo consiguió, se puso el huevo donde, ahora sí, sabía que estaba su pecho y volvió a colocarse la blusa, tapándolo con una actitud que podría, en determinadas circunstancias y siendo muy optimista, parecerse al amor. 
Lo llevó ahí durante meses y meses y meses y meses y meses y meses y meses; tantos que la blusa había vuelto a fusionarse en roña con su piel. Prácticamente se había olvidado de él cuando una mañana se oyó un crack, y apareció una cabecita entre los pliegues acartonados de la tela. 
¡Un dragoncito! 
La bruja se puso muy contenta. No era su primer dragón (ya había tenido mascotas antes), pero si era la primera vez que tenía uno de un huevo propio. 
La bruja lo tomó en brazos, emitió un sonido parecido al de una bisagra oxidada, que pretendía ser un arrullo, y se dispuso a cuidarlo con todo el mimo posible, dadas las circunstancias de su chispeante personalidad: lo alimentó con gusarapos del pantano, le tejió ropita de esparto y alambre, lo bañó con ácido de batería, lo acostó entre sábanas de lija y le cantó todo el heavy metal que recordaba de su juventud, allá por 1123. 
Digámoslo ya sin rodeos: la bruja estaba chocha con su dragoncito. Le parecía que no había ser más perfecto sobre la faz de la tierra salvo, quizá, la rata topo desnuda, cuya existencia la bruja envidiaba secretamente. Bien pensado, la rata topo desnuda era un ser subterráneo, así que sí: su dragoncito era sin duda el ser más perfecto sobre la faz de la tierra. 
El dragoncito no parecía descontento con la bruja, pobrecito mío. Una tarde, mientras estaban jugando a saltar en la cama mientras hacían malabares con cuchillos, el dragoncito clavó en la bruja sus ojos vidriosos y dijo del tirón sus primeras palabras. 
-Te quiero mucho, mamá. 
La bruja dejó de saltar, impresionada. 
Quizá el maldito bicho no fuera tan perfecto, después de todo.

28 octubre 2016

Halloween 2016

Había una vez una bruja
que se llamaba Tocomojo.
Estaba detrás de un matojo,
puso los pies en remojo,
le entró agua en un ojo
y se le puso muy rojo.
-¡Buaaaaa! -gritó Tocomojo.
Pasaba por allí un gorgojo,
y aunque era cojo
y un poco flojo
le dio pena Tocomojo.
Y le dijo:
-¿Que te pasa, Tocomojo?
-¡Que estaba detrás de un matojo,
he puesto los pies en remojo,
me ha entrado agua en el ojo
y se me ha puesto muy rojo!
Y le respondió el gorgojo:
-¡No llores, Tocomojo,
que yo te soplo en el ojo!
¡Fffffffffffiiii!
Y así fue como el gorgojo
ayudó a Tocomojo
a que no le picara el ojo.
-Gracias -dijo Tocomojo-
por soplarme en el ojo
con tanto arrojo,
¡no está mal para ser cojo
y un poco flojo,
gorgojo!



Este cuento ha sido un éxito instantáneo; tanto, que ya han hecho la película:











30 octubre 2015

Halloween 2015

-Mamá, pinta una bruja, favor. 
-Mira. 

-¡No, así no! ¡Una bruja buena!
-Esta es buena. 
-¡No es buena! ¡Es fea!

La bruja apagó la bola de cristal de un manotazo. El que escucha lo que no debe se arriesga a oír cosas que no le gustan, se recordó a sí misma. Aún así... estaba indignada.
¿Qué tendrá que ver ser mala con ser fea?
La bruja rebuscó en el armario hasta dar con un espejo. Estaba roto, por supuesto: a todas las brujas, cuando se compran una casa, sus madres les regalan un espejo roto para que les dé malvada suerte. La bruja miró su rostro separado en mil pedazos. Desde luego... Si  era cierto eso de que a los feos no les queda más remedio que ser simpático, ella era simpatiquísima.
Pero no lo era. Era más bien tirando a mala. Comía niños, secuestraba princesas, maltrataba príncipes, entrenaba dragones... Una vez incluso tiró una bolsa de basura orgánica al contenedor amarillo, aunque luego se arrepintió mucho y nunca más lo volvió a hacer.
La otras brujas la miraban con respeto y buscaban su consejo. No es que lo encontraran, pero eso es lo de menos. Los aldeanos temblaban cuando la veían. Bueno, puede que eso fuera porque en la dichosa aldea hacía siempre un frío espantoso. Las hadas le habían jurado odio eterno; las hadas es que son muy de odiar. Cientos de príncipes habían intentado matarla solo para demostrar su hombría, sin éxito en la empresa, obviamente.
Sí, la bruja era mala. Muy mala.
Pero no era mala por ser fea.
Lo de ser fea era, simplemente, un plus.

31 octubre 2014

Halloween 2014

La Vieja y Malvada Bruja se sentía un poco sola últimamente.
Quizá una mascota me haría compañía, pensó, así que se fue a lo más alto de la más alta torre y secuestró a un dragón.
Había allí también una princesa, y no le hubiera importado quedársela también como mascota, pero empezó a hacer muchos aspavientos, y a darle besos y abrazos y a ponerse a sus pies y a agradecerle que la hubiera salvado de tan horrible monstruo. La bruja se lo pensó menor y decidió llevársela, sí, pero para merendar por el camino.
El dragón, que dijo llamarse Molón, se adaptó perfectamente a la vida en la cabaña de la bruja:

El dragón Molón
Se levanta con ilusión
Desayuna cacao
Para hacerse mayor
Va a la guarde muy contento
A aprender un montón
A la hora de comer
Usa siempre tenedor
Termina y duerme una siesta
Tumbadito en su colchón
Por la tarde sale al parque
A jugar con un balón
Va después directo al baño
Con espuma de jabón
Cena mucho y toma leche
Que se bebe de un tirón
Y a la cama, que ya es hora
Ten dulces sueños, mi amor

Me estoy ablandando, piensa la Vieja y Malvada Bruja mientras calienta en el microondas unos restos de princesa que se ha encontrado en la nevera.

30 octubre 2013

Halloween 2013

La bruja ha vuelto a mirar la bola de cristal y sigue viendo lo mismo que la última vez, y encima peor porque cuando llueve la wifi le va fatal.
Está mosqueadísima.
¿Qué le pasa a la gente del futuro? ¿Es tonta o qué? ¿No se dan cuenta de que así no van a ningún lado?
La vieja y malvada bruja ha metido la bola en el cajón de los calcetines disparejos y los tangas que se clavan, lo ha cerrado con llave y luego se la ha tragado.
Estaba correosa, pero se dejaba comer.
La vieja y malvada bruja ha decidido olvidarse de la gente del futuro y deleitarse en los recuerdos del pasado.
Aquí van...


La vieja y malvada bruja
siente algo en su interior,
como un vacío que crece,
como un molesto picor.

Presa de terrible angustia
la bruja sale a buscar
un remedio que sus males
sea capaz de curar.

Busca por llanos y montes,
por desiertos y ciudades,
busca por reinos remotos,
también por las vecindades.

Llegada a un claro del bosque
la bruja no puede más:
"No encontraré mi remedio,
estoy destinada a penar"

La lágrima de la bruja
cae sobre una flor,
un rayo de luna la toca,
empieza a oírse un tambor.

Son los cascos de un caballo
que se acerca a paso presto:
"Soy un unicornio", dice,
mostrando su cuerno enhiesto.

"He oído tus lamentos,
tu tristeza y tu penar,
vengo a concederte un deseo
que te los pueda aliviar"

La bruja mira al caballo,
mira su brillante cuerno,
piensa en su angustia que crece,
y dice...





"...caramba".

26 octubre 2013

Esto es jalogüin! Esto es jalogüin! Jalogüin! Jalogüin! JA-LO-GÜIN!

Se acerca Halloween, y todos sabemos lo que eso significa: un montón de gente quejándose de que eso es una americanada.
Todos los años lo mismo.
Y no entiendo por qué: la patata, el tomate, el maíz, el chocolate y los pantalones vaqueros también son americanadas, y oigo a nadie quejarse hasta que se le quedan pequeños y tiene que dar saltitos para que entren y poder abrocharse el botón.
Que no lo digo por mí, lo digo por una amiga que le ha pasado...
Halloween.
Esta año la cosa está muy chunga, pero para disfrazarse y hacer el tonto no hace falta mucho dinero: con aproximadamente tres euros vamos que zumbamos.
Y como os conozco y a la primera de cambio me salís con excusitas, esta vez ni siquiera hay que coser.
Estoy que me salgo.

Necesitamos:

Una víctima propiciatoria hija dispuesta a disfrazarse con lo que le vayas a hacer. La hija tiene que ser los bastante mayor como para tenerse en pie, pero no lo bastante como para darse cuenta de que le estás tangando con un disfraz casero cuando ella lo que quiere es uno de princesa de los que se compran.

Tul. El tul es esa tela que parece rejillita.

El tul tiene dos ventajas: es barato (1,55 € el metro me costó a mí) y no hay que coger dobladillos. La cantidad depende del tamaño de la víctima hija, yo solo he necesitado un metro. 

Cinta elástica; no me acuerdo de cuanto me ha costado pero en los todoacién hay. La cantidad depende de la cintura de la víctima hija.

Tijeras

Dos alfileres.

Lo primero es saber el largo de la falda; para eso lo más fácil es medir el largo de otra falda.
Ese largo, al que llamaremos Pepito, lo multiplicamos por dos y le sumamos cinco: al resultado lo llamaremos Manolito.
Está clarísimo.
¿no?
Da igual.
No tiene que ser exacto.
Ahora tenemos que doblar la tela sobre sí misma hasta dejarla en unos cinco centímetros de ancho y Manolito de largo, y la sujetamos con unos alfileres.

Si sois de esas personas que no tienen costurero en casa, os compadezco podéis usar una pinza de las de tender la ropa.
Si tampoco tenéis pinzas para tender la ropa, por favor, enviadme el nombre y el teléfono de vuestra madre a lorzagirl@gmail.com, que le tengo que decir un par de cosas sobre la educación que os ha dado.
Lo siguiente es meter la tijera por todos lados como si no hubiera un mañana.

No hace falta que quede perfecto: al contrario, cuanto más imperfecto más rizadito queda luego.

Tampoco os paséis, ¿eh? Que estamos haciendo una falda, no un nido para un hámster.
Ha llegado el momento de coger a nuestra víctima hija, o, en este caso, anónimo voluntario y rodear su esbelta figura con la cinta elástica.

Si la víctima hija se deja se le puede dar un beso en el ombligo. Aprovechad para dar besos en el ombligo mientras podáis, que el tiempo pasa volando y antes de que os deis cuenta os está gritando

"¡¡¡J*D*R MAMÁ QUÉ HACES QUE ESTOY EN UNA ENTREVISTA DE TRABAJO Y NO ES MOMENTO!!!". 

Hijas... ¿Quién las entiende?
Marcamos y cortamos.
Como os prometí que no hacía falta coser, hacemos un nudo.

(Aunque queda más mono si cosemos...)

Esto no es obligatorio, pero os será mucho más cómodo seguir si estiráis la cinta elástica... esto es una de esas cosas de uso misterioso que vienen en la caja cuando compras un microondas.

Cogemos una de nuestras tiritas de tela, la doblamos por la mitad, y la atamos sobre la cinta elástica así:



No se ve una m**rd*, ¿no?
Bueno, atadla como buenamente podáis, que os lo tengo que explicar todo.
Apretamos.

Repetimos.
Repetimos.

Repetimos...
Unos cien "repetimos" más tarde, el resultado es este:
Esta faldita, dependiendo del largo, el color y los complementos, sirve para disfrazarse de todo: princesa, hada, bruja, sol, animalito o bichito de cualquier tipo... os pongo un ejemplo con el único fin de humillar a nuestro voluntario.

Antes de que alguien me diga "esto lo has sacado de...": hay un millón de tutoriales con variantes de este disfraz: intentar encontrar el origen es como buscar al creador de la tarta de galletas. Yo en concreto saqué la idea de este vestido; y más concretamente de su precio.
 -¿40 eurazos? -me dije-. ¡Si esto lo hago yo en dos patás!
Y así supe que mi transformación en madre había sido completa.

31 octubre 2012

Halloween 2012

-Lorz, esta noche es Halloween.
-¡Qué bien! ¿De qué vamos a disfrazar a Bebé-chan?
-No sé... de víctima de una herencia genética desgraciada. 
-¿Y eso cómo se hace?
-Con lo que lleva puesto le valdrá.
-Ah... ¡OYE!
-Hoy toca post de Halloween.
-¡¡¡M* C*G*N L* P*T*!!!
-Te lo dije.


En el capítulo anterior...
La vieja y malvada bruja recoge ingredientes para hacer un hechizo. M**d*, todavía no había dicho que era para un hechizo, ¿verdad? Pues era para eso. Ya no hace falta leer el capítulo de este año. Si llego a saberlo ni lo escribo ni nada, que me cuesta mucho pensar. 


La vieja y malvada bruja esperó pacientemente a que la hoguera se apagara. Luego esperó un poco más, por si acaso. Entre los círculos más secretos de las brujas más oscuras corría el rumor de que el fuego lo desinfecta todo. La bruja podía permitirse un par de dedos quemados o tres, si la ocasión lo requería, pero, ¿un par de dedos desinfectados o tres? ¡Por favor! ¡La bruja tenía reputación!
Cuando estuvo segura de que en la chimenea no quedaban más que cenizas frías las recogió con mucho cuidado y las echó al caldero. Después empezó a echar el resto de los ingredientes: las pasas, la zanahoria, las lágrimas, la canela... Lo removió todo bien hasta formar un mejunje repugnante, y lo metió en el microondas, que a esas horas no le apetecía volver a encender la chimenea y además tenía prisa.
Sólo cuando el microondas empezó a chisporrotear se dio cuenta la bruja de que había usado el caldero metálico otra vez. Un día de estos el microondas le iba a dar un disgusto. Mientras tanto, el chisporroteo le daba al hechizo un toque de espectacularidad muy interesante. Era una pena que en ese momento no tuviera a una princesa o a un huerfanito secuestrados, para completar el cuadro...
Pasados los cinco minutos de rigor, el microondas dejó de girar y se apagó. La bruja lo abrió con cuidado, y sacó el caldero en medio de una espesa nube de vapor. Lo soltó encima de la mesa, esperó a que el vapor se disipara y... allí estaba, reposando en el fondo del caldero como un huevo en un nido, una bola de cristal perfectamente esférica, perfectamente transparente y perfectamente mágica.
La bruja sacó la bola y la sostuvo con la mano izquierda mientras hacía complicados gestos con la derecha, como si espantara moscas imaginarias, hasta que la bola empezó a brillar.
¿Habría funcionado?
La bruja acercó la nariz a la bola. Sí, allí estaba, su cabaña en mitad del bosque. Hizo otro gesto, y la vista se desplazó hasta el pueblo. Era de noche y el pueblo dormía, con la luna de testigo.
Que aburrido.
La bruja hizo un gesto y en la esfera la luna se puso rápidamente para dar paso al sol. Las puertas de las casas empezaron a abrirse a medida que la gente salía para trabajar en el campo. Luego se abrieron las tiendas, y las señoras del pueblo empezaron su ir y venir con enormes cestos de esparto colgados de los brazos.
La bruja resopló. Para ver eso no tenía más que andar al pueblo. Hizo otro gesto y las figuritas empezaron a andar más deprisa, hasta convertirse en un borrón. La luna y el sol empezaron a sucederse a toda velocidad, y a medida que pasaron los minutos, el mismo pueblo empezó a moverse. Las casas cambiaban de color a medida que con los años la pintura envejecía y era sustituida por una capa nueva. Un ejército lo quemó todo a su paso, y  nuevos edificios se levantaron en su lugar. Algunas casas de madera dejaron paso a casas con un zócalo de piedra, luego toda la planta baja, luego toda la casa. Las fachadas se combaron y los tejados se hundieron cuando una enfermedad asoló a la población y no quedó nadie para hacer reparaciones. Muy pronto, sin embargo, las figuritas de los aldeanos volvieron a llenar la plaza con un mercado, uno enorme, con tenderetes que vendían mercancías traídas de todo el mundo. Las casas crecieron en altura, el pueblo se extendió, comiendo poco a poco terreno al bosque. Nuevas guerras, nuevas enfermedades, nuevas hambres... y el pueblo remontaba otra vez. El bosque desapareció del todo, dejando paso a unos edificios enormes de ladrillo, con chimeneas altísimas de las que salía un humo negro y espeso. Los aldeanos pasaban allí el día, el lugar de en el campo. La vida parecía más fácil trabajando a cubierto, sin embargo la bruja no tardó en darse cuenta de que todo seguía igual: hambre, enfermedades, y encima ese humo negro tan feo.
La bruja arrugó la nariz. Aquello no le gustaba, y empezaba a enfadarse con los diminutos aldeanos del futuro que veía en su bola de cristal. Otro gesto, para avanzar más deprisa. Los aldeanos, enfadados por las mismas cosas que disgustaban a la bruja, se organizaban y conseguían cambios poco a poco. La aldea seguía cambiando, sin darse cuenta ya era una ciudad. Las calles eran anchas y el suelo estaba cubierto de baldosas, los árboles habían irrumpido de nuevo, y las casas, tan altas que tocaban el cielo, tenían un exterior de cristal.
La bruja sonrió satisfecha. Hoy no, ni mañana, pero parecía que a la larga los aldeanos conseguirían ser muy felices. Y a la bruja le gustaba que los aldeanos fueran felices: le daba mejor sabor a la carne.
Para asegurarse, hizo un gesto y la bola le enseñó la aldea más de cerca. La bruja paseó la mirada entre los edificios de cristal y vio...
Vio aldeanos rebuscando en la basura para encontrar comida.
Vio aldeanos que se ponían enfermos y no tenían a nadie que les cuidara.
Vio aldeanos enfadados, que querían arreglar las cosas y no lo conseguían.
La bruja no entendía nada. Después de todo por lo que había pasado la aldea, después de todas las luchas, después de haber creado un lugar tan bonito para vivir, las cosas seguían igual.
¿Cómo era posible?
La bruja miró la bola y sólo encontró una explicación:

el estúpido cacharro estaba estropeado.



¿Continuará?





-Lorz...
-No te preocupes, ¡esta vez lo tengo todo previsto!
-¿Ya sabes cómo será el capítulo del año que viene?
-No, aún mejor. ¡El gobierno dice que no hay dinero para el 2013!
-Pero... ¿y eso que tiene que ver?
-¡Que no podrán comprar un año nuevo! ¡Será 2012 para siempre!
-No creo que hayas entendido muy bien la noticia, Lorz.
-Claro, claro, siempre soy yo la que no se entera.






30 octubre 2011

Halloween 2011

31/10/2010
-Lorz, lo que has escrito de la bruja no tiene final.
-Ya lo sé, lo quiero continuar el año que viene.
-¿Me vas a tener un año sin saber cómo sigue? Jo, cuéntamelo.
-No puedo, no tengo ni idea.
-¿Y qué vas a hacer?
-Bueno, tengo un año para pensarlo, ya se me ocurrirá algo.

30/10/2011
-Lorz, mañana es Halloween.
-¡¡¡ME C*G*NL*P*T*!!!
-No tienes ni idea de cómo seguir, ¿verdad?
-Bueno, algo se me ocurrirá.



En el capítulo anterior...
La vieja y malvada bruja se hace pasar por una vieja y malvada bruja de mentira para conseguir un plano que necesita para sus malvados planes de vieja y malvada bruja de verdad.

La bruja corrió por el bosque con el Libro Secreto apretado contra el pecho para protegerlo de cualquier peligro que se pudiera presentar. Las uñas largas y amarillas de sus pies dejaban pequeñas marcas en el suelo cada vez que se hundían en la tierra húmeda, dejando tras de sí un rastro de pequeños paréntesis a medida que avanzaba.
Al entrar en la cabaña cerró la puerta detrás de sí. Sin apenas pensarlo, se quitó de la cara los restos de los desgraciados insectos que había atropellado en su carrera. En otras circunstancias los habría recogido con mimo para preparar un escabeche o saltearlos con un poco de ajo; esa noche, en cambio, tenía cosas más urgentes que hacer. Encendió un par de velas, y después, descontenta con el resultado, encendió todas las que tenía, y también la chimenea, y empujó su maltrecha mesa de tres patas al punto más iluminado de la estancia. Con dedos templorosos abrió el Libro Secreto y se encorvó sobre él para estudiarlo.
Falso, sin duda. Deliciosa y maravillosamente falso. La Arcana lo había fabricado ella misma, con la hoja de un cuaderno, tinta de colores y purpurina. Muchísima purpurina. La vieja y malvada bruja se había preguntado muchas veces de dónde habría sacado la Arcana tantísima purpurina: parecía como su hubiera metido un hada en el molinillo del café y le hubiera sacado el juguillo a base de bien.
La bruja se permitió a sí misma una sonrisa. No era una sonrisa bonita, ni agradable. De hecho, un observador ajeno podría haber pensado que, más que una sonrisa, la bruja estaba sufriendo un retortijón. La falta de práctica es lo que tiene. Ajena a lo que otras hipotéticas personas pudieran hipotéticamente pensar, la vieja y malvada bruja disfrutó de su sonrisa unos tres segundos antes de recolocar sus músculos faciales en el rictus que le era habitual.
Llevaba meses buscando todos los ingredientes que necesitaba para la Muy Terrible Pócima de la Horrendidad Inmunda; varios de esos meses los había desperdiciado buscando un cuerno de unicornio que, finalmente, resultó ser un nombre metafórico para las zanahorias. Después de eso, no había tardado en comprender que los ojos de rana eran pasas, los sesos de mosca eran pasas, y los riñones de murciélago eran pasas. También. A estas alturas la bruja estaba de los nombres metafóricos hasta el piticlín, metafóricamente hablando. Es decir, la vieja y malvada bruja no tenía piticlín, aunque llevaba tanto tiempo sin darse un baño que es posible que lo tuviera y no lo recordara.
Otros ingredientes habían resultado ser menos metafóricos. El "brillo de la luna sobre la charca de las ranas en una tarde de verano" había sido difícil de conseguir. La "doncellez robada de la princesa" la había acabado sustituyendo por un poco de canela en rama después de darla por imposible. Las "lágrimas de un político honrado" habían requerido de toda su inventiva: inscribió a una cabra para las elecciones del pueblo, y después la puso a pelar cebollas hasta tener lágrimas suficientes.
Y ahora, el último ingrediente: "las cenizas de las fantasías robadas de una anciana ingenua".
La vieja y malvada bruja cogió el Libro Secreto, lo arrugó entre sus manos y lo arrojó a la chimenea.
Viéndolo arder supo que estaba a punto de conseguirlo.

Continuará....





-Pero Lorz, ¿te das cuenta de que el año que viene tendrás el mismo problema?
-No importa, falta muchísimo para el año que viene.

31 octubre 2010

Halloween 2010

-Era una noche oscura de tormenta. El viento agitaba las copas de los árboles, las negras nubes de tormenta arrojaban trombas de agua helada, rayos y centellas...
-¿Rayos y centellas no son la misma cosa?-preguntó la vieja y malvada bruja.
La Arcana de las Brujas levantó los ojos del Libro Secreto para buscar el origen de aquella voz aguda e irritante que la había interrumpido en lo mejor de la historia.
Con sus ojillos de araña recorrió las doce caras de las brujas del pequeño aquellarre.
-Por supuesto, tenía que ser ella -dijo en cuanto llegó al punto en el que estaba sentada la vieja y malvada bruja.
No sabía por qué la seguían invitando a las Reuniones Secretas de Plenilunio en el Claro del Bosque Junto a la Peña con forma de Cabrito.
Es decir, es cierto que reunía todos los requisitos y pagaba su cuota como todas, pero era tan... auténtica. A veces la Arcana sospechaba que los harapos eran de verdad. Y el olor corporal... No parecía de la misma marca que el que compraban el resto de la brujas. A decir verdad, daba la impresión de que no era comprado en absoluto, y algunas de las chicas pensaban que era, digamos, de fabricación casera.
Para rematar, no parecía tomarse en serio el Libro Secreto. En ocasiones se había dormido mientras la Arcana leía, y otras daba la impresión de reírse por lo bajo. Y todas esas preguntas estúpidas...
-No son la misma cosa, Hermana en la Oscuridad, las centellas son como los rayos, pero más pequeñas.
-¿Más pequeñas?
-Exacto.
-¿Y cómo se mide el tamaño de un rayo? ¿Por la altura? ¿Por el ruido? O, no, espera, debe ser por los voltios...
-Esas cuestiones han de ser decididas por seres que han alcanzado un nivel superior de sabiduría -anunció la Arcana poniendo su voz trascendental.
-¿Lo qué?
-Hombres -, le aclaró una de las brujas del fondo. La Arcana le lanzó una mirada de odio. A la hija de la lechera le faltaba un hervor, como a la leche que vendía.
-¿Podemos seguir con la lectura del Libro Secreto o no?
-Mujer, muy libro no es: es un folio doblado por la mitad. Deberíamos llamarlo el Folleto Secreto.
-De Secreto nada, nos lo sabemos todas de memoria, como lo lee en cada Reunión Secreta de Plenilunio en el Claro del Bosque Junto a la Peña con forma de Cabrito...
-Ahora que lo mencionas -terció otra de las Hermanas en la Oscuridad-, a mí no me parece que tenga forma de Cabrito. De Boñiga, a lo mejor, pero de Cabrito nada.
A la Arcana se le estaba acumulando la presión sanguínea sobre el párpado del ojo derecho, que temblaba ligeramente.
-¿Queréis que sigamos con el Aquelarre o qué?
Un par de voces murmuraron "¡o qué! ¡o qué!" por lo bajo, y después el silencio volvió a reinar en el círculo.
-Bien... -la Arcana recuperó su voz trascendental- rayos y centellas surcaban el cielo, trazando brillantes telas de araña...
-En realidad -interrumpió la vieja y malvada bruja-, las telas de araña suelen tener un diseño matemático, casi diría que geométrico.
-Además si te pica una araña te dan ganas de vestir de licra -añadió la hija de la lechera, con la sonrisa satisfecha de quien cree estar aportando una pieza vital de información.
-Así nunca conseguiremos convocar a los espíritus...
-Mejor, que lo mismo quieren también bollos y sólo he traido una docena -terció la Hermana en la Oscuridad a la izquierda de la Arcana, de profesión panadera.
A la Arcana se le acabó la paciencia.
-¿Pues sabéis lo que os digo? Que renuncio -y se quitó la Capucha Ritual-. Que os den pomada. Me voy a mi casa, que es muy tarde, hace mucho frío y una ya tiene una edad para estar aguantando tonterías.
-Jo, no te enfades...
-Y el Libro Secreto se lo podéis meter a la Peña con Forma de Cabrito por el [suprimido por taco].
La ex-Arcana arrojó la hoja de papel al suelo y se marchó. La noche era oscura y al momento desapareció tragada por los árboles que rodeaban el claro.
-¿Qué hacemos ahora?
-Pues yo he traído unos bollos...
Las Hermanas en la Oscuridad encendieron una fogata y se sentaron alrededor para comerse los bollos mientras charlaban sobre las pequeñas cosas de la aldea.
Distraídas, ninguna de ellas notó como la vieja y malvada bruja se apartaba del grupo para recoger del suelo el Libro Secreto.
La vieja y malvada bruja echó un vistazo rápido al texto y sonrió satisfecha.
Ahora que era suyo nada podría detenerla.

30 octubre 2009

Halloween 2009

Una mañana, la vieja y malvada bruja decidió salir a dar un paseo.
Hacía un día estupendo: el cielo estaba oscurecido por negras nubes de tormenta, de las que escapaban rayos como arañas de luz. La lluvia caía como una cortina, pero el viento, que soplaba con fuerza, la hacía moverse en todas direcciones, haciendo inútil cualquier intento de cubrirse con un paraguas, y el frío era tan intenso que se metía en los huesos y no salía de allí durante días.
La vieja y malvada bruja estaba encantada.
Se puso su mejor par de botas, que sólo tenían un agujero en la suela de la bota izquierda, el vestido negro, cuya cola irregular arrastraba un par de metros por el suelo, y se dejó el pelo suelto, para que al salir al exterior se cargara de electricidad estática y se levantara en todas direcciones. Sonriendo, tomó su sendero favorito para los días de lluvia, una zona arenosa, cubierta de malezas, que en días como este se convertía en un pequeño pantano.
Cuando había avanzado por el fango durante casi media hora, y el ruedo de su vestido estaba cubierto de lodo hasta la altura de las rodillas, la bruja oyó una voz:
-¡Hermosa doncella! -decía la voz- ¡ayudadme!
La bruja miró a su alrededor. Había pensado cenar su otro par de botas, pero si había una doncella cerca podía dejar el par de botas para otro día. Sin embargo, por más que miró, no vio nada.
-¡Hermosa doncella! -repitió la voz-. ¡Si vos! ¡La que sois verde!
La bruja volvió a mirar a su alrededor, pero ni rastro de doncellas. Lo que si vio fue un escarabajo pelotero, del tamaño de un plato de café, que le miraba con insistencia. La bruja se relamió; no es que fuera tan sabroso como la doncella, pero a la plancha con unas patatas rancias y unas zanahorias con pelusa seguro que sabía bien.
-¡Dejad de mirarme como una alelada, joder!
-¡Un escarabajo que habla!
La bruja estaba muy decepcionada. Todo el mundo sabe que no se debe intentar comer a los animales que hablan: ¡hablan y hablan hasta que están bien cocidos! Los peores son los unicornios. Menudos plastas.
-No soy un escarabajo -dijo el escarabajo, y suspiró-. Soy un príncipe encantado.
La bruja volvió a sonreír. Un escarabajo que habla es una cosa. Un príncipe que habla es un manjar delicioso, especialmente si lo que dice es inteligente.
-Eh... no sé si alguien te lo ha dicho, pero para ser un príncipe te pareces bastante a un escarabajo pelotero.
-Lo sé -dijo el escarabajo, y suspiró otra vez. A la bruja empezó a preocuparle que fuera asmático-. Fui hechizado.
-¿En serio? Había oído que se podía hacer... no es que me haya colado en casa de la bruja que vive en el bosque de al lado y la haya estado espiando escondida en un armario, ¿eh? Yo no haría eso. ¡No ha podido demostrarse nada! Pero siempre he tenido curiosidad por saber cómo se hace.
-Fue con una terrible pócima.
-Eh... ¿y no tendrás la receta, por casualidad?
-Amable doncella, ojalá fuera así, pues podría fabricar el antídoto.
-¿A quién lagartijas le importa el antídoto?
-Sí, ¿qué importa un antídoto que jamás estará a mi alcance? Pero por suerte hay otra forma de que vuelva a ser príncipe.
-¡Un delicioso príncipe!
-Ejem... querréis decir un apuesto príncipe.
-Lo que sea. Di.
-Si una hermosa doncella me besara o besase dejaría de ser un escarabajo y volvería a ser un príncipe.
-Pues vamos listos. A ver de dónde sacamos una hermosa doncella ahora.
-Oh, cuán modesta y recatada.
-¿Dónde?
-¡Vos misma!
-¿Hermosa?
-Y modesta.
La bruja suspiró. Parece que este no era de los príncipes inteligentes.
-¿Y si en vez de devolverte a tu cuerpo me dices dónde está, y yo voy y lo busco y si eso ya te llamaré?
-No creo que funcione, francamente.
-¿Así que si no te beso…?
-Nunca recuperaré mi cuerpo.
La bruja se decidió rápidamente. A fin de cuentas sólo era un escarabajo, no podía ser tan malo. Si hubiera tenido que besar al apuesto príncipe (puag) habría sido otra cosa. Iba a decirle al escarabajo que bueno, que vale, cuando este le interrumpió.
-Entiendo vuestras dudas, oh hermosa doncella. Mi aspecto no es muy tentador. Pero si me besaras o besases las cosas serían muy diferentes. Mi cuerpo se transformaría en un príncipe tan apuesto que os enamoraríais de mí sin remedio, como yo ya lo estoy de vos. Os llevaría al castillo sobre mi hermoso corcel, y nos casaríamos esta misma tarde, para pasar el resto de nuestras vidas felices y comiendo perdices. ¿Qué me decís, oh hermosa doncella?
-Creo que te estás precipitando.
-No, no. Precipitarme sería si antes de la boda pretendiera conducirte al tálamo nupcial, donde la felicidad conyugal se consumaría gracias a mi entrenado y enorme miembr…
-Vale, vale, no sigas, que me hago una idea.
-Entonces, ¿deseáis compartir conmigo una vida de amor y felicidad? ¿Qué me decís?
-Estooo… ¡¡¡Y UNA MIERDA!!!

30 octubre 2008

Halloween 2008

En capítulos anteriores...

La vieja y malvada bruja estaba agachada junto al fuego, removiendo el contenido de su caldero con el viejo cucharón cuando oyó un ruido muy desagradable que provenía del suelo.
Miró hacia abajo y se dio cuenta de que las uñas de sus pies estaban un poco largas. No demasiado para el gusto de las brujas en general, pero sí para el de la vieja y malvada bruja, a la que le molestaba que las uñas rompieran la parte delantera de las botas forradas de metal y arañaran el suelo de pizarra.
Con un suspiro soltó el cucharón oxidado dentro del caldero y rebuscó entre los cajones hasta encontrar la cizalla. Con ella en la mano salió al exterior de la casa, se sentó en el escalón de la puerta y se quitó las pesadas botas.
Ahora que veía las uñas de cerca se daba cuenta de que sí que estaban un poco largas. Y amarillentas. Y llenas por dentro de una mugre negruzca y pelusas de calcetín.
A la bruja se le hizo la boca agua sólo de verlas, y se puso a cortar mientras pensaba en qué tipo de salsa podría cocinarlas.
Las del pie derecho se dejaron cortar bien, pero al cortar la del dedo gordo del pie izquierdo el cascarón salió disparado y se perdió en la espesura del bosque.
Sería mejor que fuera a asegurarse de que no había apuñalado a un ciervo, se dijo la bruja, y se puso en marcha sin pararse a ponerse las botas ni nada.
Caminó un rato en la dirección que creía que había tomado el cascarón, hasta encontrárselo clavado en la corteza de un árbol. La bruja se acercó y se dio cuenta de que había arrastrado algo en su trayectoria: atrapada entre el cascarón y el árbol, un hada trataba de zafarse con escaso éxito. Era tan pequeña que habría cabido en la mano de la bruja, pero se debatía con tanta furia que había esparcido polvo de hada por todo el claro.
La bruja se apresuró a quitarle el cascarón y a cogerla con sumo cuidado entre las manos, que de inmediato se cubrieron de purpurina dorada.
-Gracias por salvarme -dijo el hada con su cantarina voz-. Y como muestra de agradecimiento voy a concederte un deseo. Dime, ¿qué puedo hacer por ti?
La bruja se lo pensó un buen rato antes de contestar.
-Depende -dijo-. ¿A qué sabes?

31 octubre 2007

Halloween 2007

En episodios anteriores...

Hay momentos en los que hasta la más malvada de las brujas siente el imperioso deseo de pedir una pizza. Precisamente por eso la malvada bruja no tiene teléfono: para evitar tentaciones.
Pero en esa oscura noche y en ese oscuro bosque la bruja malvada se maldecía a sí misma; hacía días que no comía más que sapos y culebras y su estómago empezaba a pedirle algo más tierno, a ser posible un algo rubio y de mejillas sonrosadas. Una princesa, tal vez, la bruja había oído que las princesas, especialmente las que estaban a punto de encontrar a su amor verdadero, eran realmente deliciosas asadas en el jugo de su propio vestido.
Por supuesto la bruja era consciente de que era muy difícil que cualquier cosa rubia y de mejillas sonrosadas, y menos una princesa, apareciera mágicamente en su casa; no, si quería algo de comer iba a tener que buscarlo ella misma.
Hacía años que la malvada bruja no se acercaba a la aldea y no sabía qué ponerse. Mientras miraba su reflejo un tanto oblongo y cabeza abajo en el cucharón se dijo a sí misma que no le vendrían mal unas cuantas verrugas de más, así que decidió que de camino a la aldea tendría que recoger algunos gusarapos para hacerse un ungüento.
La bruja abrió la puerta con la decisión del que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, y se encontró en el umbral a una joven princesa, con sus zapatitos de cristal y todo.
La bruja se arrepintió inmediatamente de no haber deseado que viniera ya cocinada. La joven princesa empezó a contarle una larga historia llena de desdichas que a la bruja no le importaban en lo más mínimo. La malvada bruja la miraba con la boca abierta, sin acabar de creer que un ser humano pudiera llegar a ser tan pesado, y cuando la princesa le preguntó si sería tan amable de ayudarla estaba tan, tan cansada que prometió que haría todo lo que estuviera en su mano, porque pensaba que así por fin la joven princesa se callaría.
Se equivocaba. La joven princesa, al oírla, no cabía en sí de gozo por haber encontrado una persona tan buena, amable y comprensiva, y no paraba de repetirlo una vez, y otra, y otra.
Y otra.
A la bruja se le estaban rizando los pelos de pura irritación, y le hubiera gustado comprobar si la joven princesa era capaz de seguir parloteando metida en el horno con una manzana en la boca, pero había prometido que la ayudaría, y para una bruja la palabra dada es ley.
Bueno, no es que sea ley, pero es una cosa muy importante, y de cualquier forma después de tanto rato mirando cabellos como el sol, ojos como lagos, dientes como perlas y el resto de la parafernalia se le había quitado el apetito.
Los días que siguieron fueron para la malvada bruja una pesadilla. La joven princesa barrió, fregó y restregó cada milímetro de la cabaña, mientras la bruja pensaba que menuda m··rd· de princesa era aquella que tenía tanta experiencia limpiando. Además cantaba y bailaba con los pajarillos, y de vez en cuando se apoyaba en el alfeizar de la ventana a suspirar por su amor verdadero. Si unos días antes le hubieran preguntado a la bruja que qué era un alfeizar hubiera respondido que una enfermedad venérea muy peligrosa, y ahora que había descubierto lo que era en realidad no lo podía disfrutar porque tenía una joven princesa suspirando allí gran parte del día.
Por si sus sufrimientos no fueran ya lo bastante atroces un día apareció en su puerta un apuesto príncipe, sí, con sus mallas y todo. El apuesto príncipe y la joven princesa hablaron durante un rato, y después el príncipe se fue y la princesa corrió inundada en lágrimas a contarle a la bruja que el apuesto príncipe iba a luchar contra un dragón para recuperar su reino, y cuando lo consiguiera volvería a por ella y le pediría que se casara con él, y sería reina, y no haría otra cosa en todo el día que cuidar de los muchos hijos que tendrían, todos ellos rubios y de mejillas sonrosadas, y todos serían felices y comerían perdices.
A la bruja le estaban dando unas arcadas terribles, pero las contuvo porque se dio cuenta de que por fin tenía una forma de cumplir su promesa de ayudarla. Mientras la princesa sollozaba en el alfeizar de la ventana la bruja cogió uno de los tiestos con flores, se acercó a ella y se lo estampó en la nuca una y otra vez, hasta asegurarse de que ya no podría cantar con los pajarillos nunca más.
La bruja sonrió satisfecha: había salvado a la joven princesa de un destino terrible, y además iba a disfrutar de una fabulosa cena.
Y cuando el príncipe volviera... bueno, comprobaría a qué saben esas mallas.

31 octubre 2006

Halloween 2006

En capítulos anteriores...

La bruja del bosque
se quiere casar
pero ningún joven
la viene a buscar.
La bruja valiente
decide marchar
a buscar un hombre
a la gran ciudad.
Va por el camino
y se encuentra un zagal;
con ojos golosos
le empieza a mirar.
El joven se espanta,
trata de escapar,
la bruja le alcanza
y le empieza a pegar;
con su cucharón
mil golpes le da,
hay sesos de mozo
por todo el lugar.
La bruja los mira
con un gran pesar
hasta que una idea
le empieza a rondar...
La bruja está sola
y qué más le da
los sesos con barro
que ricos que están.

31 octubre 2005

La vieja y malvada bruja

Érase una vez que se era una bruja muy muy malvada que vivía en la cabaña más destartalada de lo más profundo del bosque, rodeada de arañas, serpientes y números atrasados de Muy Interesante. Un anochecer la bruja se despertó y, rascándose el trasero, se acercó al hogar para hacerse el desayuno. Encendió el fuego, que de inmediato empezó a desprender un humo verde y maloliente, llenó el caldero de ojos de rana, alas de cuervo y pez y alargó la mano de largas uñas negras para coger el cucharón.
Y el cucharón no estaba.
Su viejo cucharón de hierro, rojo de óxido y encostrado de mugre, su amado cucharón con el que había removido tantos potajes de murciélago, sopas de babosa y gachas amargas, el mismo cucharón con el que acogotaba a las alimañas que se colaban en el armario para roer sus ropas, el viejo y familiar cucharón, simplemente, había desaparecido.
De nada sirvió mirar bajo los muebles, los dos, entre las sábanas amarillas, y bajo el colchón de pelo de rata lleno de bultos, algunos de los cuales, bien orgullosa estaba de ello, aún se movían. El cucharón no aparecía en ninguna parte, ni siquiera en sus bolsillos, ni en las profundidades de su bolso de telaraña, ni en la maraña gris y sucia que era su pelo.
La vieja y malvada bruja se echó a llorar. ¿Qué iba a hacer sin su cucharón? Sin un cucharón no podía remover su caldero, y una bruja, sin su caldero, no es nada, bien lo saben tantas brujas sin puchero que acabaron sus días vencidas por asquerosos niños repelentes de cabellos sonrosados y mejillas rubias. O al revés; la bruja, afortunada ella, no había visto nunca a uno de esos monstruos, y se le ponían los pelos de la verruga de punta sólo de pensar en encontrarse con uno.
Pero si quería seguir removiendo su caldero iba a tener que ir a la aldea más cercana a comprar un cucharón, y la vieja bruja creía recordar que en las aldeas (tocó madera para alejar el miedo) había niños.
Si no fuera por el cucharón...
Decidida a todo la bruja se envolvió en su negra capa picuda y partió rumbo a la aldea. Tardó varias horas, porque tuvo que dar unos cuantos rodeos para esquivar a algunos conejitos esponjosos y cervatillos de dulces ojos, que le daban un asco tremendo. Para cuando llegó a la aldea era casi medianoche, y en las calles reinaba la oscuridad y el silencio.
La vieja y malvada bruja tragó saliva, se acercó a la primera puerta y llamó con sus nudillos huesudos. La puerta se abrió apenas unos centímetros, y volvió a cerrarse bruscamente.
-¡Una bruja! ¡Es una bruja! -se oyó a través de la madera, y luego el ruido de pesados muebles que eran arrastrados y amontonados detrás de la puerta, por si acaso. La bruja se quedó de pasta boniato. No sabía si eso era normal.
-Sólo quiero comprar un cucharón -gimoteó, pero no obtuvo respuesta.
Un poco asustada llamó a la siguiente puerta, pero volvió a ocurrir lo mismo, y también en la siguiente, y la siguiente.
La vieja y malvada bruja empezó a temer que no podría comprar un cucharón, pero no estaba dispuesta a rendirse. En la siguente casa no llamó a la puerta: musitó un conjuro y la echó abajo. El ruido, en la aldea dormida, sonó como un cañonazo, y pronto la bruja oyó el sonido de los pies descalzos bajando a la carrera por la escalera.
-¡Una bruja! -exclamó el primero en llegar, un hombre que sostenía una vela en la mano.
-¡Una bruja! -exclamó una mujer, que le seguía de cerca.
-¡Una bruja! -exclamó, por último, un niño, que corrió a abrazarse a su madre.
-Sólo quiero comprar un cucharón -explicó la bruja muy despacio, para que la comprendieran-. Tengo dinero.
Y para demostrarlo metió la mano derecha en el bolsillo, en busca del dinero.
-¡Tiene un arma! -gritó la mujer. En este tipo de situaciones siempre hay alguien que grita "tiene un arma", es obligatorio.
-¡Sólo quiero un cuch... -empezó la bruja, pero no acabó; el aldeano cogió un taburete y se lo partió a la bruja en la cabeza.
La bruja cayó al suelo. No le dolía, porque el pelo había amortiguado el golpe, pero se sentía tan triste que empezó a llorar, tapándose la cara con la falda remendada, y lloró y lloró hasta que sintió que le tironeaban de la manga. Soltó la falda y miró a su izquierda. Había un niño, y la estaba tocando. La bruja miró espantada los sedosos rizos dorados, las mejillas sonrosadas y los hoyuelos, y se estremeció. Esperaba que no fuera un huerfanito de esos: por lo que había oído, eran los más peligrosos. El niño, además, sonreía espantosamente mientras le tendía un cucharón, nuevo y brillante.
La vieja y malvada bruja miró al niño y al cucharón. Dudaba; batallaba contra sus instintos. Al fin, cogió el cucharón y sonrió al niño. El niño empezó a reir, entrecerrando los ojos... Era lo que la bruja esperaba. Con un golpe certero la vieja y malvada bruja le arreó un cucharonazo al niño en la cabeza, que le dejó inconsciente de inmediato. Lo cogió en brazos y, antes de que los padres reaccionaran, echó a correr.
Aquella noche la vieja y malvada bruja comió rosbif de niño para celebrar que volvía a tener un cucharón.

Moraleja: si no puedes vencer tus miedos, cómetelos.

¡¡¡Terrible Halloween para todos!!!