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07 febrero 2025

UNA REFLEXIÓN SOBRE LOS CAMBIOS

Una reflexión sobre los cambios.


Hoy he ido a la sede de El Debate a tomar un café con el director, cosa que agradezco: fui uno de los beneficiados del sorteo entre los lectores, y hay me he plantado. He tenido la oportunidad de vivir el proceso de la publicación de una noticia y de la edición del periódico y nos han explicado explicado cómo funciona este mundo. Me ha parecido apasionante.

Fiel a mis principios me he tomado la cosa con puntualidad, y como es más fácil perder el tiempo que ganarlo, prefiero llegar antes de la hora que después. Y he llegado mucho antes de la hora fijada. Así que me he dado una vuelta por la zona. El lugar más emblemático es la plaza de Quevedo, a la que se puede acceder por las calles de San Bernardo y Fuencarral, también se puede escapar de la glorieta por estas calles, otras calles que confluyen son la de Arapiles, Eloy Gonzalo y Bravo Murillo. De mi época de estudiante, ya muy lejana, me quedaban recuerdos de haber deambulado por estas calles y frecuentar sus cines y bares. Así que el paseo me ha servido para evocar recuerdos, que muchas veces es comparar lo que había con lo que hay.

Y lo primero que he descubierto es que no hay “Corte Inglés de los Arapiles”. También he visto un cambio en los locales de la glorieta de Quevedo. Aunque sigue siendo la misma, los locales llevan el nombre de cadenas muy conocidas Burger King, la Mallorquina, Manolos Bake, El Volapie, Starbucks, Ginos... y sólo hay dos locales que no me parezcan una franquicia y sé que se me olvidan un par de franquicias más a las que ruego disculpen mi mala memoria. Hay que irse alejando de la plaza para toparse con un local, por llamarlo de algún modo, independiente de franquicia. Tiene su lógica, con impuestos, restricciones legales y al precio que están los alquileres una iniciativa sin el apoyo de una gran marca tiene que hacer frente a muchas dificultades. He contemplado con ilusión que la sala Proyecciones aún resiste, allí vi “Alguien voló sobre el nido del cuco” y “Barry Lyndon”. Y entonces me he dado cuenta que muchas veces la noticia aparece deambulando por las calles, no es una nueva para un titular, pero la novedad es una confirmación con letras grandes que se han grabado como si hubieses leído un diario: “CUANTO TIEMPO HA PASADO”.

El tiempo no perdona, uno piensa que el entorno que forman locales y cines va a permanecer siempre, pero se van descubriendo los matices.. Como con las personas, la personalidad no cambia pero la fisonomía si. Tras mucho tiempo sin frecuentar esa zona uno la ve cambiada, pero ha sido un cambio imperceptible: Trasladado de nuevo a Madrid hace ya unos cuantos años se empezó a otear en el horizonte como se erguía y avanzaba una construcción que hoy son cinco palotes gordos en la silueta de Madrid, nos hemos familiarizado con ellas y parece que han estado ahí toda la vida En realidad no es cambio sino evolución. La evolución es un progreso, como son fenómenos de progreso la fermentación y la putrefacción. Nunca sabremos si el cambio que vivimos es a mejor o a peor. La nostalgia engaña y las comodidades y el dinero ciegan. La comparación, siempre odiosa, entre los beneficios y los perjuicios resulta harto compleja. La mejor conclusión es que los tiempos son diferentes, mejores o peores que da a juicio de cada cual.

Así que cuando volvía a casa después de visita, paseo, soliloquio y tras escribir esta líneas creo que ha sido un buen día, al menos interesante. 

14 noviembre 2024

ABSOLUTISMO CLIMÁTICO

 Absolutismo climático.

La DANA que ha azotado España, a Valencia principalmente, ha originado una batalla política, unos y otros se echan en cara la actuación de las instituciones. Y ahí está el foco, a pesar de más de dos centenares de muertes (más que en el atentado del 11-M), parece ser que con dimisiones, o sin dimisiones, y gane quien gane la batalla del relato, las cosas seguirán como siempre. España es una nación que, aunque hay una catástrofe y a pesar de las muertes que haya, nunca pasa nada. Sólo ahora empezamos a ver la cadena de errores que han llevado a que una catástrofe sea, además, un desastre. Ha habido catástrofes naturales más graves que no se han saldado con tantas pérdidas. Hay muchos condicionantes que han agravado, en vez de aliviar los efectos de esta gota fría. Los políticos, como siempre, siguen a lo suyo intentando reforzar sus posiciones a costa de la DANA, como no pueden presumir de lo bien que lo han hecho prefieren acusar a los demás de la mala gestión. Una gestión que debería haber empezado unos años antes de que hubiese producido.

Hoy  ElDebate.es publica dos artículos de opinión, uno lo firma Ana Samboal y lleva por título ¿Sólo el pueblo salva al pueblo? , en este artículo se denuncia que el famoso lema de “solo el pueblo salva al pueblo” resulta ser una campaña de desinformación apoyada para debilitar a las instituciones como si no estuviesen ya suficientemente desprestigiadas, como que si inspirasen poca confianza ahora tiene menos fiabilidad. El segundo artículo lleva por título El ecologismo radical mata,  y lo firma Cristóbal Aguado Laza,, presidente de AVA-ASAJA, en el acusa al radicalismo ecologista de la falta, e incluso destrucción, de infraestructuras y de agravar la riada el hecho de impedir limpiar y desbrozar los cauces. Ayer el director del mismo medio Bieito Rubido publicó en su sección, el Astrlabio, un artículo titulado Sólo si dimite Sánchez, debe dimitir Mazón” en él se muestra partidario de dimisiones opinando, y estamos de acuerdo, que no hay un único responsable. Por último, en el blog fpcs podemos leer un artículo titulado Gota fría y cambio climático en el que se informa de otros desastres que han tenido mayor magnitud pero un resultado menos catastrófico, analiza lo cierto o no de que haya un cambio climático y las diferentes circunstancias que se han dado en la gestión de la DANA para apoyar la conclusión  de que el cambio climático es una excusa que sirve para todo. Lo positivo que podemos deducir de todos los artículos es que ya se empieza a plantear si hay que hacer algo diferente.

La verdad es que el cambio climático está llevando a un fanatismo ecológico que está creando una especie de religión. Si hace unos siglos la explicación de una catástrofe era “Dios lo quiere” o se hacían campañas en nombre de Dios. Ahora la explicación es que la culpa es del cambio climático y toda política que implique limitaciones se hace por el medio ambiente y lleva el marchamo de sostenible. En la ponencia del 40 Congreso del PSOE, el último celebrado en 2020, Pedro Sánchez hace del partido una secta de la Agenda 2030 y “regala” un derecho al medio ambiente. Dicho derecho no supone un disfrute, es una herramienta para imponer una serie de limitaciones en nombre del medio ambiente. Hoy sufrimos restricciones a la movilidad, se anuncian impuestos verdes, cualquier día nos pueden controlar para establecer nuestra huella de carbono. Incluso se quieren prohibir vuelos en avión, siempre que no sean los del Falcon presidencial.

El cambio climático ha paralizado la construcción de infraestructuras que podrían mitigar sus efectos, embalsar el agua y encauzar las crecidas, hacer frente a las sequías. El respeto al medio ambiente no exige rendirse a la naturaleza, no tiene que significar la destrucción de riqueza, no sirve de excusa que el entorno es un legado para nuestros nietos, de nada sirve morirse con los pulmones limpios y el estómago vacío. No se puede tiranizar a una sociedad en nombre del medio ambiente. No es necesario salvar al planeta Tierra, aunque nuestros políticos hagan de ello necesidad para gobernar. 


11 septiembre 2021

CAMBIO ¿CLIMÁTICO?


 

Imagínense una nave - da lo mismo que sea un barco, un avión o un autobús - muy grande. Imagínese que la tripulación lleva buscando el manual que explica el funcionamiento de la nave y cómo se maneja desde que embarcó. Por otra parte, la nave tiene una tripulación mal avenida que discute en cada uno de sus rincones. La tripulación no deja de aumentar y los tripulantes no tienen nada claro su cometido. Los recursos de la nave son escasos y la tripulación genera más residuos de los que los sistemas de la nave pueden procesar y la basura se amontona en las dependencias. Es de dudar que la nave pueda alcanzar algún destino, pero no hay duda sobre el destino de la tripulación. A estas alturas se habrán dado cuenta de que la nave es el planeta Tierra.

Y es posible que cuando terminen de leer este artículo me tachen de negacionista, una de esas nuevas palabras que equivalen al hereje medieval y que se aplica al que no sigue la ortodoxia social que coincide, casualmente, con la oficial.

Y es que el cambio climático, innegable por otro lado, es como el retrato del Gran Hermano: omnipresente. Está en todos los discursos, medios de comunicación y redes sociales. Como la religión lo fue en su momento, hace que entremos en un concepto que sirve de excusa para cambiar el sistema de una forma radical. El cambio climático, en concreto la emisión del dióxido de carbono (CO2) se ha convertido en la bandera que justifica eliminar la combustión interna en los coches, pretender limitar el consumo de carne y regionalizar el consumo de los alimentos debido con la excusa de su huella de carbono. También sirve para justificar el cambio de los hábitos de vida, usar transporte colectivo, utilizar la bicicleta y tener cuidado con la electricidad que se consume a lo largo del día y pagar por todo ello un impuesto verde. Pero no tenemos en cuenta que el ser humano tiene la necesidad de calentarse cuando hace frío y que satisfacerla, desde que se inventó el fuego, significa generar dióxido de carbono, es lo que tiene la combustión. Calentarse con electricidad, al precio de que está, equivale a morir de frío o de hambre. También el ser humano tiene la necesidad de respirar, que es absorber oxígeno y expulsar dióxido de carbono. Y cada vez hay más población en la tierra y la necesidad de calentarse y respirar de cada persona equivale a que cada vez se producirá más dióxido de carbono.

Por otra parte, siempre que hay un desastre se da la ocasión de recurrir al cambio climático para su explicación; una ola de calor seguida de un temporal se debe al cambio climático, aumentan las lluvias o las sequías pues también se debe al cambio climático. Repito que el cambio climático está ahí, como también lo está su utilización para unos fines determinados.

El fenómeno del cambio climático viene avalado por la comunidad científica, pero ésta no es unánime en cuanto a la explicación de su causa. En este sentido, un negacionista no es aquel que dice que no hay cambio climático, sino el que dice que puede ser un proceso natural, independiente de la acción humana o en el que confluyen más causas que la generación de dióxido de carbono. Tenemos que tener en cuenta que la comunidad científica desarrolla sus postulados con lo que sabe, no con lo que cree, y que esa comunidad científica, con lo que sabía en ese momento, sentenció que el Sol y los planetas giraban en torno a la Tierra; o que el ser humano, fisiológicamente, era incapaz de trasladarse a más de 30 kilómetros por hora; y, más recientemente, y también fue un científico el que dijo que la presencia del COVID-19 en España sería testimonial. No nos equivoquemos, los científicos pueden dudar de la capacidad del género humano para cambiar el funcionamiento de la naturaleza, los políticos no. Tampoco confundamos los términos, cuando uno tiene dudas es un escéptico y si uno dice que la Tierra es plana o que no hay cambio climático es un tonto o un estúpido. Negacionismo, repito, es un eufemismo de herejía.

El fenómeno del cambio climático no es nuevo, al ser humano le gusta ser temeroso y cada cierto tiempo asiste de una u otra forma a la posibilidad del fin del mundo. Hay dos modalidades, por fechas críticas y por circunstancias. Ejemplo de fechas críticas, el temor social y medieval que se creó en el año 999 en la Europa cristiana cuando un predicador dijo que el mundo no llegaría al año 1000, el famoso “Efecto 2000” que iba a colapsar los ordenadores y sumir al mundo en el caos administrativo es otro ejemplo tan válido como el de 1000 años antes, no olvidemos las profecías mayas que señalaban al año 2012 o los múltiples y bien intencionados fines del mundo anunciados por los testigos de Jehová, y esa sala de retratos del Papa en el Vaticano que, según San Malaquías, cuando muera el último Papa retratado será el fin del mundo. Con respecto a la modalidad circunstancias, también se han ido sucediendo en el tiempo, podemos iniciarlo con esa sensación de fin del mundo que se adueñó de las sociedades cuando se declaró la peste; el terror que muchos sintieron cuando se empezó a utilizar la pólvora, cuando muchos anunciaron que los enemigos harían estallar el mundo en la lucha. Recientemente, en los últimos cincuenta años, hemos vivido el “pánico nuclear” de las décadas de los 70 y 80 avivado por otra parte por el cine, la televisión y la cultura en general; con la caída del Muro de Berlín también se originó un agujero en la capa de ozono y la emisión de CFCs durante la década de los 90; repentinamente, al comenzar el milenio, se comenzó a hablar del Calentamiento Global y de la emisión de los gases de efecto invernadero, posteriormente el término se modificó y pasó a ser Cambio Climático y la emisión de dióxido de carbono.

Está claro, nos gusta la sensación de vivir bajo la espada de Damocles y a nuestros gobiernos laicos creer en el apocalipsis. Se nos ha pasado el miedo a las armas atómicas aunque desde el fin de la Guerra Fría haya aumentado el número de naciones con este armamento, resulta paradójico que en los 80 rechazásemos que Estados Unidos y la Unión Soviética dispusiesen de este armamento y que en la actualidad nos resulte indiferente que el régimen de los ayatolah o el de un minidictador puedan disponer de bombas atómicas.

Tampoco les quepa duda: la Tierra será inhabitable cuando el Sol envejezca más en unos millones de años. Pero ahora toca preocuparse del Cambio Climático, si analizamos la evolución de los diferentes tipos de apocalipsis podemos comprobar, como ya hemos dicho, que tienen más de reacción social ante el temor que provoca una circunstancia que al conocimiento de la naturaleza del problema y de la idoneidad y coste de las soluciones ¿qué va a sustituir a las energías renovables un día nublado y con viento en calma? ¿Vamos a dedicar la mitad de la actividad económica al reciclaje? En todo caso los problemas están ahí, ya sean considerados potencialmente apocalípticos o no; puede ocurrir que los representantes de las potencias nucleares tomen unas copas de más y la líen fulminándonos a todos, puede que la capa de ozono agrande su olvidado agujero y que nos achicharremos; puede que el calentamiento global aumente y acabemos asados, o que el cambio climático siga su evolución y perezcamos en una ola de calor o de frío, en un huracán o en una inundación.

Volviendo al símil del principio, el aumento de la tripulación del planeta Tierra nos obliga a replantar los postulados de Malthus - ese que decía que los recursos de la Tierra progresan aritméticamente mientras la población aumenta geométricamente, pero se le olvidó decir que sus emisiones también aumentan de la misma manera – y probablemente descubriremos que el primer problema de la nave tierra es su tripulación y que ésta no dispone de algo que si tiene la nave: todo el tiempo del mundo. Por tanto hay que priorizar y, en mi opinión, antes de arreglar la nave es necesario solucionar los múltiples conflictos de la tripulación y conseguir que cada tripulante tenga claro su cometido, entendiendo que esto no significa una jerarquización, ni un sistema de castas; ahí entramos en materia de educación.

10 junio 2020

REPARTO DE RESPONSABILIDADES


CRONICAS DEL CORONAVIRUS (II)
Empleamos una mirada exigente. Mientras no alcancemos el éxito- superar la pandemia y superar la parálisis económica – estamos instalados en el fracaso. Y siempre la pérdida de vidas oscurecerá este tiempo. Pero no por eso debemos dedicar nuestros esfuerzos a endosar la responsabilidad a otros, ese viejo expediente de buscar un culpable, siempre ajeno. Ese truco balsámico, pero poco certero. E inútil para alcanzar metas.
Xavier Vidal Folch.



El COVID-19 ha dejado patente la vulnerabilidad de nuestra sociedad, si recurrimos al léxico militar, aunque a algunos no le guste, hemos sufrido el equivalente a un ataque biológico secuencial, empezando por China, extendiéndose por Asia, atravesando el mundo hasta llegar a América pasando por Europa, Rusia y África en un trimestre. A la mayoría este ataque les ha cogido por sorpresa, aunque hayan podido tener algún tiempo para prepararse.

Hemos intentado buscar culpables, tarea inútil. El único culpable de esta pandemia es un virus, el recurso fácil es pagarla con la explicación más simple o la conspiración más rocambolesca, desde una sopa de murciélago, la celebración de una manifestación, soldados americanos esparciendo el virus en China o laboratorios chinos desarrollando este virus. Indudablemente, aunque no haya culpables, hay muchas responsabilidades.

En España tuvimos un aviso, la cancelación del Mobile World Congress, aunque ahora parezca justificada, en su momento trajo controversia tanto social como política. No sabemos, y probablemente nunca podremos saber, cómo influyó esta cancelación en el número de casos habidos en Barcelona y en la evolución de la enfermedad en esta ciudad. Si se celebró la FITUR en Madrid, tampoco sabremos cómo ha influido en los casos habidos en esta ciudad y nunca podremos determinar cuántos habría habido si no se hubiese celebrado. Lo que si puede ser cierto es que la celebración de la feria y la cancelación del congreso han influido, de acuerdo con lo publicado en elpais.com el 23 de abril, el coronavirus entró en España en febrero y por 15 vías distintas. Ya dentro de la pandemia, el 8 de marzo, se celebró una manifestación multitudinaria y feminista con eco en otras ciudades, está claro que muchas de las mujeres que participaron en ellas pudieron llegar a casa borrachas, pero no solas, sino acompañadas por un virus. Ese mismo día se celebró un congreso de VOX en la plaza de toros de Vistalegre en la que se reunieron 9000 personas (un ¿éxito? De convocatoria). También miles de personas asistieron a los estadios para ver jugar a sus equipos. Tampoco sabemos cuántos miles de personas visitaron bares, restaurantes y locales de ocio y copas ese fin de semana. También es verdad que esa misma semana se publicó y anunció en los medios de comunicación que las autoridades sanItarias europeas y la OMS consideraban que no era adecuado celebrar esas manifestaciones. También sabemos de las dudas que se planteaban para disputar los partidos de fútbol a puerta cerrada. ¿Hay responsables?

Por supuesto que hay responsables, pero no solo uno, deberíamos considerar que ha habido una cadena de responsabilidades en la que bastaba un eslabón para romperla. El primer eslabón de la cadena es el Gobierno por haber permitido, incluso animado, participar en cualquiera de estos actos, por supuesto, pero también es cierto que el Ejecutivo no estaba presionado para cancelar ninguno de ellos, de hecho habría sido muy criticado si hubiese cancelado cualquier evento. Indudablemente tiene su responsabilidad, y debería dar explicaciones y no delegarla los expertos (“nosotros hicimos lo que nos dijeron los expertos”). Los expertos establecen un escenario para facilitar la toma de decisiones, si tienen que explicar algo es porqué se equivocaron en el diseño de este escenario, si es que lo hicieron, y hasta ahí llega su responsabilidad, el Gobierno deberá explicar más detalladamente su decisión.

El segundo eslabón lo forman los diferentes organizadores de los eventos, la Comunidad de Madrid, su Ayuntamiento y su Cámara de Comercio pudieron cancelar la FITUR o posponerla, como hicieron los organizadores del Mobile World Congress pese a las presiones del Gobierno, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. También las delegaciones asistentes pudieron renunciar a participar. La dirección de VOX pudo también posponer su congreso o cancelarlo, pero prefirió celebrarlo (quizás como desafío a la manifestación). Las directivas de los clubes pudieron hacer que se disputasen los partidos a puerta cerrada, pero optaron por las multitudes. Los propietarios de bares y locales pudieron cerrarlos o limitar su aforo, pero tomaron otra decisión. Todos ellos tienen su cuota de responsabilidad, no sirve decir que no sabían nada y que nadie les indicó que debían cerrar su negocio, ninguno tenía la obligación de mantener abierto, o celebrar partidos y congresos.

Y hay un tercer eslabón, el formado por las personas, nadie estaba obligado a asistir, todos tuvimos la oportunidad y acceso a la información para tomar nuestra decisión. En todo caso la asistencia a ferias, congresos, manifestaciones, partidos y juergas fue un acto voluntario, fruto de una decisión de la que cada uno es responsable. Después de todo, las decisiones que toma cada uno son la base de su libertad individual.

El pretender hacer al Gobierno responsable exclusivo, delata la intención de hacer que el Estado asuma un papel tutelar sobre nuestra vida negándonos el ejercicio de nuestro propio albedrío. En resumen, debemos exigir muchas responsabilidades, empezando por nosotros mismos, y admitir que podemos ser parte del error.

En este ambiente, pensamos que estamos haciendo frente a una crisis sanitaria y que ésta implicará una crisis económica. Es quedarse corto, en realidad estamos haciendo frente a una crisis del sistema en la que diferentes ideologías quieren tomar o reafirmar posiciones. Antiglobalización contra globalización, república contra monarquía, ricos contra pobres, nacionalización contra privatización y un largo etcétera que podemos resumir en un enfrentamiento entre los que quieren liderar los cambios a los que tendremos que hacer frente, eso que han dado por llamar “la nueva normalidad”. Pero todos tienen el denominador común de tener una visión simplista y generalizada de la sociedad. A la hora de razonar, que pocas veces llega, generalmente se han justificado las ideas en condicional (si hubiésemos sido república…, si no hubiera habido recortes…, si fuésemos independientes…, si Pedro Sánchez no fuese presidente del Gobierno…, si no hubiese habido manifestación) que no dan, por sí, ningún rigor a la opinión limitándose a ser propaganda. El caso es que nos estamos moviendo entre la crítica más exacerbada y la autocomplacencia, sin permanecer en un punto medio que nos dé una perspectiva que permita contemplar la situación sin deformarla.

Nos han dicho que el virus no hace excepciones y que nos iguala a todos. Además han declarado día tras día, como un mantra y desde todas las tribunas y medios posibles que “nadie se va a quedar atrás”, pero a la fecha que se escribe ya se han quedado por el camino más de 27.000 personas. El 23 de abril el vicepresidente del Gobierno en rueda de prensa ha declamado que el virus no pregunta por ideologías y que no hace diferencias, pero los humanos preguntamos por la edad para establecer criterios de tratamiento en las unidades de cuidado intensivo. De una forma u otra tenemos que hacer diferencias.

Y es verdad que en esta súbita igualdad se han permitido excepciones, o se han pretendido establecer. Cada uno se ha fijado en su mundo, los deportistas han dicho que su trabajo es el deporte y, por tanto, podrían no estar sujetos al confinamiento, afortunadamente esta iniciativa no prosperó. También los diabéticos necesitaban caminar, como los autistas, y en vez de comprensión encontraron insultos y reproches desde las ventanas de sus vecinos, hasta el punto de llegar a haber una iniciativa de portar un brazalete azul para distinguirlos, algo tan necesario como como llevar una estrella de David bordada en la Alemania nazi. Un triste ejemplo de que también sale lo peor. Cuando la gente de la cultura ha visto que sus subvenciones podrían verse perjudicadas, cuando el ministro de cultura declaró que las ayudas tendrían que llegar cuando terminase la crisis, amenazaron con un silencio digital. Parece que la solidaridad de algunos artistas era un tanto interesada. Como deportistas y artistas, animalistas, ambientalistas y feministas han seguido a lo suyo.

Dentro de los privilegios también ha salido a relucir cierta hipocresía, muchos de los que han defendido vehementemente la sanidad pública y denostado a la privada han optado por tratarse en esta última. Es el caso de la ministra Carmen Calvo que fue ingresada en la clínica Ruber, se explicó que los funcionarios tienen un convenio, deberemos entender que este convenio beneficiará a unos funcionarios determinados, desde luego a todos no. En todo caso, no es una escenificación muy coherente con las ideas que se defienden.

Hay quien se ha escapado de la dictadura de los balcones y se ha ido a dar una vuelta fuera de su casa, con cualquier excusa (trabajo en Madrid, pero mi domicilio familiar está en Galicia) o sin ella. Muchos que ocupan, han ocupado o piensan ocupar un cargo en el que tienen dar ejemplo han faltado a este deber.

No podemos olvidar que asistimos a una crisis del sistema, la sanidad ha estado a punto de colapsar, el sistema económico tiene que recuperarse, en lo laboral ha aumentado el número de parados y habrá que financiar todas las subvenciones y pagas que se anuncian, lo cual obligará a modificar deuda e impuestos. ¿Y todo esto porqué?

El primer motivo es un mal endémico español, no ha habido un planeamiento nacional, se puede asegurar que en décadas no se ha contemplado cómo reaccionar ante una pandemia coordinadamente entre todas las instituciones nacionales y autonómicas. Podrían existir protocolos, pero aislados. La coordinación se ha tenido que hacer precipitadamente, ha sido improvisada, con desacuerdos y pocas referencias, que es lo que da el planeamiento. Y es que en España lleva tiempo siendo imposible planear a largo plazo o establecer una política nacional articulada debido a una manifiesta incapacidad para acordar, podemos comprobar que repercute en la sociedad. Se discute, se levanta la polémica, se toman posiciones inamovibles, la opinión prevalece sobre los objetivos a lograr y cuando llega el momento de actuar estamos inmersos en los desacuerdos y, cuando hace falta unidad, hay una multitud descoordinada afeándose actuaciones y diciendo lo que hay que hacer.

Nuestra sociedad, que ha sabido mantenerse unida en el confinamiento, se va crispando. Pese a las buenas intenciones mostradas al comienzo de esta especie de arresto; la industria textil se puso a hacer mascarillas (al menos así lo anunció el gobierno), talleres textiles se pusieron a hacer mascarillas de forma voluntaria (así se mostró en televisión); laboratorios de investigación se lanzaron a hacer respiradores. Otras industrias especializadas empezaron a hacer EPIs y otras test. Un mes más tarde sigue habiendo carencias, el proceso de homologación es un cuello de botella para todo el esfuerzo que se está haciendo. Tiene que haber responsables que sean capaces de explicarlo.

En la última semana de abril los parados están esperando una paga que llegará tarde, de nuevo hay un cuello de botella en la revisión de documentaciones. La burocracia no ha sido afectada por el virus, en vez de flexibilizarse o agilizarse, se ha vuelto más lenta si cabe. De esto tiene que haber responsables.

Por otra parte estamos pidiendo menos restricciones al confinamiento, aun cuando no se dan las garantías para que se pueda iniciar la desescalada. Y anuncian que ésta va comenzar antes de que se haga el estudio de seroprevalencia, que llevan dos semanas anunciando y retrasando.

Han salido por fin lo niños a la calle y, desde los balcones y las ventanas, resulta fácil ver con a los niños con más acompañantes de los que debería, en los patios y espacios abiertos jugando al fútbol sin mantener una distancia, se trata de un deporte de contacto, y algunos padres se ausentan para charlar entre ellos, asumiendo una separación  que se antoja muy lejana. Otra madre juega con su niña en los columpios, es comprensible el deseo irrefrenable de la niña, es difícil entender que la madre sea incapaz de frenarlo. Estas imágenes también se han repetido en la televisión. ¿Es posible que haya un repunte de la enfermedad?¿A quién se pedirá responsabilidades?

Cuando por fin se ha podido salir a dar un paseo o a hacer deporte, como es lógico, la gente ha ido donde le gusta ir a pasear o a correr. Lugares específicos para ello. Dentro de esta lógica, en los mejores lugares se han concentrado deportistas y viandantes. Y allí se han encontrado algunos deportistas en grupo, algunos ciclistas en pelotón y algunos peatones en corrillos. Donde todo el mundo va a lo largo del día, han tenido un total de siete horas, teniendo en cuenta que hay franjas horarias en que la presencia es testimonial, hay concentraciones, aunque unos intentan mantener las distancias, a  otros les da lo mismo. En realidad somos muy predecibles y difíciles de controlar. En fin que además de con el COVID-19 tenemos que convivir con irresponsables dispuestos a culpar y considerarse víctimas. 

Cada uno es responsable de sus decisiones, lo cual implica que nosotros, cada persona, tiene una responsabilidad individual.


Algunos artículos relacionados con este tema:

“Del fracaso y del éxito”, 30 de marzo de 2020, elpais.com. Xavier Vidal Folch. Artículo donde se toma el encabezamiento de este artículo, una reflexión conceptual de lo que son los objetivos.

“Pan y wifi”, 2 de abril de 2020, elpais.com. Luz Sánchez- Mellado. Sobre la gestión y la crítica de la misma. En mi opinión la izquierda progubernamental tiende a ejercer una especie de censura basada en lo políticamente correcto.

“La otra pandemia”, 4 de abril de 2020, elpais.com. Julio Llamazares. Una crítica a los que critican, pero un tanto falaz. Nadie se ha quejado de las medidas sanitarias que ha tomado el Gobierno, excepto el ruin Torra. Pero si se han quejado en algunos casos, con razón, de gestiones, actitudes y declaraciones. Efectivamente, no somos un país de expertos pero, en ocasiones, cuando distinguimos propaganda y maniqueos o no hay una respuesta a nuestras dudas, nos queda el derecho de protestar. 

“El gobierno y los expertos”, 6 de abril de 2020, elpais.com. Juan Luis Cebrián. El autor nos dice que la actual crisis ha puesto en evidencia al actual sistema.

“Los límites del capitalismo de vigilancia”, 8 de abril de 2020, el país.com. Andrés Ortega, José Balsa Barreiro, Manuel Cebrián. Sobre el fracaso de la tecnología y de las redes sociales en la prevención y control de la crisis.

“La ciencia española no ha funcionado bien”, 15 de abril de 2020, elpais.com. Javier Sampedro. Breve artículo en el que se denuncia que no ha habido una buena conexión entre los científicos (expertos) y los políticos (aunque creo que ellos no tienen buena conexión con nadie).

“Cómo es la gente”, 19 de abril de 2020, elpais.com. Elvira Lindo. Un delicioso artículo en tintes positivos que considera que la gente está a la altura y que los políticos, además de no estar a la altura, la subestiman.

“Lo nuestro”, 20 de abril de 2020, elpais.com. Almudena Grandes. Breve artículo sobre la solidaridad y la hipocresía, hay una alusión a los artistas-famosos

“Padres, disuélvanse”, 27 de abril de 2020, elpais.com. Íñigo Domínguez. Artículo en el que el autor explica que se saltó las normas, que no es tan importante respetarlas, y que  es más grave que un agente te recuerde que tienes que respetarlas. Según él sus hijos aprendieron tres cosas, pero después de leerlo creo que aprendieron una cuarta: su padre es todavía más tonto.


31 mayo 2020

PAISAJE DE UNA BATALLA


CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS (I).



Desde que se anunció el estado de alarma se comparó la situación originada por las medidas para prevenir el contagio del COVID-19 con una lucha contra el virus, una guerra. Pero, seamos sinceros, el estado es de alarma y no de guerra, y la única lucha que se puede hacer contra el virus es la prevención, consistente en medidas pasivas, mientras no haya fármacos o vacunas la única opción es aguantar y esperar no contagiarse… minimizar los daños.

Se comentó que estamos en guerra contra el virus como se puede declarar la guerra a la droga, la trata de blancas o a la estupidez. De la misma forma que se evitó decir que había una guerra en Afganistán, no se ha tenido ningún reparo en anunciar una guerra contra el virus. Cosas de políticos que son los que definen los términos.

Pero entonces, ¿qué es lo que estamos viviendo? Hay quien le llama catástrofe, pero una catástrofe implica un fenómeno destructivo, como un terremoto o un derrumbamiento, es más calificativo que situación, también podría servir, pero no es una catástrofe. Por supuesto, se utiliza la palabra crisis, pero cuando hablamos de crisis nos referimos al colapso de un sistema, ya sea sanitario o económico, indudablemente esta situación implica una crisis que será paralela, pero que puede ser más larga o más corta de lo que dure la enfermedad. La palabra es pandemia, estamos inmersos en ella, su naturaleza es extenderse, ocupar nuestros cuerpos y perjudicar nuestra salud.

Pero, como en muchas situaciones, necesitamos referencias y, aunque podría haber otras, se ha tomado la de la guerra. Hay muchos opinadores que nos recuerdan que esto no es una guerra. Incluso dicen que el hecho de recurrir al léxico bélico es machismo. Pero ninguno se ha molestado en apuntar una referencia diferente. En medio de una situación tan grave que ha obligado a declarar el estado de alarma, plantearse si es una guerra o no es como discutir que los perros que nos van a dar caza son galgos o podencos.
Pero dado que se ha utilizado el término guerra y se ha intentado acudir al léxico bélico, podemos y debemos recurrir a las referencias militares, que no tiene otro sentido que hacernos una idea de la magnitud de cómo nos ha afectado y está afectando esta pandemia.

Así que, recurriendo al lenguaje militar, la primera medida adoptada para combatir el virus ha sido acuartelar a la población, también podría emplearse la palabra arrestar, sólo los que tienen un servicio que hacer pueden salir de su casa. En realidad, el confinamiento equivale a una vida cuartelera, de movimientos restringidos y con unos horarios de salida limitados por las aperturas de los comercios y las necesidades de las mascotas.

Igual que en la guerra, las familias se han visto repentinamente  amputadas, privadas de la presencia de un ser querido sin la oportunidad de darle un último adiós.

Igual que en la guerra, se ha exigido un esfuerzo general a toda la población e instituciones.

Resulta importante comparar situaciones, desde un punto de vista bélico, asumiendo que estamos en pie de guerra, aunque no sea un conflicto armado. Y esta guerra se acabará con el fin del virus, no del confinamiento/acuartelamiento, al finalizar éste podremos dar por terminada la primera batalla, pero no la guerra. No se cerrará la lista de fallecidos cuande deje de haber ruedas de prensa del Comité Técnico. Debemos ser conscientes que estamos asistiendo al desarrollo de una batalla, un enfrentamiento si lo prefieren, pero la “guerra” será más larga.

¿y cómo podríamos considerar esta batalla y su resultado final? Recurramos al pasado. En la batalla naval de Santiago de Cuba entre la marina estadounidense y la armada española la derrota se saldó con aproximadamente 500 muertos españoles, según datos de Wikipedia, y fue un desastre.  La Guerra Hispanoamericana arrojó unas pérdidas de más de 60.000 fallecidos (datos de Wikipedia), menos de 11.000 en combate, el resto en el proceso de repatriación víctimas de enfermedades (ése fue el verdadero desastre). Cuando se escribe esto el COVID-19 se ha cobrado más de 27.000 vidas en España. Recurriendo a batallas, no a guerras, hace casi cien años, en 1921, el ejército sufrió un descalabro en Annual que costó 14.000 vidas (también según Wikipedia), también se le llamó desastre. O sea que el resultado de esta batalla habrá que considerarlo, de momento, entre el Desastre de Annual o el Desastre del 98, en ambos casos desastres.

Quizás haya sido demasiado rígido al comparar lo que estamos viviendo con estas batallas, probablemente deberíamos compararlo con un episodio más semejante a los bombardeos soportados por los ciudadanos ingleses o alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, personas encerradas en sus casas esperando que las bombas cayesen en otras viviendas, salidas restringidas para permitir el paso de ambulancias, bomberos, policías y militares. Este escenario es más parecido si tenemos que encontrar una referencia, y recordar que el bombardeo de Dresde se saldó con la muerte de 25.000 personas (de nuevo datos de Wikipedia).

Creo que esto da una idea de la dimensión de la batalla que estamos librando y que ésta consiste en resistir. No tenemos, de momento, la oportunidad de devolver los golpes. Sólo podemos aguardar en casa y respetar las restricciones hasta que amaine el bombardeo, o la tempestad.

Pero los niños, y el mimo que reciben, demuestran que esto no es una guerra, confirmando que tampoco llega a ser una batalla, en este caso los padres nunca se plantearían que pudiesen salir de casa.

Pero, como en todas las batallas, queda un panorama que permite sentir cómo ha afectado la lucha, qué huellas van quedando, de qué manera nos ha afectado. La batalla nos va dejando una España ralentizada que ha modificado sus convenciones, ahora el transporte individual prima sobre el colectivo. España intenta ir enguantada y embozada tras una mascarilla, intenta ser lo más aséptica posible y los españoles mantienen las distancias, se hablan menos y más alto, y esperan más distanciados, quizás más estoicamente. Y este panorama, más suave o estricto,  durará hasta que haya una vacuna o fármacos eficaces, ese será nuestro contrataque, la batalla de la revancha.

Otra imagen que nos queda es la visión de la Plaza de Cibeles, las banderas de España que rodean la fuente, como las del ayuntamiento, están a media asta – siguiendo las instrucciones de la Comunidad Autónoma -  las banderas del Banco de España y del Cuartel General del Ejército en el Palacio de Buenavista están completamente izadas (según la normativa estatal). Se antoja como una evidencia de que en la España oficial no son capaces de ponerse de acuerdo ni para expresar el dolor.


Como en una guerra, los temas que ocupaban los titulares, máxima preocupación del gobierno, han pasado a un plano secundario, la violencia de género es un recordatorio que no ocupa mucho espacio en las noticias, el feminismo casi queda ridículo, el coronavirus ha dejado patente la igualdad en la vulnerabilidad y también algunos privilegios en la sociedad, y el cambio climático es casi un recordatorio.

También, como en una guerra, sale lo mejor y lo peor de nosotros, los actos desinteresados motivados por el hecho de querer aportar algo y colaborar en el enorme esfuerzo que estamos haciendo. También sale lo peor, siempre hay quien intenta beneficiarse de la situación y el que piensa en términos de yo y no nosotros. Y muchas veces sale lo más absurdo…

Indudablemente, en medio de una batalla, no podemos dejar de preguntarnos muchas cosas: ¿cómo hemos llegado aquí? ¿No iba a ser el paso del COVID-19 algo testimonial? ¿cómo es posible que en Irán haya menos muertos que en España? ¿no teníamos el mejor sistema de salud del mundo? ¿No estaba tan bien preparado? Se necesitan muchas respuestas, son necesarias para la próxima batalla.

Como en toda batalla, también hay órdenes y contraórdenes, la mascarilla no era algo necesario hasta el día 4 de abril en que se informó que iba a ser obligatorio portarla… cuando hubiese, hasta ese momento es recomendable. Un vaivén que deja constancia del desconocimiento sobre el virus y de los procesos de decisión ¿es un palo de ciego más o, por el contrario, tiene su lógica? Por supuesto si tiene su lógica ¿por qué no la hubo antes? Si en Oriente se empeñaban en llevar mascarillas y en España se explicaba que no eran necesarias ¿Qué ha pasado? ¿Es que es una manera de evitar decir que no había suficientes mascarillas? Parece que, un mes más tarde, sigue sin haberlas.

Como en el desarrollo de todas las batallas, ahora somos - o deberíamos ser - conscientes de nuestras debilidades y carencias. Ahora conocemos las consecuencias de una externalización que sólo ha atendido a criterios de beneficio económico, quizás olvidando los beneficios sociales. Ello se ha traducido en una carencia de Equipos de Protección Individual (EPIs), respiradores y mascarillas. En definitiva, hay muchas preguntas que responder y muchos problemas a los que hay que dar solución.

Pero dentro de este panorama no todo es desolación, a lo largo de este acuartelamiento a las ocho de la tarde los vecinos se han manifestado multitudinariamente reconociendo el esfuerzo de otros españoles. Un apoyo incondicional a aquellos que han hecho lo que debían hacer, lo que se esperaba de ellos, de forma incansable han seguido una rutina, en ocasiones agotadora y han satisfecho las necesidades de aquellos que han tenido que quedarse en casa y de los que han sido alcanzados por la enfermedad.

Siento tener que recurrir a las frases de dos personajes británicos para describir el comportamiento de la sociedad española, pero no encuentro frases parecidas formuladas por españoles en nuestra historia.

Refiriéndome a todos los españoles y parafraseando a Nelson antes de la batalla de Trafalgar: “España espera que cada uno cumpla con su deber”… y así lo ha hecho.

Refiriéndome a sanitarios, policías, guardias civiles, militares y personal de los supermercados y todos los trabajadores esenciales, acudiré a las palabras exactas de Churchill cuando terminó la batalla de Inglaterra: “Nunca tantos tuvieron tanto que agradecer a tan pocos”.

Algunos artículos relacionados con este tema:

“Esto no es una Guerra”. 3 de abril de 2020, Elpais.com. Nuria Labari. Un alegato feminista, según la autora el vocabulario bélico es debido a una gestión machista de la crisis. Hay una clara tendencia ideológica.
“El virus y el lenguaje militar”. 3 de abril de 2020. Elpais.com. Ramón Lobo. Alegato en defensa del Tercer Mundo, que en él la población si vive guerras y otras calamidades y en el que los fallecidos se cuentan por millones.
“La muerte de María Pascual: 20 días de hospital, 20 minutos de entierro”. 8 de abril de 2020. Elpais.com. Jesús García. Un artículo en el que se habla de imposiciones y en el que nos podeos plantear, una vez más, el enfrentamiento entre los derechos individuales y los deberes sociales.
“Liderazgos naturales”. 19 de abril de 2020. Elpais.com. Fernando Vallespín. Artículo de tinte feminista que acentúa la idea de que “los machos populistas y todos los que emprenden la lucha contra el virus como una confrontación bélica son los grandes fracasados”. Mezcla la falta de liderazgo con feminismo, es una interpretación sesgada e interesada. Muy simplista como solución.
“La experiencia española”. 20 de abril de 2020. Elpais.com. Javier Sampedro. Un resumen de lo que, según el autor, se ha hecho en España en relación al COVID-19. Un paradigma, según él, de cómo no se deben hacer las cosas.

24 junio 2015

COSMÉTICA Y CAMBIOS

Me ha llamado la atención el artículo que he visto en elpais.com, se titula "La bandera arcoíris ondeará en el Palacio de Cibeles durante el Orgullo", y volvemos con las banderas. Me parece muy bien que ondee en el ayuntamiento la bandera de color arco iris durante el periodo que dure el orgullo gay, como si queremos que ondee una diferente en esa especie de santoral que nos ha regalado Naciones Unidas, así puede ondear la bandera de Unicef el día del niño, o la de la hoz y el martillo el día de san José Obrero. No hay nada más bonito que querer escenificar los cambios, nuestros apoyos o rechazos y nuestra ideología.
 
Y creo que eso es lo que estamos haciendo, escenificar cambios, maquillar la situación más bien. Reconozco que la señora Carmena acaba de llegar como aquel que dice y no ha tenido tiempo sino para dar algún toque de efecto o de color, como puede ser una bandera arcoíris en el balcón del edificio de correos. Por ley general a los españoles nos gustan estos golpes de efecto, lo he dicho muy a menudo, pensamos que empezar a lucir una bandera tricolor, y dejar de ser un reino para ser una república, nos va a solucionar muchas inquietudes. Podemos pensar que es positivo el hecho de que aumenten los divorcios o los abortos, sin embargo a los datos hay que darle la importancia que queramos y que cada uno le dé la lectura que considere conveniente, como también he dicho muchas veces, el que no se consuela es porque no quiere.
 
Y ya que estoy de refranes, mencionaré el refrán de las cosmética: "aunque la mona se vista de seda, mona se queda", lo que quiero decir es que una bandera, por muy arcoiris que sea, no materializa ningún cambio. También hay que tener en cuenta la relevancia del cambio pretendido: que en la educación se contemple la diversidad sexual ¿no habría que incluir antes otras materias? Creo que el objetivo es conseguir un respeto mutuo, un verdadero entendimiento de la situación. La base del cambio está en la convivencia que se puede conseguir, no en las posturas que se pueden mantener. Intentaré explicarme, yo, que soy heterosexual, no tengo por qué estar orgulloso de mi condición, pero no tengo que avergonzarme de ella. Me llama la atención de que haya un día del orgullo gay y no haya un día del orgullo hetero, quizás el verdadero objetivo sea que no exista este tipo de celebraciones. Aunque con lo que nos puede gustar la fiesta, la clave es celebrar esta clase de eventos más a menudo. En consonancia con lo anterior un día de la desvergüenza gay no suena bien.
 
Por mi parte entenderé que hay cambios a mejor cuando todos estemos más cómodos con nuestra convivencia, podré juzgar los cambios que haya cuando tenga una idea más clara de los objetivos, creo que de momento no existe esa claridad, y de lo que se hace para conseguirlos. Si las cosas no son así, nos habremos limitado a cambiar de alcaldesa, por mucho que maquillemos la ciudad.