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27 de abril de 2013

Perdedor en la batalla.

Por azares de una extraña alquimia sensorial piensas que
lo que tocas no es oro pero lo transforman tus manos.

Te regalé una noche y te creíste dueño de mis días.

Amordacé a jadeos mi lengua viperina
por no romper con frases el momento.

Bautizaste a besos la sombra de mi luna
sin intentar primero consensuar el nombre.
Y te erigiste rey absoluto del territorio que arrasabas.

Jamás pensaste que estando aletargada podría derribarte.
Ufano aún sonreías, mientras dinamitaba tus fueros,
con ese tipo de intransigente seguridad que
acostumbras a tener por mala compañera.

Las emboscadas también llegan a plena luz del día.
Y te quedaste sin claro de luna para un mañana.





31 de mayo de 2011

Tal vez.


Hoy estoy contenta, estoy que lo regalo. ¡ Anímese y pida!
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad?
¿Le canto un poema que espante las hienas que van por detrás?
No sea tímido, no esconda cejas bajo ese tupé. A usted me dirijo
¿No desea, tal vez, un poco de viento que llevarse al chalé?
¿No quiere una risas, perfectas y en lata, que echarse después?
Es el día tonto, en el que todo lo vale, pero no crea por eso
 que vendo lunares que no se han de ver. Inténtelo otra vez.
Ah, que quiere la boca, que no se desdice, que besa y ofrece, sólo para usted...