Son los otros los que han de desfacer entuertos,
que bastante tengo con mantener mi guía.
Con reconquistar mis fueros y alzarme en ellos,
con lo que me pesa alma y pelo ciertos días.
Yo estaba en la terraza luchando con la luna
que a mi sombra mal acostumbra a andorrear.
Llegando luego desaliñada a la mañana, gruñona
y difuminándose por tener que madrugar.
Estaba yo, digo, a mandoble vano con ella
cuando vi claramente en su risa la verdad,
que sin pensarlo dos veces me cambiaba
con mi sombra, singular y trotamundos,
que escapa sigilosa, doblando por las esquinas,
sin darse ni la vuelta para ver que deja atrás.