Fotografía: Alís Gómez
Lucas me ha dado espacio. Supo que yo necesitaba estar sola y me acompañó a media distancia. Dormía a mis pies en la cama o en la alfombra del salón si el sueño me dominaba en el sofá. Siempre a mi lado y sin contacto, ni siquiera visual.
Esta noche es él quien extraña. Está abrazando con su pata mi brazo derecho. Intenta que deje de escribir. No quiero hacerlo, aunque el masaje de la vibración de su ronroneo me cautiva. La tibieza de su cuerpo pegado al mío también. Me resisto, como es evidente.
Y está tan determinado pidiendo sus mimos, que se atrevió a lo nunca hecho antes: acercó su pata a mi rostro, tomó mi mejilla y giró mi cara hacia la suya. Quería que lo mirara. Quería que lo viera.
Se siente igual que yo.