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viernes, 29 de septiembre de 2017

Americanah

Hace tiempo que veo rondar por la red comentarios entusiastas sobre esta novela, "Americanah", una historia sobre jóvenes africanos emigrados a Estados Unidos obra de la autora nigerana Chimamanda Ngozi Adichie. Reconozco que temía que un entorno en principio tan extraño al mío como es el de la sociedad nigeriana me iba a llevar a encontrar una historia que quizás me pillara muy lejana, en unos escenarios totalmente ajenos a mi propia experiencia y sobre unos personajes con los que no sabía si podría conectar. Y es que tengo la sensación de que la visión que desde España tenemos de Nigeria y su población procede eminentemente del tipo de inmigración que recibimos desde aquel país: jóvenes generalmente poco cualificados y que permanece en ámbitos casi marginales de nuestra sociedad. Poco que ver con la imagen que la novela nos traslada de una juventud altamente formada, con grandes influencias culturales del Reino Unido, lo que se refleja especialmente en el correcto idioma inglés que se maneja entre las clases más formadas, lo que se combina con los sueños de unos jóvenes de salir de su país para desarrollar sus carreras profesionales en entornos más favorables, bien en el Reino Unido, bien en los Estados Unidos.

Dentro de este grupo de nigerianos educados y formados se encuentran los protagonistas de la novela, empezando por Ifemelu, una joven que regresa tras quince años residiendo en los Estados Unidos donde ha cursado estudios universitarios y donde gestiona un interesante y exitoso blog sobre las condiciones de vida y las peculiaridades con las que se encuentran los negros no norteamericanos en aquel país. A su regreso a Nigeria Ifemelu se resiste a reencontrarse con su antiguo novio, Obinze, que ahora es un hombre de negocios de gran éxito en Lagos. Precisamente la conciencia de que ninguno de ellos son las mismas personas que eran tantos años antes, cuando ambos eran prometedores estudiantes de secundaria llenos de sueños y planes en común, la conciencia de lo mucho que han cambiado ambos retrasa este encuentro. 

En ese espacio de tiempo Ifemelu va recordando cómo era la Nigeria en la que se educó y creció: un país revuelto y efervescente con una población hundida en el desencanto de las huelga continuas, las protestas contra el gobierno, funcionarios que no reciben sus pagas, universidades paralizadas y jóvenes que suenan con escapar a América como pudo hacer ella. Igualmente reflexiona sobre la sorpresa que sintió cuando descubrió la imagen que de los africanos tienen los norteamericanos, la cantidad de prototipos y prejuicios sobre África en general que el desconocimiento de la realidad provoca. Allí ella pertenece a un grupo ajeno al de los afroamericanos, es una verdadera africana, un elemento exótico que los americanos identifican con costumbres tribales, pueblos pobres subdesarrollados sobre quienes hacer caridad a través de múltiples ONGs, pero les cuesta considerarlos como iguales, miembros de sus universidades, vecinos en sus propios barrios.

A su regreso, lo que Ifemelu se encuentra es una Nigeria que ha evolucionado hacia una sociedad occidentalizada ávida de riqueza y éxito en base a un nuevo resurgir de la economía donde la ambición por la formación y la cultura ha sido sustituida por la persecución del mero éxito económico.

Me habría gustado leer esta novela en inglés para captar en versión original los contrastes entre el habla británica y la norteamericana, la cantidad de giros y expresiones que a Ifemelu tanto le sorprenden, la diferencia en cuanto a educación y cultura dentro del mismo país que suponen, por lo que recomiendo a quien tenga la posibilidad de hacerse con esa versión original y ser capaz de leerla, no dude en hacerlo. También confieso que he acabado un poco saturada de tantas reflexiones sobre la raza y sus avatares porque con frecuencia las reflexiones superan al argumento, se da más disgresión que narración, más antropología que puro relato. Pero a pesar de ello he descubierto a una buena narradora que transmite a la perfección las circunstancias de una sociedad y de unos personajes que, continentes de origen aparte, color de piel o problemas de control del pelo más o menos crespo aparte, en lo básico no se diferencian tanto de cualquiera de nosotros.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ashford Park

Termino la lectura de la novela "Ashford Park" con una leve sonrisa en mis labios, esa sonrisa relajada que te queda cuando acabas un libro con el que te has entretenido, en el que has vivido muchas historias, has conocido personajes interesantes y te has ido enganchado a una lectura ágil, eso sí, a base del viejo truco de terminar los capítulos en lo más álgido para cambiar inmediatamente de escenario y de época. Y todo eso sin pasar por demasiado sufrimiento ni dejarte en la cabeza problemas o cuestiones a las que darles vueltas. No se puede pedir mucho más a una novela. Lo cierto es que la escritora estadounidense Lauren Willig ha logrado aquí una obra amena en la que se alternan los diferentes planos temporales con bastante agilidad, el misterio se va dosificando con acierto y va contándonos una historia suficientemente interesante que se desarrolla en dos tiempos: por un lado a principios del siglo XX entre Londres y Kenia y por otra parte en Nueva York a finales de siglo, conectando a Clemie Evans con su abuela Addie, desvelando poco a poco los secretos ocultos de una familia que vive durante todo ese tiempo en una mentira que nadie ha tenido interés por revelar.

Encuentro sorprendente que esta novela esté etiquetada habitualmente como novela romántica, ya que no creo que la trama de romance sea en absoluto el eje central de ninguna de las historias que se cuentan. Sí que es cierto que existen personajes que se enamoran, se casan, sufren por amor... pero prevalecen, en mi opinión, otros aspectos o temas que son de más relevancia en el relato como puede ser el del retrato de las clases altas de la Inglaterra de primeros de siglo y los cambios sociales que la guerra supuso en sus privilegiadas vidas, o las experiencias de estos mismos ingleses en el África colonial, o el contraste entre la vida de la abuela Addie y la de su nieta Clemmie, enfrascada en su intensa vida profesional que  no le deja tiempo para construir una relación sentimental en condiciones, mientras trata de triunfar a toda costa como abogada. O el papel de las relaciones familiares, de los lazos que unen a los miembros de una familia, sean o no cercanos, a la seguridad que proporciona saberse miembro de un grupo. Hay bastantes aspectos. como comento, que superan la temática romántica. Incluso diría que la historia de amor que se desarrolla en el tiempo actual no sólo me ha parecido poco interesante y totalmente previsible, sino que no era casi ni necesaria.

En fin, destacaría la ambientación de la parte de la novela protagonizada por Addie y su intensa prima Bea, tal vez el mejor personaje de la novela. Bea es una joven de buena familia que pasa de ser "la debutante de la década", la más atractiva, interesante y prometedora joven de la sociedad londinense a encontrarse en una explotación cafetera en lo más profundo de África, viviendo una vida que nunca eligió, añorando los brillos de un mundo que acabó con la guerra y arrepentida de las decisiones que tomó en su día. Su estimada prima Addie, que en su día fue una huérfana pobre acogida por la familia de no muy buena gana, será la única que nunca dejará de apreciarla, apoyarla y acompañarla, a pesar de que no siempre Bea se portara con ella como debiera.

Una novela, en fin, entretenida de leer, con algunas sorpresas en la trama junto con otros giros que no resultan tan inesperados, pero en general bastante agradable, muy bien ambientada, con personajes atractivos y ritmo rápido. Una buena lectura para cualquier lector que busque entretenimiento.


domingo, 2 de septiembre de 2012

Palmeras en la nieve

Parecerá que este mes de agosto he estado un tanto alejada de la lectura, ya que no ha habido mucho movimiento por este blog. Lo cierto ha sido que he estado más bien alejada de la red, las vacaciones es lo que tienen, que sirven para desconectar y eso es lo que he intentado hacer, con bastante éxito, por cierto.
Pero la verdad es que leer he leído algo y trataré ahora de ir poníendome al día en los comentarios de esos libros a los que me he dedicado en las vacaciones

Hoy le toca el turno a mi lectura más antigua de este mes, concretamente uno de los grandes éxitos de este verano entre los lectores: Palmeras en la nieve, de la escritora Luz Gabás. La acción se inicia cuando Clarence, una joven profesora universitaria, descubre entre los papeles de la casa familiar una antigua carta en la que se hace referencia a ciertos datos desconocidos para ella sobre los años en que su padre y su tío estuvieron trabajando en la colonia española de la isla de Fernando Poo, en Guinea y de cuyas andanzas ella , como el resto de su familia llevan años escuchando las más variadas anécdotas. Sin embargo parece ser que algún tipo de secreto quedó allí oculto durante todos estos años, por lo que la curiosidad de Clarence la lleva, aconsejada por Julia, vieja amiga de la familia que compartió la experiencia colonial, a viajar al lugar y tratar de descubrir algo más sobre lo ocurrido en el pasado.

El relato retrocede entonces hasta el año 53 cuando los hermanos Jacobo y Kilian viajan desde su pequeño pueblo aragonés de Pasalobino hasta Santa Isabel, en tierras africanas, para unirse a su padre, Antón, que desde hace ya algún tiempo trabaja en la finca Sampaka, dedicada al cultivo del cacao. Las buenas condiciones económicas llavan a los jóvenes, como a tantos otros compatriotas, a abandonar su vida en la triste España de aquella época y a enfrentarse con la exótica vida en la colonia. Allí todo es totalmente diferente al paisaje que acaban de abandonar: la finca es un mundo básicamente de hombres, regido por la jerarquía de los colonos: el gerente, los encargados, el médico, el sacerdote, todos de origen español, que tienen a sus órdenes a los capataces y braceros pertenecientes a distintas razas procedentes de Guinea y Nigeria.

Los dos hermanos son bastante diferentes: mientras que Jacobo, el mayor, es alegre y decidido y disfruta de la experiencia al máximo esperando el momento en que su situación económica le permita volver a España, Kilian ve todo con ojos asombrados; aunque físicamente es fuerte, le cuesta más adaptarse al nuevo entorno y a las costumbres del lugar, sin embargo será el que más profundamente se enamore de África y de sus gentes, le apasionarán sus ritos y se sentirá muy unido a los nativos. En una época en que muchos países africanos comienzan a exigir su independencia de las colonias, los conflictos no tardarán en llegar también a Fernando Poo y los colonos tendrán que abandonar finalmente el lugar, algunos con más nostalgia que otros.

La novela es magnífica y proporciona una visión estupenda de la época y el momento histórico. Las descripciones del pintoresco lugar, el colorido, los sonidos y las gentes de África cobran vida en el relato que nos transmite la exuberancia de la vegetación, la vida en sintonía con la Naturaleza, las tradiciones de los pueblos nativos y el contraste con la modernización que los europeos tratan de llevar allí. Una lectura, en conclusión, muy atractiva y altamente recomendable, basada en experiencias vividas por familiares de la propia escritora que ha volcado en la novela una enorme pasión por el continente negro, reviviendo una época casi olvidada de la historia de nuestro país.