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sábado, 6 de abril de 2024

Roma desordenada. La ciudad y lo demás

Juan Claudio de Ramón ejercía de primer secretario de la embajada de España en Roma cuando decidió dejar por escrito las impresiones sobre esta ciudad que tuvo el placer de recorrer, descubrir, pasear, pensar y terminar amando de manera incondicional. En "Roma desordenada. La ciudad y lo demás" nos ofrece una colección de breves relatos contados en primera persona donde plasma sus paseos y visitas, reflexiones y descubrimientos; nos deleita con anécdotas propias de su vida doméstica junto con sucesos históricos ocurridos a los largo de los miles de años con los que cuenta la ciudad. De Garibaldi a los césares, de Ramón Gaya a los Papas, pasando por artistas, santos, políticos; recorriendo el ghetto, la Via Veneto de la Dolce Vita, deteniéndose en cafés, fuentes, escaleras, barrios o cementerios; calles, villas, museos, jardines y palazzos; iglesias, pinturas, novelas o películas, cualquier lugar o momento le vale al autor para retratar algún instante de la vida cotidiana o de la Historia de Roma. 

La lectura de este libro me ha encontrado de viaje en la propia Roma y cada noche descubría entre sus páginas un nuevo rincón que visitar, una historia del pasado sucedida en alguna calle cercana a nuestro alojamiento, una obra de arte digna de contemplar en nuestra siguiente salida por la ciudad. Ha sido una guía de viaje extraordinaria con la cual, de la mano del autor y siguiendo sus pasos, movernos libremente a través de los siglos y las callejuelas, entre los habitantes y los lugares más peculiares de esta ciudad de tráfico insoportable, ruido constante, fuentes cantarinas y pinos que diseñar el perfil del horizonte de una urbe universalmente reconocida, odiada y amada a partes iguales y que nunca es posible terminar de conocer del todo. Afortunadamente siempre existirán excusas para regresar una y mil veces a Roma 

jueves, 26 de enero de 2023

La autopista Lincoln

Amor Towles es un autor que, con sólo dos novelas en su haber, se ha convertido en uno de mis escritores favoritos y con esta última publicación, "La autopista Lincoln", demuestra nuevamente su portentosa capacidad de crear personajes que te llegan al corazón como ocurre con los protagonistas de esta historia, unos jóvenes, prácticamente adolescentes, a los que ya les ha tocado sufrir mucho en sus cortas vidas, han pagado por sus errores y desean emprender una nueva etapa un lugar distante, nuevo y lleno de promesas.

Emmett Watson acaba de salir del correccional de Salina donde ha cumplido una condena por matar accidentalmente a otro muchacho. Su padre ha muerto dejando en la ruina a Emmett y a su pequeño hermano Billy. El banco se ha quedado con su casa y sus tierras y la única posesión que conservan es un viejo Studebaker con el que deciden abandonar su pueblo de Nebraska y recorrer la autopista Lincoln en dirección a California tras la pista de su madre que los abandonó hace bastantes años. En el pueblo sólo cuentan con su vecina y amiga Sally, el ángel de la guarda de los dos hermanos que siempre está ahí para ayudarles. Pero la inesperada aparición de dos compañeros a los que Emmett conoció en Salina les hacen cambiar de planes. Duchess es un chico criado en Nueva York, hijo de un actor fracasado y que se tuvo que buscar la vida desde bien joven mientras que Woolly procede de una buena familia pero se encuentra igual de desamparado que sus compañeros. Las circunstancias llevarán al grupo a variar el destino del viaje a emprender que ahora tendrá como objetivo la ciudad de Nueva York, en el extremo opuesto de la ruta a donde pretendían dirigirse los hermanos Watson. La autopista Lincoln es el nombre de la primera carretera que unió las costas este y oeste de los Estados Unidos "Empieza en Times Square, en Nueva York, y termina cinco mil cuatrocientos cincuenta y cinco kilómetros más allá, en Lincoln Park, San Francisco. Y pasa por Central City, que está a sólo cuarenta kilómetros de nuestra casa."

Towles es un narrador prodigioso, algunas de sus escenas o capítulos podrían constituir por si mismos un cuento completo; es capaz de encerrar en unas pocas páginas toda una historia, todo el retrato de un personajes, toda una vida. Es un placer inmenso poder disfrutar de la forma de narrar de este autor que nos hace adentrarnos en la Norteamérica de los años cincuenta con esta novela llena de ternura y dolor, en un viaje en el que hay lugar para las aventuras del Conde de Montecristo que, igual que los chicos, escapó de una prisión y cumplió con su venganza y de grandes viajeros como Ulises, Simbad y Jasón que recorrieron los mares como ellos recorren el país, viviendo también una aventura que se convertirá en un viaje tan épico como lo de aquellos, digno de figurar en los libros. 

"Un crío de Nebraska se presenta en su puerta con buenos modales y una historia fantástica. Pero, cuidado: no una historia extraída de un libro encuadernado en cuero. Ni de un poema épico escrito en una lengua muerta. Ni de un archivo, ni de un ateneo, sino de la propia vida. 

Con qué facilidad olvidamos quienes nos dedicamos a contar historias que lo importante, desde el principio, era la vida."

Y a lo largo de este trayecto se va forjando una fuerte amistad, la personalidad de cada uno de los personajes se va enriqueciendo a lo largo de este viaje que transcurre en paralelo a los sueños de unos chicos que comprenden que la integridad, la bondad y la justicia siempre son el camino correcto. Y como extra bonus nos quedamos con la receta de los fettucini Mio Amore de Leonello's que pasa a mi recetario personal y que cocinaré, seguro, en homenaje a Duchess y todos los protagonistas de este maravilloso viaje.

martes, 2 de agosto de 2022

Historias de Roma

El origen de estas "Historias de Roma" se remontan al año 2003 cuando el periodista Enric González aterriza como corresponsal para el diario El País en Roma. A través de estos relatos, el autor muestra la fascinación que esta ciudad y sus habitantes despiertan en aquellos que la conocen a fondo, sin dejar de destacar al tiempo sus muchos defectos, que, en el caso de Roma, casi se convierten también en virtudes.

Acompañamos al periodista en sus muchos paseos trufados de lugares y monumentos bellísimos, rincones curiosos o pintorescos y su relato va navegando por la fascinante Historia de la ciudad y también y sobre todo por historias, esta vez con minúsculas, sobre personajes, habitantes peculiares de Roma y reflexiones sobre el carácter de los italianos, sus particularidades en los asuntos políticos, familiares o culturales. De Alberto Sordi a Berlusconi pasando por los últimos días de Juan Pablo II, en este libro nos encontramos con anécdotas y asuntos tan italianos como el arte, la burocracia, la corrupción, la figura de la mamma, el calcio, o el café.

Me gusta mucho este tipo de diarios urbanos que nos adentran en el corazón de las ciudades desde el punto de vista del extranjero que durante un breve periodo de tiempo, pueden ser unos meses o unos años, observa la ciudad entre sorprendido y maravillado, que nos transporta a sus lugares favoritos, nos pasea por calles, plazas y edificios, no necesariamente por los más famosos, sino aquellos que cobran más significado para el autor, los que protagonizan sus paseos cotidianos o se encuentran asociados a sus recuerdos más queridos o divertidos. Una buena lectura esta para reactivar nuestro amor por la Ciudad Eterna o para tomar notas para preparar un próximo viaje o, sencillamente, hacernos la ilusión de que este verano, al menos durante el tiempo que duró esta lectura, también nosotros hemos viajado de algún modo a Roma.

lunes, 25 de octubre de 2021

Suite italiana

Este de "Suite italiana" es el
último libro publicado por el veterano escritor, periodista pero sobre todo viajero impenitente Javier Reverte pocos meses antes de su fallecimiento en octubre de 2020. Podemos detectar en la lectura que el propio autor ya prevé que este sería uno de los últimos viajes que emprendería en su vida y así lo señala en las primeras paginas:

"La idea de que éste sería uno de mis últimos viajes libres, de esos en los que tomaba mi mochila, echaba dentro unas pocas cosas y me iba de España sin preocuparme en exceso por lo que dejaba atrás, despertaba en mi ánimo una corriente de melancolía. Los números no engañan y era consciente de que la vida se me iba escapando. Pero también de que el hecho de deambular por el mundo, cuando emprendes la marcha en solitario y guiado por alguna suerte de pasión, te hace recuperar un aroma de la juventud perdida."

El recorrido que abarca el viaje relatado en estas páginas recorre su amada Italia de norte a sur, desde Venecia hasta Sicilia, pasando por Trieste, ciudades cargadas de belleza, patrimonio, historia y, cada una a su manera, símbolos del espíritu y el carácter italiano.

Parte memorias de viaje, parte guía turística, el libro se dedica en parte a proporcionar consejos sobre alojamiento y restauración, paseos y visitas a lugares con pasado histórico, si es que no lo son todos en este país. Dedica su tiempo a pasear por los museos, visitar monumentos y, por supuesto, para disfrutar de la cocina local. Pero no es este su contenido fundamental. El viaje de Reverte nunca es el de un turista sino el de un viajero que contempla las ciudades con sus propios ojos pero también a través de los testimonios de ilustres viajeros que le precedieron: Venecia según Thomas Mann y Lord Byron, el paso de Joyce y Rilke por Trieste. Los paseos le sirven para evocar a aquellos que pasaron antes por aquellos mismos lugares, las calles que recorrieron o los alojamientos en los que vivieron y las obras que fueron inspiradas y creadas en estas ciudades de belleza inasible. 

La segunda parte del libro transcurre en Sicilia en un recorrido a través del cual el autor nos retrotrae hasta los tiempos de su pasado esplendor como parte de la Magna Grecia, desde las guerras contra los atenienses a la invasión de las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial, finalizando con un espeluznante recorrido por la historia de la Mafia, sus orígenes y su historial de crímenes, el autor nos ilustra sobre algunos de los episodios más relevantes dentro de la larguísima e intensa Historia de la isla. Si a estos fenómenos violentos le unimos multitud de invasiones a lo largo de los siglos, terremotos, pandemias y otras catástrofes naturales, podemos hacernos a la idea de que la vida en Sicilia nunca ha sido lo que se dice apacible. A esta sensación se suman las descripciones de sus áridos paisajes, sus pueblos arrasados por el sol, el verdadero soberano de Sicilia y carreteras infernales entre montañas pedregosas y con todo eso el retrato de la mayor isla del Mediterráneo nos queda que ni pintado. Sólo la ciudad de Palermo de la mano de Lampedusa se salva en parte del crudo retrato que nos proporciona Reverte:

"Todo está en Palermo. Y sin Palermo no se explica Sicilia. Y sin Sicilia no puede comprenderse Italia, porque la isla es la llave de todo el país, según acertó a señalar Goethe. Por mi parte, no eludo los riesgos que supone el decir que, en cierta manera, quien no ha estado en esta tierra del mezzogiorno no conoce el mundo."

No hay duda de que se trata de un libro de viajes, pero esta etiqueta se le queda corta; probablemente habrá que considerarlo como el relato de un viaje al pasado casi más que un retrato de la Italia actual, además de un libro de Historia y de Litetatura y de Arte y de Humanismo. Probablemente Reverte compartía totalmente lo que afirma el príncipe de Lampedusa, que a Sicilia sólo se la comprende a través de su Historia: 

"Hace por lo menos veinticinco siglos que llevamos sobre nosotros el peso de magníficas civilizaciones heterogéneas, todas venidas de fuera, ninguna germinada entre nosotros, ninguna con la que nosotros hayamos entonado...; desde hace dos mil quinientos años, somos colonia."

sábado, 10 de julio de 2021

La mia Londra (Mi Londres)

Me adentro de la mano de la extraordinaria autora italiana Simonetta Agnello Hornby en su más personal  visión de la ciudad del Támesis con "La mia Londra" ("Mi Londres"), una narración que arranca con la primera vez que voló desde su Palermo natal natal a Inglaterra para estudiar el idioma y que, transcurridos muchos años, nos muestra cómo esta se ha convertido en su propia ciudad, donde vive con su marido, ha criado a sus hijos, trabaja como abogada y donde desarrollaría, ya más que cumplidos los cincuenta años, su faceta de escritora.

El libro es un paseo en parte turístico, pero obviando los lugares típicos, más bien una suerte de guía para iniciados pero también es un recorrido emocional y sentimental donde nos relata sus primeras impresiones, sus paseos y lugares favoritos, la adaptación como extranjera a un modo diferente de vivir y pensar, su lucha por compatibilizar familia y trabajo y la manera en que, tras tantos años de residencia en Inglaterra, ya no se considera una extraña sino que ha adoptado e integrado muchos de los aspectos más característicos de su país de adopción y en especial de su adorada ciudad de Londres.

Declara admirar de los londinenses su espíritu cívico, su pasión por la cultura en todos los aspectos y su apertura de miras. Desde su punto de vista absolutamente subjetivo, repasa temas de lo más diverso desde los hábitos culinarios, la organización de los partidos políticos, los pubs y restaurantes o la gastronomía local, el papel de la Corona, la diversidad racial, los teatros, museos y mercados. También observa de cerca los aspectos más peculiares de la antigua tradición de la City con sus maneras exquisitas y sus rituales ancestrales. Sobre todo nos ilustra sobre aquellos aspectos en los que los londinenses más se distinguen de otras nacionalidades e incluso del resto de habitantes del Reino Unido, desde su punto de vista de extranjera que se ha integrado con sumo gusto al modo de vida londinense, destaca aspectos de las relaciones sociales, la forma de comportarse o costumbres que resultan más peculiares. 

Sin dejar de lado asuntos polémicos, la autora nos da su visión de los convulsos años 80 con sus disturbios sociales, conflictos políticos y laborales. Lo cierto es que el recorrido por la ciudad que nos proporciona abarca amplios escenarios y temas que no obvian los grandes problemas como los que padece la población inmigrante en Inglaterra de la que ella misma, aunque desde una posición privilegiada, se siente parte o los suburbios poblados por minorías raciales víctimas de la violencia policial. 

Pero en el cómputo final no hay duda de que la italiana es una enamorada absoluta de Londres, con lo que es libro resulta ser, de manera resumida y en palabras de la propia autora, "una declaración de amor a un gran ciudad y a sus habitantes"

viernes, 11 de junio de 2021

Orient-Express. El tren de Europa

No he logrado determinar si este fabuloso libro "Orient-Express. El ten de Europa" es un ensayo, una autobiografía novelada, un libro de viajes o un relato de ficción. Imagino que su autor, Mauricio Wiesenthal, mezcla un poco de todo ello en esta peculiar obra en la cual, usando como vehículo, tanto en sentido literal como figurado, los vagones del mítico Orient-Express nos embarca en un relato que va siguiendo tanto el curso de la Historia como el recorrido de sus vías por los diversos países, épocas y guerras del viejo continente. Los caminos que traza el tren símbolizan esa unidad europea, la forma de conectar países, personas e ideas. El Orient-Express, símbolo indiscutible del lujo y la elegancia, del gusto por los viajes, la cultura y la gastronomía, se presenta también como el máximo exponente del concepto de mundo occidental basado en el progreso de las ciencias y la técnica en un tiempo en que "tener trenes puntuales distinguía a los países civilizados". El tren simboliza la concepción de Europa como un todo cultural, "un hogar común de libertad, civilización y justicia social".

El autor divaga y se extiende sobre temas de lo más diverso: política, historia, arte y cultura, sirviéndose de recuerdos personales, historias y personajes reales, reflexiones y anécdotas sobre cualquier asunto en las que el tren aparece siempre como excusa, escenario o personaje protagonista. Pero sobre todo, el tren juega un papel esencial, en una versión actualizada de las antiguas rutas de los peregrinos, con elemento que disuelve fronteras, propaga la cultura  y combate las ideas nacionalistas. Este ensayo/novela se alimenta de una exhaustiva documentación histórica, técnica y emocional, pero también de la vastísima cultura y numerosos episodios extraídos de la propia biografía del autor, una vida que ha llevado a Wiesenthal a conocer y residir en diversos países europeos y durante la cual ha recorrido muchos kilómetros a través de Europa a bordo de este fabuloso tren.

Stefan Zweig, Mata Hari, Agatha Christie, Coco Chanel y otros muchos personajes de lo más más variopinto como espías, escritores, músicos, aristócratas, políticos y reyes protagonizan romances, negociaciones, intrigas o simplemente disfrutan del propio viaje y todos ellos desfilan por esta mirada nostálgica a aquel que el admirado Zweig denominó como "El mundo de ayer", un repaso a la historia de aquella vieja Europa vista desde el vagón de un (lujosísimo) tren.

domingo, 25 de octubre de 2020

Un otoño romano

Vuelvo a combinar gracias a la lectura de "Un otoño romano" dos de mis grandes pasiones: la literatura de viajes y la ciudad de Roma. En esta ocasión es el escritor Javier Reverte junto al que ya paseamos con anterioridad por las calles de Nueva York, el que nos lleva a disfrutar de la Ciudad Eterna, de los monumentos, las calles y los innumerables rastros de tantos siglos de Historia que allí se conservan, pero sobre todo el autor se dedica a seguir los pasos de muchos de los escritores y artistas, clásicos y contemporáneos, que recorrieron la ciudad antes que él, compartiendo abundantes citas y referencias de tantos otros que también disfrutaron de la ciudad, que en ocasiones la amaron y otras veces la odiaron pero que, en cualquier caso, dejaron escritas sus impresiones sobre esta ciudad única.

Y eso es algo en lo que todos están de acuerdo: Roma es una ciudad irrepetible, llena de peculiaridades y particularidades que hacen que no se parezca a ninguna otra. El autor dedica sus días a patear las calles llenas de turistas o las plazuelas sólo frecuentadas por los habitantes locales, almorzar en restaurantes tradicionales, regresar una y otra vez a su amada plaza de Campo dei Fiori y a su mercado diario, recorrer el barrio judío, sorprenderse ante las tiendas de vestimentas religiosas y ornamentos litúrgicos y por supuesto disfrutar de las innumerables iglesias plagadas de obras de arte sin igual.

Al hilo de sus paseos, reflexiona el autor sobre el arte y los artistas, sobre Dios y las religiones, sobre los viajes y los turistas, en un texto que no sigue una estructura determinada ni un plan organizado más allá de tratarse de una suerte de diario en el que va plasmando los pensamientos que cada uno de esos paseos le provocan y las impresiones que la ciudad deja en el autor referidos a los más diversos temas y asuntos.

"Escribo ya vencido el día, con los ventanales de mi estudio abiertos a Roma, mientras una luna gorda y sensual brilla en el cielo, hacia el este, y la brisa del amable verano sopla sobre el Gianicolo. Suena la campana de alguna de las iglesias que se ven desde la altura de San Pietro in Montorio. Campana y luna llena, ¡qué hermosa conjunción! La colina es un excelente lugar para escribir, y el inicio de la noche es una buena hora para hacerlo."

No hace mucho tiempo reseñaba otra obra similar a esta; en aquel caso se trataba también de un diario escrito por el escritor norteamericano Anthony Doer que igualmente recogía sus impresiones durante su estancia en la ciudad becado por la American Academy, cuya sede se encuentra bastante cercana a la Real Academia Española desde donde escribe Reverte, en lo alto de la colina del Gianicolo, con lo que me gusta pensar que ambos autores compartirían probablemente unas vistas semejantes sobre la ciudad mientras escribían sus respectiva obras. No hay duda de que este debe ser ciertamente uno de los lugares más inspiradores del mundo y gracias a los libros tenemos la fortuna de transportarnos hasta allí aunque sólo sea con la imaginación. En estos tiempos inciertos en los que los viajes se restringen a lo puramente necesario, en que el turismo anda de vacas flacas y se nos recomienda quedarnos en casa lo máximo posible, debemos sentirnos más agradecidos que nunca a la literatura que desde siempre ha supuesto una magnífica manera de descubrir el mundo desde la comodidad de nuestro sofá. Por ahora nos tendremos que conformar con esto mientras seguimos soñando con volver a Roma algún día, esperemos que no muy lejano.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Un año en Roma

La que cuenta Anthony Doerr en "Un año en Roma" es una extraordinaria aventura: la de un escritor americano en Roma, la de un padre novato que toma un avión en Idaho junto a su mujer y sus mellizos de seis meses para cruzar el océano y aterrizar prácticamente en otro planeta. Lo que descubren a su llegada no es sólo un lugar con otra lengua y otra cultura. Roma es una ciudad donde la vida transcurre en la calle, donde todos hablan fuerte y se ríen sin pudor, donde la gente les sonríe cuando los ven empujando un carrito con dos bebés, y les felicitan por su suerte. Y en todo lo que le rodea el escritor encuentra poesía: en los monumentos antiquísimos, en las vistas desde el Gianicolo y en sus frondosos jardines con exóticos loros verdes, en las bandadas de estorninos que cubren los cielos al atardecer; pero también hay poesía en las agotadoras escaleras y las estrechas callejuelas por las que se pierden una y otra vez, en el tráfico incesante, en el colorido puesto de verduras de su calle, en las numerosas fuentes, en las ruedas de queso parmesano, en el sofocante calor del verano romano... bueno, en eso creo que no termina de encontrar poesía alguna.
"Los puerros están dispuestos como árboles nacientes descortezados; las lechugas de hoja roja se ven distantes y mudas; arden como llamas de antorcha. Sobre todo con tiempo húmedo, el mercado es luminoso: el aire un poco humeante, los puestos como arrimados para protegerse del frío, los montones de color esmeralda de espinacas, las pirámides anaranjadas de zanahorias, una docena de sombrillas hechas jirones que relucen por efecto de las gotas de lluvia. Y entonces, a mediodía, se echan las persianas, se vienen abajo los toldos, se retira el banquete y al atardecer pasamos por allí de regreso de un restaurante y lo único que queda del mercado son puestos cerrados, desperdicios en las aceras y los reflejos de las farolas en los charcos."
Las noches en vela propias de un padre novato de mellizos con un pertinaz insomnio, los problemas con el idioma y la dificultad para compaginar la gestión cotidiana de su pequeña familia con el intento de arrancar la escritura de una nueva novela son algunos de los contratiempos con los que se enfrenta Doerr. Pero lo cierto es que los lectores tenemos una ventaja sobre el autor porque sabemos que de esa beca a la que debe su estancia en Roma saldrá una maravillosa maravillosa novela: "La luz que no puedes ver", pero a él le tocará luchar por atrapar a la inspiración al vuelo y atrapar la belleza del entorno para convertirla en una obra literaria.

Saturado de tantas novedades como le rodea, del caos y la belleza inconmensurable, de la luz de Roma y el tono alto de los italianos al hablar, fascinado al descubrir restos de las culturas que existieron en ese mismo lugar hace mil o dos mil años, el autor se obliga a mantener al día un diario, germen de este libro, que será un batiburrillo entre biografía familiar, guía turística, cuaderno de notas e incluso crónica de la muerte de un Papa y el nombramiento de otro y a todo lo largo de la lectura nos maravilla con sus reflexiones, pensamientos, impresiones y observaciones sobre el arte, la belleza que le rodea, la paternidad, la creación literaria, las diferencias culturales y toda una multitud de asuntos que nos permiten acompañar a Doerr en esa magnífica aventura que supone vivir intensamente durante un año en la ciudad Eterna.

martes, 31 de octubre de 2017

Viaje con Clara por Alemania

Clara es profesora en un instituto alemán, si bien ya ha tenido alguna experiencia como escritora de un par de libros que, seamos sinceros, no han tenido muy buenas ventas. A pesar de ello, ella sueña con cambiar algún día las aulas por el oficio de escribir a tiempo completo. El último encargo que ha recibido ha sido el de elaborar una guía de viaje por el norte de Alemania, ruta que emprende en coche acompañada por su marido español, una combinación de chófer, crítico literario y asistente y que no podemos evitar creer que se parece mucho al propio Fernando Aramburu, porque el tono de este "Viaje con Clara por Alemania" que está escrito en primera persona por el esposo de Clara, que no es Aramburu pero se le parece, suena tan espontáneo y sincero que cuesta creer que se trate de un personaje totalmente ficticio, además de compartir numerosos datos biográficos con el propio autor.

Tenemos que decir que Clara es más bien quisquillosa, tendente al pesimismo, pelín histérica y demasiado mandona, pero el autor la adora igual; a él se le adivina paciente y bienhumorado y sobre todo enamorado de su esposa alemana y dispuesto a satisfacerla en todas sus exigencias esperando que así ella se encuentre del mejor humor posible de modo que se avenga a cumplir con el débito conyugal con la mayor frecuencia posible. Frente a los esfuerzos de Clara para sacar adelante su libro, afectada como está por por la frecuente falta de inspiración, bloqueo creativo y arrebatos de pesimismo sobre su capacidad de culminar el proyecto asignado, el narrador se presenta como su más fiel apoyo, el hombro sobre el que llorar, el chico de la recados y el felpudo en el que sacudirse los disgustos y frustraciones. Y a pesar de que su mujer le insiste en que no la entiende en sus manías y rarezas porque él no es, como ella, un artista, un novelista, un creador, ello no quita para que él vaya elaborando una narración en paralelo de ese viaje, en ratos muertos en que se sienta a escribir a la mesa de la cocina nos  va contando el viaje en un relato plagado de detalles de la convivencia, costumbres íntimas del matrimonio, hábitos del pueblo alemán y divertidas escenas contadas con humor y desenfado en la mayoría de los casos.
"Hasta la fecha no le he contado que yo también escribo, aunque no soy escritor en el sentido en que ella concibe la tarea de escribir. Ni gozo ni sufro cuando en mis ratos libres converso conmigo por escrito, a veces, como en este instante, mientras se cuecen las legumbres sobre el fuego de la cocina. Redacto a mi aire recuerdos de nuestro viaje; pero cuando quiero me detengo y cuando quiero prosigo, sin que jamás me atosiguen la angustia o las responsabilidades, libre de críticos y lectores, de plazos y reglas, como no sea las que respeto sin darme cuenta o por capricho. Que me perdone la literatura si me río de ella."
El autor demuestra un exquisito uso del lenguaje, un gran dominio de la prosa con frases perfectamente construidas que incluyen palabras inventadas con gran ingenio pero sobre todo una absoluta ausencia de seriedad en el fondo y en la forma, con grandes dosis de humor, a veces cruel, a veces negro, se burla de los alemanes y también de los españoles y, sobre todo, se burla de sí mismo, de esa figura del vividor paseante, del amo de casa que se dedica a la literatura como pasatiempo y que no tiene público ante el que justificarse ni que le juzgue por aquello que escribe y cuenta. Y tal vez por esa ausencia de presión el texto suena tan espontáneo y divertido. Una estupenda broma literaria en la que el lector se sumerge completamente, confundiendo por completo narrador y personaje en una ficción que suena a relato autobiográfico, cosa que no es. ¿O sí?

viernes, 8 de septiembre de 2017

New York, New York...

Ya desde la vista de la portada, con esa fotografía cargada de evocador ambiente y bellísima luz otoñal, me siento transportada de la mano de Javier Reverte a ese "New York, New York..." al que el afamado escritor y viajero se traslada durante unos meses y nos invita a acompañarlo a través de este entretenido diario en el que va alternando el relato de sus infatigables paseos, alguna recomendación de restaurantes y muchos bares, infinidad de detalles sobre la vida cotidiana, de la ciudad y sus barrios como espacio geográfico, las peculiaridades del paisaje urbano y del carácter de sus habitantes, notas históricas y otros muchos comentarios que nos hacen sentirnos parte del paisaje que recorre incansable y sobre el que Reverte reflexiona con lenguaje sencillo y profundidad al mismo tiempo. 

No son muchas las novedades o hechos desconocidos que nos va a mostrar el autor, al menos para aquellos que, como yo, somos desde hace tiempo fanáticos de la gran ciudad. Son numerosas las novelas, diarios de viaje y obras de no ficción que llevo ya leídos con la ciudad de Nueva York como fondo, por lo que muchos de los lugares y personajes que aparecen en este libro me resultan ya conocidos pero ello no quita para que haya disfrutado del encanto de la crónica bien narrada, de las impresiones de primera mano que surgen de la pluma del periodista viajero, que nunca turista, que disfruta de la ciudad sin prisa, con pasión, que la observa con atención, trata de empaparse de su esencia y nos transmite su fascinación por el lugar y sus habitantes.
"Voy descubriendo Nueva York como un flâneur, un deambulador, un callejeador, al modo en que Baudelaire y Walter Benjamin gustaban de describir a este espécimen: un tipo inquieto, holgazán, observador apasionado, inmerso en la multitud como un ser anónimo, espectador urbano (...), como «un botánico de las aceras»."
Muchos paseos, mucho jazz, capítulos cortos e intensos, uno por día a lo largo de tres meses de patear calles, montar en ferrys y trenes, subir a edificios y bajar a sótanos y metros, de rozarse con la gente, de descubrir la variedad humana, cultural, religiosa y social del lugar, profundizar en su origen histórico y su carácter tan puramente norteamericano y a la vez tan diferente al resto del país. Una mirada imprescindible para todos aquellos que nos seguimos sintiendo fascinados por la ciudad que nunca duerme.

domingo, 17 de enero de 2016

Un año en el otro mundo

Siempre que puedo, me acerco a Nueva York, no físicamente, claro está, ¿qué más quisiera yo? pero sí a través de mis lecturas. Es esa una ciudad que me fascina y sobre la que no me canso nunca de leer. Así que mi última aproximación a la Gran Manzana ha sido a través de este curioso libro, "Un año en el otro mundo", del periodista Julio Camba que fue enviado en 1916 como corresponsal a Nueva York por el periódico ABC. El libro recopila los artículos en forma de crónica personalísima que Camba fue escribiendo sobre sus experiencias en la ciudad, más centradas en lo extraordinario, en lo peculiar, en aquello que más sorprendía al europeo aterrizado en aquel lejano lugar, tan alejado de España en el espacio como en su nivel de progreso, en las costumbres o las ideas modernísimas y sus logros técnicos insuperables en aquellos primeros años del siglo XX.

El país que se nos retrata en estas crónicas es un mundo donde todo es nuevo, enorme, sin alma. La técnica y la mecánica lo dominan todo, no hay arte ni cultura equivalentes, a ojos del observador, a las europeas. En Nueva York, y por extensión en toda Norteamérica, todo es agitación, movimiento, ruido, ausencia de reflexión, de profundidad, un país de trenes elevados, ascensores y música de fox-trot. El americano cuenta con un alma infantil para la que sólo importa la cantidad, ser el más grande, el más rico, el más veloz, el primero, el más audaz, superar todos los récords posibles, "el materialismo de una civilización de cantidad, en la que la calidad no cuenta para nada".  Ni que decir tiene que las opiniones vertidas por el autor son totalmente parciales, originadas desde el punto de vista europeo que, si bien afirma que no posible comparar Norteamérica con ningún otro país porque aquello es algo totalmente nuevo, no puede evitar compararla constantemente, bajo el peso de su carga histórica y cultural, con Europa. Y en la comparación América no sale bien parada; nada es igual que en España, ni los edificios, ni las mujeres, ni la prensa ni las boticas ni las peluquerías. Donde mire sólo encuentra grandiosidad pero falta de espíritu. Le asombran cosas como que los hombres se compren trajes confeccionados en serie en lugar de acudir a un sastre a que se lo cosan a medida. Muchas veces, casi siempre, las críticas son injustificadas cuando no exageradas, como cuando pinta un país donde conviven cowboys disparando tiros con millonarios excéntricos y en ocasiones hasta ridículos. 

En cualquier caso, el libro resulta de lo más curioso por la posibilidad de contemplar la ciudad desde los ojos de un español de 1916 para el cual todo va demasiado rápido, con demasiada energía, demasiada inocencia, donde la abundancia y el optimismo sin límites abruman al triste español, al ciudadano europeo de hondas raíces tradicionales y conservadoras. Una mirada diferente a una ciudad que, todavía hoy, nos sorprende constantemente a los que la seguimos admirando.

martes, 14 de enero de 2014

The last runaway (El último refugio)

Hay autores que, al leerlos, dan la sensación de que no les cuesta escribir lo que escriben, que les fluye naturalmente, sin artificio, como si escucharas a alguien que te cuenta algo que les ha ocurrido, con un lenguaje sencillo y coloquial pero, al mismo tiempo, transmitiéndote vivamente la historia que relata, haciéndotela vivir con ellos. Esta es la sensación que tengo siempre que leo algo de Tracy Chevalier, como es el caso de esta última novela, "The last runaway" ("El último refugio") Pero está claro que esto es fruto de una extraordinaria habilidad narrativa, ya que está claro que no es posible que la autora haya vivido en primera persona los hechos que nos cuenta en ella, ya que se sitúan en la América de los pioneros, en torno a 1850, igual que no ha vivido en la Holanda del siglo XVII, y ahí está su magnífica novela "La joven de la perla" y tantas otras.

Pues en este caso, el mundo al que nos traslada la autora se sitúa en el agreste y apenas civilizado estado de Ohio a mediados del siglo XIX a donde llega la joven Honor Bright, una inexperimentada cuáquera procedente de Inglaterra que acompaña a su hermana que viaja al nuevo continente con el objetivo de casarse. Pero pronto Honor se encontrará sola en un país extraño, rodeada por desconocidos, sin familia ni amigos y sin saber qué hacer con su vida, necesitada de tomar una decisión sobre su vida pero con el lógico miedo ante lo que le rodea. Siendo una joven educada, discreta y hacendosa, acepta las novedades que su nueva vida le plantea y trata de adaptarse a los cambios y la nueva sociedad en la que debe vivir, tan distinta en muchos aspectos de su tradicional ciudad de origen donde se sentía protegida y donde las costumbres eran diferentes a lo que ahora se enfrenta. La vida en América no es en absoluto fácil, las tierras son agrestes, el clima extremo y sus habitantes mayoritariamente supervivientes natos, personas rudas en busca de nuevas oportunidades y con una vida de mucho trabajo y pocas habilidades sociales, viven en poblaciones que no son más que unas cuantas casas de madera bordeando calles embarradas y rodeadas de inmensos bosques amenazadores, lugares donde será muy difícil que la joven pueda llegar a sentirse como en casa.

Hay muchos temas apasionantes en esta novela, algunos muy simples y relacionados con el ámbito doméstico, como es el de la confección de edredones, los significados que estos pueden llegar a tener para las mujeres que los elaboran o los reciben como obsequio, como manera de transmitirse el amor de la familia o las amistades, igual que su valor como único patrimonio que las mujeres aportan al matrimonio. También el arte de elaborar sombreros o tocados, única pieza ornamental que se permiten las mujeres en esa austera sociedad tan ajena a las costumbres corteses o a las modas en boga. Otro asunto es la peculiar forma de vida de los cuáqueros, su adhesión a la vida simple, ajenos a la mentira y el engaño de cualquier tipo y su posición ante la esclavitud, que es el gran tema de la novela. Porque en los años que recoge el libro se presenta la gran división que existía en el país entre los estados esclavistas y los del norte donde se considera que todos los hombres deben ser libres. De ahí que se asista constantemente a la huída de esclavos fugitivos que arriesgan su vida en busca de su libertad más allá del sur. Y Ohio es una de las puertas hacia esa libertad, por la que cruzan cientos de estas personas, lo que obligará a los habitantes de estas regiones a plantearse un constante conflicto moral entre lo que ordenan las leyes y lo que les dicta su propia conciencia. Honor Bright, como buena cuáquera, verá poner al límite sus creencias en la igualdad, la no violencia y su incapacidad para mentir al enfrentarse a las duras situaciones a las que se verá expuesta.

La novela, en definitiva, es una obra preciosa, llena de hermosas estampas de los magníficos paisajes, las duras condiciones climáticas, los veranos abrasadores y los inviernos extremos, alternadas con acertadas descripciones de sentimientos y sensaciones, de las relaciones personales, de la amistad, del miedo, de la incertidumbre... y con una delicada protagonista a la que llegamos a conocer bien, gracias a la eficaz introspección en su conciencia y en su corazón. Una lectura absolutamente recomendable para quien quiera sumergirse en otras vidas mediante un gesto tan sencillo como es abrir un libro.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La canción de los maoríes

Hace ya como dos años que leí "En el país de la nube blanca", la primera novela de la trilogía de Sarah Lark que transcurre en las lejanas tierras de Nueva Zelanda, y lo cierto es que, aunque me dejó bastante buen sabor de boca, tampoco fue una lectura que me marcara demasiado, por lo que no me había tomado el esfuerzo de continuar con las dos novelas que completaron la serie, porque, por otra parte, raramente me suelo sentir obligada a leer necesariamente las secuelas de los libros, ni siquiera en el caso de que me haya gustado la primera parte. Pero lo cierto es que hace pocas semanas, charlando con unas amigas sobre lecturas varias, dos de ellas me insistieron en que retomara la serie, que a ellas les habían encantado las siguientes entregas, razón por la cual me decidí a reengancharme con esta segunda parte de la trilogía, "La canción de los maoríes" por ver si realmente valía tanto la pena.

Debo decir que al principio me costó un poco retomar el hilo de los personajes. Si bien la novela se puede leer perfectamente por separado de la anterior, al haber leído la historia previa, aunque hubiera pasado ya bastante tiempo, preferí hacer el esfuerzo de recordar quién era quién en la trama, rememorar los principales hechos de la novela anterior, refrescar la información archivada en mi cabeza y situarme así en perspectiva para afrontar las nuevas peripecias de los (casi mejor decir "de las") protagonistas de la historia. En este caso, también en la trama han pasado igualmente algunos años desde los hechos descritos en la novela previa y ahora son las nietas de aquellas protagonistas que conocimos a su llegada a la isla, Gwyneira y Helen, las que toman el puesto de primacía en la narración. Kura y Lainie son primas pero no se parecen demasiado: Kura es hija de una nativa maorí y del heredero de la gran finca de cría de ovejas de Kiward Station, aunque su futuro apunta a quedar al mando de las tierras y el negocio de la lana, ella tiene otras expectativas, más relacionadas con triunfar en la ópera y convertirse en una gran diva, a ser posible en Londres; su exótica y arrebatadora belleza la convierte en el foco de atención, allá donde va. Lainie, por su parte, es la discreta nieta de las anteriores protagonistas, pero su vida es más sencilla, ayudando en los negocios familiares en la ciudad y soñando con encontrar un marido bueno con el que casarse y formar una familia feliz.

Sin embargo, ninguna de las dos protagonistas verán realizarse sus sueños en un principio. Muy al contrario, ambas padecerán al ver sus planes saltar por los aires y tendrán que huir de sus casas y alejarse por distintos motivos de sus familias y llevar adelante una vida que poco se parecerá a lo que en un principio tenían planeado para su futuro. Las dos primas tomarán caminos separados que acabarán por confluir, pero hasta entonces conoceremos a través de sus vivencias las duras condiciones de vida en las colonias neozelandesas de principìos del siglo XX, donde ambas tendrán que hacerse a una nueva vida rodeadas de hombres duros que se juegan la vida en las inseguras minas de carbón, que conviven con los animales en las inmensas granjas de ganado y conoceremos como la agreste colonia va poco a poco desarrollándose, fundándose ciudades que comienzan a crecer y a prosperar a base de trabajo duro en pésimas condiciones,  cómo se van forjando grandes fortunas entre los industriales y los ganaderos y al mismo tiempo nos acercamos a la forma en que los nativos logran conservar sus tradiciones ancestrales a la vez que se integran en la nueva sociedad que les rodea.

La novela se lee con fluidez, ya que la narración es ágil y sencilla, los personajes, aunque no demasiado complejos, están bien dibujados, siendo fácilmente identificables los caracteres positivos y los negativos y la trama, aunque resulta bastante previsible, se sigue con agrado ya que combina bien las escenas, se mantiene el ritmo y el equilibrio entre las historias de las dos primas y en general es una novela bastante rápida, a pesar de su extensión. No es una obra maestra en absoluto pero sí que se acaba cogiendo cariño a sus personajes, por lo que no creo que tarde mucho en continuar por la tercera y última entrega de la serie y no me quedaré sin saber qué es lo que le depara el futuro a estas familias y en qué acaban sus agitadas vidas en las inhóspitas y lejanas tierras de Nueva Zelanda.

miércoles, 7 de agosto de 2013

En compañía del sol

Jesús Sánchez Adalid, autor de interesantes novelas ambientadas en distintos momentos de la historia de España, narra en esta obra titulada "En compañía del sol", la vida de Francés de Jassu, el hombre que la Historia conocería como San Francisco Javier, pero más que al santo en esta novela se nos presenta al personaje histórico, el joven inquieto que ve a sus hermanos luchar por los derechos de la Corona de Navarra, el estudiante que vive en París la vida libertina propia de los jóvenes nobles de la época, el hombre que se ordena sacerdote y vive una vida llena de aventuras, viajes y experiencias muy alejadas de lo que nunca había planeado para su propio futuro.

El relato parte de los días de la primera juventud de Francés de Jassu, el menor de una noble familia navarra originaria del castillo de Xavier que ve como el emperador Carlos V se impone al entonces rey de Navarra en cuyo bando lucharán los hermanos mayores y varios tíos del joven Francés. Tratando de alejarlo de los conflictos políticos, la madre de Francés lo envía a estudiar a París donde espera que se convierta en un hombre de Iglesia. Pero el joven Jassu es apasionado y prefiere ocupar su tiempo en disfrutar de los placeres que le ofrece la vida de joven adinerado en el París de la época, compatibiliza así sus estudios con la práctica de deportes pero también en gozar de la vida sin plantearse siquiera el profesar en la vida religiosa. Será a través de su compañero de cuarto, Peter Fabre, como entre en contacto con el estrafalario Íñigo de Loyola, extraño personaje de ideas descabelladas y considerado por algunos como un santo y por otros como un hereje por sus hábitos de pobreza extrema, su renuncia a las riquezas y privilegios y su entrega absoluta a los necesitados. Será la muerte de su querida madre y posteriormente de su hermana religiosa las que supondrán un cambio en la mentalidad de Francés y en el planteamiento de lo que quiere hacer con su vida.

En la segunda parte de la novela se da un salto en el tiempo y se nos presenta a un Francés ya ordenado sacerdote y formando parte de la recién creada orden de la Compañía de Jesús. Conoceremos cómo fue su acercamiento a Ignacio de Loyola y nos lo encontramos de camino a la India como vicario del Papa en aquellas tierras en poder entonces de la Corona de Portugal. Hacia aquellos territorios desconocidos se dirige Francés con la intención de evangelizar a los pueblos con los que se encuentre. Esta parte entra de lleno en el género de novela de aventuras, desarrollándose en exóticos escenarios, con innumerables avatares y peligros vividos por el protagonista al contacto con culturas y costumbres totalmente ajenas a él y donde el religioso trata de adaptarse al entorno y de conocer la forma de vida de aquellas sociedades exóticas y extrañas para él, a la vez que persevera en su misión de dar a conocer a Dios a aquellos que no lo conocen.

En la tercera parte de la novela sabemos que Francés ha muerto en su viaje a China. En estas páginas se nos hace un resumen de sus últimos días contados a través de los testimonios de aquellos que lo conocieron en sus viajes por India, China o Japón. Ya en aquellos días, antes incluso de su muerte, su figura era admirada en Europa a donde llegaba su correspondencia que era distribuida por iglesias, cortes y universidades donde los relatos de su vida misionera, los avatares de sus aventuras por tierras exóticas y su incansable esfuerzo evangelizador ya le habían ganado la fama de santo en vida.

Esta es una obra que, a pesar de contar la vida de un santo, se puede leer perfectamente desde el plano más puramente de novela histórica y de aventuras, entra poco en los aspectos más relacionados con la religiosidad del personaje y más en sus inquietudes personales y en los aspectos de su carácter como hombre inquieto, apasionado y tenaz en toda aquella misión que emprendió a lo largo de su fascinante vida.

lunes, 26 de diciembre de 2011

En el país de la nube blanca

No hay duda de que “En el país de la nube blanca” de la escritora alemana Sarah Lark se ha convertido en uno de los grandes éxitos editoriales de este final de año y continúa su ascensión imparable de cara a los próximos regalos de Reyes Magos, tal y como pude constatar en mi última visita a la librería donde me encontré con los volúmenes apilados en altas columnas esperando a aquellos escasos lectores que aún quedan por leerla, a aquellos a los que se la han recomendado y a los que ya la han leído y la van a comprar para regalar. Lo cierto es que la novela no desmerece el éxito alcanzado hasta la fecha.

Las protagonistas son dos jóvenes británicas: Gwyneira Silkham pertenece a una noble familia terrateniente dedicada a la cría de ovejas. Debido a una apuesta de juego se ve prometida a Lucas Warden, heredero de un gran productor de lana ubicado en la lejanísima y aún inexplorada colonia de Nueva Zelanda, circunstancia que, lejos de atemorizarla, se le presenta a la inquieta joven como una oportunidad de comenzar una nueva y excitante vida lejos de la monótona rutina que caracteriza el entorno de la nobleza rural en la que se ha criado. Helen Davenport, por su parte, es una institutriz culta y de gustos refinados que se encuentra rozando el límite de edad a partir del cual empieza a plantearse si no será su destino acabar convertida en solterona. La oportunidad de encontrar un marido entre los colonos establecidos en Nueva Zelanda se le presenta en bandeja al entrar en contacto a través de la correspondencia con Howard O’Keefe, un ganadero que parece ser su alma gemela y tras el cual emprenderá la travesía que la lleve al otro lado del mundo.

Durante el viaje hacia Nueva Zelanda las mujeres iniciarán una amistad que tendrá continuación una vez instaladas en su nuevo destino, si bien al llegar a su destino ninguna de las dos se encontrará exactamente con lo que imaginaba cuando partieron y tendrán que luchar por labrarse una nueva vida.

La novela tiene aspectos propios del género romántico que son los que menos me han gustado, aunque supongo que también puede ser el mayor atractivo para aquellas lectoras que frecuenten dicho género, como el capataz guapo y musculoso que nada más aparecer en escena ya se sabe cuál va a ser su papel en el relato, o las descripciones de los personajes que, con una extraña frecuencia tienen ojos grises (cosa que no he visto jamás en la vida real) o en su defecto verdes, así como el cabello pelirrojo como el fuego o las apasionadas escenas de romance. Detalles, en fin, que no restan interés a la parte más atractiva de la novela que, para mi gusto, está constituida por el retrato de una sociedad de pioneros en un nuevo mundo, el escenario de la colonización de Nueva Zelanda con sus paisajes espectaculares y su naturaleza generosa en la que los nativos maoríes no fueron, por lo general, reacios a la llegada de los nuevos habitantes que vinieron a ocupar sus tierras y con los que se produjo una convivencia bastante pacífica. Lo cierto es que, a diferencia de la conquista del oeste norteamericano, lo que se desprende de la novela de Sarah Lark es que la conquista de esta lejana isla del Pacífico se realizó de manera bastante tranquila, tratando de extrapolar en la medida de lo posible los usos y costumbres de Gran Bretaña y tratando de crear una sociedad que conservara lo mejor de la metrópolis combinado con las nuevas e inmensas posibilidades de crecimiento que ofrecían los nuevos territorios.

Si bien el final de la novela no me ha parecido espectacular, sí es cierto que he disfrutado el viaje de su lectura. A lo largo de toda la novela he ido siguiendo, de la mano de los protagonistas, la aventura colonizadora, el descubrimiento de las enormes fuentes de riqueza natural que permitieron el surgimiento y crecimiento de los nuevos núcleos de población y el establecimiento de una economía que favorecía una nueva sociedad de ganaderos, comerciantes, y personas dispuestas a trabajar duro para labrarse un futuro. Una lectura bastante recomendable, sin duda.

martes, 13 de septiembre de 2011

Hoy caviar, mañana sardinas

He aquí un libro que me lanzo libremente a recomendar sin preocuparme de si a alguien no le va a gustar, si el tema resultará un poco duro o si puede herir alguna sensibilidad. Con esta "Hoy caviar, mañana sardinas" escrita al alimón por Carmen Posadas y su hermano Gervasio (de profesión, cocinero) estoy segura de que va a disfrutar un montón de gente. Para empezar, es una novela ligerita, con lo que, al que no le acabe de gustar tan sólo habrá perdido dos o tres días de lectura y no demasiadas neuronas. Pero seguro que a los que les guste viajar, conocer otros países y culturas (e incluso el nuestro propio aunque en una época pasada que yo, personalmente, no he vivido) además de aquellos que gusten de la gastronomía internacional y de experimentar en la cocina, a todos esos seguro que les va a hacer disfrutar este libro.

La obra es (supuestamente) autobiográfica: describe las peripecias que la familia Posadas vive en los distintos destinos que el padre de los autores, diplomático uruguayo, recorre por Europa entre los años 60 y los 80. Combina partes que supuestamente va escribiendo la señora embajadora, en parte para recordar en el futuro sus andanzas por el mundo, pero, sobre todo, para dejar constancia de los diversos menús que ofrece en las recepciones y cenas que tiene que dar y para conservar algunas recetas que irá recopilando por aquellos destinos, eso sí, siempre con un gran sentido del humor y sacando de donde muchas veces no hay. Este relato se va complementando con comentarios de los hijos, especialmente de Carmen, sobre cómo veían ellos los distintos países en los que iban viviendo. No sé si será cierta la existencia del cuaderno de recetas en el que la madre va escribiendo sus pensamientos, pero lo cierto es que el relato resulta simpático y entretenido.

Al final de cada capítulo nos regalan una receta de algún plato del que se ha hablado previamente y tengo que decir que, prácticamente todas, son perfectamente reproducibles, así que, por el mismo precio, tenemos novela más breve recetario de cocina.

Sobre los destinos que visitan, comienzan su andadura en el Madrid de los 60, donde las clases altas disfrutaban de unos privilegios negados a la mayoría de la población y donde el buen nombre, las familias "de toda la vida" y el "qué dirán" eran las bases de las relaciones sociales. Es bastante gracioso el punto de vista de una extranjera que asiste asombrada a la peculiar forma de vida de la alta sociedad madrileña de la época. De Madrid pasan a Moscú, en plena guerra fría. Una ciudad gris y uniformada alejada de los brillos de la cultura rusa tradicional. Allí tendrán que enfrentarse a una burocracia rígida, a las escuchas de los espías y tendrán que ser capaces de mostrar algo de paciencia e ingenio para organizar comidas decentes con los escasos medios con los que cuentan. Finalmente llegan al Londres de los años 80 con todo lo que la Corte de Buckingham supone de rígida etiqueta y las extravagantes normas de conducta que rigen las relaciones sociales en torno a la Corona.

La novela se lee muy fácilmente, es simpático ver cómo se van adaptando a las distintas culturas y costumbres tratando de no perder nunca su carácter propio y manteniendo unas relaciones familiares bastante divertidas y relajadas a pesar de vivir en un continuo proceso de mudanzas inacabables, renovación de casas medio desvencijadas y redecoración constante. Eso sí, vayan donde vayan, nunca les falta su abundante dosis de dulce de leche, emblema supremo de la gastronomía uruguaya.

Una lectura, en fin, distraída para pasar unas cuantas tardes de entretenimiento.

viernes, 11 de marzo de 2011

Nueva York

Creo que he comentado en ocasiones que una de las cosas que más me atrae de la lectura es que me permita viajar en el tiempo y en el espacio, ¡es tan satisfactorio poner a volar la imaginación y seguir el rumbo que marcan las historias que lees y hacer que te lleven a lugares lejanos o tiempos antiguos...! De ahí mi afición a la novela histórica. Y si todo esto, además, hace que te sitúes durante unos días en una de las más apasionantes ciudades del mundo, como es Nueva York, pues ya no hay más que pedir: ¡ese libro me conquista seguro!

Edward Rutherfurd es un escritor del que ya leí hace tiempo su novela “London” que sigue el mismo esquema que esta que ahora comento solo que, lógicamente, referida a la ciudad de Londres. En “Nueva York” realiza una completa crónica de la historia de la ciudad desde sus orígenes holandeses bajo la autoridad británica donde los indios nativos aún ocupaban la península de Manhattan, pasa por la Independencia, la Guerra Civil, los años de las guerras mundiales y la crisis bursátil, hasta llegar al presente más actual que culmina con la caída de las Torres Gemelas. El hilo conductor de todo el relato se estructura en torno a las vidas de una serie de familias cuyos destinos se van entrecruzando a través de los siglos y reflejan fielmente los distintos grupos sociales, los distintos orígenes culturales, étnicos y religiosos que han ido confluyendo en Nueva York a lo largo de su historia y han convertido a esta la ciudad el centro del mundo que conocemos en la actualidad, donde todo es posible, todo se puede encontrar y conseguir.
No hay apenas nada que uno no pueda encontrar en Nueva York
Los miembros de la alta sociedad comparten espacio con los inmigrantes irlandeses e italianos, los albañiles que construyen los grandes rascacielos, las oficinistas que dan los primeros pasos hacia la liberación femenina, los artistas y músicos de jazz, los gángsters y los tiburones de las finanzas... todos pasan por estas páginas codeándose constantemente con personajes históricos reales que constituyeron piezas fundamentales para el avance de la ciudad, como pueden ser George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, los Astors, Vanderbilts , J.P. Morgan, alcaldes como La Guardia o Rudy Giuliani.

Aunque no estaba muy seguro, Master tenía la impresión de que el edificio Chrysler acababa de superar a la propia torre Eiffel.
Por otra parte, sería algo muy adecuado. Nueva York era el centro del mundo. La Bolsa estaba en pleno auge. Los rascacielos crecían por doquier. Aquél era el espíritu de la época.

La novela tiene un estilo y una ambientación que hace que te sientas trasladado al momento histórico que describe, recrea el crecimiento de la ciudad, la construcción de los grandes edificios, la vida en los diferentes barrios, su organización por nacionalidades, la configuración del mapa humano de los millones de personas que recorren y viven en sus calles. Se aprecia en la lectura la pasión del autor por la ciudad, su concepción de Nueva York como centro del mundo financiero y económico, en sustitución de la antigua supremacía europea, se refleja el orgullo de los norteamericanos de ser una nación que luchó por su libertad y que tiene como objetivo que cualquier ciudadano encuentre la felicidad en su seno, ese ideal que constituye el centro del American Way of Life, tan bonito de enunciar y tan difícil de alcanzar, pero el autor refleja bien este espíritu, más destacable aun teniendo en cuenta que se trata de un escritor británico, nadie lo diría.

Lo cierto es que cuando paseas por las calles de la Gran Manzana y levantas los ojos a lo alto de los rascacielos sientes algo similar a lo que debieron sentir los ciudadanos medievales al entrar en las catedrales góticas: te das cuenta de que Nueva York no es sólo una ciudad grande, sino también una gran ciudad creada por hombres, necesariamente, con grandes aspiraciones y capacidades y entiendes por qué se dice que allí todo es posible. ¿Dónde si no?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Guías del Museo del Prado

El pasado fin de semana estuve en Madrid, el sábado era mi cumpleaños y tenía ganas de celebrarlo en plan cultural, por lo que nos fuimos con los niños y una programación bien completa que incluía patearnos Madrid desde el Palacio Real hasta el Museo del Prado, haciendo parada en los iconos más destacados de la capital: Plaza Mayor, Puerta del Sol, Congreso de los Diputados...

Lo cierto es que el día fue estupendo y las visitas resultaron un éxito, teniendo en cuenta que arrastrábamos tres niños de distintas edades y ninguno se quejó demasiado ni de la caminata ni de las visitas realizadas y quedaron encantados de conocer tantas cosas de las que habían oído hablar con anterioridad.

Yo no soy mucho de comprar souvenirs, realmente no me atraen los platos de cerámica tipo "recuerdo de Benidorm" pero lo que sí que suelo traerme de los viajes son libros, generalmente guías de los lugares que visito, libros de fotografía o catálogos de museos o exposiciones. De este viaje me he traído la clásica guía de la visita al Palacio Real de Madrid, que, por cierto, debo decir que me ha gustado mucho y que me ha hecho recapacitar sobre los mucho que nos atraen los palacios europeos y lo poco que conocemos los nuestros (hagan una pequeña encuesta doméstica entre las personas de su entorno y descubran cuántos conocen Buckingham Palace o Versalles y cuántos han visitado el Palacio Real de Madrid o el Escorial o el Alcázar de Segovia; los resultados seguramente serán asombrosos)

Pues, como decía, además de la guía del Palacio, también me traje dos pequeñas guías de visita del Museo del Prado, una dedicada a las 10 obras maestras del Museo y otra monográfica sobre Velázquez. Existen otros títulos pero nos limitamos a estas ya que eran los temas en los que nos habíamos centrado con los niños. Son en realidad mini guías por su tamaño y por su precio (1,00 € en los expendedores situados en distintos pasillos del propio museo) pero por su contenido son grandes obras, ya que están escritas por especialistas, recogen los datos fundamentales de las distintas obras y comentarios sobre autores, épocas y demás. Están editadas por la Fundación Amigos del Museo del Prado y me parece que son de gran valor, a pesar de su pequeño tamaño. Una buena adquisición, sin duda, que nos permitirá refrescar desde casa aquello que vimos en nuesta visita.

lunes, 31 de agosto de 2009

Leyendo sobre Roma


Estoy leyendo estos días “Roma. La novela de la Antigua Roma” de Steven Saylor, novela que narra de manera muy amena, a la vez que intensamente documentada, la historia de la ciudad de Roma, desde sus primeros fundadores hasta el fin del Imperio y me está sirviendo para revivir mi viaje a la que, para mi gusto, es la ciudad más bella del mundo, la Ciudad Eterna, porque no hay otro sitio donde puedas pasear sin necesidad de llevar guía, ni de planificar rutas, sólo dejarte llevar por sus calles y plazas, refrescarte en sus surtidores (nasoni) (instrucciones de uso: aquí ) siempre abiertos, perderte por sus callejones y tomar una pizza en cualquier esquina, porque, será que la pasión me ciega, pero en Roma todas las pizzas son deliciosas, todos los helados son sabrosos y no hay un spresso que defraude, si bien, tengo que recomendar, como el mejor café que he probado nunca, el que me sirvieron en el barecillo instalado en lo alto de la azotea de la Basílica de San Pedro, el que hay antes de emprender el ascenso por escalera a lo alto de la cúpula: un ristretto de verdad (apenas dos dedos de café) pero cuyo sabor aún hoy recuerdo como el auténtico sabor de Roma, junto con el de la ensalada de rúcula omnipresente.

Pasearse por los foros romanos es revivir la historia antigua, es un milagro que haya sobrevivido algo de los antiguos monumentos, si tenemos en cuenta que durante mil años los restos de estos edificios han sido utilizados como fuente de aprovisionamiento de materiales para las construcciones posteriores, los mármoles y materiales nobles, lógicamente, han ido desapareciendo para ser reutilizados en viviendas y edificaciones desde la época medieval,(un ejemplo es la puerta de bronce de la Basílica de San Giovanni Luterano que fue trasladada allí desde el antiguo edificio de la Curia, donde se reunían los senadores, o la famosa Bocca Della Verità que hoy decora la entrada de la iglesia de Santa Maria Cosmedin, para deleite de cualquier turista que se precie de tener una de las fotografías “de obligado cumplimiento” en Roma y cuyo origen pudo ser una tapa de la cloaca Maxima) e incluso el resto de materiales más humildes han sido reciclados a lo largo de los siglos por lo que los restos que hoy podemos disfrutar no son más que los supervivientes de estos expolios. Así y todo y sin necesidad de utilizar uno de esos libros con transparencias en las que se muestra el hoy y el ayer de las ruinas, podemos imaginarnos las calzadas romanas llenas de carros de mercaderes, de hombres con túnicas y mujeres con sus moños adornados con cintas y sus sandalias de cuero, que se cruzan en nuestro camino según vamos recorriendo los distintos enclaves que un día fueron el centro de la ciudad que constituía a su vez el centro del mundo.

Pero en Roma también hay más cosas. Roma es barroco y neoclasicismo, iglesias colosales, pequeñas capillas que esconden retablos magníficos, palazzos con sus portales monumentales, edificios rojizos y amarillentos que hacen cambiar el color de la luz del aire según avanzan las horas del día, para mí no hay como pasear por la zona de Navona, Campo dei Fiori, Piazza Venezia... cualquier edificio, cualquier capilla son inspiradoras. Sólo hacen falta unos conceptos mínimos de Historia del Arte y amor por la belleza de la arquitectura clásica, para poder pasar sin cerrar la boca del asombro durante muchos días seguidos recorriendo esta ciudad que jamás cansa y que siempre descubre secretos, historias y leyendas que enriquecen aún más las bellezas que contemplamos.

Planeo en un futuro no muy lejano volver a repetir la experiencia viajera y esta vez me gustaría hacerlo acompañada de mi hija, se lo tengo apalabrado, porque no creo que puedan transmitirse las sensaciones que provoca Roma sin pasear por sus calles y quiero compartir con ella todo lo que a mí me hace sentir esta ciudad, así que le voy a dar tiempo para que vaya adquiriendo unos conocimientos mínimos de Arte e Historia para que pueda disfrutar más todo lo que vea, además de buscarle la película “Vacaciones en Roma” que seguro que le encanta y cualquier día cogemos un avión y nos plantamos ante el Panteón que lleva 2.000 años recibiendo a los visitantes que quedan embobados al alzar sus miradas al óculus del techo y en ese mismo momento tienen la seguridad de que han llegado al centro del mundo.