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jueves, 8 de febrero de 2024

Bel canto

"Bel canto" ha supuesto mi segunda experiencia con una novela de Ann Patchett, tras la "La casa holandesa" que tanto me gustó. En esta ocasión, la natación se inicia conociendo al Señor Hosokawa, directivo de una gran empresa tecnológica japonesa, un apasionado de la opera a la que dedica todo su tiempo libre. Con ocasión de un viaje a un país remoto que coincide con su cumpleaños, sus anfitriones deciden organizar una fiesta en la residencia del vicepresidente del país con el objetivo de fomentar las inversiones de la potente empresa en este país algo atrasado.  Hosokawa acude junto a su leal y eficaz traductor, Gen Watanabe y con otro directivo,, Tetsiya Kato. El gran aliciente de la fiesta será la actuación de la diva de la ópera Roxane Coss a la que Hosokawa admira por encima de todas las figuras de la ópera. Todo se tuerce cuando un numeroso grupo de guerrilleros asaltan la vivienda con la idea de secuestrar al presidente del país que se esperaba que acudiera velada. El grupo asaltante está compuesto por jovencísimos soldados al mando de veteranos guerrilleros que se hacen llamar los Generales. Pero no contaban con que presidente prefiriera quedarse esa noche en su casa siguiendo el capítulo decisivo de un culebrón televisivo que tiene a medio país pendiente.

El relato nos irá presentando las circunstancias en las que diferentes personajes padecen el secuestro, desde el anfitrión, el vicepresidente del país Rubén Iglesias, un segundón que aspira a alcanzar algún día el puesto de presidente, la diva, única mujer que permanece encerrada, y su protector acompañante, un empleado suizo de la Cruz Roja Internacional al que le interrumpen sus vacaciones para ejercer de mediador, el embajador francés y su esposa, monseñor Rolland y el joven cura Arguedas, otro apasionado de la ópera. En los salones del vicepresidente encontramos la posibilidad de realizar un interesante estudio de este heterogéneo grupo de personajes con un humor que recorre todo el relato que en ocasiones bordea el realismo mágico por la ubicación de la historia en un país sudamericano, la extraña mezcla de terroristas indígenas con ciudadanos asiáticos, amantes de la música junto a conspiradores políticos, empresarios rusos y curas católicos, lo absurdo junto a lo dramático, prisioneros dispuestos a arriesgar su vida por fumarse un cigarrillo y guerrilleros que juegan al ajedrez y aprenden japonés. 

Aunque no se mencione más que como el país anfitrión, es fácil deducir que el lugar donde nos encontramos es el Perú del presidente Fujimori. Lo que he descubierto a posteriori es que el suceso narrado se inspira directamente en el secuestro ocurrido en el domicilio del embajador japonés en Lima en el año 1996 en el que durante 126 días retuvieron a 71 rehenes y que culminó con un dramático final.

Esta no es una novela de acción en la que ocurren muchas cosas sin parar. En relato es más bien lento, transmite la sensación de que el tiempo no avanza. La reclusión convierte la casa del Vicepresidente en una burbuja al margen de la realidad exterior donde secuestradores y secuestrados se mueven a un ritmo propio, donde florecen el compañerismo, la amistad e incluso el amor. El secuestro se prolongará durante semanas; los días se deslizan ociosos y vacíos. A todo lo largo del relato habrá dos elementos que unen a todos los personajes: por un lado Gen, el traductor, capaz de poner en comunicación a los secuestrados de diferentes nacionalidades entre si y con los terroristas, de permitir que los distintos idiomas dejen de ser una limitación que los separe. De tal manera que  Gen se convertirá en depositario de todos los secretos de la casa, todos se confían a él en busca de consejo y ayuda. Y por otro lado está la música, el piano y la voz de la soprano que todos entienden, independientemente de su idioma natal, y que permite a todos los allí reunidos sentir que por un momento escapan de su encierro, se transportan a otro lugar donde por fin pueden sentirse libres. Los hombres caen rendidos ante esa voz prodigiosa que casi justifica el haber sido secuestrados.

lunes, 31 de agosto de 2020

La casa holandesa


"La Casa Holandesa" que da título a la última novela de Ann Patchett (y con la que yo me estreno con esta autora) es una impresionante mansión a las afueras de Filadelfia y supuso la acertada adquisición con la que, al regreso de la guerra, Cyril Conroy comenzó su exitoso negocio inmobiliario. Esta vivienda bastante peculiar tiene un particular protagonismo en la vida de todos los miembros de la familia Conroy. Con una decoración imposible, sus grandes ventanales que dejan a la vista de los vecinos todo lo que ocurre desde puerta entrada hasta el jardín trasero, los detalles artesanales de gran valor y multitud de cuadros procedentes de los antiguos propietarios, la casa no deja indiferente a nadie que la conoce "Andrea no tenía manera de saber que esas personas que aparecían en los cuadros venían con la casa, que todo lo que había en la casa venía con la casa." Pero a pesar de todo, la casa holandesa fue un verdadero hogar para Danny y Maeve, a pesar de que siempre fue detestada por su madre, siendo esta tal vez una de las razones por las que se fue para no volver abandonando a los niños y permitiendo que la casa se convirtiera en objeto de deseo para Andrea, segunda esposa del señor Conroy. 

"Contrariamente a lo que Maeve daba por sentado, yo pensaba muy poco en nuestra madre cuando éramos pequeños. Yo no la conocí y me resultaba bastante difícil echar de menos a una persona o una época que no recordaba. La familia que me dejó —una cocinera, una doncella, una hermana permisiva y un padre distante— me aportaba todo lo que me hacía falta."

Es Danny el que nos cuenta cómo transcurrieron los años entre que Andrea llegó a la casa, su matrimonio con el señor Conroy y como terminarán los dos hermanos expulsados de la casa, vigilándola durante años desde un coche aparcado frente a su puerta, rememorando aquellos días y tratando de reconstruir los hechos, interpretar a posteriori las señales que entonces pasaron por alto, desenmascarando el carácter de Andrea, la actitud de su padre y el papel de la propia casa en sus vidas pasadas y presentes.

"Por Dios (…) Sois Hansel y Gretel. Seguís caminando por un bosque oscuro, cogidos de la mano. Da igual la edad que tengáis. ¿Alguna vez os cansaréis de recordar?"

 Lo único que permanece estable a lo largo del tiempo es la relación entre los hermanos: el papel protector de Maeve, el intenso cariño que ambos se profesan, su complicidad y su unión indestructible, aunque sus recuerdos familiares no siempre coincidan, quizás por la diferencia de siete años que los separan, por la edad que cada uno tenía cuando algunas cosas sucedieron o tal vez por la actitud de cada uno ante los hechos. Danny apenas conoció a su madre y también su padre se fue demasiado pronto dejando muchas preguntas por responder, dejándole al cuidado de su hermana que no es más que una joven tratando de hacerse un nuevo lugar en el mundo tras haberlo perdido todo.

Los años transcurrirán llenos de cambios y novedades, la ciudad de Nueva York y su periferia irá creciendo y transformándose al mismo tiempo que los protagonistas, cuyas propias vidas transcurrirán en torno a unos escenarios que formarán parte inseparable de sus biografías: Nueva York y sus barrios, Filadelfia y la propia casa, gran protagonista y núcleo central de toda la novela, que resulta ser una maravillosa historia familiar, de amor fraternal y sobre la importancia de las personas que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, sean o no familia y de los lugares donde hemos sido felices.

"Hay unas cuantas ocasiones en la vida en las que das un salto adelante y el pasado sobre el que estabas de pie un instante atrás se derrumba a tus espaldas y el futuro en el que planeabas aterrizar no se ha materializado aún. Por un momento, te encuentras suspendido en el aire, sin saber nada y sin conocer a nadie,"