Mostrando entradas con la etiqueta Javier Cercas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Javier Cercas. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de febrero de 2015

El impostor

La impostura y la mentira, he ahí los grandes temas que maneja Javier Cercas en su novela, ¿novela? "El Impostor". Y es que no creo que deba de denominarse "novela" a esta obra en la que, como ya viene siendo tradicional en Cercas, crea una "novela sin ficción" donde se mezcla la ficción novelada sobre los hechos reales con los avatares que suponen el proceso de escritura del libro: la búsqueda de antecedentes e información previa, las fuentes, las entrevistas que realiza, las reflexiones sobre lo investigado, lo que debe o no debe aparecer en el texto final, los conflictos morales sobre su posición frente a una historia que podría o no ser cierta, el papel del escritor que muestra al mundo unos hechos que pueden darle o quitarle la razón al protagonista de los mismos y la postura más o menos intervencionista que debe adoptar dicho escritor. Es este libro, en fin, un viaje al corazón de la creación de la mano del propio escritor, que nos presenta su relación amor-odio con su protagonista al que no intenta salvar ni redimir, sólo presentar tal y como es, pero con un mentiroso o un impostor como el que se encuentra delante eso no es siempre tarea fácil.

Así que Cercas se plantea, fundamentalmente, enormes dudas en torno al caso de Enric Marco, un viejo sindicalista catalán que se hizo pasar durante treinta años por superviviente del campo de prisioneros nazi de Flossenbürg e incluso presidió y encabezó asociaciones de víctimas del holocausto. El descubrimiento de su mentira, de que nunca fue el que dijo que era, que no participó en tantos hechos como aseguró haber protagonizado, causó gran revuelo durante algún tiempo, en los años en los que la Memoria Histórica se convirtió en tema de actualidad en nuestro país, una moda o una tendencia que removió el pasado y del que tantos se aprovecharon a su modo. Tras años de dudas Javier Cercas se decide a escribir sobre este maestro de la impostura y reflexiona sobre si fue la vanidad, el ansia de exhibicionismo, un desmesurado afán de protagonismo el que llevó a Marco a hacerse pasar por lo que nunca fue. ¿O tal vez sí que lo fue? A raíz de aquí nos plantea infinidad de dudas: ¿Entender es justificar? ¿Comprender las razones es ponerse del lado del mentiroso? Impostura, fabulación, mentiras y fantasía, talento o falsedad, ¿dónde poner el límite? ¿Qué está permitido y qué es condenable? ¿Tal vez el fin justifique los medios? ¿Si de un embuste surge algo bueno, debemos negar la bondad de dicho resultado? Muchas preguntas planteadas que el lector debe responder por sí mismo a la luz de los datos contrastados y los datos sin demostrar. El escritor cree que exponer la verdad, los hechos y las razones que llevaron a ellos no es más que presentarlas ante el público para que cada uno se haga una idea propia, a favor, en contra o como sea que resulte, una vez conocida la impostura.

Pretende Cercas, a lo largo de todo el relato, reconstruir la verdad de los hechos en un relato sin ficción, en una novela sin mentiras ni invenciones, basada en las mentiras e invenciones de su protagonista, en lo que se esconde de verdad tras toda una vida inventada. Tratar de sacar la verdad de todo eso es un trabajo arduo. Marco inventó prácticamente todo en su propia biografía, desde su fecha de nacimiento hasta el resto de los hitos principales de su existencia de manera que los hacía coincidir con los momentos clave de la Historia de España, inventó relaciones con grandes figuras de la política y la cultura y se situó en mitad de los grandes acontecimientos mundiales. Y todo ello, ¿para qué? ¿Para darse importancia? ¿Para ser alguien que en realidad nunca fue? Pero lo cierto es que acabó creyéndose él mismo la vida que imaginó. Es un claro ejemplo de alguien que "recrea" su vida en el sentido más literal de la palabra: crea toda una nueva vida basándose en hechos reales y datos ciertos pero enriqueciéndolos y agrandándolos, situándose en lugares y momentos en los que podría haber estado, en los que podría haber participado pero de los que ya no quedan testigos que lo certifiquen o los testigos son aquellos que han oído contar de su propia boca los hechos tantas veces y con tanto convencimiento que han acabado por creer lo que se les ha contado de escucharlo tantas veces. Y también debemos de considerar la parte de cierto que hay en toda esta invención, porque no todo puede ser falso, porque alguna verdad debe de subyacer bajo tantas capas de mentiras y esa verdad es la que trata de desenterrar Cercas con gran esfuerzo porque "toda gran mentira se fabrica con pequeñas verdades, se amasa con ellas".

El libro en ocasiones se hace algo pesado por la cantidad de vueltas que se le dan a los hechos y a las invenciones y a los debates morales que se plantea el autor, pero no por ello deja de ser interesante su lectura. Y el resultado de todo esto es todo un juego literario, no cabe la menor duda, donde se mezcla la verdad con la mentira y no sabemos si es posible desenganchar a la una de la otra. La conclusión sería que tal vez todas las vidas están formadas por verdades que se ocultan y mentiras que pasan por ciertas, tal vez sea así, pero en algunas vidas esto ocurre en mayor medida que en otras.
"De un tiempo a esta parte la psicología insiste en que apenas podemos vivir sin mentir, en que el hombre es un animal que miente: la vida en sociedad suele exigir esa dosis de mentira que llamamos educación (y que sólo los hipócritas confunden con la hipocresía); Marco exageró y pervirtió monstruosamente esa necesidad humana. En este sentido se parece a don Quijote o a Emma Bovary, otros dos grandes mentirosos que, como Marco, no se conformaron con la grisura de su vida real y se inventaron y vivieron una heroica vida ficticia; en este sentido hay algo en el destino de Marco, como en el del Quijote o la Bovary, que profundamente nos atañe a todos: todos representamos un papel; todos somos quienes no somos; todos, de algún modo, somos Enric Marco."

viernes, 29 de enero de 2010

Anatomía de un instante


El 23 de febrero de 1981 yo tenía 10 años y me encontraba en mi clase de ballet a la hora en que el Congreso se veía asaltado por unos guardias civiles y se montaba un lío tremendo al que yo, al igual que la mayoría de niños de la época, fuimos bastante ajenos. En esos tiempos no era muy común que los padres comentaran ese tipo de temas con los pequeños de la casa, por lo que en aquel momento lo único que yo tenía claro es que habíamos conseguido tener un día sin cole. Lo que sí que fue extraordinario es que ese día la tele estuvo emitiendo más allá de su horario habitual (muchos no sabrán ni lo que era la carta de ajuste ni lo que suponía tener sólo dos canales para elegir) Recuerdo que en la mañana de 24 el televisor de la cocina estaba encendido mientras desayunábamos, los niños estábamos entusiasmados ante esa magnífica novedad, aunque sospecho que mis padres tenían más interés en seguir al minuto el devenir de la última hora en torno al golpe que en disfrutar de los dibujos animados que acompañaron al Colacao en aquella lejana mañana.

Y ahora, tantos años después me encuentro con un libro (otro más) sobre la efemérides, "Anatomía de un instante" de Javier Cercas, al que no le voy a negar la profundidad del estudio que realiza de las horas en que el Congreso estuvo secuestrado y como va y vuelve en el tiempo a los factores que fraguaron el golpe, los motivos de unos y las posturas de otros, abundando en datos e informaciones muy dignas de tener en cuenta.

Pero no me convence el esfuerzo que hace en dejar en mal lugar la figura de Adolfo Suárez, tanto políticamente como a nivel personal. Si bien casi me molesta más lo primero, ya que en ningún caso me interesa que las personas dedicadas a los asuntos públicos sean auténticos héroes una vez que vuelven a su casa tras un largo día de trabajo, no me molesta que sean ambiciosos (que tampoco es malo) ni que tengan más o menos carisma popular (de poco nos sirven las estrellas glamurosas a la hora de sacar adelante un país) Observo en Cercas una animadversión personal contra Suárez, un interés por descalificarlo constantemente tildándolo de chisgarabís, provinciano y otros tantos epítetos cargados de desprecio hacia su persona.

Suárez ha sido para mí un personaje fundamental en los años de la transición, el artífice de los más grandes cambios sufridos en este país en el menor tiempo posible, el que estaba ahí cuando se legalizaron los partidos políticos, cuando se realizaron las primeras elecciones democráticas y todo lo demás que ocurrió en aquellos años. ¿Es posible que alguno otro lo podría haber hecho mucho mejor, que él no era, ni mucho menos el político más inteligente, el más adecuado, el mejor preparado, el que más había luchado contra el régimen anterior? Es probable que así sea, pero lo cierto es que fue él el que lo hizo, el que estaba allí, al que el Rey eligió para esa tarea y la cumplió con creces. Que su estrella se apagó casi tan velozmente como había ascendido es cierto; que no llegó a ninguna parte con ninguno de los partidos que creó, tal vez porque ni siquiera eran tales partidos, sino grupos de personas de muy distinto origen y obejetivos metidos a políticos con mejor o peor intención de tocar poder y participar en la vida pública, también es verdad; que le hicieron el vacío tan pronto como pudieron y le forzaron a abandonar ese mundo cuando también el electorado se olvidó de él en las siguientes elecciones celebradas. Todo eso es cierto, su final político no fue, ni mucho menos, brillante, pero no podemos negarle su papel, que él fue el que estuvo allí, que él fue el que lo hizo, mejor o peor, pero dió paso a lo que hoy día es la democracia en España y, lo que es innegable, que él permaneció sentado en su escaño mientras el resto se escondía de los tiros y eso, al margen de lo demás, no se lo puede negar nadie.