En "El club de los filósofos asesinos" de Julio Murillo hay un poco de muchas cosas: novela policíaca, novela política, costumbrismo del París del lujo y la ostentación, pero sobre todo muchas reflexiones sobre la sociedad actual, el sistema de justicia, el bien y el mal, lo legal y lo justo, los abusos de poder y la corrupción del sistema a gran escala.
Henry Gaumont, el protagonista, es un creativo de publicidad que ha perdido en poco tiempo su trabajo y a su esposa y a la vez la confianza en la raza humana. Algo alterado por todos estos acontecimientos, planea su venganza contra todos aquellos que le han fallado y, al propio tiempo, planifica su propio suicidio. Pero el destino le hará reconducir su vida cuando le surge una inesperada y muy atractiva oportunidad laboral. Pronto se verá inmerso en un mundo de lujo y derroche, de mujeres y poder que nunca llegó a imaginar que existiera. Por otra parte, la segunda protagonista de la novela es la inspectora Claire Valéry una concienzuda investigadora criminal de la comisaría de París a la que se le acumula el trabajo al tiempo que trata de desenmascarar desde hace ya años a los miembros de un particular grupo autodenominado el Club de los filósofos asesinos, más conocidos simplemente en los entornos policiales como "El club". Estos justicieros se dedican a asesinar por su cuenta y riesgo a personas a las que cualquiera consideraría verdaderamente merecedoras de tal castigo: asesinos, traficantes, corruptos, pederastas... dejando siempre su sello personal para que se les sean indudablemente adjudicadas dichas ejecuciones. Esta gente aplica una suerte de justicia poética, la ley del talión actualizada que no demuestra más que una absoluta desconfianza hacia el sistema judicial y policial que nos hacen plantearnos muchas cuestiones, pero básicamente una: ¿son justos por impartir justicia o sólo vengadores sin sometimiento a la ley? Tal vez estas personas tiene un objetivo loable, pero el fin no justifica cualquier medio y así lo piensa también la detective Valéry.
Las dos tramas, la de Henry y la de Claire se cruzarán cuando la inspectora investigue un incidente en el que aquel se verá involucrado y posteriormente en una serie de asesinatos en los que, de algún modo aunque sin pretenderlo, Henry tiene mucho que ver. A partir de ahí se complicará la trama para ambos: mientras que la inspectora Valéry trata de hacer su trabajo a pesar de los constantes impedimentos que la plantean desde su propia comisaría, Henry comienza a comprender que está metido de lleno en algo más serio de lo que él pensaba y que los que están tratando de manejar su vida son más poderosos de lo que él pudiera imaginar. Si bien en un primer momento se deja llevar por las circunstancias que parecen ser de lo más favorables a sus propios intereses, cuando se da cuenta de la magnitud real del asunto en el que se encuentra envuelto decide revolverse contra los que lo manipulan y tomar decisiones por su cuenta. Se convierte de ese modo en una especie de héroe contemporáneo, con sus muchas debilidades y dudas morales, pero que al final opta por defender aquello en lo que cree.
En conclusión, una lectura amena y entretenida con un fondo que deja muchos temas para pensar y si bien está ubicada en la Francia de Sarkozy y son constantes las alusiones a la vida política francesa no por ello deja de plantearnos unos asuntos aplicables a cualquier país europeo, al nuestro sin ir más lejos, presentándonos el amargo panorama en el que la corrupción del poder es un elemento común e inseparable de las democracias occidentales en las que la ética y la moral no son los valores más cotizados precisamente.