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domingo, 5 de diciembre de 2021

Los cuatro vientos

Desde hace años soy fiel lectora de la obra de la norteamericana Kristin Hannah y espero con ilusión cada una de sus novelas, siempre protagonizadas por figuras femeninas potentes y en esta ocasión, tal como sucedía en "Volverás a Alaska", el paisaje donde transcurre la acción tiene gran relevancia y peso en la historia que se cuenta. Debo reconocer, a pesar de todo, que el arranque de "Los cuatro vientos" casi me decepcionó ya que, en mi oponión, la protagonista no despierta simpatías cuando la conocemos de primeras. No por el hecho de ser una mujer poco agraciada, una señorita de ciudad, sin grandes habilidades ni virtudes, con pocas perspectivas de casarse y menospreciada por su familia más pendiente de sus hermanas, guapas, sociables y con un buen futuro garantizado como esposas y madres. Lo cierto es que el retrato que de Elsa hace la autora en las primeras paginas de la novela me resultó rápido y sin profundidad, no nos hace sentirla cercana y reconozco que a punto estuve de no seguir con la lectura, dada la poca conexión que sentía por su protagonista. Pero por suerte según fui avanzando en su historia, logré conectar plenamente con ella y disfruté acompañándola en los grandes cambios que sufrirá su vida y conociéndola más a fondo según ella misma iba creciendo como persona y como personaje. De ser una soñadora solitaria que no había hecho nada de interés en sus veinticinco primeros años de vida más allá de leer muchas novelas románticas y lamentarse de su aburrida existencia, Elsa pasará a convertirse en una mujer de carácter. Convertida en esposa y madre, aprenderá el valor del esfuerzo, la satisfacción del trabajo bien hecho, el amor que se puede sentir hacía la familia y el arraigo a la tierra y crecerá así ante nuestros ojos hasta convertirse en un personaje magnífico, que es a lo que nos tiene acostumbrados la autora.

La historia de Elsa no estará falta de sacrificios y dolor; conocerá la miseria más terrible en los durísimos años de la Gran Depresión. La autora nos transporta a la época de las grandes sequías que coincidieron en el tiempo con la crisis financiera de 1929 en los EEUU y que acentuaron la recesión económica al dar lugar a malas cosechas que llevarían a la ruina a millones de habitantes de las zonas agrícolas del país. A esto se le sumarían, como consecuencia de la falta de lluvia, tremendas tormentas de polvo, vientos cálidos que arrastraban la tierra de los campos sin cultivar, restos de plantas resecas y todo lo que encontraban a su paso, cubriendo por completo campos y pueblos cuyos pobladores se ven forzados a abandonar. A este fenómeno se le conoció como el Dust Bowl y dejó detrás un paisaje desolador donde las fértiles tierras de cultivo de las Grandes Llanuras del centro del país se vieron convertidas en campos yermos y desérticos. Esta será la realidad que le toque enfrentar a nuestra protagonista que, al igual que tantos compatriotas suyos, atravesó algunos de los años más duros de su Historia a base de un inmenso esfuerzo y enormes sacrificios.

La imagen de los Estados Unidos que nos transmite esta novela no es precisamente la que habitualmente se nos vende desde allí. La autora desmitifica por completo el famoso sueño americano. Nos habla de la manera en que los jornaleros que llegan a California buscando trabajar y mejorar sus vidas y sacar adelante a sus familias son tratados por sus compatriotas con desprecio y crueldad. Cómo miles de personas pasaron hambre y miserias de todo tipo, sin trabajo o con salarios insuficientes para mantenerse, además de pasar a ser prácticamente esclavizados mediante créditos impagables adquiridos con sus propios empleadores que los consideran seres inferiores, mera mano de obra barata y despreciable. Malviven así sin ningún tipo de apoyo ni cobertura por parte del gobierno ni de sus conciudadanos. Por no hablar de la extrema violencia aplicada en la represión de todo lo que oliera a asociacionismo obrero o cualquier asomo de movimiento de tendencia izquierdista.

El resultado de todo esto es una lectura intensísima, un drama de gran calado, cargado de fuerza, de emoción, amor, amistad y coraje, que nos enseña grandes lecciones sobre el pasado; lecciones que deberíamos saber aplicar también para nuestro presente y futuro próximo. 

sábado, 13 de febrero de 2021

El baile de las luciérnagas

¡Qué fácil es acertar siempre con una novela de Kristin Hannah! Esta, que podría ser el texto incluído por la editorial en una faja promocional, es mi sincera opinión sobre esta autora norteamericana que me conquista una y otra vez con sus historias protagonizadas por mujeres que siempre te transportan a una época histórica muy concreta y a un lugar diferente en el mundo. En esta ocasión con "El baile de las luciérnagas" (desafortunada traducción con añadidos innecesarios del original Firefly Lane) las protagonistas son dos: Kate Mularkey y Tully Hart, dos amigas completamente diferentes que logran mantener su amistad a lo largo de los años a pesar de las complicaciones que la vida les pone enfrente.

Tully es una chica espectacularmente guapa, atrevida y deshinibida, consigue convertirse en popular donde quiera que vaya logrando enmascarar tras su sonrisa permanente los serios problemas que tiene en casa: una madre hippy y enganchada a la droga que la abandona repetidamente a lo largo de la infancia. Por suerte, cuenta con sus abuelos que la crían hasta que ambos fallecen, momento en que los padres de su vecina y amiga Kate la acogerán como a una hija más. Kate es una chica de pueblo estudiosa y discreta a la vez que poco agraciada que crece rodeada del cariño de una familia tradicional y feliz. Pese a sus diferencias, o tal vez porque cada una admira y anhela lo que la otra es, y gracias a que se convierten en vecinas de la calle Firefly Lane, las chicas trabarán una amistad que perdurará a lo largo de varias décadas. La narración nos lleva a seguir las vidas de las dos amigas desde los salvajes años 70 de las drogas y el amor libre, pasando por los agresivos 80 de los yuppies, la laca y las hombreras hasta los años 90 y comienzos del siglo XIX y a lo largo de todo este tiempo iremos acompañando a las chicas en su crecimiento y descubrimiento del mundo, del amor y el sexo, pasando de su pequeño pueblo a la universidad persiguiendo un sueño común de convertirse en estrellas de la televisión. Tully es apasionada y explosiva, tratando siempre de disfrazar sus problemas bajo una imagen de chispeante alegría. Kate es insegura y discreta y sigue la estela de su amiga, el huracán Tully, que la arrastra junto a ella en sus planes haciendo sentir a Kate incapaz de tomar sus propias decisiones. Cada una acabará tomando su propio camino en lo personal y en lo profesional; Tully sigue la senda del éxito profesional mientras que Kate se convierte en esposa y madre de familia pero su amistad, que es una verdadera relación de hermandad, permanecerá firme y será su principal apoyo a lo largo de tantos años.

De la guerra de Vietnam a la muerte de Lady Di, los diversos hechos históricos y fenómenos populares que marcan las distintas décadas aparecen como fondo sobre el que transcurren las vidas de las chicas de Firefly Lane, con su banda sonora de grandes éxitos, las modas cambiantes a las que se apuntan sin dudar y los diferentes problemas y triunfos propios de cada una de las etapas de la vida: la adolescencia, las amistades, las relaciones sexuales, el amor, el matrimonio, la maternidad, la soledad, los éxitos y las decepciones... La historia de Tully y Kate es la historia de toda una generación de mujeres que crecieron y maduraron en unos años complejos en la cambiante sociedad norteamericana de la segunda mitad del siglo XX y que lucharon por lograr compatibilizar sus vidas profesionales con la familia, compitiendo en un mundo diseñado para hombres donde llegar a la cima siempre supuso dejar algo atrás necesariamente. 

Como viene siendo ya costumbre últimamente, la novela ha sido convertida en serie para la televisión de la que solamente he visto por ahora unos pocos capítulos. Tengo que decir que a la versión televisiva le falta algún que otro hijo, algunos personajes como la señora Hart es totalmente diferente o un Johnny Ryan que no es ni la mitad de cautivador que en el libro y le sobra un divorcio, bastante contenido sexual, un hermano gay y alguna que otra trama inventada, pero es probable que la termine de ver aunque solo sea por disfrutar de Kate y Tully en carne y hueso y comprobar si al menos se ha respetado la preciosa relación de amistad que supone el eje de la trama de esta maravilla de novela. 

martes, 27 de noviembre de 2018

Jardín de invierno

"Jardín de invierno" es la tercera novela de Kristin Hannah que cae en mis manos después de "Volverás a Alaska" y de la maravillosa y muy recomendable "El ruiseñor" y confieso que tenía muchas esperanzas puesta en su lectura pero debo reconocer que en esta ocasión la autora no ha logrado convencerme como lo hizo con anterioridad, no sé si a causa de que mis expectativas eran muy altas o debido a que la novela no ha resultado tan redonda como las anteriormente citadas. En cualquier caso, y dejando las comparaciones a un lado, la novela es entretenida y tiene bastantes cosas positivas y es muy posible incluso que para algunos lectores resulte una novela maravillosa, cosa que no dudo, pero ya se sabe que cuando un lector no conecta con un libro su opinión no es ni buena ni mala, nadie puede controlar las sensaciones que le provoca una lectura, al margen de que esta esté mejor o peor escrita, tenga más o menos defectos; esa es una de las realidades incuestionables que todo lector sabe que debe asumir: cada uno lee su propia novela, aunque se trate del mismo libro.

En lo que se refiere estrictamente al argumento de la novela, nos encontramos para comenzar con un drama doméstico originado por la muerte del padre de la familia protagonista compuesta por una madre, Anya, una mujer de origen ruso, siempre distante y fría y las hijas de ésta, Nina y Meredith, dos hermanas totalmente opuestas en carácter y ocupaciones: Nina es fotógrafa de guerra, independiente y sin ataduras, siempre viajando lejos de los suyos mientras que Meredith se ocupa del negocio familiar y de su esposo e hijas, vive pendiente de su casa y de sus padres ya mayores.

Anya nunca fue muy comunicativa con sus hijas, encerrada en su silencio y su frialdad, era el padre el que habitualmente servía de nexo de unión en la familia; su muerte deja un vacío que cuesta llenar, un dolor que cada una sobrelleva como puede, sin apoyarse en las otras. Sólo a través de los cuentos que Anya contaba a sus hijas de pequeñas al acostarlas, estas podían sentirse cerca de su madre. Se trataba de viejas leyendas rusas pobladas de personajes tradicionales llenos de fantasía y magia. Y ahora que Anya parece haber perdido el contacto con la realidad, será a través de esos cuentos como las hijas recuperarán un canal de comunicación con ella. Tras la fábula de la campesina y el príncipe enamorados adivinamos un retrato de la época de terror impuesto por el régimen comunista tras la Revolución, de las purgas a los disidentes, del silencio, el hambre, el frío y el miedo que reinaba en el Leningrado del que procede Anya. Este cuento acabará convirtiéndose en el relato de aquellos días de guerra y muerte, de todo lo que Anya ha callado durante años y que sus hijas acabarán por fin descubriendo.

Reconozco que relato desgarrador del cerco de Leningrado cuya crudeza tan bien se narra en "El jinete de bronce" es lo mejor que aporta la novela, el relato de una época histórica fascinante por su dureza y por lo que supuso de prueba de la resistencia de la naturaleza humana ante situaciones extremas. El problema está en que durante muchas páginas he tenido la sensación de que no ocurría nada, que se repetían las jornadas familiares monótonas, las conversaciones que no llevaban a ninguna parte en las que las protagonistas se regodean en el duelo por el padre pero tardamos mucho en adentrarnos en la línea temporal del pasado que adivino desde el principio que es la que va a proporcionarnos la historia fundamental, el auténtico valor de esta novela. Por otra parte, debo reconocer que el estilo fantástico no es lo mío por lo que el recurso de acudir a un cuento lleno de magia para acercarnos al verdadero pasado de Anya no ha logrado conquistarme, aunque sí lo ha hecho su historia real, una vez que ésta ha adoptado el tono realista que me ha convencido mucho más.

jueves, 9 de agosto de 2018

Volverás a Alaska

Los años 60 y 70 están resultando agitados y complejos en USA: el fracaso de Vietnam, el drama de los soldados que vuelven de aquella guerra para verse rechazados por sus compatriotas, la amenaza comunista, la crisis de los misiles, la amenaza de una guerra nuclear, las protestas contra el gobierno, los grandes enfrentamientos ideológicos que dividen radicalmente al país. En este escenario se mueven los personajes que Kristin Hannah nos presenta en su novela "Volverás a Alaska", donde justamente Alaska se presenta como el territorio salvaje donde cada hombre se defiende a si mismo y a su familia con sus propios medios, con armas o con sus propias manos, donde cualquiera puede encontrar su sitio si es trabajador y respeta a la comunidad que proporciona protección a sus miembros pero sobre todo los alaskeños deben aprender a defenderse frente a los peligros de una Naturaleza poderosa e implacable, frente al frío, los osos y la inmensa soledad. Allí arriba los hombres se enfrentan directamente a la vida lejos de los conflictos políticos o las normas sociales más elaboradas. Sin agua corriente ni electricidad, en medio de un entorno maravilloso y tan hermoso como cruel, todo se resume en adaptarse o morir. 
"En Alaska no importa quién eras cuando decidiste venir hasta aquí, sino en quién te conviertes. Estáis aquí, en la naturaleza, chicas. Esto no es ninguna fábula ni ningún cuento de hadas. Es real. Es duro. El invierno llegará pronto y, creedme, no se parece a ningún otro invierno que hayáis vivido. Matará a los rebaños. Y rápido. Tenéis que saber cómo sobrevivir. Tenéis que saber disparar y matar para alimentaros y manteneros a salvo. Aquí no estáis en lo alto de la cadena alimenticia."
A ese territorio hostil se traslada una Leni adolescente junto a su padre, veterano de Vietnam y su madre siempre dispuesta a seguir y apoyar a su marido ante todo. Alaska es un nuevo lugar, otro de tantos, otro traslado, otra escuela, de nuevo sin amigos, porque a su padre le cuesta conservar el trabajo, le cuesta controlar el carácter, alejarse de la bebida. La gran sorpresa les espera con el hallazgo de un tesoro inesperado: la intensa solidaridad de sus nuevos vecinos que forman un grupo escaso pero muy unido y que se ayudan ante todo, especialmente entre las mujeres que aprenden a sobrevivir, a cultivar y a disparar, a proteger a sus familias entre las nieves y el frío de los duros inviernos. Mientras que Ernt, el padre de Leni, se prepara para enfrentarse a un próximo holocausto nuclear cuya proximidad se incrementa al ritmo de sus delirios alcohólicos y la creciente soledad y oscuridad de los eternos inviernos que lo van apartando más y más de la realidad y de la cordura, la chiquilla crecerá en ese entorno hostil logrando adaptarse a las dificultades y al nuevo entorno acabando por convertir aquel territorio salvaje en un verdadero hogar.

A pesar de que la novela transcurre en un entorno físico y humano que está muy lejos de mi propia realidad, de mi historia personal o de mi experiencia, así y todo ha logrado conquistarme y conmoverme con una historia de hombres enfrentados a la Naturaleza más poderosa y a sus propias debilidades, pero que también son capaces de descubrir unas capacidades y fortalezas que tal vez nunca hubieran aflorado de no haberse visto expuestos a esas circunstancias extremas. Y bajo todos los sucesos que se desarrollan en el argumento discurren, fundamentalmente, enormes historias de amor de distinto cariz: amor tóxico, amor adolescente, amor maternal, amor fraterno, aquello en lo que, en definitiva, consiste el verdadero motor que mueve y empuja a todos los seres humanos a continuar luchando por sobrevivir, lo que motiva e impulsa a que el mundo siga girando desde el principio de los tiempos.

miércoles, 6 de julio de 2016

El ruiseñor

De entre la multitud de novelas que revisitan año tras años desde diferentes ángulos la IIGM, tema inagotable a la vista de la cantidad de libros que sobre ella siguen publicándose constantemente, pues de entre esa multitud, decía, de vez en cuando sobresale uno en concreto por encima de los demás. Como el año pasado ocurrió con "La luz que no puedes ver", este verano está claro que "El ruiseñor", la exitosa novela de Kristin Hannah, es la apuesta segura para los que no nos cansamos de ahondar en el citado tema, en seguir ahondando en los aspectos humanos e históricos de la peor guerra que ha conocido el mundo hasta el momento. En esta ocasión nos volvemos a situar en la Francia ocupada donde conocemos a las hermanas Rossignol, Vianne e Isabelle, protagonistas de una historia familiar dolorosa en la cual, tras perder a su madre demasiado jóvenes vieron como su padre, afectado por las secuelas psicológicas que le quedaron tras su participación en la Gran Guerra, se ve incapaz de ocuparse apropiadamente de sus hijas a las que deja al cuidado de unos familiares poco afectuosos y se aleja de sus vidas, dejando a las dos hermanas con una inmensa sensación de abandono que a ambas les cuesta superar. Cada una de ellas afrontará su vida de distinta manera, cada una de acuerdo con su carácter: Vianne, calmada y temerosa, se casará pronto con su primer novio y formará una pequeña familiar; Isabelle, atrevida y lenguaraz, será la rebelde, la que no se adapta a ninguna escuela, la que busca constantemente llamar la atención, una manera como cualquier otra de reclamar el cariño familiar del que la privaron. Las hermanas nunca lograrán una relación fácil. 

Con el trascurso de los años, la guerra amenaza nuevamente a Francia, Vianne permanecerá en el pueblo donde ejerce de maestra con su hija mientras que su marido es llamado a filas. Isabella, expulsada nuevamente de otro colegio, regresa a París, donde desea permanecer junto a su padre, ayudarle en la librería que este regenta y cree ser capaz de volver a consolidar sus lazos afectivos con él. Allí les sorprenderá la ocupación alemana del país y la lucha por la supervivencia de todos aquellos que quedaron sometidos al gobierno nazi. El retrato de la Francia ocupada no puede dejar de recordarme en ocasiones a la maravillosa "Suite francesa" de Irene Nemirovsky; son los mismos escenarios, el pueblo tranquilo que se ve repentinamente inundado por los jóvenes soldados alemanes, la forzada convivencia con los invasores, la resistencia oculta al invasor. En la sumisa Vianne tenemos a la Francia sometida que acepta contra su voluntad la impuesta convivencia para tratar de evitar en la medida de lo posible los horrores de la guerra, por salvar a su familia de la brutalidad nazi, mientras que la rebelde Isabelle representa la Resistencia, a los que siguieron luchando en la clandestinidad arriesgando en ello su vida para liberarse lo antes posible del yugo invasor. Dos posturas ante la vida, dos formas de resistir en una guerra.
"- Pétain nos ha salvado de pasar otra vez por eso. Nos ha mantenido a salvo. Ha parado la guerra. Ahora Antoine y nuestros hombres volverán a casa.
- ¿A un mundo de Heil Hitler? (...) «La llama de la resistencia francesa no debe apagarse», eso es lo que dijo De Gaulle. Tenemos que luchar con los medios de que dispongamos. Por Francia, Vi. Para que siga siendo Francia.
- ¿A un mundo de Heil Hitler? (...) «La llama de la resistencia francesa no debe apagarse», eso es lo que dijo De Gaulle. Tenemos que luchar con los medios de que dispongamos. Por Francia, Vi. Para que siga siendo Francia."
Esta puede ser otra novela más sobre la guerra, pero lo cierto es que cada vez se cuenta una historia diferente, nunca se repite, aunque se cuenten los mismos horrores, aunque se parezcan unas a otras y es que fueron tantos los miles de víctimas en tantos lugares distintos que siempre quedarán historias por contar. Y si estas se cuentan de una manera tan emocionante y conmovedora de principio a fin como es el caso de esta novela, está claro que justifica sobradamente que se sigan contando. Este es el retrato de las mujeres en la guerra, las que entraron en la Resistencia y también las que permanecieron en sus casas tratando de sobrevivir al día a día al lado del enemigo, conviviendo con él, alojándolo en su propia casa, compartiendo mesa y odiándolo al mismo tiempo. Todas ellas merecen ser reconocidas, valoradas y comprendidas y esta novela lo hace sin duda alguna.