
Hay grandes novelas que nos emocionan porque nos narran sucesos fabulosos e historias magníficas sobre personajes extraordinarios, pero debo reconocer que las historias por las que siento auténtica debilidad son aquellas que son capaces de atraparnos durante 200 páginas contándonos el trascurso de vidas normales protagonizadas por personajes de andar por casa que protagonizan historias sin grandes hazañas pero con mucho sentimiento y me permiten caminar a su lado y sentirlos como si fueran personas reales con las que podría cruzarme un día por la calle. Encuentro un mérito grande en hacer de esas vidas normales una obra literaria.
Eso es lo que ocurre con esta novela: “
Las cuatro hermanas” de
Maureen Lee, una autora sobre la que no paraba de encontrar comentarios favorables últimamente y que al fin he tenido ocasión de leer y que seguramente seguiré leyendo más adelante, ya que me ha cautivado su forma de contar las cosas.
A pesar del título, de las cuatro hermanas a las que éste se refiere, hay que reconocer que la protagonista absoluta del libro es Kitty McCarthy a la que encontramos al inicio de la novela a la edad de 19 años asistiendo a una boda (una de tantas a las que acudiremos a lo largo del relato) en su Liverpool natal. Los McCarthy constituyen una numerosa familia católica en un entorno obrero a finales de los años 40. Y a pesar del ambiente familiar en que se encuentra, rodeada por todas partes de padres, hermanos y hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos..., o tal vez debido precisamente a eso, Kitty tiene claro que no quiere casarse, que el matrimonio no es el objetivo fundamental en su vida, no quiere dedicarse a criar hijos y ocuparse de su casa y su marido, ni siquiera se decide a abandonar su soltería cuando conoce a Con Daley que reúne todos los requisitos para convertirse en el esposo ideal.
De la mano de Kitty y su familia recorreremos cuarenta años de la historia contemporánea, desde finales de los años 40 en una Inglaterra que aún trata de recuperarse del desastre de la II Guerra Mundial que tan hondamente afectó a la sociedad británica pasando posteriormente por los años 50 hacia los 60, llenos de cambios en la sociedad, en lo relativo a los derechos de las mujeres, en los nuevos ídolos de la música, hasta alcanzar los 70 y los 80 llenos de cambios y revoluciones culturales, sociales, de modas y de costumbres. Pero este recorrido no estará marcado por los grandes acontecimientos históricos sino por los devenires y avatares de los distintos miembros de la familia, podríamos describirlo como una “Historia doméstica” donde asistimos a sucesos que probablemente no se diferencien mucho de los que pudieron ocurrir en nuestras propias familias a lo largo de aquellos mismos años.
Kitty procede de un entorno obrero que se encuentra a mitad de camino entre la miseria de las clases más pobres donde las mujeres cargan con multitud de hijos, sin ayuda de sus maridos y a las que Kitty conoce a través de su trabajo en una organización humanitaria que ayuda a madres de familia de escasos recursos y por otra parte las clases medias que empiezan a disfrutar de los avances de la técnica, como el teléfono, los electrodoméstico o las cortinas a juego con el papel de la pared... Con el paso de los años vemos viendo cómo las mujeres van consiguiendo más independencia, cómo ya no sólo trabajan por pura necesidad, sino que esos trabajos constituyen la posibilidad de alcanzar una autonomía en la que no tengan que depender de sus maridos, si bien eso no evita que el deseo de contar con una pareja sentimental en la que apoyarse no cambie, por mucho que avance la sociedad: el amor y la familia siguen constituyendo la base de la existencia de los miembros del clan McCarthy a lo largo de los años.
No puedo dejar de destacar la prodigiosa fertilidad de la mayor parte de las mujeres que aparecen en la novela, lo que hace que a lo largo del relato nos veamos constantemente rodeados de mujeres embarazadas y de hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, deseados o no, de madres jóvenes o maduras, con lo que creo que puedo afirmar sin dudarlo que nunca he leído una novela donde se me permitiera asistir al nacimiento de tantísimos hijos.