El arranque de estos "Crímenes Exquisitos", novela escrita a cuatro manos por Vicente Garrido y Nieves Abarca, no puede ser más subyugante. Acompañamos a una joven que es víctima de un secuestro cuando sale a correr una mañana por la ciudad de Coruña y que posteriormente aparecerá asesinada, pero no de una manera común y corriente, sino que su cadáver aparecerá unos días después de la desaparición salvajemente torturado y presentado en una cuidada disposición que imita un cuadro decimonónico donde se representa la muerte de Ofelia. A la caza de este afanoso asesino se pone la inspectora de la Policía Nacional Valentina Negro, una mujer joven pero ya bastante bregada en su oficio y al cargo de un equipo de investigadores a los que no tardará en unirse Javier Sanjuan, un afamado criminólogo que colaborará con la policía en el esclarecimiento del caso, que no tardará además en complicarse cuando se sospeche que no se trata de un crimen aislado, sino que pudiera tratarse de un asesino en serie, obsesionado por reproducir distintas obras artísticas con jóvenes brutalmente asesinadas. Y es que en Inglaterra se dará un asesinato con una firma muy similar, aparentemente ejecutado por un criminal obsesionado por castigar a un grupo de sadomasoquistas que se reúnen con cierta frecuencia para dar rienda suelta a sus perversiones de manera más bien discreta. Pero parece que alguien ha dado con ellos y desea castigarles por su depravación. La más que manifiesta relación entre el caso de Coruña y el inglés complicará las investigaciones y convertirá la novela en una trepidante sucesión de asesinatos, análisis, sospechosos y, en fin, una carrera contrarreloj para tratar de parar los pies al Artista, nombre con el que se conocerá al asesino.
La novela posee un ritmo acelerado que no decae en ningún momento. El retrato del mundo de la investigación policial, los entresijos del mercado del arte, la corrupción política y económica, la mezcla de personajes, desde los policías y su arduo trabajo de investigación, alguna periodista con pocos escrúpulos dispuesta a lo que sea por hacerse con una exclusiva, el oscuro mundo de la prostitución y la trata de mujeres, numerosos personajes dominados por sus perversiones sexuales o por su afán de riqueza y triunfo social, conforman en su conjunto un paisaje de fondo variadísimo para una novela negra, pero diría yo que de un negro muy oscuro, tanto por el perfil del criminal al que se persigue, caracterizado por un sadismo y una frialdad impresionantes, como por las variedad de aberraciones sexuales que a lo largo de la novela se nos muestran de la mano de numerosos personajes que en ella aparecen. Afortunadamente, en medio de tanta salacidad, contamos con la figura de la protagonista, la inspectora Negro, que sobresale moralmente como ejemplo de tenacidad, profesionalidad, rectitud personal y buen hacer. Y es que, en general, los policías son en este caso personajes mayoritariamente positivos, representantes del lado "bueno" de la sociedad en su lucha contra los "malos". En esta novela prácticamente coral, a pesar de los protagonistas principales, casi todos los personajes nos muestra también su faceta más personal, incluso en el caso de los secundarios que no se limitan a apoyar la trama principal, sino que también tienen su propia historia particular que enriquece enormemente la urdimbre argumental de la novela.
Con un buen ritmo, como ya he mencionado anteriormente, a través de capítulos cortos que te mantienen constantemente al tanto de las actividades de los numerosos personajes que se mueven en torno a los asesinatos, la novela está en constante movimiento, es muy visual, con una rápida sucesión de escenas, una acción imparable, en ocasiones vertiginosa, que te obliga a leer con avidez las, para mi gusto, excesivas páginas que conforman el libro pero que, por suerte, no pierden el interés en ningún momento. Sí que debo apuntar que, a pesar de lo acertado de la trama y lo que he disfrutado con la lectura de esta novela, también reconozco que he quedado un poco saturada de tanto sadomasoquismo y sexo más que explícito, aparte de la brutalidad del los asesinatos de los que no nos libramos de conocer los detalles más escabrosos de cada caso; digamos que, a pesar de su innegable calidad literaria, este no es este un libro apto para espíritus sensibles o estómagos delicados. Y dicho esto, y unido a las ochocientas páginas de las que ha constado la novela, estoy en situación de afirmar que no tengo previsto continuar en breve con los dos títulos que completan la trilogía, que ya he quedado saturada por una temporada de crímenes salvajes, mujeres maltratadas y cuerpos destrozados. ¡Qué maravilloso es en ocasiones poder cerrar un libro y salir al mundo real y ser capaz de olvidar tanta muerte y tanta depravación! Necesito una buena novela romántica para desintoxicarme, pero de inmediato, además.
La novela posee un ritmo acelerado que no decae en ningún momento. El retrato del mundo de la investigación policial, los entresijos del mercado del arte, la corrupción política y económica, la mezcla de personajes, desde los policías y su arduo trabajo de investigación, alguna periodista con pocos escrúpulos dispuesta a lo que sea por hacerse con una exclusiva, el oscuro mundo de la prostitución y la trata de mujeres, numerosos personajes dominados por sus perversiones sexuales o por su afán de riqueza y triunfo social, conforman en su conjunto un paisaje de fondo variadísimo para una novela negra, pero diría yo que de un negro muy oscuro, tanto por el perfil del criminal al que se persigue, caracterizado por un sadismo y una frialdad impresionantes, como por las variedad de aberraciones sexuales que a lo largo de la novela se nos muestran de la mano de numerosos personajes que en ella aparecen. Afortunadamente, en medio de tanta salacidad, contamos con la figura de la protagonista, la inspectora Negro, que sobresale moralmente como ejemplo de tenacidad, profesionalidad, rectitud personal y buen hacer. Y es que, en general, los policías son en este caso personajes mayoritariamente positivos, representantes del lado "bueno" de la sociedad en su lucha contra los "malos". En esta novela prácticamente coral, a pesar de los protagonistas principales, casi todos los personajes nos muestra también su faceta más personal, incluso en el caso de los secundarios que no se limitan a apoyar la trama principal, sino que también tienen su propia historia particular que enriquece enormemente la urdimbre argumental de la novela.
Con un buen ritmo, como ya he mencionado anteriormente, a través de capítulos cortos que te mantienen constantemente al tanto de las actividades de los numerosos personajes que se mueven en torno a los asesinatos, la novela está en constante movimiento, es muy visual, con una rápida sucesión de escenas, una acción imparable, en ocasiones vertiginosa, que te obliga a leer con avidez las, para mi gusto, excesivas páginas que conforman el libro pero que, por suerte, no pierden el interés en ningún momento. Sí que debo apuntar que, a pesar de lo acertado de la trama y lo que he disfrutado con la lectura de esta novela, también reconozco que he quedado un poco saturada de tanto sadomasoquismo y sexo más que explícito, aparte de la brutalidad del los asesinatos de los que no nos libramos de conocer los detalles más escabrosos de cada caso; digamos que, a pesar de su innegable calidad literaria, este no es este un libro apto para espíritus sensibles o estómagos delicados. Y dicho esto, y unido a las ochocientas páginas de las que ha constado la novela, estoy en situación de afirmar que no tengo previsto continuar en breve con los dos títulos que completan la trilogía, que ya he quedado saturada por una temporada de crímenes salvajes, mujeres maltratadas y cuerpos destrozados. ¡Qué maravilloso es en ocasiones poder cerrar un libro y salir al mundo real y ser capaz de olvidar tanta muerte y tanta depravación! Necesito una buena novela romántica para desintoxicarme, pero de inmediato, además.