La novela se cuenta en primera persona, en la voz de Dunstan Ramsay, profesor ya jubilado de Historia que nos relata cómo fue su relación de muchos años con el recientemente fallecido Boy Staunton, adinerado magnate de la industria y de cuya muerte se desconoce hasta el momento al autor. Lo cierto es que Dunstan se retrotrae a su infancia más tempran rememorando los primeros años de su amistad cuando ambos vivían en Deptford, un pequeño pueblito de Canadá donde todos se conocen, y cada uno tiene su lugar: Dun es hijo del editor local y Boy el hijo del rico del pueblo. El incidente, aparentemente inocente que ocasiona Boy al lanzar una bola de nieve que, por error, impacta en la cabeza de la señora Dempster,esposa del pastor, provoca que ésta se ponga de parto por adelantado y que el niño que nazca, Paul, sea una criatura débil y se tema por su vida. Este suceso marcará el ritmo de las relaciones entre los protagonistas de la novela, relación que se extiende a lo largo de varias décadas durante las cuales Boy desarrollará su faceta de rico industrial mientras que Dunstan se centrará en el estudio de la Historia y en sus dos grandes aficiones, casi obsesiones: la magia y el estudio de los santos católicos, algo bien alejado de la doctrina protestante en la que se educó. Toda la historia que se cuenta nos llevará hasta el momento en que Boy Stauton es asesinado y descubriremos los motivos que se ocultan tras su muerte.
Tengo que reconocer en Davies a un magnífico narrador, capaz de sumergirte en los ambientes que crea con una aparente sencillez de lenguaje, una fantasía y un humor sutil que impregnan toda su narración. La ambientación de sus historias te permite acercarte a los personajes y descubrir lo mejor y lo peor de la naturaleza humana sin que se juzgue por ello a nadie, simplemente mostrando a los personajes tal y como son, ellos mismos con sus actos muestran sus debilidades y fortalezas. Nos movemos a todo lo largo de la novela por distintos escenarios magistralmente dibujados: el pequeño Deptford que tanto me recuerda a aquel pueblo tan pintoresco de la película de ¡Qué bello es vivir! tanto en sus paisajes como en sus habitantes; el Canadá de principios de siglo, tan integrado en la Commonwealth que parece una provincia inglesa más, a pesar de la distancia geográfica; los países que recorre Dun en su peregrinar tras la pista de los distintos santos que investiga... Todos los lugares se nos presentan frescos y reales y en ellos se mueven los personajes contándonos su historia y dejándonos compartir sus avatares.
No dudaré en continuar con la lectura de los dos libros que completan la trilogía y que espero que me lleven a conocer más sobre de las vidas de los personajes que he conocido en este Quinto en Discordia. Lo cierto es que la historia promete, no hay duda de ello.