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viernes, 31 de marzo de 2023

Momentos estelares de la Humanidad

El austríaco Stefan Zweig es uno de los autores que figuran en mi Olimpo particular de escritores favoritos, tanto en su aspecto de novelista como en el de biógrafo y en numerosas ocasiones he elogiado por aquí varias de sus obras. Pero debo reconocer que en este caso con "Momentos estelares de la humanidad", libro que figuraba en mi lista de pendientes desde hace bastante tiempo, no he tenido la suerte de disfrutar como en ocasiones anteriores y que, para mi desgracia, la novela no ha cumplido con las expectativas con las que he emprendido su lectura. Y no se trata de un problema del libro, Dios me libre de restarle mérito al gran Zweig, sino más bien de que en este caso no ha logrado conectar con mi gusto personal como lectora. 

El volumen está compuesto por catorce miniaturas históricas, según reza el subtítulo, catorce relatos de variada extensión sobre otros tantos momentos cruciales de la Historia de la Humanidad, desde la Antigua Roma hasta el siglo XX, contadas con un estilo intenso, potente, sin reparar en elogios hacia las figuras históricas que protagonizaron los hechos que se narran.

Como ya he comentado, mi impresión general sobre el libro no ha sido demasiado buena; me ha resultado excesivo tanto heroísmo, el relato exaltado de tantas historias épicas, con un estilo rico en adjetivación, abundante en metáforas y grandilocuencia que me dejaban literalmente agotada tras alguno de los capítulos. Esto no quita para que sí que haya disfrutado con algunos de los episodios como es el caso del protagonizado por Händel, donde se recrea el proceso de composición de su soberbia obra "El Mesías" o el breve episodio de la ejecución finalmente cancelada de Dostoyevsky, tal vez precisamente por esa brevedad que compensa la gran intensidad del suceso narrado y la igualmente intensa forma de contarlo. Igualmente me ha entretenido el relato del tendido de las líneas de telégrafo a través del océano Atlántico entre Inglaterra y Norteamérica.

Otras narraciones de las que se compone el libro me han resultado poco atractivas e incluso pesadas, tal vez porque relatan hechos históricos de épocas que tienen menos interés para mí o por centrarse en episodios bélicos o heroicos que no han logrado atrapar mi atención. Así la conquista de Bizancio, las peripecias de Núñez de Balboa o los exploradores a la conquista del Polo Sur no han despertado mi interés. Entiendo que esto es debido a que los gustos personales del lector siempre intervienen a la hora de valorar una lectura y los temas tratados en algunos de estos episodios no han conectado con mis gustos.

No quiero con todo esto quitarle mérito a la que es una de las obras más populares del gran Zweig, no tengo intención de venir yo aquí y ahora a tirar por tierra uno de sus libros mejor valorados; simplemente debo constatar que en esta ocasión no ha habido conexión entre el magnífico autor y mis propios gustos e intereses. Pero esto son cosas que a veces pasan, ¿Y qué le vamos a hacer?

viernes, 3 de abril de 2020

Miedo

Stefan Zweig es un reconocido maestro en retratar la sociedad burguesa europea de su época, principios del siglo XX, y con ella, toda la sociedad occidental en cualquier momento, tanto en lo referido a su aspecto exterior formal como en su capacidad de introducirse en su pensamiento, en su mentalidad y describirnos su forma de pensar, su modo de enfrentarse al mundo y de entender su realidad.  En esta novela corta titulada "Miedo" nos encontramos con el relato de los padecimientos de Irene, una joven burguesa felizmente casada, o al menos tan felizmente como marcan los cánones de la sociedad burguesa del París de primeros de siglo, pero a pesar ello decide embarcarse en una aventura amorosa con un joven amante, romance que no responde a una auténtica pasión sino a un deseo de experimentar nuevas sensaciones y sacudirse el aburrimiento y la vacuidad general en la que vive a diario. Pero todo se le complica cuando es descubierta por antigua una novia del amante, una mujer ordinaria y zafia que le recrimina su actitud y que procede a continuación a acosarla y a chantajearla con la amenaza de dar a conocer su delito.

La novela nos retrata una enorme variedad de sentimientos humanos: la vanidad, la frivolidad, el egoísmo, pero fundamentalmente el miedo: a ser descubierta en su falta, a perder el estatus conseguido, a perder el aprecio y el respaldo de la sociedad, a quedar marcada. La protagonista se ve acosada por la culpa, por el peso de la conciencia pero no por arrepentirse del mal hecho sino por las consecuencias que éste acarrea.

Muestra el autor la gran oposición entre el mundo burgués que proporciona seguridad y bienestar a sus miembros a cambio de mantener la corrección, de ajustarse a las normas impuestas y las buenas costumbres, "su mundo estrecho, ordenado", frente al ambiente bohemio en el que se mueve el amante o las formas de vida del vulgo, de los trabajadores pertenecientes al pueblo bajo, que actúan guiafos guiados por normas diferentes a todo lo que Irene conoce y que le hace tener claro que no está dispuesta en ningún caso a arriesgar lo que tiene por causa de un absurdo romance que no es más que el erróneo capricho de una mujer veleidosa, favorecida por la buena fortuna y carente de auténtica conciencia del mal ni de lo que es éticamente correcto, más allá de lo que puede resultar adecuado o no a sus intereses personales. Otro impecable retrato moral y social del infalible Zweig, cuyas obras, como ya sabemos los que gozamos del placer de disfrutarlas, se pueden contar por triunfos.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Veinticuatro horas en la vida de una mujer

Hace tiempo que Stefan Zweig es reconocido como un magistral narrador y no seré yo la que lo venga a descubrir ahora, que ya son varias las publicaciones sobre sus obras que he publicado en este blog. Uno de las aspectos que más me sorprenden en sus libros es la capacidad de condensar en las escasas páginas que ocupan la mayoría de sus novelas (no hablo de María Antonieta, está claro), que en ocasiones son más bien relatos y que suelen rondar algo más de cien, pues en esta breve extensión es capaz de plasmar todo un escenario espacial y humano, trazar los rasgos fundamentales de los protagonistas y, según avanza el relato, penetrar en lo más hondo de las motivaciones, de las contradicciones que la educación o las costumbres o las normas sociales plantean a los protagonistas, la manera en que sufren por sus errores, la manera en que se arrepienten o se lanzan a lo desconocido o toman cualquier decisión que puede cambiar su vida o el modo de vivirla.

En esta novelita titulada "Veinticuatro horas en la vida de una mujer" lleva esta capacidad suya al límite ya que son sólo eso, veinticuatro horas, lo que necesita una persona para ver su vida alterada para siempre. Nos encontramos en este caso con una dama inglesa habitual de la alta sociedad que pasa largas temporadas en la Riviera francesa y que hace partícipe al autor de un suceso que hace ya muchos años le habría llevado a renunciar a todo, a dejarse arrastrar irreflexivamente a la locura de una pasión que la abocó hasta el límite de verse capaz de abandonar todo lo que conocía y poseía por un irracional enamoramiento. Y todo ello en esas pocas horas tan intensas como breves.

Los personajes de Zweig son transparentes, muestran todas sus sensaciones en sus gestos, expresiones, ademanes, se expresan con su rostro y, en este caso también con sus manos. Son personajes cuyas pasiones son capaces de someter sus auténticas naturalezas, y el autor lo narra de tal manera que crees que se puede conocer todo de una persona simplemente observando como mueve las manos, que se puede llegar hasta lo más profundo de un alma fijándose en sus ojos, para él el conocimiento del ser humano es posible en base a una atenta observación de su comportamiento y lo que transmite con su actitud, que todo se puede adivinar por su expresión. Yo no lo creo así, pero cuando me lo cuenta Zweig estoy dispuesta a creerlo aunque sólo sea por un rato.

sábado, 10 de junio de 2017

María Estuardo

No seré yo la que descubra a estas alturas a nadie la figura de Stefan Zweig (¿o tal vez sí que es posible que quede aún alguien por descubrirlo?) uno de los grandes genios de la literatura del siglo XX que tanto a través de sus novelas llenas de sensibilidad como de sus intensas biografías siempre logra conquistar al lector gracias a su acertadísimos retratos humanos, tanto cuando se trata de personajes ficticios como de figuras históricas. La protagonista del libro que hoy traigo no es una mujer cualquiera sino la apasionante "María Estuardo", reina de Escocia entre otras muchas cosas y una de las poco frecuentes figuras femeninas de la Historia que fueron importantes por sí mismas, no por su matrimonio o por lo que otros personajes (generalmente masculinos) le llevaron a protagonizar, sino que encarnó su papel de soberana como una misión divina que la llevó a una vida de constante lucha, enfrentamientos y batallas por conservar su rango y la herencia y misión recibida como reina de Escocia con pretensiones al trono inglés y aspiraciones casi cumplidas al trono francés.

"A los deis días reina de Escocia, a los seis años prometida de uno de los príncipes más poderosos de Europa, a los diecisiete años reina de Francia" la vida de María fue intensa desde su nacimiento. Nacida para ser reina, educada como tal, dotada además para las artes y la poesía, activa, bella e inteligente, María encarna a la dama perfecta, digna representante de la época renacentista que se inicia entonces. A pesar de sus virtudes y capacidades, no pudo evitar llevar una vida cargada de dramas y ausencias, huérfana y viuda a temprana edad, fracasado su proyecto de reinar en Francia debe de regresar a las ásperas tierras de su reino escocés donde vuelve a ejercer de reina, enfrentada constantemente a su prima Isabel I, reina de Inglaterra, de la que también se nos hace en este libro un retrato profundo e intenso, así como de su relación mutua que oscila entra una fingida fraternidad, de una amorosa relación de primas queridísimas y un enconado enfrentamiento como no podía ser de otra manera entre dos mujeres que ostentan por nacimiento el derecho a portar la corona de Inglaterra dados sus estrechos lazos familiares y la ausencia de un heredero directo por parte de Isabel. Y es que no se entiende una figura histórica sin la otra, Isabel y María están condenadas a pasar a la Historia como dos figuras paralelas, como hermanas irreconciliables, dos soberanas dignas de la herencia recibida que brillaron en un mundo de hombres en una época dura y sangrienta. Porque son constantes en los días de María Estuardo las guerras, tanto contra el enemigo exterior como en el seno de su propio país donde los nobles se conjuran constantemente contra ella, le niegan la autoridad, rechazan a una reina católica en un país donde el protestantismo se impone y las grandes figuras políticas se rebelan contra su propia reina, con el más crudo calvinista, John Knox, a la cabeza e incluso el hermanastro de la reina y su propio esposo apostarán por el doble juego de servir a Inglaterra y recibir apoyo de Isabel en contra de su propia soberana.

Zweig profundiza en la psicología de la reina y de la mujer, una dama nacida para ser reina y que puso todo en riesgo por un amor irracional que la superó, la cegó y le hizo ponerse en contra de todo lo que había significado algo para ella: su corona, su reino, su honor, su hijo. Se nos muestra el origen de la leyenda que ha quedado en la memoria del pueblo escoces de la valiente y heroica reina que es encerrada en un castillo en mitad de un lago, que huye, lucha, cabalga sin descanso, esa figura creada por las obras románticas de Walter Scott en cuya leyenda se ignoran los errores, las debilidades y los riesgos tomados por la arrojada mujer que sin embargo si que están reflejados en la versión de la historia que creó Shakespeare, la del drama de Macbeth, el rey asesinado por el amante de la reina, la mujer sometida a sus pasiones que arriesgó todo su poder por un hombre que ni siquiera la merecía.

Como es habitual en las obras de Zweig, este es un retrato profundo y completo de una apasionante y controvertida figura histórica y de una apasionada mujer que pasaría a la Historia por méritos propios, por sus decisiones y por sus errores. Una maravillosa forma de descubrir la Historia europea que el autor tan bien nos transmite siempre con su habitual rigor que no carece del toque de humanidad que nos acerca a las personas que se hayan debajo de las figuras históricas.

viernes, 10 de abril de 2015

Mendel el de los libros

En esta brevísima novela, "Mendel el de los libros", que se lee en unas pocas horas, Stefan Zweig plasma con sutileza y acierto el espíritu cultural de la Europa central previa a las grandes guerras mundiales, cuando era posible que un hombre viviera por y para los libros, sin importar su nacionalidad, su origen o su pasaporte, arrinconado frente a una mesa en uno de los muchos cafés de Viena, sólo pendiente de sus lecturas y sus libros, en unos días en los que aún era indiferente que uno fuera ruso o austriaco, francés o inglés, cuando el lenguaje de los libros era común para toda Europa, cuando no había enemigos sino conciudadanos unidos en la gran nación de la cultura. Tal vez esto no es más que un ideal que nunca llegó a ser completamente cierto, pero sí que es el ideal en el que Zweig estaba convencido de vivir él mismo y así lo refleja a todo lo largo de su obra, en especial en su autobiografía "El mundo de ayer"

El protagonista de esta novelita es ese hombre para el que los libros lo son todo, con una prodigiosa memoria donde caben todos los títulos, las ediciones, los autores, un hombre que vive ajeno al mundo exterior, ajeno a la prensa, a la actualidad, a la política e incluso a la guerra. Mendel compra y vende libros pero, sobre todo, proporciona información sobre cualquier volumen publicado, sobre cualquier tema que se haya escrito, sobre cualquier autor por antiguo o desconocido que sea. Pero la guerra pasa sobre Mendel como pasó sobre Austria, sobre Europa y sobre la humanidad y ya nada volvió a ser lo mismo.
"Mendel ya no era Mendel, como el mundo no era ya el mundo"
Zweig demuestra su maestría en condensar en un breve relato todo un mundo en decadencia, en retratarnos con profundidad un personaje y su entorno, reincidiendo en su tema constante: el fin de la Europa que él conoció y que fue aplastada por las guerras mundiales. La historia de Mendel es también una denuncia del horror de la guerra, de la victoria del absurdo y la barbarie sobre el conocimiento y la cultura, del fin del humanismo y su sustitución por el mercantilismo, por la primacía del precio de las cosas por encimo de su valor. Mendel es la víctima del triunfo de la barbarie sobre la razón, ese es el gran tema que Zweig nos transmite de manera magistral en estas pocas páginas que valen más de lo que ocupan y que merece la pena dedicarles ese breve rato para recapacitar sobre todo aquello que el hombre ha sido capaz de crear y también de destruir.

lunes, 27 de octubre de 2014

El mundo de ayer. Memorias de un europeo.

Existen autores, como es el caso del grandioso Stefan Zweig, cuya vida personal es tan intensa, interesante y atractiva como para darle sobrado contenido a toda una obra literaria. Y es que sin necesidad de novelar demasiado sus vivencias, sin añadirles excesivas florituras ni ahondar en los aspectos más personales de su intimidad, sus recuerdos, vivencias y apreciaciones sobre la sociedad, cultura y política de la primera mitad del siglo XX ya suponen de por sí argumentos suficientemente interesantes. Es por ello que el autor austriaco decidió escribir su biografía vital, sus reflexiones sobre el mundo que le tocó vivir y la tituló así, "El mundo de ayer. Memorias de un europeo". Porque junto a su faceta de novelista y biógrafo de altísimo nivel, Zweig vivió en primera línea los grandes sucesos de la Europa del último siglo y en esta obra desgrana sus recuerdos desde lo que era la Viena de su infancia y primera juventud, realiza un retrato del antiguo imperio austriaco y de todo el viejo continente centroeuropeo para, a continuación, relatar el final de todo aquello, contarnos cómo las dos grandes guerras cambiaron ese panorama y acabaron con la inocencia y la seguridad en la que vivían los burgueses europeos de las grandes naciones occidentales, pulverizaron la tranquilidad, la estructura social que había parecido inamovible y que había permanecido intacta durante siglos.

Con la excusa de repasar su propia vida, el autor despliega todo un ensayo en el que entrelaza sus propios recuerdos personales con el análisis de esa sociedad europea que conoció en su infancia y juventud, analizando la manera en que la esencia del hombre europeo basado en unas normas antiguas, en una vocación hacia la cultura, el arte, el humanismo e incluso la inocencia con la que veían el mundo, la fe irreductible en el progreso y, sobre todo, el sentimiento de europeidad, el saberse ciudadanos cosmopolitas, hermanados con los demás miembros de una gran sociedad europea avanzada, todo eso desaparece con las guerras, con la Primera, que fue el despertar de un feliz sueño, y, de manera especial, con la Segunda, con su inconmensurable deshumanización y crueldad.

En los recuerdos de su primera juventud, Zweig rememorará sus tiempos de niño en la pacífica y culta Viena, donde crecían los jóvenes de entonces rodeados de música, literatura y espíritu artístico. Tal vez sea la suya una visión idealizada de la juventud acomodada de la época alrededor de la cual el mundo era perfecto y las aspiraciones culturales y humanistas del alma burguesa eran plenamente satisfechas. Impulsado por su afán de conocer de cerca a sus hermanos europeos, pasa a rememorar sus frecuentes viajes, el París de su juventud, un paraíso de libertad y fraternidad, sin distinciones de clases, contraponíendolo con lo frío que le resultó el ambiente de Londres en todos los aspectos, y donde no acabó de encajar. Estos viajes suyos por Europa están plagados de encuentros, amistades y relaciones con enormes figuras de la época, como el poeta Rilke, el escultor Rodin, su amistad Richard Strauss o con Sigmund Freud y a ello une su pasión coleccionista de objetos que pertenecieron a las grandes figuras de la literatura y el arte. Viajero infatigable, se encuentra tan cómodo en Alemania como en Italia, en Francia o en Bélgica como en su amada Austria. No son las suyas tanto unas memorias de hechos y datos como de filosofía humanista, de análisis de las corrientes de pensamiento, de sentimientos y reflexiones sobre la naturaleza humana, la sociedad y la cultura europeas y su evolución a lo largo del siglo XX. No debemos esperar encontrar en esta obra demasiada información personal ni familiar, apenas unos comentarios sobre su relación con su padre o un asomo de ternura hacia su madre en sus últimos días de vida, apenas unas menciones a sus esposas, prácticamente invisibles. El autor limita su relato a su actividad profesional, cultural y artística, describiendo con gran detalle y profundidad sus relaciones o conversaciones con multitud de figuras y personajes públicos de aquellos años.

Finalmente, cuando los nacionalismos y en especial el nacionalsocialismo arruinan el sueño de una gran Europa hermanada por el progreso y la cultura, mientras que muchos aún vivían en la ignorancia o en el optimismo de considerar que la revolución en Rusia sería flor de un día o de que Hitler no supondría un peligro real para la paz europea, Zweig, gran defensor del pacifismo y de la libertad individual, ya desposeído de su nacionalidad tras la caída de Austria a manos de Alemania, obligado a huir de su país y viendo desaparecer aquel Mundo de ayer que ya sabe que nunca volverá, cae en un profundo sufrimiento al convertirse en apátrida, se refugia en Inglaterra desde donde su visión del futuro es eminentemente pesimista, y no sin razón. Sin embargo y a pesar de ello, querría destacar las últimas líneas de este libro que dejan entrever un cierto asomo de positivismo, de testimonio, al menos, de una vida aprovechada hasta el máximo, de una existencia que ha merecido la pena ser vivida.
"Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad."
Poco después de escribir esta obra, y viendo el triunfo del horror en la guerra mundial, el autor, desilusionado y alejado de su patria, sin esperanzas en la recuperación de aquel mundo de ayer que tanto añoraba, se suicidaría en su casa de Brasil junto a su segunda esposa. Sus últimas palabras fueron para sus amigos y demuestran el oscuro espíritu que se cernía sobre él en aquellos postreros momentos:
"Saludo a todos mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí"
Dejo aquí un enlace, a modo de epílogo, en el que se habla de los últimos días de Stefan Zweig y que me ha resultado un buen complemento a esta lectura que tanto me ha hecho reflexionar sobre la naturaleza humana, la identidad europea y el poder de la cultura humanista frente a la barbarie.


jueves, 20 de enero de 2011

Carta de una desconocida

Hace ya algún tiempo que vengo leyendo críticas más que elogiosas sobre Stefan Zweig y su obra, veo como mucha gente se vuelve fan de este autor nada más conocerlo y, sinceramente, tenía ganas de acercarme a él, siendo el último impulso que necesitaba la "Semana de Stefen Zweig" iniciada en el genial blog de Carmen y amigos.

Bien es cierto que hace ya algunos años leí su libro sobre María Antonieta (mi pasión por la Historia y las biografías) pero no lo conocía como narrador. Me he decidido a iniciarme, por tanto, con una obrita breve que he logrado intercalar entre otras lecturas de más amplitud, se trata de "Carta de una desconocida" y tengo que decir que mis impresiones son contradictorias.

Empezaré por lo positivo: realmente me ha admirado el estilo narrativo de Zweig, la intimidad que alcanza al hacer hablar a la protagonista que cuenta en primera persona su vida, dominada por una pasión, más bien habría que decir absoluta obsesión, por un hombre que ni siquiera ha reparado en ella. La expresión de sentimientos, la profundización en los pensamientos me recuerda al lenguaje de un gran autor que admiro profundamente: Sandor Marai, maestro de la introspección y la exploración de los sentimientos.

La historia se hace algo claustrofóbica, esa vida sometida a una pasión sin esperanza, una mujer que convierte a su amor imposible en el centro de toda su existencia me ha producido un poco de angustia, pero ¿para qué se lee si no es para sentir cosas?

Por ese lado, la novela es del todo recomendable. Pero, qué sería yo sin un pero. Me falla la base de la trama: ¿es posible, realmente, que ese hombre no la conozca/reconozca, incluso habiendo compartido con ella momentos de intimidad? ¿Es posible esa indiferencia absoluta, ese desapego? Ese detalle me rechinaba a lo largo de toda la narración, pero bueno, tal vez sea posible algo así.

Dice la mujer hacia el final:
“No notarás mi falta; eso me consuela; nada cambiará en tu vida brillante y gozosa...; no te molesto con mi muerte..., eso me consuela, querido mío. ¿Pero quién?... ¿Quién te mandará las rosas blancas en tu cumpleaños?”
Y es ahí donde yo me digo a mí misma: eso es lo que quiero saber, ¿qué pasa después?, ¿como reacciona el escritor ante la carta, qué piensa, qué se plantea, cómo continúa su vida después de saber lo que ahora sabe? Me niego a ver al escritor como un sujeto pasivo que sólo recibe la información y continúa impasible con su vida, Querría saber cómo continuaría esta historia. Me quedo con las ganas, me temo.