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jueves, 15 de julio de 2021

Mientras escribo

En "Mientras escribo" el mundialmente conocido autor Stephen King le regala a todo el que le pueda interesar una serie de reflexiones y consejos referentes a aquello que mejor sabe hacer y más éxito le ha reportado: el oficio de escribir.

Con un estilo absolutamente desenfadado y muy sencillo, a lo largo de la primera mitad del libro, el autor desgrana una serie de escenas autobiográficas a través de las que cuenta su infancia marcada por los cómics y el cine de serie B, su afición a los monstruos, las invasiones alienígenas y los crímenes sangrientos como el origen de su pasión por contar historias que le hicieran emocionarse, siendo sus primeros lectores los compañeros del colegio y su propia familia a los que iban destinados los primeros escritos en revistas caseras distribuidas por él mismo y más adelante en el periódico del instituto. Más tarde, una vez en la Universidad,  conocerá a la que a día de hoy sigue siendo su esposa, la también escritora Tabitah King, su primera lectora y más fiable consejera a la que le sigue uniendo la pasión compartida por la escritura.

El relato pasa por los primeros años de matrimonio, la época de empleos precarios y estrecheces económicas importantes hasta que comienzan a llegar los éxitos, siendo "Carrie" la primera de tantas en darle el reconocimiento profesional. El autor se muestra absolutamente sincero tanto para contar riéndose de sí mismo cómo un día se limpió el trasero con ortigas y sus funestas consecuencias como para confesar sus adicciones al alcohol y a diversas drogas. Muestra sin pudor sus debilidades y sus fracasos, así como el modo en que sus propios fantasmas se reflejan en los relatos y novelas que escribe. También le dedica bastante espacio al accidente que sufrió y que a punto estuvo de acabar con su vida.

En la segunda parte del libro se centra en la tarea de escribir en sí, teoriza sobre su profesión y cómo algunas reglas pueden ayudar al aspirante a convertirse en escritor. Se queja del uso indiscriminado de los adverbios, opina sobre la mejor manera de estructurar párrafos y capítulos o anima a buscar siempre la mayor sencillez posible en lo que se escribe. Se declara también poco amigo de las descripciones detalladas; prefiere centrarse en las situaciones y la ambientación y que sea el lector el que ponga cara y aspecto a sus protagonistas.

De lo que más me sorprendió de todo lo que cuenta sobre su manera de crear es que nunca jamás planifica un argumento previamente; afirma no saber a priori cómo va a terminar un libro ni qué les va a ocurrir a los personajes, todo le va saliendo según escribe, partiendo de una situación o una hipótesis la historia va surgiendo libremente. Algo muy sorprendente en un autor que ha logrado atrapar con sus novelas a millones de lectores de todo el mundo y que nos ofrece aquí una oportunidad única para conocer un poco más sobre su proceso creador.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Mr. Mercedes

Hace bastante tiempo que no tenía entre las manos una novela del Rey del misterio con mayúsculas, del gran Stephen King, campeón sin duda de la literatura de misterio y suspense, categoría en la que ya cuenta con un buen número de novelas que pueden considerarse clásicos a nivel mundial. Tanto es así que en este Mr. Mercedes, el propio autor se permite salpicar el texto con varias autorreferencias de novelas propias porque, para qué negarlo, algunos personajes o escenas de sus obras son ya imágenes icónicas de la cultura occidental del cine y la literatura y él mismo lo sabe y no se hace el despistado, sino que presume de ello y se autocita en sus propios libros de manera descarada como sólo un genio puede permitirse.

En lo que se refiere al argumento propiamente dicho, nos encontramos frente a dos protagonistas antagónicos: el policía retirado William Hodges y el culpable de uno de sus casos sin resolver, el frío "asesino del Mercedes", Brady Hartsfield, un loco maniaco que hace algunos años arrolló con un Mercedes robado a una multitud de personas que hacían cola esperando la apertura de una feria de empleo. El asesino no fue identificado pero lo que más fastidia al friki de Hartsfield, lo que verdaderamente no soporta es que el policía que llevó la investigación de su caso se jubilase con méritos y gran fiesta de despedida cuando ni siquiera fue capaz de descubrirle ni detenerle. La obsesión de Brady le lleva a ponerse en contacto con Hodges por medio de una carta donde le convoca a encontrarse en una red social más discreta que las habituales para charlar sobre los motivos de Brady para cometer la matanza del Mercedes y desafiarle de igual a igual mientras planifica una nueva masacre. Esto provoca que el detective comience a darle nuevas vueltas al viejo caso mientras que Brady le mantiene bajo vigilancia tratando de controlar sus pasos e incluso pretendiendo dirigir sus futuros movimientos. Estando retirado y no pudiendo acudir a sus antiguos compañeros policías, Hodges se hará acompañar, a modo de improvisado ayudante, por su joven vecino Jerome, un inteligente adolescente que le asesora en asuntos informáticos y le ilumina en su investigación con su clara mente y acertadas reflexiones.

La atmósfera de la novela es opresiva y tensa por el hecho de que asistimos a una persecución donde el ratón vigila constantemente al gato que le debe dar caza. Desde el primer momento el desquiciado asesino que se transmuta mediante diversos empleos que le permiten camuflarse en distintos ambientes, de manera que controla todos y cada uno de los movimientos del detective, conoce sus costumbres, su localización prácticamente al momento, y casi adivina sus pensamientos y prevé sus próximos pasos. Con buen ritmo, la historia se va acelerando en esa caza a ciegas del fanático asesino del tipo que sólo puede darse en los Estados Unidos: un obseso de la muerte con libre acceso a armamento de todo tipo y que sueña con pasar a la posteridad mediante un crimen de enorme repercusión. Una novela de acción trepidante que demuestra la habilidad de King de crear personajes memorables, sean héroes o antihéroes, pero siempre cargados de potencia y atractivo en medio de tramas muy bien planteadas y entretenidas.

viernes, 12 de octubre de 2012

22/11/63

Que Stephen King ha sido durante décadas el rey de la novela de terror, es algo por todos conocido y lo cierto es que esa fama la tiene bien ganada por su maestría a la hora de manejar los ritmos, los sustos, de crear ambientes, tensión... en fin, que es un fenómeno a la hora de plantear novelas adictivas. Ahora resulta que decide abandonar el género que le ha dado la fama y se pasa a otro tipo de novela, deja el terror propiamente dicho aunque nos acerca en esta nueva obra a un argumento que, en algunas circunstancias, podría dar lugar a situaciones de verdadero miedo. Como gran conocedor de los temas que inspiran interés y atrapan sin remedio a sus fieles, con esta última novela 22/11/63, King se adentra en una de las temáticas que más interés ha causado desde siempre entre los lectores: los viajes en el tiempo y despliega su viva imaginación y su arte creando historias.

 El título de la novela hace referencia a la fecha en que se produjo el atentado que costó la vida a John Fitzgerald Kennedy en las calles de Dallas, un hito dramático en la Historia de los Estados Unidos y, en consecuencia, en la del resto del mundo, dada la influencia, no sólo política y económica de los americanos sobre el resto de las sociedades occidentales, sino también como creadores de mitos y de iconos populares, en lo que, sin duda alguna se ha convertido la figura de JFK en nuestros días. Pues la gran pregunta que plantea el libro es: ¿Qué habría pasado si el atentado contra el presidente hubiera fracasado? ¿Sería el mundo actual mejor de lo que es? A partir de esta premisa, seguimos al protagonista, Jake Epping, un profesor de instituto algo desilusionado que se encuentra en la tesitura de poder responder a esa pregunta, es más, se ve en situación de ser el agente que permita que esa versión revisada de la Historia se produzca siendo él mismo el que evite el magnicidio viajando en el tiempo, cincuenta años atrás, e interviniendo en la realidad de manera que las cosas ocurran de un modo diferente a como se dieron.

Stephen King presenta ese pasado cercano de la América de los años 50 y principios de los 60 casi como una sociedad casi paradisíaca, donde aún existe una cierta inocencia en la especie humana, una sencillez que no se ha visto endurecida por la guerra de Vietnam y las que la siguieron, que no maneja el concepto de terrorismo, que no ve al integrismo islámico como una amenaza, que no ha visto caer las torres gemelas, donde la gente fuma tranquila sin pensar en el cáncer de pulmón. Jake se mueve por unas ciudades y pueblos donde se saluda al forastero y se le ofrece ayuda, donde las puertas de las casas y los coches raramente tienen la llave echada, donde los maestros influyen en las vidas de sus alumnos con sus actitudes y ejemplos… También es cierto que en esa época existen aspectos negativos, como la discriminación racial o el papel secundario de las esposas frente a sus maridos, pero en general, las cosas comparadas con la época actual consiguen hacer nacer en el protagonista una auténtica añoranza por una época en la que él mismo aún no había nacido, en que no existía el teléfono móvil y la fruta sabía a fruta.

La novela es enormemente entretenida, los personajes resultan muy cercanos y es fácil empatizar con ellos, la atmósfera recrea esas películas en blanco y negro donde los hombres no se desprenden de sus sombreros fedora y las chicas lucen cinturas de avispa y faldas acampanadas. El ritmo es adecuado, a pesar de la enorme extensión de la novela; hay tantas cosas que contar que nunca se hace pesada, siempre estás deseando saber más. Sin duda una lectura apasionante y que te tiene amarrada al libro a la espera de ver si el plan de Jake saldrá adelante y, además, si los efectos que ello causará serán o no los deseados, porque según comprobamos, cambiar el pasado y evitar una desgracia no implica que se pueda controlar el imprevisible futuro que esa nueva realidad originará. Un argumento que te hace darle muchas vueltas a todo en la cabeza.