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sábado, 24 de agosto de 2019

La sospecha de Sofía

Qué suerte cuando encuentras la lectura perfecta para un momento determinado. Y ¿qué puede haber mejor que una novela con buenos personajes, algo de romance, suspense, espías y una buena reconstrucción histórica para sobrellevar los calores del verano en la terraza a la sombra? Todo eso me lo ha proporcionado Paloma Sánchez-Garnica con "La sospecha de Sofía", donde me he encontrado con una estupenda lectura cien por cien apta para las vacaciones: estilo sencillo, historias personales interesantes, estupendo retrato del momento histórico, escenarios atrayentes y su buena dosis de intriga. Se agradece, entre otras cosas, que Sofía, la protagonista principal, me haya resultado atractiva y simpática desde el principio: es una mujer joven, de buena familia, esposa y madre típica de los años cincuenta y sesenta en la España donde las mujeres debían ocuparse del hogar y los hijos y no era extraño que se dejase apartada la carrera profesional para ser un ama de casa comodiosmanda. Sofía no se rebela porque asume esta realidad que le toca vivir, está acomodada al entorno y a sus circunstancias, lo que no quita para que, en su interior, lamente aquello que ha dejado de lado: el mundo académico y la investigación científica a la que deseaba dedicarse; de algún modo siente ha traicionado sus planes y sueños profesionales, pero así y todo, trata de cumplir con el papel que se espera de ella como esposa y madre, como mujer discreta y sumisa.

Sin embargo, la revelación de un secreto en el pasado de Daniel, su marido, hace tambalear los firmes cimientos de su vida doméstica. En principio será el propio Daniel el que se deberá enfrentar a una parte desconocida de su propio pasado y que va a cambiar su apreciación de la realidad en la que hasta entonces se movía y le hará poner en duda todo aquello que ha sustentado su existencia. Emprende entonces un viaje en el que recorrerá algunos escenarios tan interesantes como la República Democrática Alemana comunista, se moverá en los territorios oscuros propios de la Stasi y podrá comparar distintos regímenes dictatoriales, tan distantes en muchos aspectos como con fuertes puntos en común ya que se trata de dos dictaduras de distinto sesgo pero que, cada una a su manera, tratan de controlar la vida pública y privada de las personas.

Recorremos así de la mano de los protagonistas la Alemania dividida por el Muro, el mayo del 68 francés, las tensiones de la Guerra Fría y el Madrid de los años 60, el ambiente del espionaje soviético y las condiciones de vida que la dictadura impone a sus ciudadanos. Las experiencias recabadas por Daniel en este viaje y las consecuencias dramáticas que de él se desprenden, llevarán a Sofía a abrir los ojos a las posibilidades de cambio en el papel de la mujer en la sociedad, a entender la necesidad de conquistar nuevos derechos e integrarse en las nuevas corrientes de pensamiento que recorren Europa. A pesar de los complejos escenarios en que se mueve la novela, esta no presenta en ningún momento un tono moralista ni juzga la bondad o maldad de ninguno de los regímenes políticos que retrata, dejando que sean los mismos personajes los que expresen sus opiniones, sus simpatías, dudas o rechazo hacia aquellos sistemas en los que les ha tocado vivir, presentando el momento social, político e histórico con bastante ecuanimidad, lo que se agradece cuando la lectura tiene como objetivo fundamental la evasión y el entretenimiento y no el análisis profundo ni la crítica de ningún sistema político.

lunes, 20 de octubre de 2014

Te prometo un imperio

No es algo premeditado por mi parte, pero compruebo que una gran parte de las novelas que leo en los últimos tiempos transcurren temporalmente en los alrededores de las dos grandes guerras mundiales. Entiendo que la primera mitad del siglo XX es un escenario sin par para contar historias humanas particulares y plasmar retratos de toda una sociedad, la de la Europa occidental, que resulta absolutamente cautivadora para muchos escritores y, por supuesto, para muchísimos lectores. Pues nuevamente, por tanto, me encuentro con una versión de los hechos, con una mirada a la segunda Guerra Mundial, esta vez de la mano de Juan Vilches que en esta novela "Te prometo un imperio" traza un cuadro costumbrista del Madrid de los años 40, recién finalizada la Guerra Civil y lo contrapone con el fastuoso entorno de lujo y elegancia de unos personajes mundanos y cosmopolitas como son los duques de Windsor, de visita fugaz por nuestro país.

Es por (casi) todos conocida la fascinante historia amor que conmovió al mundo protagonizada por todo un rey de Inglaterra que renunció al trono por el amor de Wallis Simpson, una americana divorciada y en nada estimada ni por los políticos y por el pueblo británico, pero que, sin embargo, fue lo suficientemente poderosa como para hacer que Eduardo VIII renunciara a su corona y a todos su privilegio por permanecer a su lado. El relato está salpicado con multitud de datos históricos, documentado profusamente sobre avatares de la muy popular pareja cuya historia fue minuciosamente seguida por la prensa de la época, tanto en Europa como en Estados Unidos. La misma noche de un tormentoso mes junio de 1940 en el que los duques de Windsor, acompañados de un reducido séquito, llegan al hotel Ritz de Madrid, procedentes de la Costa azul francesa y huyendo del ambiente bélico de la Francia ocupada por los alemanes, es asesinado el mayor Siclair, asistente de campo del duque. La investigación del asesinato se le asigna al veterano comisario Fontecha que tendrá que colaborar forzosamente con el capitán Arturo Sotomayor, enviado por el ejército a investigar igualmente el suceso, dada la categoría militar del asesinado y la delicada posición diplomática en que queda el país al tratarse de un empleado directo de una personalidad como es el duque de Windsor. Ambos investigadores se ven obligados a apoyarse mutuamente, sin acabar de fiarse el uno del otro.

Con pocas pistas a su disposición y la dificultad añadida de no incomodar a los ilustres implicados en el caso, el trabajo de los detectives se hace difícil. La peculiar situación de Eduardo en España tampoco ayuda mucho: no se le considera representante oficial de su país, la embajada británica no quiere que se le trate como una visita oficial ni como representante de su monarquía, pero al fin y al cabo, Eduardo ha sido rey y la población de Madrid y su prensa lo acogen como tal. Mientras el asesinato se mantiene en secreto para la opinión pública, los Windsor son agasajados por la alta sociedad local con cenas y bailes en su honor. Destaca sobremanera los vívidos retratos que de Eduardo y Wallis se realizan en la novela, lo detallado tanto de la figura magnéticamente atractiva de la duquesa, centro de cualquier reunión social e incansable intrigante política, como de la elegancia innata y simpatía siempre cordial del duque que, sin embargo, queda como un pelele en manos de su maquinadora esposa, además de demostrar poco acierto en sus previsiones y análisis políticos sobre la figura de Hitler, el desarrollo de la guerra y tantos otros asuntos. Son ambos, en fin, un par de estrellas rutilantes que conquistan a la gris sociedad madrileña en las oscuras horas de los primeros años de la posguerra, por lo que les otorgan a los duques una atención digna de auténticos reyes.

El relato está plagado de "secundarios de lujo", desde Franco, su cuñado Serrano Suñer, numerosos ministros como Beigbeder o embajadores, destacando el británico Hoare, Winston Churchill, los reyes de Inglaterra y el mismísimo Hitler desfilan por la novela tanto en tiempo presente como protagonizando las constantes evocaciones del pasado en las que Eduardo recuerda sus felices tiempos de Príncipe heredero o ya coronado rey, trazando un fresco muy completo de la época previa a la guerra y de los primeros años de la contienda. La trama de la investigación policial, que en teoría es el centro de la novela, va algo lenta en ocasiones, no es ni mucho menos un relato trepidante, sino que con frecuencia se detiene en reiteraciones y repasos algo innecesarios de los hechos comprobados, las pistas recopiladas, etc, pero al ir alternándose la investigación con los detalles de la vida privada de los duques, con las intrigas políticas trazadas a su alrededor, el papel de España frente a las distintas potencias en la guerra mundial, la actuación de servicios secretos y demás temas paralelos, se salva de resultar en exceso pesada, aunque no diría yo que no le sobre algo de extensión a la novela. El desenlace, sin embargo, sí que es sorpresivo y la historia resulta muy bien rematada.

A fin de cuentas, diría que se trata de una buena novela histórica con una interesante trama política como base y que se lee con agrado, acercándonos mucho a unas figuras cuyas vidas quedarán tan reflejadas en las páginas de sociedad como en los libros de Historia, pero que no dejan de resultar apasionantes.

lunes, 13 de octubre de 2014

Me hallará la muerte

Hacía mucho tiempo que no leía nada de Juan Manuel de Prada de quien guardaba buen recuerdo, aunque ya algo difuso, de libros anteriores. Con esta última novela "Me hallará la muerte" me he reencontrado con su estilo rico e intensamente descriptivo, con su sorprendente adjetivación y con su forma de escribir que podríamos decir que se encuentra en las antípodas del minimalismo.

En el libro que nos ocupa, el protagonista, Antonio Expósito, es un joven sin oficio, familia ni futuro, un maleante de medio pelo que malvive en el Madrid de los crudos años de la posguerra del trapicheo, el hurto y demás triquiñuelas. Cuando su último golpe fracasa y acaba matando a un hombre, Antonio se ve obligado a huir y no se le ocurre mejor opción que alistarse para luchar en la División Azul y marchar al frente ruso en plena guerra mundial. Allí encontrará a tantos otros jóvenes que se han alistado como él, para huir de una condena o de una vida mísera, razones mucho más prosaicas, sin duda, que el patriotismo y el fanatismo ideológico de los que les arengan a luchar contra el comunismo sin moverse de sus cómodos sillones; todos ellos huyen hacia la guerra, a expiar sus culpas bajo la promesa de que “un valiente no le debe nada a nadie”. Allí, en el campo de batalla, tratarán de obtener una gloria que limpie su pasado y descubrirán un código de honor que no existe en la vida civil. En Rusia Antonio conocerá a Gabriel Mendoza, su oficial al mando, tal vez el único hombre íntegro y leal a sus ideales en muchos kilómetros a la redonda. Tras pasar enormes desgracias en la guerra y como prisionero de los rusos, Antonio regresará a España donde se debatirá entre asumir una nueva vida, una nueva identidad que promete ser brillante, o recuperar lo más preciado que abandonó al marchar: una mujer que aún le quita el sueño. No tardará en comprobar que cuando una mentira se pone en marcha es difícil de parar, crece como una bola de nieve arrastrando todo a su paso.

Destacar, como es habitual en el autor, el vocabulario riquísimo y cultivado que emplea a todo lo largo del relato, con numerosos vocablos y expresiones castizas y anticuadas, de jergas diversas y culturismos en ocasiones desfasados, pero que crean unas potentes imágenes con unas descripciones acertadísimas plagadas de metáforas que densifican la lectura, la cargan de matices, transmiten las sensaciones con más agudeza, llevándote a leer con algo más detenimiento, desviando en ocasiones la atención del fondo de lo que se lee a la forma en la que está escrito. Reconozco que me ha costado seguir adelante muchas veces, que no es una novela que se pueda leer a la ligera, que no es una lectura fácil, sino de las que requieren tiempo y dedicación. Y esa riqueza lo mismo puede resultar de agradecer por la calidad de la prosa que convertirse en una rémora que ralentice la lectura, dependerá seguramente del ánimo y el humor del lector y de lo que conecte con la historia y sus personajes.

Lo que sí logra De Prada es trasladarnos a los mismísimos paisajes fríos y desolados de Rusia que dibuja con sus crudas descripciones del campo de batalla y del ambiente desesperado de los que saben que están perdiendo la guerra y, para más inri, entregando sus vidas por una causa que no es la suya. El cuadro que realiza de la guerra es desgarrador, muestra la inutilidad de esta, el desperdicio de vidas que supone, la crueldad de las muertes en el campo de batalla. Abundan las escenas cargadas de deshumanización y odio también en los campos de prisioneros que se me han hecho muy complicadas de leer por su crudeza, al tiempo que me mantenían enganchada por su viveza y realismo. Por lo que se refiere a su retrato de la sociedad madrileña de los años de la posguerra, refleja un ambiente sofocante y sórdido, cargado de tristeza y miseria económica y moral. 
"una ciudad demasiado angosta para los sueños, demasiado aturdida de ambiciones y banalidad"
Una imagen crudamente realista y excesivamente pesimista y chusca de aquellos años de escasez y penurias, de supervivientes, maleantes y buscavidas, de hipocresía de los que sustituyen la ideología y los principios por el arribismo y la falsa moral. Demasiadas sombras y pocos elementos positivos en esta España que nos propone De Prada.

Una lectura, en fin, no apta para todos, no adecuada para quien busque una lectura de evasión y relajo pero sí para quien quiera disfrutar de una prosa riquísima, de una magnífica pluma que, por eso mismo, escarba demasiado hondo, tal vez, en la naturaleza de las personas. Un magnífico envoltorio para un contenido más bien triste con una visión excesivamente pesimista de la especie humana.

viernes, 20 de junio de 2014

La vida cuando era nuestra

Esta novela de Marian Izaguirre es un acertado ejemplo de eso que se suele llamar “libros sobre libros”: una novela en cuyo argumento se incluye otro libro que ocupa un lugar preeminente, una historia dentro de otra y una conexión entre ambos argumentos que entrelazan sus historias sin que podamos decidir cuál prevalece, cuál es el hilo principal y cuál está supeditado al otro. Así se estructura esta novela “La vida cuando era nuestra” que tan positivamente me ha sorprendido.

En lo que se refiere al argumento incialmente principal nos encontramos ante dos historias, por una parte la de una mujer madura, de origen inglés y de la que ni siquiera tenemos muy claro su verdadero nombre, en ocasiones se presenta como Alice, pero otros la llaman Rosa. De ella sabemos más bien poco, sólo que llegó a España durante la guerra civiel siguiendo a un amor y que ahora está sola y no lleva bien esa soledad; poco a poco nos  irá contando fragmentos de su vida al hilo de sus recuerdos que siempre le acompañan como fugaces fragmentos del pasado que rememora y le devuelven a los seres queridos a los que echa en falta y los lectores iremos poco a poco reconstruyendo ese pasado suyo y entendiendo qué es lo que le ata a Madrid. Por otro lado nos encontramos con un matrimonio que en los grises años 50, cuyo lóbrego ambiente social tan bien se retrata, regentan una pequeña librería que abrieron con lo que les quedó cuando la guerra les dejó sin su editorial y sin la vida tal y como la conocían antes, esa “vida cuando era nuestra” que da título a la novela. Matías y Lola, que así se llama la pareja, comparten vida y trabajo en su minúsculo y poco lucrativo negocio que básicamente se limita al material de oficina y a los libros de segunda mano, pero conservan el amor que un día les unió y los principios por los que vieron arruinada su vida cuando la guerra terminó.

Cuando Matías encuentra entre la última remesa de libros de segunda mano recibida una curiosa novela titulada “La chica de los cabellos de lino” la vida de las dos mujeres se entrecruzan. En esta novela se narra la vida de la pequeña Rose Tomlim, una niña que crece en una granja de Normandía sin saber que es hija ilegítima de un noble inglés. Su adolescencia en los años previos a la I Guerra Mundial y su descubrimiento del mundo al hilo de una guerra, sus años de juventud, su vida en París... todo eso lo comparten Lola y Alice mientras van descubriendo juntas, a través de la novela la vida de la joven Rose. Esas horas compartidas da origen a una incipiente amistad en las que ambas mujeres se ven identificadas con muchas de las cosas que han vivido, cada una en una época pero con muchos puntos en común. Desde el principio es inevitable identificar a la joven Rose protagonista del libro con la madura Alice, convencida de que son la misma persona y de que estamos ante unas memorias de su propia vida. No sabemos a dónde nos llevará este juego pero lo cierto es que Alice, o Rosa, está abriendo su alma, mostrando su pasado a Lola, haciéndola partícipe de lo que fue su vida y cómo salió adelante y llegó hasta donde ahora la encontramos.

 “Ahora éramos dos mujeres, una vieja y otra joven, unidas por un libro.” 

El relato es muy fluído, constantemente avanza y nos va presentando los hechos de una forma desordenada a veces pero muy clara. A pesar de seguir el hilo de las dos historias independientes no hay brusquedad al pasar de una a otra, en ocasiones, incluso, las experiencias de ambas parecen mezclarse, un personaje toma una decisión o hace una reflexión que, perfectamente, le cuadraría a algún personaje de la otra historia, al final acaba siendo todo una única historia con muchos hilos, distintas épocas pero donde predomina la sensación de que las cosas importantes no son muy distintas de una época a otra o de un país a otro. La autora demuestra una sobrada capacidad para contar las cosas y transmitir emociones con pocas palabras, sin largos párrafos, cambiando de escena en una sola frase sin resultar brusca. Emplea frases cortas pero reflejando pensamientos de manera certera, con la palabra justa, el adjetivo adecuado. Una manera muy ágil y a la vez muy efectiva de contar las cosas.

Me deja un muy agradable recuerdo esta lectura una vez terminada, con esa sensación de no haber abandonado del todo a las protagonistas, de evocar de vez en cuando alguna escena, porque realmente están muy bien dibujadas, son muy creíbles y permanecen en el recuerdo incluso después de haber terminado la novela. Y por encima de todo ello, el tema siempre presente de la lectura, los libros, las librerías y los libreros, los autores que se citan constantemente o que aparecen como personajes, todo ello es un valor añadido que suma activos a la buena sensación que me ha causado esta muy recomendable novela.

“Cuando uno es mayor, como yo ahora, lee y olvida muy fácilmente. Es como si necesitaras abrir hueco en un depósito que ya está demasiado lleno. Pero cuando uno es joven lee sin saber que las palabras leídas hablarán de nosotros con el paso del tiempo, nos guste o no.”