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miércoles, 11 de febrero de 2009

INOCENTE O CULPABLE???

Cuenta una antigua leyenda, que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.

En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento se procuró un "chivo expiatorio", para encubrir al culpable.

El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas esperanzas de escapar al terrible veredicto: ¡La horca!

El juez, también comprado, cuidó no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado: "Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de él tu destino: Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'.

Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino". Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: 'CULPABLE'. Y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa.

No había escapatoria. El juez ordenó al hombre tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados, y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca, lo tragó rápidamente.

Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon. .. "pero, ¿qué hizo...?, ¿y ahora...?, ¿cómo vamos a saber el veredicto... ?"

"Es muy sencillo, respondió el hombre... es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué".

Con un gran coraje disimulado, tuvieron que liberar al acusado y jamás
volvieron a molestarlo.. .

EN CASOS LIMITES HAY QUE SABER USAR LA CREATIVIDAD Y LA IMAGINACIÓN. ¡SIEMPRE SE PUEDE ENCONTRAR UNA SALIDA!

martes, 27 de enero de 2009

¿DEBE MAMÁ PEGAR AL MAGO?

En el bosque había un animalito llamado Roger Mofeta. Tenía un olor muy especial que los otros animales repudiaban.
Ahí viene Roger Mofeta-gritaban- y se escapaban despavoridos.
Roger se quedaba solo, y lloraba.
Un día fue a consultar al Búho. Este le sugirió que viera al mago.
-¿Cuál es tu problema?- preguntó el mago.
-Roger lo contó.
-¿Qué olor prefieres?- inquirió el mago.
-Olor a rosas-dijo el animalito.
El mago lo rozó con su varita, pronunció misteriosas palabras.
Repentinamente Roger estaba cubierto de olor a rosas.
El animalito ahora dichoso corrió a casa. Mamá salió a su encuentro, lo olió y dijo:
-¿Qué olor tan repelente es ese?
- Soy yo, mamá, huelo como las rosas.
-¿Quién te hizo ese olor?
-El mago.
-El mago es un perverso. Iremos a verlo para que te devuelva tu olor original.
El animalito se puso a llorar larga y amargamente. Le explicó a mamá el motivo de su transformación, todos sus sufrimientos, la marginación que sufría en rueda de compañeros.
Fue en vano. Mamá lo arrastró a la casa del mago. Y el mago se vió obligado a devolverle a Roger su primer olor.
Mamá era ahora feliz. Abrazó a su hijo y lo quiso mucho. Roger, en cambio, no era feliz. Volvió al bosque. Con el tiempo los animalitos se fueron acostumbrando a él y a su olor y dejaron de rechazarlo. Y todo terminó bien.
(cuento de John Updike) .

¿Se puede decir que el cuento termina con un final feliz?
Creo que no.
Cada uno tiene su "olor", sus características, su personalidad, su esencia.
Cada uno debe aprender a ser uno mismo, aceptarlo y continuar descubriéndose.

Reflexiones del cuento entre muchas:
-La madre no piensa en la felicidad del hijo, sino en ella.
-El animalito quiere cambiar su olor para satisfacer a los otros.
-El animalito no se acepta con su olor propio.
-Cree que con las cosas mágicas todo se cambia, como se desea.
-Quiere cambiar para ser querido por los otros, sin aceptarse él.
y cuantas más...

Para quien quiera "tomarlo" y seguir pensando, acá se los dejo, ya que cada uno tiene su propio enfoque y su propio olor.
UN ABRAZO

viernes, 16 de enero de 2009

APRENDER A FRACASAR

"El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse", decía el conocido estadista e historiador británico Winston Churchill.

Nadie puede decir que no fracasa nunca, o que fracasa pocas veces.

El fracaso es algo que va ligado a la limitación de la condición humana, y lo normal es que todos los hombres lo constaten con frecuencia cada día.

Por eso, los que puede decirse que triunfan en la vida no es porque no fracasen nunca, o lo hagan muy pocas veces: si triunfan es porque han aprendido a superar esos pequeños y constantes fracasos que van surgiendo, se quiera o no, en la vida de todo hombre normal.

Los que, por el contrario, fracasan en la vida son aquellos que con cada pequeño fracaso, en vez de sacar experiencia, se van hundiendo un poco más.

Triunfar es aprender a fracasar.

El éxito en la vida viene de saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día. De esta curiosa paradoja depende en mucho el acierto en el vivir.

Cada frustración, cada descalabro, cada contrariedad, cada desilusión, lleva consigo el germen de una infinidad de capacidades humanas desconocidas, sobre las que los espíritus pacientes y decididos han sabido ir edificando lo mejor de sus vidas.

Las dificultades de la vida juegan, en cierta manera, a nuestro favor. El fracaso hace lucir ante uno mismo la propia limitación y, al tiempo, nos brinda la oportunidad de superarnos, de dar lo mejor de nosotros mismos.

Es así, en medio de un entorno en el que no todo nos viene dado, como se como se va curtiendo el carácter, como va adquiriendo fuerza y autenticidad.

Sería una completa ingenuidad dejar que la vida se diluyera en una desesperada búsqueda de algo tan utópico como es el deseo de permanecer en un estado de euforia permanente, o de continuos sentimientos agradables.

Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y los que le rodeen probablemente acabarían estándolo también.

Como decía G. von Le Fort, hay una dicha clara y otra oscura, pero el hombre incapaz de saborear la oscura, tampoco es capaz de saborear la clara.

O como decía Quevedo, el que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos.

Por eso, en la tarea de educar el propio carácter, o el de los hijos, es muy importante no caer en ninguna especie de neurosis perfeccionista.

No se trata, por ejemplo, de educar a un hijo para que jamás suspenda o jamás rompa un plato, sino más bien para que se esmere en ser un buen estudiante y procure que no se le caiga el plato; y -sobre todo- para que sepa sacar fuerza de cada error y sea capaz de volver a estudiar con ilusión a pesar de un suspenso, o de recoger los pedazos del plato que se le ha caído. Porque errores los cometemos todos.

La diferencia es que unos sacan de ellos enseñanza para el futuro y humildad, mientras que otros sólo obtienen amargura y pesimismo.

El éxito, volvemos a repetir, está en la capacidad de superar los tropiezos con deportividad.

Da pena ver a personas inteligentes venirse abajo y abandonar una carrera o una oposición al primer suspenso; a chicos o chicas jóvenes que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a aquellos otros que no pueden soportar un pequeño batacazo en su brillante carrera triunfadora en la amistad, o en lo afectivo, o en lo profesional, y se hunden miserablemente: el mayor de los fracasos suele ser dejar de hacer las cosas por miedo a fracasar.
¿autor?. Lo desconozco. Este pensamiento lo tomé y guardé, como muchos otros, pues es sumamente claro y entendible para ayudarnos a pensar ciertos temas.
De no poder volcar este relato, solicito al autor me lo haga saber y en forma inmediata lo sacaré de mi blog. GRACIAS.

sábado, 1 de noviembre de 2008

aprender a fracasar

Aprender a fracasar "El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse", decía el conocido estadista e historiador británico Winston Churchill. Nadie puede decir que no fracasa nunca, o que fracasa pocas veces. El fracaso es algo que va ligado a la limitación de la condición humana, y lo normal es que todos los hombres lo constaten con frecuencia cada día. Por eso, los que puede decirse que triunfan en la vida no es porque no fracasen nunca, o lo hagan muy pocas veces: si triunfan es porque han aprendido a superar esos pequeños y constantes fracasos que van surgiendo, se quiera o no, en la vida de todo hombre normal. Los que, por el contrario, fracasan en la vida son aquellos que con cada pequeño fracaso, en vez de sacar experiencia, se van hundiendo un poco más. Triunfar es aprender a fracasar. El éxito en la vida viene de saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día. De esta curiosa paradoja depende en mucho el acierto en el vivir. Cada frustración, cada descalabro, cada contrariedad, cada desilusión, lleva consigo el germen de una infinidad de capacidades humanas desconocidas, sobre las que los espíritus pacientes y decididos han sabido ir edificando lo mejor de sus vidas. Las dificultades de la vida juegan, en cierta manera, a nuestro favor. El fracaso hace lucir ante uno mismo la propia limitación y, al tiempo, nos brinda la oportunidad de superarnos, de dar lo mejor de nosotros mismos. Es así, en medio de un entorno en el que no todo nos viene dado, como se como se va curtiendo el carácter, como va adquiriendo fuerza y autenticidad. Sería una completa ingenuidad dejar que la vida se diluyera en una desesperada búsqueda de algo tan utópico como es el deseo de permanecer en un estado de euforia permanente, o de continuos sentimientos agradables. Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y los que le rodeen probablemente acabarían estándolo también. Como decía G. von Le Fort, hay una dicha clara y otra oscura, pero el hombre incapaz de saborear la oscura, tampoco es capaz de saborear la clara. O como decía Quevedo, el que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos. Por eso, en la tarea de educar el propio carácter, o el de los hijos, es muy importante no caer en ninguna especie de neurosis perfeccionista. No se trata, por ejemplo, de educar a un hijo para que jamás suspenda o jamás rompa un plato, sino más bien para que se esmere en ser un buen estudiante y procure que no se le caiga el plato; y -sobre todo- para que sepa sacar fuerza de cada error y sea capaz de volver a estudiar con ilusión a pesar de un suspenso, o de recoger los pedazos del plato que se le ha caído. Porque errores los cometemos todos. La diferencia es que unos sacan de ellos enseñanza para el futuro y humildad, mientras que otros sólo obtienen amargura y pesimismo. El éxito, volvemos a repetir, está en la capacidad de superar los tropiezos con deportividad. Da pena ver a personas inteligentes venirse abajo y abandonar una carrera o una oposición al primer suspenso; a chicos o chicas jóvenes que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a aquellos otros que no pueden soportar un pequeño batacazo en su brillante carrera triunfadora en la amistad, o en lo afectivo, o en lo profesional, y se hunden miserablemente: el mayor de los fracasos suele ser dejar de hacer las cosas por miedo a fracasar.