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viernes, 29 de mayo de 2020

Hilvanes y contrabando, de Elena Bargues

Es una novela que está escrita con el perfil histórico de la ciudad de Santander durante el siglo XIX. El lector se encuentra con amplios detalles y es capaz de posicionarse en el entorno, sobre todo si conocer la actual ciudad, gracias al trazado urbano y costero de la época en la que se ubica la historia. Esto es siempre de agradecer porque, de ese modo, se puede uno adentrar mejor en los sucesos.

Los personajes son seres que combinan el espíritu vivencial de la época, presos entre los quehaceres diarios, duros y no siempre con salida, y las ilusiones perseguidas que, en ocasiones, no pueden materializarse. La autora ha conseguido dotarlos de una buena dosis de emoción, recelo, intriga y esperanza, que los hace cercanos.

La narrativa es viva, sin decaer en ningún momento, haciendo que los personajes principales lo sean sin desmerecer a unos secundarios estupendos. La novela es amena desde el principio hasta el final y se disfruta. Para quienes conozcan el estilo de escritura de esta autora, no estoy diciendo nada nuevo.

El amor es la baza a la que los protagonistas no son ajenos, a pesar del origen de ambos, que no deja de ser un muro que deben sortear. La fuerza, la determinación y la mutua atracción que sienten consiguen derribarlo.

Las escenas románticas son, como suele hacerlo Elena Bargues, de una sutileza extraordinaria; sensaciones, deseos, lujuria y gozo, descrito todo de un modo especial y perfecto, en el que el lector se encuentra atrapado.

Muy recomendable.

Nieves


miércoles, 21 de junio de 2017

Tú, como el viento del sur, de Elena Bargues

Si Elena me sorprendió con su trilogía de El Ducado de Anizy, tras haberme leído esta novela me declaro fan absoluta. No voy a incidir de nuevo en la maravillosa narrativa de la autora, ni en su forma de mostrar los sentimientos de los personajes; tampoco en sus trabajados argumentos y en unas descripciones que te hacen ser un personaje más en sus novelas. Sin embargo, sí quiero destacar, otra vez, su maestría en la presentación de protagonistas y secundarios.

Elena da las gracias a muchas personas al final de sus novelas, y yo se las doy también desde aquí porque entre ellas y los que le brindan soporte, consiguen crear unas historias de verdadero lujo.

Valvanuz, la protagonista, se nos muestra primero como una mujer a la que casi han anulado los malos tratos de un marido autoritario. Digo casi, porque en el momento en que decide poner coto a sus desmanes, se convierte en una heroína de primera clase. Una leona que, sin rugir, defiende su propia vida, su terreno y el de sus tres hijas. Ella, sin medios para subsistir, con una edad que ronda los cincuenta, y sin muchos estudios, depende del marido y hasta podría plegarse a su despotismo. Pero decide luchar por sus hijas. Se necesita mucho valor para tomar una decisión así.

Teo está lejos de ser el típico héroe, pero lo es. Y de los mejores. Otro personaje con una fuerza increíble, que se propone cambiar radicalmente de vida y lo consigue a base de esfuerzo. Querido por sus amigos, admirado por sus colegas de trabajo, deseado por sus vecinos, es un hombre de sonrisa fácil, de broma ligera, que destila amor por los cuatro costados. El complemento ideal para Valvanuz y el padre idóneo para sus hijas.

Blanca, la menor, pasa de ser una muchacha apocada y temerosa a convertirse en una flor abierta a la vida, gracias al compañerismo de Teo, que se pone muchas veces a su mismo nivel. María encuentra su lugar, se hace más mujer, vislumbra su camino. Alicia, la mayor, me ha enamorado. Recelosa, seria, poco habladora, ha cargado sobre sus hombros la defensa de sus hermanas, enfrentándose al padre cuando es necesario. A Teo le cuesta llegar a ella, pero lo consigue.

Ramón, el marido de Valvanuz, es una víctima. Es egoísta, maltratador y áspero con su mujer y sus hijas, sí, pero es fruto del dominio férreo de una madre machista, altanera y cicatera, que no ama a nadie, y consigue estropear el matrimonio de su hijo con sus palabras y hechos cargados de veneno.

Los familiares de Valvanuz, perfectos. La abogada, muy buena, implicándose en el problema. Los hermanos de Teo, cada uno de un modo de ser, muy en su lugar. En cuanto a los amigos, ha sido una fortuna haber podido conocerlos: una pandilla bulliciosa y alegre donde todos se apoyan, se consuelan y hasta hacen lo que no está escrito por conseguir la felicidad de Teo y Valvanuz.

Leyendo esta novela me he paseado otra vez por Santander, una ciudad que me encanta, disfrutando ─más que si hubiera tenido a mi lado un guía turístico─ de sus calles, sus plazas, sus bares y sus inmensas playas.
Resumiendo: una novela que me ha parecido un canto a la superación, a la amistad y al amor, en el marco incomparable de la costa cántabra.

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viernes, 7 de abril de 2017

En el corazón del imperio, de Elena Bargues

Después de la firma del Tratado de Utrecht, los duques de Anizy deciden aventurarse en un viaje a través de una España aparentemente apaciguada. Desembarcan en el puerto de Santander con la intención de llegar a Sevilla, la ciudad natal de la duquesa, para conocer el corazón del imperio español. Sin embargo, el país es un hervidero de intrigas, asaltos y asesinatos que vivirán en primera persona.

Mientras tanto, su hijo, André Laver, enrolado en la Armada Real española, participa en una misión de espionaje en Nápoles e interviene en la conquista de Cerdeña y de Sicilia que culminará con la batalla naval de Cabo Passaro.

Un nuevo relato del Ducado de Anizy en el que los personajes se convierten en peones de una feroz lucha política entre reyes, con el Mediterráneo como escenario de la mayor traición jamás llevada a cabo.

¡Qué maravilla! Aún estoy extasiada.

Leída la trilogía completa de El Ducado de Anizy, he de decir que la primera entrega, El asalto a Cartagena de Indias, me pareció estupenda; la segunda parte, El botín de Cartagena, aún mejor. Pero sin duda, la que ha hecho que caiga rendida ante la pluma de Elena Bargues es la tercera entrega: En el corazón del Imperio. Ella me aviso: es larga. Doscientas páginas más que hubiera tenido, doscientas que hubiera disfrutado. Se me ha hecho corta.

Han pasado los años. Antoine Laver, Duque de Anizy, ya no es ese joven capitán francés que llegó a Cartagena de Indias y salvó la vida, gracias a la ayuda de una española con temple a la que todos llaman Ojos de miel, Mariana, aunque el tiempo no ha podido quitarle su gallardía y arrojo. Tampoco Mariana es ya una jovencita, pero conserva la hermosura de otros tiempos y sigue siendo una mujer que llama la atención allá donde va. Uno y otro siguen amándose cada día más, han conseguido sacar adelante una familia de la que se sienten orgullosos, han creado un paraíso particular en Anizy, lejos de las falsedades de la corte francesa, y han mantenido a su lado a los sirvientes que, más que criados, son amigos cercanos.

La autora nos narra el viaje de Antoine y Mariana desde Santander hasta la amada Sevilla, donde ella nació. Un viaje donde no falta la aventura y la intriga con los constantes intentos de matar a Laver, y a través del cual vamos conociendo también nosotros las ciudades por las que van pasando, viendo sus monumentos y sabiendo de sus costumbres.

Pro al mismo tiempo, tomamos parte de batallas navales y en la conquista de Cerdeña, de la mano de André Laver, uno de los hijos de la pareja. Es fascinante el modo en que la autora nos traslada de una historia a otra hasta que ambas se anudan, cuando André se reúne por fin con sus padres en España.

Algunos de los personajes ya me eran conocidos por las entregas anteriores, y me ha ilusionado volver a compartir aventura con ellos.

Teresa, por ejemplo. La criada personal de Mariana, que ha permanecido con ella desde que hubo de ir a Cartagena de Indias, que ha sufrido los mismos avatares que su señora y amiga, que se ha enamorado, que ha luchado a su lado y que ha sido su paño de lágrimas ─y también su Pepito Grillo─, sigue siendo uno de mis personajes favoritos. Merecería una reseña aparte. Teresa está siempre donde debe, aunque no se deja ver más de lo preciso; si tiene que discutir con Mariana, discute, en ningún momento se calla lo que piensa porque, además de ser su carácter, tanto Mariana como Laver se complacen en consentirle ese modo de actuar. Teresa no es una sirvienta, forma parte del corazón de Anizy, es un punto clave para resolver los problemas. Y me ha fascinado cómo acaban sus propias desventuras en la novela, no podía imaginarme un final mejor después del disgusto que me ha dado la autora cuando... No, no, no. Lo siento, pero eso no puedo contarlo, que descubro parte del argumento.

Don Gonzalo es otro de los personajes que me ha tenido enamorada desde la primera parte de la trilogía, cuando le enseñaba a Mariana las artes de la navegación. En esta tercera, ha terminado por cautivarme del todo. Su buen hacer, su paciencia, su sufrimiento cada vez que mira a Mariana, a la que sigue amando en secreto desde que la conoció, veinte años atrás. Sabe que nunca podrá tenerla, que pertenece a Laver porque ambos están profundamente enamorados, pero se niega a echarla de su corazón.

El capitán Santander, ese español recio que tuvo la fortuna de conocer a Antoine Laver en Cartagena de Indias y que aquí, de nuevo, cruza su camino con él, se hace imprescindible. No solo se convierte en la escota de los duques, salvándoles de múltiples peligros, sino que acaba siendo un verdadero amigo.

Los personajes nuevos que van apareciendo son de lo mejor, ya sean los de la familia de Mariana, la hija de don Gonzalo, María o la viuda Van Hee, como los que interpretan el papel de malvados. Ni uno solo de ellos sobra, todos son indispensables para un argumento que rebosa intrigas políticas, donde a través de las conversaciones entre ellos podemos saber qué tramaba Inglaterra, a qué jugaba Francia, qué perseguía Austria y, sobre todo, en qué cenagal estaba metida España, enfrentada al mundo entero.

Los diálogos, de una agudeza desbordante, además de ser una fuente de información precisa que nos pasa conocimientos, sin aburrir.

Las escenas de acción, un lujo. Un auténtico lujo. Me ha parecido haber participado en las batallas navales, ayudando incluso a cargar los cañones de las naves.
Los momentos románticos, que los hay y varios, una delicia. Parece mentira que en pocas líneas se pueda expresar todo el amor y toda la ternura entre una pareja, sin necesidad de entrar en muchos detalles.

Me pasaría horas hablando de esta trilogía, pero he de acabar. Solo quiero deciros que si os gusta el romance, la aventura, la intriga y la Historia, no podéis dejar de leer El Ducado de Anizy.

Gracias, Elena, por hacerme disfrutar tanto.

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viernes, 31 de marzo de 2017

El botín de Cartagena, de Elena Bargues

2ª entrega de la trilogía El ducado de Anizy

En la primera parte de esta trilogía, Antoine llega a Cartagena de Indias. Allí, en medio de una guerra para conquistar la ciudad, conoce a Mariana, una española que le salva la vida y que se muestra ante él tan inteligente como hermosa.

En esta segunda entrega, Antoine y Mariana, ya casados, salen de Cartagena de Indias camino a Francia, donde él se encuentra con la sorpresa de haberse convertido en el nuevo duque de Anizy. Ni se espera esa responsabilidad, ni que la muerte de su hermano sea por causas distintas a lo que todos piensas, enfermedad. Pero debe hacerse cargo de todo cuanto conlleva un ducado desatendido y unos arrendatarios temerosos. Tampoco ayuda el hecho de haber llegado a Francia casado, nada menos que con una española, habiéndose visto obligado a rechazar la propuesta de Luis XIV para contraer matrimonio con una dama de la corte.

Mariana se nos muestra de nuevo como una mujer de inteligencia asombrosa que, a pesar de estar en un país desconocido para ella, consigue integrarse por el bien de su esposo y por el ducado, apoyando a Antoine en todo cuanto emprende y, al tiempo, enfrentándose a él cuando lo cree necesario. Porque, por mucho que se haya convertido en duquesa, o casualmente por eso, no deja a un lado su orgullo y sus propias iniciativas.

Descubrimos a un Antoine igual de aguerrido, igual de terco, pero con una sensibilidad hacia los más desfavorecidos que cala hondo. Amigo de sus antiguos amigos, hermano extraordinario,más enamorado cada día que pasa de su esposa, a la que tiene como una igual, en la que delega hasta el punto de concederle el control de sus negocios, por saberla más inteligente que él para tales menesteres, por mucho que en esa época una mujer no pudiera hacer según qué trabajos.

Si la primera novela me envolvió, con esta segunda me he sentido totalmente atrapada. Ni podía ni quería dejar de leer, me apenaba saber que tenía que llegar al final, tarde o temprano y, curiosamente, leía despacio para alargar la satisfacción que me producía estar llenándome de conocimiento. Porque ya lo dije en la reseña anterior, El asalto a Cartagena de Indias: con Elena Bargues, se aprende Historia.

El botín de Cartagena me ha parecido, además, más novela de aventuras, de esas que nos gustan, que nos atrapan, con las que disfrutamos. Entre dato y dato, entre personaje y personaje, entre cómo se podía conseguir un excelente vino o cómo se podía sacar lo mejor de una cosecha, la autora nos deleita con intrigas palaciegas, intentos de asesinato, unos secundarios que hacen las delicias del lector por lo auténtico de su modo de actuar y pensar.

Y amor. Pero no sólo de la pareja principal, Antoine y Mariana, que en esta novela consiguen asentar sus vidas, sino el amor de otros personajes que suponen pilares reales en la historia. Unos, nuevos; otros, conocidos. Todos, estupendos. Clément y Nicole, Gastón y Carmen (la hermana de Mariana), Pierre y nuestra querida Teresa de la novela anterior... He disfrutado de lo lindo viendo el modo en que se van acercando, se van conociendo, se van enamorando.

Podría extenderme analizando la narrativa, el estilo e, incluso, los sentimientos de los personajes de la novela. Pero no. Sólo voy a deciros que esta novela tiene tantos elementos para disfrutar de ella que es imposible detallarlos todos: amor, intriga, aventura, sentimientos, traiciones, un Luis XIV derrochador, sorpresas que ni esperáis, e incluso una referencia a ese personaje del que habla a medias la Historia, sin afirmar o negar de quién se trataba, y que a muchas os sonará si habéis visto la película de El hombre de la máscara de hierro, protagonizada por Leonardo DiCaprio, Gabriel Byrne, Jeremy Irons, John Malkovich, Gérard Depardieu.

Deseando leer ya la tercera entrega del ducado de Anizy, En el corazón del Imperio.

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viernes, 17 de marzo de 2017

El asalto de Cartagena de Indias, de Elena Bargues

Primera novela de la Trilogía El Ducado de Anizy

Extraordinaria y asombrosa.

Aviso al lector: si lo que se desea es, simplemente, leer una historia romántica y de aventuras... mejor no empezar esta novela.

¿Por qué comenzar la reseña diciendo esto? Pues porque El asalto de Cartagena de Indias no es una simple novela romántica y de aventuras. Es un libro que ilusiona, que atrapa, que te transporta... Que enseña. Sobre todo, enseña. Es como acudir a una clase de Historia, al menos para mí ha sido así. He vivido en primera persona el viaje en barco hasta Cartagena de Indias aprendiendo, durante el trayecto, navegación. He podido VER (si, así, en mayúsculas) las calles de la ciudad, los fortines y sus defensas, las iglesias. He olido y saboreado.

Elena Bargues me ha enseñado navegación, me ha mostrado las distintas partes de una nave. He navegado con ella, he asistido a batallas de su mano y he conocido un romance maravilloso gracias a su pluma mientras aprendía Historia. Ha conseguido que me estremeciera en los asaltos, que sonriera con las bromas y que se me pusiera un nudo en la garganta en los momentos más tensos. He hecho un viaje en el tiempo a 1697.

Los personajes están creados de un modo tan excepcional, que no los ves como protagonistas de una novela. Son tus compañeros de viaje, los que sufren a tu lado, los que se alegran si las cosas salen bien. Todos y cada uno de ellos, tanto lo que existieron como los que han salido de la imaginación de la autora, son extraordinarios.

Me ha encantado Mariana Tamares, una joven abierta, inteligente, estudiosa, que ve en los demás seres humanos y no enemigos. No hace alarde de su belleza ni de sus muchos conocimientos, los pone al servicio de los demás. Es todo dulzura, y al mismo tiempo tiene el temple de una española que no se amedrenta ante las dificultades. Una mujer que consigue, con su manera de ser y su sonrisa, tener a sus pies a toda una tripulación enemiga.

Me ha conquistado Antoine Laver, el oficial de la marina francesa que acaba enamorado de Mariana. Un hombre de una pieza que a nadie juzga por su condición o físico, que expone la vida para salvar la de sus hombres, que muestra valentía y, a la vez, dudas terribles hacia el amor de Mariana. No cree merecerla, le lastima pensar que ella puede seguir enamorada de un muchacho español con el que soñaba casarse.

Phillip es uno de los secundarios que, para mí, tiene más fuerza. Me gustaría que este personaje tuviera su propia historia, creo que se la merece.

Ya estoy loca por leerme El botín de Cartagena y En el corazón del imperio.

Una narrativa para descubrirse.

Un romance en medio de las luchas entre franceses y españoles que hace suspirar.

Una aventura trepidante desde la primera a la última página.

Una lección de Historia.

Mi puntuación entre 0 y 5... 5 especial sin ningún género de dudas.

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jueves, 26 de enero de 2017

La playa del irlandés, de Elena Bargues

No es nada nuevo que esta autora es una de mis preferidas en lo que se refiere a romántica-histórica. Y una vez más, ha conseguido atraparme entre las páginas de una novela.

Ambientada en el siglo XVII, alrededor de 1637, la historia nos introduce en las guerras navales españolas, presentándonos personajes reales como Lope de Hoces, Oquendo, Richard Pronovil…

En este caso, el protagonista es un irlandés que ha tenido que escapar de su país natal. Los irlandeses siempre han sido buenos héroes de novela nomántica y Patrick O’ Duinn no lo es menos. Valiente, temerario y tenaz, se nos muestra sin embargo como un hombre lleno de virtudes, amigo de sus amigos y amante de los niños. Busca un lugar en la vida, aunque sabe que lo que persigue, el amor de Leonor, le está vedado por su condición de corsario.

Leonor se enamora de Patrick cuando es muy joven, cuando está en la adolescencia, y desde ese momento no hay otro hombre para ella. Es el amor en estado puro. No por ello abandona las obligaciones que le exige su título de Duquesa, siendo además hija única del Duque de Maqueda. Ser Grande de España, tener privilegios, poder estar al lado de la reina, no siempre era una vida perfecta. No, al menos, para Leonor, cuya única aspiración es educar a su hijo, Pedro, y llevar lo mejor que puede el dominio de su fortuna. Amar en secreto a ese irlandés que una vez le regaló una caracola, no impide que honre al hombre con el que se ve obligada a casarse, que le admire y que se sienta cómoda a su lado. También ella sabe que nunca podrá unirse a Patrick.

Los secundarios son estupendos, desde Doña María, la mano derecha de Leonor, que encubre su amor secreto y los encuentros entre ambos, hasta el Duque de Maqueda, su padre. Pocos hombres en esa época eran capaces de ver más allá de sus obligaciones y aceptar, aunque con esfuerzo, que su hija tiene derecho a la felicidad. Es un personaje cercano, entrañable, al que se le toma cariño porque es el artífice de la solución a un amor imposible.

Pedro, el pequeño hijo de Leonor, es adorable. Inteligente, despierto, capaz de comprender a su corta edad que debe mantener el secreto de su madre, a la que ama más que a nadie en el mundo.

Don Juan Manuel es otro de los personajes de peso. Abogado, leal a Leonor y a Patrick, se convierte en el puente entre ambos, en su confidente y en su mejor amigo.

Como en todas las historias, hay un malvado. En esta novela es el cuñado de Leonor. Ruin, vengativo y cobarde. Lo tiene todo para odiarlo. Sin embargo, hay que decir en su favor que sin su intervención, a Leonor no se le hubiera ocurrido marchar a Ribadesella de incognito. En cierta forma, es el causante de que ella vuelva a encontrarse con su irlandés, pudiendo así mantener un idilio que ambos saben que debe acabar.

Las escenas de amor entre los protagonistas son de una sensualidad maravillosa. Elena Bargues es capaz de describirnos cada caricia, cada beso, cara mirada, como si estuviéramos viendo romper las olas tormentosas contra un acantilado. No sé cómo lo hace, pero me fascina. 

Métete en esta historia y disfruta de las batallas navales, de los puertos del norte de España, de sus gentes, sus mercadillos, sus traiciones. Y de un amor tan precioso que dejarás escapar un largo suspiro cuando llegues a la última página. 


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