"Las intermitencias de la muerte": ¿Y si la parca negra se tomase un respiro?
Es imposible no temer a la muerte, no pensar en ella sin cierta congoja, especialmente ante la posibilidad de que pueda presentarse sin avisar.
Tenemos que admitir que, por mucho que aceptemos nuestro destino de mortales con estoicismo, una parte de nosotros fantasea con la posibilidad de escapar de ella. Burlar las leyes de la biologÃa y vivir eternamente es un sueño enterrado en nuestro subconsciente, que tal vez no sale a luz nunca por rebasar los lÃmites del surrealismo, aún siendo un sueño.
Pero, ¿y si la parca negra decidiese dejar de trabajar por una temporada? ¿Y si es cierto que la muerte va de negro, utiliza una guadaña y tiene sentimientos como cualquier mortal?
Y si tan felices nos harÃa desprendernos de nuestra finitud, ¿por qué José Saramago inventó un paÃs en el que las consecuencias de no morir sean tan catastróficas? El realismo con el que se plantea Las intermitencias de la muerte lo hace a uno pensárselo dos veces antes de desear que Ella se tome un respiro, ya sea temporal o eterno. Si no, que se lo pregunten a esos enfermos cuya vida penderÃa de un hilo para siempre o a esos que vivirÃan atados a las dolencias de la vejez, cuyas familias además tendrÃan que soportar de manera permanente el sufrimiento de los que no se van, porque no pueden.
Si Ella decidiese actuar solo en un paÃs, las fronteras de dicha nación se convertirÃan en pasos de contrabando de personas que quieren ir a su encuentro, pues bien sabemos que el ser humano tiene esa tendencia a sacar provecho económico incluso de las más descabelladas situaciones.
Ay, si la parca negra decidiese marcharse, los preceptos religiosos se tambalearÃan, los polÃticos sudarÃan sangre para que su Estado pudiese abastecer con sanidad, alimentación, educación a una población perenne, los hospitales colapsarÃan, las pensiones serÃan imposibles de pagar, las personas se volverÃan más ruines, mezquinas e inmorales, pues nada las podrÃa matar. SerÃa nuestro fin sin fin.
Menos mal que lo que esconde este libro es una premisa ficticia. Porque la inmortalidad, después de todo, puede ser uno de esos sueños que, al hacerse realidad, se convierte en una auténtica pesadilla.