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jueves, 21 de abril de 2016
Shining On Everyone
Llamen a los Byrds, los Beatles, The Band, los Eagles, los Kinks, Neil Young y Big Star, y asegúrense de que el repetidor esté hecho de los Jayhawks, Teenage Fanclub y Wilco. Súmenles en el proceso de conexión once temas estupendos compuestos por Txomin Guzmán y grabados en directo en el estudio si exceptuamos las voces y algún arreglo que otro. Añadan unas maravillosas interpretaciones que hacen que lo clásico suene actual y creíble mientras escuchan los tonos del teléfono. Y, por fin, envuelvan todo en la elegante portada de Miguel Guzmán e Iñigo Gil justo cuando, desde Getxo, alguien descuelga el aparato. Si nada ha fallado y han seguido correctamente mis instrucciones, no podrá ser otro que el excelente y segundo disco de The Fakeband, Shining On Everyone (2014).
En el tiempo que va de la publicación de su primer plástico (también con Rock Indiana), Too Late, Too Bad, hasta la del álbum que nos ocupa, el "rompecabezas mágico de melodía y electricidad que reconstruye desde Getxo el sonido californiano y el pop británico viajando desde Laurel Canyon hasta Picadilly en píldoras multicolores", en bellas palabras de Manel Celeiro, no ha hecho sino multiplicar sus capacidades para dar con una obra de enorme riqueza en la que el power pop, el rock and roll y el soul se funden y alternan a la caza de la canción perfecta, ésa que jamás existirá pero que The Fakeband roza con la yema de los dedos. Cada una de las que aquí encontramos despliega irresistible sus cualidades desde la primera vez que el oyente se acerca al trabajo, pero cuando las escuchas aumentan es el conjunto el que termina deslumbrando (que no solo brillando, como su título establece) y triunfando sobre cada una de sus piezas. No es posible destacar una por encima de otra, todas gozan de detalles a descubrir y admirar y de matices que las hacen diferentes, aunque siempre subsidiarias de la epifanía cierta que supone el resultado de la suma de sus virtudes individuales: ese riff o ese solo de guitarra, esa armonía vocal, esa línea de bajo, ese ritmo exacto que marcan las baquetas, esa letra que te deja tocado…
Shining On Everyone es, en definitiva, uno de aquellos discos que contradicen a los que nos empeñamos en criticar la falta de evolución del rock, no por que la logren, sino porque cuestionan que sea necesaria cuando —sirviéndose de ingredientes de sobra conocidos y explotados— logran un manjar al que las pegas que poner más parecen las del maniático cascarrabias en que se va convirtiendo uno que las del amante del arte capaz de disfrutarlo sin prejuicios castrantes aun epistemológicamente indudables. Es decir, que la ciencia se haga a un lado durante un rato para dejarnos arrastrar por el espíritu de The Fakeband y la mejor música norteamericana y británica, sin preocuparnos porque ésta llegue —al igual que la de Cancer Moon o Atom Rhumba— desde un rincón de Vizcaya.
NOTA: Esta entrada está dedicada a Joserra Rodrigo, autor de las notas que hacen aún más luminoso Shining On Everyone y fan irredento de sus autores.
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