Qué gran fabuladora es la fotografía, y qué herramienta tan
potente tiene el fotógrafo en sus manos para presentar la realidad a su
manera. Sus encuadres son siempre una
elección personal que operan como sirvientes de su
causa. Incluye lo deseado y excluye lo
molesto. Apunta desde abajo para dignificar o desde arriba para caricaturizar. Y, sobre
todo, se aprovecha de esa visión monocular que le ofrece su cámara para aplastar
en un plano bidimensional la realidad tridimensional que nos ofrece nuestra visión
binocular. Así, la fotografía proporciona una imagen en la que se superponen
cosas y establece relaciones entre ellas
que no existían antes de la toma. Lo que estaba en el fondo de la foto se
acerca y yuxtapone a lo que se encuentra en un primer plano para ofrecer en
ocasiones una imagen sorprendente.
La teoría de la Gestalt, en su intento de explicar cómo interactúan entre sí los elementos del
campo visual, nos ayuda a entender este fenómeno. En una entrada anterior ya
comenté que nuestro cerebro tiende a organizar y simplificar lo que percibimos,
y que en el campo visual operan una serie de fuerzas que provoca que los elementos se atraigan o repelan entre sí.
Pues bien, la Ley de la Proximidad indica que cuánto más cerca se encuentren dos o más elementos mayor será la probabilidad de que los percibamos
como un único objeto o patrón visual. Así, en la medida en que dos elementos
vayan acercándose en el campo visual tenderemos a percibirlos de forma
unitaria.
Los fotógrafos siempre han intuido este fenómeno y se han
divertido jugando con las relaciones entre fondo y figura para crear juegos
visuales interesantes y divertidos. Lee Friedlander , ese gran fotógrafo
americano que nos mostró su particular visión de las calles y caminos de su
país, era un maestro en ese arte de combinar diferentes planos para generar
imágenes complejas y ambiguas que sorprendiesen al cerebro. Un ejemplo de ello
lo encontramos en esta instantánea tomada en Knoxville (ver aquí), en la que la
señal de tráfico y la nube crean conjuntamente la estampa de un helado.
Algo parecido sucede en la fotografía superior que tomé en
un zoco de Meknes. En ella el hombre y la sombrilla confluyen en una curiosa
imagen, dándonos la sensación de que nos encontramos con un hombre pertrechado
con una especie de casco volador con unas aspas similares a las de un
helicóptero. O tal vez sea un enorme ventilador que le alivie el bochorno de
las tardes estivales. En cualquier caso se trata de una interesante
confluencia, pues hombre y sombrilla parecen fusionados en una figura singular.
Al igual que ocurría con la ley gestáltica de la similitud,
nos encontramos con un principio que puede resultarnos de mucho interés a la
hora de tomar fotos. Nuestra tendencia natural es la de centrar nuestra
atención en la figura tendiendo a olvidarnos del fondo. Ese es un gran error ya
que si a veces fondo y figura nos proporcionan un ingenioso juego visual, en
otras ocasiones las relaciones que se establecen entre ellos no son tan
afortunadas, y haber estado ajenos a
dicho diálogo de planos puede arruinarnos una buena foto.
Un ejemplo magistral de combinación de fondo y figura por el gran Chema Madoz
Un ejemplo magistral de combinación de fondo y figura por el gran Chema Madoz