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viernes, 7 de marzo de 2014

Fotografía y Psicología: el homocóptero y la proximidad gestáltica.



Qué gran fabuladora es la fotografía, y qué herramienta tan potente tiene el fotógrafo en sus manos para presentar la realidad a su manera.  Sus encuadres son siempre una elección personal que operan como sirvientes de su causa.  Incluye lo deseado y excluye lo molesto. Apunta desde abajo para dignificar  o desde arriba para caricaturizar. Y, sobre todo, se aprovecha de esa visión monocular que le ofrece su cámara para aplastar en un plano bidimensional  la realidad  tridimensional que nos ofrece nuestra visión binocular. Así, la fotografía proporciona una imagen en la que se superponen cosas  y establece relaciones entre ellas que no existían antes de la toma. Lo que estaba en el fondo de la foto se acerca y yuxtapone a lo que se encuentra en un primer plano para ofrecer en ocasiones una imagen sorprendente.

La teoría de la Gestalt, en su intento de explicar  cómo interactúan entre sí los elementos del campo visual, nos ayuda a entender este fenómeno. En una entrada anterior ya comenté que nuestro cerebro tiende a organizar y simplificar lo que percibimos, y que en el campo visual operan una serie de fuerzas que provoca que los elementos se atraigan o repelan entre sí. Pues bien, la Ley de la Proximidad indica que cuánto más cerca se encuentren dos o más elementos mayor será la probabilidad de que los percibamos como un único objeto o patrón visual. Así, en la medida en que dos elementos vayan acercándose en el campo visual tenderemos a percibirlos de forma unitaria.

Los fotógrafos siempre han intuido este fenómeno y se han divertido jugando con las relaciones entre fondo y figura para crear juegos visuales interesantes y divertidos. Lee Friedlander , ese gran fotógrafo americano que nos mostró su particular visión de las calles y caminos de su país, era un maestro en ese arte de combinar diferentes planos para generar imágenes complejas y ambiguas que sorprendiesen al cerebro. Un ejemplo de ello lo encontramos en esta instantánea tomada en Knoxville (ver aquí), en la que la señal de tráfico y la nube crean conjuntamente la  estampa de un helado.

Algo parecido sucede en la fotografía superior que tomé en un zoco de Meknes. En ella el hombre y la sombrilla confluyen en una curiosa imagen, dándonos la sensación de que nos encontramos con un hombre pertrechado con una especie de casco volador con unas aspas similares a las de un helicóptero. O tal vez sea un enorme ventilador que le alivie el bochorno de las tardes estivales. En cualquier caso se trata de una interesante confluencia, pues hombre y sombrilla parecen fusionados en una figura singular.


Al igual que ocurría con la ley gestáltica de la similitud, nos encontramos con un principio que puede resultarnos de mucho interés a la hora de tomar fotos. Nuestra tendencia natural es la de centrar nuestra atención en la figura tendiendo a olvidarnos del fondo. Ese es un gran error ya que si a veces fondo y figura nos proporcionan un ingenioso juego visual, en otras ocasiones las relaciones que se establecen entre ellos no son tan afortunadas, y  haber estado ajenos a dicho diálogo de planos puede arruinarnos una buena foto.


Un ejemplo magistral de combinación de fondo y figura por el gran Chema Madoz


miércoles, 26 de febrero de 2014

Fotografía y Psicología: Fotografía y similitud gestáltica




Estoy seguro de muchos de vosotros habéis oído hablar de la Gestalt, una escuela de psicología fundada en Alemania a principios del siglo pasado por Max Werheimer. Y algunos también sabréis que propuso algunas leyes relacionadas con la percepción visual que  nos indican cómo nuestro cerebro tiende a organizar y simplificar lo que percibimos. Para esta teoría de la percepción, en el campo visual operan una serie de fuerzas que guardan cierta similitud con lo que ocurre en los campos eléctrico y magnético, y que determinan que los elementos se atraigan o repelan entre sí.

Creo que estas leyes son de mucho interés para el fotógrafo pues nos pueden servir para estructurar mejor nuestras imágenes. También van a ayudarnos a hacer una correcta lectura de cualquier fotografía, profundizando más en sus elementos compositivos. Una de las leyes más interesantes es la de similitud, que hace referencia que los elementos visuales similares (en forma, color, tamaño, etc.) tienden a ser vistos como relacionados, y tendemos a  agruparlos en patrones.

Me ha parecido que para ilustrar esta ley puede venirnos bien la conocida foto de Henri-Cartier Bresson, en la que  nos muestra un retrato de la hija de Marie Curie, Irène Joliot-Curie, y su marido, Frédéric Joliot. Se trata de una fotografía tomada en el laboratorio donde trabajaban. Es un retrato de la pareja, de medio cuerpo con un iluminación natural que viene de su izquierda, y que según cuenta Bresson  tomó justo en el momento de ser recibido por los investigadores. Ello puede explicar  la actitud poco amistosa de la premio Nobel. Lo que más me ha sorprendido siempre de esta foto es la similitud entre los esposos. El extraño mimetismo que emana de la pareja y que nos sugiere sin ninguna duda de que se trata de dos personas que viven juntas, trabajan juntas y  duermen juntas. La repetición del gesto facial, aunque algo más duro en Marie que en su marido, que parece a punto de esbozar una sonrisa. La misma posición de las manos,  el mismo escorzo, unas ropas con ciertas semejanzas en su modestia, muy de a diario a pesar  la corbata de él. Hasta las solapas de sus chaquetas se parecen, o incluso esas plantas que parecen brotar de sus cabezas.  En fin, una imagen que deja pocas dudas sobre la inquebrantable unidad del matrimonio sólo rota por la trágica muerte de Pierre. 

Este es un claro ejemplo de cómo los elementos visuales de la imagen contribuyen de forma potente a dar fuerza al mensaje que la foto transmite. No parece que la posición estuviese sugerida por el retratista, que sin duda estuvo atento a captar ese momento decisivo en el que los cuerpos de los esposos se alinearon en un gesto redundante.

La foto de abajo, bastante más modesta, refleja también esa similitud entre las posturas de los paisanos conileños, que se  apoyan sobre la baranda y crean una simetría de parejas de ropas de colores claros  a cada lado del sujeto de camiseta roja. Una similitud que contribuye al equilibrio compositivo de la imagen.


sábado, 1 de diciembre de 2012

Sobre luces y sombras




El ojo busca la luz en la oscuridad, se siente atraído poderosamente por ella.  En la luz nuestros ancestros encontraban la seguridad de que controlaban el contexto y ningún depredador se encontraba oculto en las sombras. La luz también les permitía recolectar frutos, cazar sus presas y, más tarde, realizar las labores en el campo.  Por ello no debe extrañarnos esa potente querencia visual que nuestra mirada siente por las zonas iluminadas. Ha sido esencial para nuestra supervivencia como especie.

Es posible que debido a esa historia previa, cuando contemplamos una imagen de tonos muy oscuros, una pequeña zona luminosa sea capaz de compensar todo el resto. David derrota a Goliath, y la luz vence a las sombras. Sin embargo, es precisamente la oscuridad la que hace posible la luz, la que le otorga su fuerza.  Para el Budismo Zen el "vacío" o "espacio" es un elemento fundamental en la composición para todo tipo de arte. Para la Psicología de la Gestalt la ley general de la figura y fondo se apoya fuertemente en este contraste entre la luz y las sombras, entre el blanco y el negro.

Aunque existen muchos tipos de contrastes visuales (de tamaño, de forma, de color), el contraste de tonalidades oscuras y luminosas  es quizá el más potente, el más atractivo para nuestra percepción. Y es que en nuestros genes viene grabada esa atracción.  Los bebés muestran esa predilección desde los primeros días de vida, y un fuerte impulso les lleva a mirar a los ojos de su madre. Nada les atrae más que ese fuerte contraste de una pupila y un iris oscuros sobre el blanco de los ojos, y pueden pasar minutos sin apartar la mirada, absortos en la contemplación de ese rostro. Es una seducción poderosa que facilita la creación de un vínculo emocional entre madre e hijo que resulta esencial para la supervivencia del bebé.

Sin duda la historia filogenética de nuestra especie pesa mucho. Podríamos decir que existe una "estética evolutiva" que influye en el placer que nos proporcionan la contemplación de ciertas imágenes que reúnen alguna características visuales. A pesar de ello, algunos movimientos artísticos posmodernos se han apartado de esa estética, han pretendido transformar la naturaleza humana con más o menos éxito. Se han aferrado a la idea de que la experiencia perceptiva es una construcción social aprendida, y que  podemos forzar a nuestro cerebro a encontrar placer estético donde no lo hubo, dando la espalda a la belleza. Claro que sólo una reducida élite de iniciados podrían entender el sentido de esta nueva estética posmoderna dictada por los comisarios de arte.

Tal vez sea así, pero con frecuencia la naturaleza humana termina reclamando su espacio y se abre paso, como la luz se abre paso entre las sombras, y termina desnudando al impostor.