Me conmoví cuando fui a Porlamar, la ciudad estrella de La Perla, está sucia y deteriorada como nunca antes la había visto. En un par de conversas con unos taxistas, coincidimos en cuánto nos falta a los venezolanos para tener cerebro turístico. Una verdadera lástima, lamentablemente tiene que ver con esa cultura petrolera que, en lugar de ser progresista, es anticuada y estancada.
Pero bueno, lo que quería contarles es que volví a entrar en shock al volver a Venezuela, por las grandezas y las pequeñeces (cotidianas ambas) que uno suele encontrarse a su paso. Iba a mi oficina una mañana en una camionetica full de gente somnolienta y que también se dirigía a sus respectivos trabajos, escuelas, etc. (a mi que no me digan que los venezolanos somos flojos).
En un puesto doble, iban sentados dos señores, uno con pinta de oficina, el otro con pinta digamos "casual" para no ser chocante.
De repente se oyó un escándalo, y ambos peleaban por la salida del aire acondicionado... que si lo abres se me enfría el cerebro o que si lo cierras te mueres de calor. En fin, una nimiedad que fue tomando un color más rojizo a medida que la testosterona latina iba haciendo su efecto. En algún momento el señor "casual" le dice al otro: "bueno, vamos a bajarnos de la camioneta, a mi no me importa matarte".
Mientras la alharaca seguía y el chofer amenazaba con bajarlos a ambos si no se callaban, me puse a pensar en que el comentario del hombre, simbólico o no (porque después cuando el de la gorra se bajó, un poco de kilómetros más abajo agarró dos botellas para esperar al otro -que inteligentemente no bajó del transporte-), dice mucho de cómo hemos perdido el valor por la vida en Venezuela.
Lees el periódico y ya ni nos asombramos con la cantidad de muertos de los fines de semana, y además debes oir opiniones que dicen que "la seguridad es mental". De verdad pienso que hemos perdido el norte. Hoy que salí a la calle y pude ver a muchos militares sobre motos, coleándose entre el tráfico con sus armas largas apuntando hacia arriba, creí que tal vez estaba en Bosnia, en Irak o en cualquier lugar en los que las peores pesadillas se vuelven reales. Luego recordé que no estamos en un país en guerra, o al menos yo creo que no.
Para seguir con el cuento, me bajé en mi parada, caminé un rato y tomé otra camionetica que me dejara frente a mi trabajo. Para mi sorpresa, el señor "casual" se montó en el mismo transporte que yo, y empezó a dar su discurso.
Escuchándolo recordé cuántas veces le había dado dinero al encontrármelo en los autobuses. Que si tiene una medicina que comprar porque sufre de una enfermedad fatal, que si la medicina la venden solamente en un sitio en el cual es muy cara.... Quisiera pensar que de verdad tiene una necesidad, que no engaña a todo el mundo con su discurso y su sacrificada cara triste (muy opuesta a la de ira que mostró cuando tomó las botellas unos minutos atrás).
Pero pudo más mi furia y mi indignación dándome cuenta de cómo una persona que amenaza a otra y para cual la vida no vale nada, después puede estar tan tranquilo pidiendo ayuda para proteger su propia vida. Un camaleón total: mentira pura y adaptación.
No lo sé. Discúlpenme todos, pero no me gusta. No lo tolero. No me adapto. No lo aguanto.
*Tendremos dos post positivos después de este. Se los prometo.