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Inconsciente colectivo o cultura


¿Por qué no comenzar asumiendo, esta vez, que el inconsciente colectivo es la cultura? Dejemos los preconceptos atrás. La cultura es una abstracción inconsciente y colectiva, aporta ideas y se conforma de una especie de arquetipos, idola, memes, conjuntos de memes, redes de ideas, muchas de ellas actuando como virus que nublan el entendimiento y estrechan el panorama interpretativo.
¿Y el inconsciente personal cómo queda? ¿es análogo también de la cultura? Sinceramente eso es mucho más difícil de correlacionar; éste es mucho más particular, se nutre de la historia personal, mientras que lo que está en el inconsciente colectivo es producto de acuerdos no conscientes a los cuales se llega mediante el grupo, pero que terminan estableciendo una "estructura básica de personalidad cultural", una camisa que se pone por encima de la propia personalidad y filtra las proyecciones de ésta. Así la individualidad queda generalmente por debajo de lo cultural, siendo esto último como unos lentes oscuros a través de los cuales el color verdadero de las cosas cambia (para el observador). La cultura viene a ser, en este sentido, un marco regulatorio (clasificatorio, organizador,...) muy parecido al contrato social, pero escrito con tinta psi, a muchas manos y en papel virtual; es la tradición, algo como una norma no escrita, pero sobreentendida; el paso previo al contrato de nuestras sociedades, aunque no menos importante que la ley escrita, puesto que sus normas se cumplen fielmente y sin necesidad de cuerpos coercitivos. Podemos asumir, por lo tanto, que en el estado de vigila se registran gran cantidad de datos que son almacenados y clasificados en la memoria; otros datos, aparentemente menos importantes o quizá traumáticos, son igualmente registrados, pero de manera inconsciente, formulándose una amplia base de datos gestionada de modo muy singular. La nodriza o estructura cultural encuentra asidero en dicha base de datos gracias al lenguaje, es levantada a partir de los elementos allí alojados y, a partir de ella, el individuo queda "sujetado", como metido dentro de un gran armazón, un disfraz, mediante el cual interactúa con los demás.

La nodriza o estructura cultural expuesta


Extractos de La gran abeja en el jardín de los memes. La cultura revisitada, de Gabriel Oliveros D. (Julio, 2007):

La estructura etnocultural tiene dos componentes: el materializable y el inmaterializable, ambos permanecen como ideas en el cerebro humano, pero se establece una diferencia entre aquellas ideas que se pueden materializar o que conducen a objetos (producir una herramienta, una prenda, un vasija) y las que conducen a actos (o inmaterializables). Dentro de las últimas se encuentran aquellas ideas que pueden ser escenificadas o proyectadas mediante técnicas o métodos (ritos, danzas, teatro, tecnologías y, tal vez, una formación social) y las que pertenecen a lo abstracto propiamente (ideología, moral o valores, ciencia, sistemas de parentesco, contrato social), todas ellas, está de más decirlo, son perfectamente reproducibles una y otra vez e imitables, razón por la cual pueden formar parte del acervo cultural de un determinado grupo étnico, hecho que George Murdock denominó “aceptación social”.
Visto topológicamente, queda dibujada una gran estructura con un núcleo compuesto de material abstracto y al cual se van articulando nodos y ramas hasta llegar a las zonas de ideas materializables del aparato cultural, esto es a lo que Briceño Guerrero se refiere cuando dice que “La cultura interpone entre el hombre y la naturaleza una red simbólica, una rejilla clasificatoria”.
El hecho es que se dan ciertas condiciones en la mente humana que permiten la aparición y mantenimiento de ciertas ideas que, si bien por una parte conforman una red o rejilla simbólica captadora de sentido y permiten entender el mundo, pueden obnubilar el entendimiento o estrechar la apertura mental necesaria para llegar a nuevas formas de conocer, de interpretar, de interactuar o de interrelacionarse con el otro (incluyendo a la naturaleza). Tal rejilla simbólica atrapa entonces aquello para lo cual se ha estructurado, capta la información que “puede” atrapar y deja de lado la que no interesa, la que parece extraña, disparatada y, por tanto, la que puede hacer que se nos considere loco cultural.

Claves de la matrisocialidad

D
e acuerdo a las características fundamentales del venezolano (occidentalizado), prela en nuestra forma de ser algo que ha sido llamado por el antropólogo y sociólogo Samuel Hurtado “matrisocialidad” (1998), que quiere decir la forma de establecer relaciones sociales en nuestro país, donde la figura materna juega un papel primordial y determinante (decisivo en el desenlace cultural).
A partir del ordenamiento de la nodriza cultural venezolana, que reseño con más amplitud en Estructura mítica y transformación etnocultural: el mito matrisocial (2005), he identificado algunos puntos neurálgicos que conducen a la articulación y presencia del Complejo. Resumidamente estos son:

a) Faltante de autoridad por parte del padre –la orientadora, y no la falsa autoridad (la represiva, el autoritarismo).
Ante la realidad siempre se reproduce en Venezuela una maniobra retrógrada o regresiva (no d-evolutiva) que lleva, bien por el flanco materno (volver al vientre) o bien por el paterno (éxtasis anómico), a reencontrarse con los primordios, restringiéndose a las redes del principio del placer. Mas por cada flanco el dispositivo placentero opera con lógicas distintas: por el flanco materno tiene un cariz bio-psíquico producto de la sobreprotección de la madre, quien consiente al hijo retrotrayéndolo de la realidad; y por el flanco del padre, como “colega” del hijo, la situación toma un aspecto sociológico toda vez que lo que identificamos como éxtasis anómico se produce por el gusto de permanecer al margen de la norma, sin compromiso ni responsabilidad, donde el padre colabora con la confusión que adquiere el hijo con la realidad a través de la situación de complicidad. Al mismo tiempo, su ausencia del hogar, bien por motivo del trabajo o por el vagar entre mujeres, forzará en la madre la aparición de una autoridad compensatoria cuyos contenidos siempre estarán, también, más próximos a la lógica de la complicidad (la alcahueta) y del autoritarismo.

b) Pánico a la realidad y faltante de rebelión en el hijo –no la rebeldía sin causa.
Apenas sabiendo caminar, mas no correr, el hijo sufre los embates de las caídas y no atina a comprender el porqué, pues su orientación fue deficiente y por tanto su capacidad crítica está disminuida. Así comienza a aparecer el miedo y que más tarde se convertirá en pánico a la realidad, puesto que el joven, acostumbrado a regresar a los primordios para aliviar su carga, no termina de enfrentarse directamente a los problemas. En la cultura matrisocial no se observa la avanzada sino el repliegue por miedo. Los venezolanos hacemos esperar al futuro. De ese miedo al porvenir se producen ansiedades, toda vez que la conciencia, manteniéndose viva y despierta, reconoce en lo profundo el extravío, pero opta por la fantasía, los sueños, lo milagroso, echando tierra a, o no queriendo reconocer, las duras verdades. Así, ante una disminución de la capacidad crítica se cierra el camino para el surgimiento de la rebelión, ese estar en contra de lo establecido, pero amparado por las buenas razones y la lógica, y aparece en su defecto la rebeldía sin causa: el estar en contra de todo y de todos sin razón aparente, simplemente “porque me da la gana”.

c) Sobreconsentimiento o sobreprotección por parte de la madre.
La madre venezolana es sobre-protectora, consentidora. Ella sólo representa el eslabón compensatorio por la ausencia (etnopsíquica) del padre. El consentimiento se refiere a la forma en que la madre se hace partícipe de los dolores o sufrimientos de su hijo, tratando en lo posible de aligerar su pesar. En nuestro caso, el exceso de consentimiento va a tener una lógica que apunta hacia una falta de amor verdadero, pues si se tratara de esto la madre daría los recursos posibles al hijo para que éste hallara su independencia, tal como el ave que arroja a sus pichones ya grandes del nido para que pierdan el miedo y aprendan a volar, a riesgo incluso de morir en el intento, pero a defenderse por sí mismos.

d) Ausencia de una situación cultural que favorezca el drama o propicie la tragedia social y complete el Complejo de Edipo.
Paralelamente a la situación familiar, ni nuestra cultura, ni nuestra sociedad en sí, nos aportan suficientes contextos apropiados para generar el drama o la tragedia social, esto es, la muerte metafórica del padre y la constitución del pacto societal. Hacerse mujer en Venezuela tiene sus ritos bien establecidos, en cambio, hacerse hombre apenas comporta experiencias de paso en la calle (no formales) por las cuales se abandona al joven a su suerte, a sobrevivir como pueda, en consecuencia, tienen dificultades para encontrarse y hallar camino a través de la sociedad. La desconsideración, pues, de políticas culturales adecuadas afectará en gran medida el desempeño social del colectivo, pero su ausencia es precisamente producto de la desorientación general que se vive dada la obnubilación generada por el complejo matrisocial.

Vuélvete loco ...si en verdad puedes

Extractos de La locura necesaria. Un lugar de quiebre cultural. Por Gabriel Oliveros D. Abril, 2008.

El
loco que apellidamos cultural no es, desde la perspectiva del sujeto, un extraviado; él mismo dispone sus cartas de orientación. Es un extraviado únicamente desde la perspectiva del colectivo, siempre en función de la cultura o la tradición. El loco cultural siempre se encuentra respetando la ley, las normas sociales, mas hace problema de su cultura y, en la medida que deja un vacío o un espacio por llenar entre su individualidad y lo social, en la medida en que echa otros puentes entre ambos mundos, queda ante la mirada de sus “semejantes” como un ser extraño, desarticulado, desencajado y, por tanto, solitario, deambulante
El loco cultural, pues, es portador de una llave hacia el cambio, hacia una sociedad diferente. Caracterizado en términos de su creatividad, su sentido crítico, su obsesión por un tema o arte e, incluso, su prodigiosa capacidad para improvisar, hacen de este personaje un ser con cualidades especiales, casi únicas.
Siendo un transgresor, permanece impune; la sociedad no le impone castigo.
El loco cultural, no es producto de una posible locura cultural, ni está afectado por ella, más bien es un transgresor, pero no social, un borderliner, un excéntrico (lunatic fringe).
El poder de este loco no es cosa vacua y débil; su poder es demoledor en tanto que atenta contra la estabilidad de la nodriza o molécula cultural, sus ideas novedosas resultan una conjura, su capacidad para ver lo que otros no pueden o no quieren es un sacrilegio, su atinada puntería al crear es un juicio aplastante. Toda vez que vence el miedo a la realidad aparece ineludiblemente el proceso creador en toda su majestad.
Al mismo tiempo que derrota el imperio semántico de la madre y establece la autoridad que falta por la vía del padre, el loco cultural encuentra su propio ser, queda en parte liberado, y su capacidad creadora, su sentido crítico, le convierten en un verdadero orientador y no en el autoritario del esquema matrisocial.

 
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