martes, diciembre 02, 2025

sic.

 

2 de diciembre de 2025
“La vida matrimonial, un andar divino en la tierra”
Mira cuántos motivos para venerar a San José y para aprender de su vida: fue un varón fuerte en la fe...; sacó adelante a su familia –a Jesús y a María–, con su trabajo esforzado...; guardó la pureza de la Virgen, que era su Esposa...; y respetó –¡amó!– la libertad de Dios, que hizo la elección, no sólo de la Virgen como Madre, sino también de él como Esposo de Santa María. (Forja, 552)

Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia. El mensaje de la Navidad resuena con toda fuerza: Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntadQue la paz de Cristo triunfe en vuestros corazones, escribe el apóstol. La paz de sabernos amados por nuestro Padre Dios, incorporados a Cristo, protegidos por la Virgen Santa María, amparados por San José. Esa es la gran luz que ilumina nuestras vidas y que, entre las dificultades y miserias personales, nos impulsa a proseguir adelante animosos. Cada hogar cristiano debería ser un remanso de serenidad, en el que, por encima de las pequeñas contradicciones diarias, se percibiera un cariño hondo y sincero, una tranquilidad profunda, fruto de una fe real y vivida.

El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo, y, a la vez e inseparablemente, contrato que un hombre y una mujer hacen para siempre, porque ‑queramos o no‑ el matrimonio instituido por Jesucristo es indisoluble: signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casan y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra. (Es Cristo que pasa, nn. 22-23)

viernes, noviembre 28, 2025

Teorías.

 

Opinión

Teorías

 

 

Daniel Tirapu


Jesús con sus discípulos en la serie The Chosen.

 

 

 

 

 

Es un defecto de profesores, intelectuales, demasiado teóricos dicen. Ciertamente es importante la praxis, pero detrás de una praxis hay una teoría, y más vale que la teoría sea buena. "Eres demasiado teórico", te dicen, eso es una teoría también.

De todos modos entiendo a Jesús cuando dice que su mensaje llega de modo especial a los sencillos y pobres. La madre viuda que con mil euros debe mantener a su familia de que le sirve el IBex35, o el tema del ahorro cuando se llega trampeando y currando mucho a fin de mes.

A esos Jesús les da luces especiales para comprender qué es lo importante de esta vida y sin saberlo son excelentes personas, independientemente de la pinta que les acompañe. Los razonamientos complicados, para ellos son intuitivos. Son gente sabia, cuando no tienen el corazón encogido. El sermón de la montaña también es una excelente teoría, que debemos desarrollar cada generación, cada uno en nuestra vida.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

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28 de noviembre de 2025
“Aquí estoy, porque me has llamado”
Ha llegado para nosotros un día de salvación, de eternidad. Una vez más se oyen esos silbidos del Pastor Divino, esas palabras cariñosas, “vocavi te nomine tuo” –te he llamado por tu nombre. Como nuestra madre, Él nos invita por el nombre.

Más: por el apelativo cariñoso, familiar. –Allá, en la intimidad del alma, llama, y hay que contestar: “ecce ego, quia vocasti me” –aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro. (Forja, 7)

Un día –no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia–, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana –que es la razón más sobrenatural–, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de Él.

No me gusta hablar de elegidos ni de privilegiados. Pero es Cristo quien habla, quien elige. Es el lenguaje de la Escritura: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem –dice San Pablo– ut essemus sancti (Eph I, 4). Nos ha escogido, desde antes de la constitución del mundo, para que seamos santos. Yo sé que esto no te llena de orgullo, ni contribuye a que te consideres superior a los demás hombres. Esa elección, raíz de la llamada, debe ser la base de tu humildad. ¿Se levanta acaso un monumento a los pinceles de un gran pintor? Sirvieron para plasmar obras maestras, pero el mérito es del artista. Nosotros –los cristianos– somos sólo instrumentos del Creador del mundo, del Redentor de todos los hombres. (Es Cristo que pasa, 1)

jueves, noviembre 27, 2025

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27 de noviembre de 2025
“Hemos de gastarnos diariamente con Él”
¡Qué contento se debe morir, cuando se han vivido heroicamente todos los minutos de la vida! –Te lo puedo asegurar porque he presenciado la alegría de quienes, con serena impaciencia, durante muchos años, se han preparado para ese encuentro. (Surco, 893)

El Señor nos ha regalado la vida, los sentidos, las potencias, gracias sin cuento: y no tenemos derecho a olvidar que somos un obrero, entre tantos, en esta hacienda, en la que Él nos ha colocado, para colaborar en la tarea de llevar el alimento a los demás. Este es nuestro sitio: dentro de estos límites; aquí hemos de gastarnos diariamente con Él, ayudándole en su labor redentora.

Dejadme que insista: ¿tu tiempo para ti? ¡Tu tiempo para Dios! Puede ser que, por la misericordia del Señor, ese egoísmo no haya entrado en tu alma de momento. Te hablo, por si alguna vez sientes que tu corazón vacila en la fe de Cristo. Entonces te pido -te pide Dios- fidelidad en tu empeño, dominar la soberbia, sujetar la imaginación, no permitirte la ligereza de irte lejos, no desertar. (Amigos de Dios, 49)

miércoles, noviembre 26, 2025

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26 de noviembre de 2025
"Acabar bien las tareas"
La santidad está compuesta de heroísmos. –Por tanto, en el trabajo se nos pide el heroísmo de "acabar" bien las tareas que nos corresponden, día tras día, aunque se repitan las mismas ocupaciones. Si no, ¡no queremos ser santos! (Surco, 529)

Me has preguntado qué puedes ofrecer al Señor. –No necesito pensar mi respuesta: lo mismo de siempre, pero mejor acabado, con un remate de amor, que te lleve a pensar más en Él y menos en ti. (Surco, 495)

Al reanudar tu tarea ordinaria, se te escapó como un grito de protesta: ¡siempre la misma cosa!

Y yo te dije: –sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar –igual que la que realizan tus compañeros de oficio– ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta.

Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica. (Surco, 500)

Pon en tu mesa de trabajo, en la habitación, en tu cartera..., una imagen de Nuestra Señora, y dirígele la mirada al comenzar tu tarea, mientras la realizas y al terminarla. Ella te alcanzará –¡te lo aseguro!– la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso con Dios. (Surco, 531)

martes, noviembre 25, 2025

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25 de noviembre de 2025
“Te adoro, te amo, auméntame la fe”
Cuando le recibas, dile: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. (Forja, 832)

Asistiendo a la Santa Misa, aprenderéis a tratar a cada una de las Personas divinas: al Padre, que engendra al Hijo; al Hijo, que es engendrado por el Padre; al Espíritu Santo que de los dos procede. Tratando a cualquiera de las tres Personas, tratamos a un solo Dios; y tratando a las tres, a la Trinidad, tratamos igualmente a un solo Dios único y verdadero. Amad la Misa, hijos míos, amad la Misa. Y comulgad con hambre, aunque estéis helados, aunque la emotividad no responda: comulgad con fe, con esperanza, con encendida caridad.

No ama a Cristo quien no ama la Santa Misa, quien no se esfuerza en vivirla con serenidad y sosiego, con devoción, con cariño. El amor hace a los enamorados finos, delicados; les descubre, para que los cuiden, detalles a veces mínimos, pero que son siempre expresión de un corazón apasionado. De este modo hemos de asistir a la Santa Misa. Por eso he sospechado siempre que, los que quieren oír una Misa corta y atropellada, demuestran con esa actitud poco elegante también, que no han alcanzado a darse cuenta de lo que significa el Sacrificio del altar.

El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía. (Es Cristo que pasa, nn. 91-92)

viernes, noviembre 21, 2025

Tentaciones.

 

Tentaciones

 

 

Daniel Tirapu


Tentaciones de Jesús en el desierto.

 

 

 

 

 

Jesús fue tentado. Es uno de lo pasajes más misteriosos del evangelio, al que el Papa Benedicto dedica unas páginas estupendas en su libro sobre Jesús. ¿Eres Dios? Pues que se note: convierte las piedras en pan, arregla el mal de la pobreza, elimina el dolor y la muerte; ya rápido, ¿no eres todopoderoso?

No sólo de pan vive el hombre, para todos aquellos que piensan que la Iglesia está llamada a solventar los problemas de este mundo. Está llamada a proclamar el evangelio y acercarnos al rostro de Jesús. Tírate y te recogerán tus ángeles, inclínate al poder, a la satisfacción inmediata, a la buena vida.

La vida cristiana es un duro combate, no es una píldora, un opio contra el mal que vemos en nosotros y que nos rodea intensamente. Cristo venció, y nosotros también con su ayuda. Caer y levantarse siempre. Y aprender de un Dios que quiere actuar en lo oculto, sin espectáculo, en silencio.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

viernes, noviembre 14, 2025

La divina misericordia.

 

La divina misericordia

 

 

Daniel Tirapu


La Divina Misericordia.

 

 

 

 

 

El Papa Juan Pablo II impulsó esta fiesta que se celebra el domingo, después de resurrección. El Dios cristiano, plenitud de plenitudes, es un Dios de misericordia. Que buena cosa reconocer nuestros pecados. A veces decimos esto no me lo puedo perdonar; es lógico, sólo Dios puede perdonar los pecados.

Todas nuestras miserias, errores, egoísmos, no llegan a una gota en el océano del Amor y de la misericordia divinas. Leí una anécdota que me sigue dando vueltas.

Es una de esas preguntas de niños: si Dios lo puede todo ¿podría hacer una piedra tan pesada que ni siquiera Él la pudiese mover? la respuesta es: piensa en tu voluntad. Dios te quiere más que todas las madres del mundo, que ya es decir, pero si tú no quieres... déjate querer, Dios quiere contar contigo, con tu querer. Déjate querer y quiérele.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

 

jueves, noviembre 13, 2025

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13 de noviembre de 2025
"Un solo corazón y una sola alma"
Has de ser, como hijo de Dios y con su gracia, varón o mujer fuerte, de deseos y de realidades. –No somos plantas de invernadero. Vivimos en medio del mundo, y hemos de estar a todos los vientos, al calor y al frío, a la lluvia y a los ciclones..., pero fieles a Dios y a su Iglesia. (Forja, 792)

La labor de la Iglesia, cada día, es como un gran tejido, que ofrecemos al Señor, porque todos los bautizados somos Iglesia.

–Si cumplimos –fieles y entregados–, este gran tejido será hermoso y sin falla. –Pero, si uno suelta un hilo acá, otro allá, y otro por el otro lado..., en lugar de un hermoso tejido, tendremos un harapo hecho jirones. (Forja, 640)

Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: «multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una» –la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.

–Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración! (Forja, 632)

Ofrece la oración, la expiación y la acción por esta finalidad: «ut sint unum!» –para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que «omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!» –que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María. (Forja, 647)

miércoles, noviembre 12, 2025

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12 de noviembre de 2025
“Hambre y sed de Él y de su doctrina”
Sin vida interior, sin formación, no hay verdadero apostolado ni obras fecundas: la labor es precaria e incluso ficticia. –¡Qué responsabilidad, por tanto, la de los hijos de Dios!: hemos de tener hambre y sed de Él y de su doctrina. (Forja, 892)

A veces, con su actuación, algunos cristianos no dan al precepto de la caridad el valor máximo que tiene. Cristo, rodeado por los suyos, en aquel maravilloso sermón final, decía a modo de testamento: «Mandatum novum do vobis, ut diligatis invicem» –un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros.

Y todavía insistió: «in hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis» –en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.

–¡Ojalá nos decidamos a vivir como Él quiere! (Forja, 889)

Si falta la piedad –ese lazo que nos ata a Dios fuertemente y, por Él, a los demás, porque en los demás vemos a Cristo–, es inevitable la desunión, con la pérdida de todo espíritu cristiano. (Forja, 890)

Agradece de todo corazón al Señor las potencias admirables..., y terribles, de la inteligencia y de la voluntad con las que ha querido crearte. Admirables, porque te hacen semejante a Él; terribles, porque hay hombres que las enfrentan contra su Creador.

A mí, como síntesis de nuestro agradecimiento de hijos de Dios, se me ocurre decirle, ahora y siempre, a este Padre nuestro: «serviam!» –¡te serviré! (Forja, 891)

martes, noviembre 11, 2025

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11 de noviembre de 2025
“Tú, siempre a lo ‘tuyo’”
Egoísta. -Tú, siempre a "lo tuyo". -Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños. Presiento tu fracaso rotundo. -Y, cuando estés hundido, querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieres vivir. (Camino, 31)

Os repito con San Pablo: cuando yo hablara todas las lenguas de los hombres y el lenguaje de los ángeles, si no tuviere caridad, vengo a ser como un metal que suena, o campana que retiñe. Y cuando tuviera el don de profecía y penetrase todos los misterios y poseyese todas las ciencias, cuando tuviera toda la fe, de manera que trasladase de una a otra parte los montes, no teniendo caridad soy nada. Cuando yo distribuyese todos mis bienes para sustento de los pobres, y cuando entregara mi cuerpo a las llamas, si la caridad me falta, todo eso no me sirve de nada.

Ante estas palabras del Apóstol de las gentes, no faltan los que coinciden con aquellos discípulos de Cristo, que, cuando Nuestro Señor les anunció el Sacramento de su Carne y de su Sangre, comentaron: dura es esta doctrina, ¿quién puede escucharla? Es dura, sí; porque la caridad que describe el Apóstol no se limita a la filantropía, al humanitarismo, o a la lógica conmiseración ante el sufrimiento ajeno: exige el ejercicio de la virtud teologal del amor a Dios y del amor, por Dios, a los demás. (Amigos de Dios, 235)

lunes, noviembre 10, 2025

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0 de noviembre de 2025
“La caridad es la sal del apostolado”
Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro. –Sin embargo, esa caridad no puede llevarte –dejaría de ser virtud– a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios. (Forja, 456)

Pecaría de ingenuo el que se imaginase que las exigencias de la caridad cristiana se cumplen fácilmente. Muy distinto se demuestra lo que experimentamos en el quehacer habitual de la humanidad y, por desgracia, en el ámbito de la Iglesia. Si el amor no obligara a callar, cada uno contaría largamente de divisiones, de ataques, de injusticias, de murmuraciones, de insidias. Hemos de admitirlo con sencillez, para tratar de poner por nuestra parte el oportuno remedio, que ha de traducirse en un esfuerzo personal por no herir, por no maltratar, por corregir sin dejar hundido a nadie.

(…) Yo me siento movido ahora a pedir al Señor -uníos, si queréis, a esta oración mía- que no permita que en su Iglesia la falta de amor encizañe a las almas. La caridad es la sal del apostolado de los cristianos; si pierde el sabor, ¿cómo podremos presentarnos ante el mundo y explicar, con la cabeza alta, aquí está Cristo? (Amigos de Dios, 234)