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miércoles, 6 de abril de 2011

Sobre la filosofía (III)

En su Discurso del Método (discours), la obra en la que nos habla acerca de la naturaleza del conocimiento, Descartes le impone a la razón la obligación de guiarse tan sólo por los principios adecuados en orden a encontrar la verdad, pues sólo de ese modo sería posible alcanzar en las ciencias un conocimiento seguro y perdurable. Dado que un conocimiento científico preciso y estable permitiría el desarrollo tecnológico de innumerables aplicaciones e invenciones, y que dicho desarrollo permitiría un creciente control y dominio de la naturaleza, estaría justificado que el empeño epistemológico se dirigiera estrictamente a la persecución de la verdad científica. Así, la práctica de guiar la mente de acuerdo con las reglas pertinentes, permitiría al científico ejercer competentemente la investigación del mundo natural, y finalmente alcanzar conocimiento científico útil, verdadero y seguro. Como Bruno había puesto de manifiesto, el académico común maneja su investigación bajo una serie de doctrinas y dogmas asumidos y respetados temerosamente. Estas certidumbres generalmente son equivocadas y es necesario un metódico recelo con respecto a las mismas para desvelar que en su mayoría se mantienen únicamente en virtud del principio de autoridad y no por su verdad o adecuación al objeto de investigación, y más bien constituyen un obstáculo para el conocimiento de la naturaleza dado que su asunción suele estar garantizada por procesos de coacción. En consecuencia, el investigador académico común no dispone de los medios necesarios para conducir su razón hacia la verdad científica. Por tanto, es necesario que la Universidad se dote de los procesos e instituciones necesarios para garantizar una adecuada educación científica a sus estudiantes, pues sólo de ese modo los futuros investigadores estarán cualificados para ejercer competentemente su labor científica. Por otro lado, dado que dicha competencia vendría avalada por la adopción del método científico, esto es, por el hecho de que el investigador conduciría su indagación conforme a las reglas que es necesario seguir para garantizar el éxito en la búsqueda de la verdad, cuestionando sistemáticamente cualquier doctrina o supuesto que no haya superado el riguroso escrutinio científico, estaría justificado que ninguna otra imposición le fuese establecida al científico en tanto tal. Por último, habría que tener en cuenta que la investigación científica no es una actividad productiva, es decir, que no produce un aumento de la riqueza material, al menos directamente. No obstante, una Universidad que ejerciera competentemente la investigación científica reportaría algún tipo de beneficio a la sociedad, pues generaría un conocimiento científico preciso y estable que de otro modo no se alcanzaría. Así pues, dado que la Universidad reportaría a la comunidad la capacidad de controlar y dominar tecnológicamente a la naturaleza, con el consiguiente crecimiento de la riqueza material, estaría justificado que ésta fuese sufragada mediante el producto del trabajo del resto de la sociedad. El coste social de la Universidad estaría justificado en tanto ésta se guiara por el método científico.

jueves, 24 de febrero de 2011

Sobre la filosofía (II)

En su República (politeia), la obra en la que nos habla acerca de los dioses de la ciudad, Platón le imponía a los filósofos la obligación de gobernar, pues serían los únicos con la formación necesaria para ejercer la política con competencia. Y dado que sería la comunidad la que habría invertido los recursos y asumido los riesgos del proceso de formación de los filósofos, estaría justificado que a cambio se les exigiera dicho compromiso profesional. La filosofía, como saber preparatorio para el ejercicio competente de la política, permitiría al filósofo conocer, no sólo qué es lo mejor para la sociedad, sino el modo de conseguirlo. Del mismo modo que un ciudadano cualquiera no está preparado para ejercer la abogacía si no supera un largo y exigente proceso de formación en derecho, no está asimismo preparado para ejercer la política si no recibe la conveniente educación filosófica. Como Sócrates había puesto de manifiesto, la persona común maneja su vida sobre una serie de creencias asumidas sin crítica. Estas creencias generalmente son equivocadas y es necesario un riguroso escrutinio filosófico para desvelar el elevado nivel de ignorancia en que el común de los ciudadanos se encuentra. En consecuencia, el ciudadano medio no está capacitado para razonar sobre asuntos políticos ni para desarrollar las prácticas que conducen al bien común. Por tanto, es evidente que la sociedad debe dotarse de las instituciones necesarias para garantizar una adecuada educación filosófica a un número suficiente de individuos, pues sólo de ese modo podrá disponer de un cuerpo de gobernantes cualificado para dirigir la sociedad hacia dicho bien común. Asimismo, dado que sería la sociedad la que invertiría recursos en el mantenimiento de estas instituciones, estaría justificado que la gente confiara en los dirigentes de los que se ha dotado, no interfiriendo más allá de lo necesario en el proceso de gobierno. Por último, habría que tener en cuenta que la actividad política no es una actividad productiva, es decir, que no produce un aumento de la riqueza material, al menos directamente. No obstante, un gobierno ejercido de modo competente sería tal que la sociedad obtendría algún tipo de beneficio, pues conduciría al bien común, que de otro modo no se alcanzaría. Así pues, dado que el conjunto de instituciones educativas y políticas, y sus integrantes, reportarían a la comunidad un imprescindible beneficio, estaría justificado que dichas instituciones y dirigentes fuesen sufragados mediante el producto del trabajo del resto de la sociedad. El coste social de la filosofía estaría justificado.

martes, 15 de febrero de 2011

Sobre la filosofía (I)

En nuestros días, es habitual que al estudiante de filosofía o humanidades se le pregunte para qué estudia aquello. Es una pregunta que se acostumbra a responder generalmente de dos diversos modos. En uno de ellos la cuestión tiende a ser rechazada, bien porque se entiende como irrelevante, o bien porque se interpreta como procedente de una perspectiva que no es adecuada para la cuestión. En el otro de los modos, la pregunta tiende a responderse apelando a alguna aspiración laboral, como la de ejercer la docencia de la filosofía, o cualquier otra posibilidad. Evidentemente, ninguna de estas dos vías constituye la atribución de una utilidad social a la filosofía, no obstante lo cual, estudiar una carrera humanística para ser profesor -o cualquiera de las otras opciones a su alcance- es una posibilidad laboral que pese a encajar como respuesta cotidiana a la pregunta, plantea para el gobernante una cuestión en parte política y en parte económica. La parte política de la cuestión responde a la función social que cumplan dichas disciplinas y/o aquellos que las dominan, y la parte económica responde a la relación que haya entre su coste de mantenimiento y su función o rentabilidad social. La cuestión se plantea del mismo modo para cualquier disciplina o carrera universitaria, pero, al contrario que aquí, allí la relación entre función social y rentabilidad está mediada por el hecho de que cualquier disciplina técnica tiene una obvia aplicación económica, lo cuál al asimilarse a su función social, despeja toda duda sobre la posibilidad de que esté social y económicamente justificada su manutención mediante dinero público, con lo que la única cuestión pertinente que queda es la de optimizar los recursos destinados a dichas disciplinas. En otras palabras, la inversión y el gasto que requieren las infraestructuras y sistemas docentes necesarios para la formación de, por ejemplo, ingenieros industriales, está justificada porque dichos ingenieros, una vez concluido su período formativo, presumiblemente trabajarán para mejorar la productividad del tejido empresarial de una sociedad, y con ello, aumentarán la riqueza material de la misma. Del mismo modo que se considera justificado que una empresa invierta en maquinaria, estará justificado que una comunidad invierta en ingenieros, y del mismo modo que una empresa trata de optimizar la rentabilidad de sus inversiones, el buen gobernante tratará de maximizar el beneficio de sus instituciones educativas. Por último, la función social de dichas instituciones y de los titulados universitarios que de ellas procedan, como se sigue del análisis expuesto, consistirá en contribuir al crecimiento económico de la sociedad, y con ello, quedará justificada socialmente la manutención mediante el producto del trabajo del resto de la sociedad de todo el aparato educativo conducente a formar ingenieros competentes. En nuestros días, el coste social de la ingeniería está claramente justificado.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Género humano (un esbozo)

Aristóteles decía que el género es la generación continua de individuos de la misma especie, por lo que el género humano sería la generación continua de individuos de la especie humana.

Sin embargo, hablar de especie o de género es presuponer que hay algo en común en una multiplicidad de individuos, y además, ese algo es relevante. Trivialmente, desde un punto de vista científico, digamos médico o biológico, hay ese 'algo' relevante, o incluso muchos 'algos', la única cuestión interesante es el qué. Pero desde un punto de vista teológico, o desde un punto de vista filosófico, o desde un punto de vista político, o desde un punto de vista literario (artístico) no es igualmente evidente que haya algo común [porque NO se presupone que lo haya].

Por ejemplo, para un judío, hay una razón teológica que distingue a unos humanos (el pueblo elegido) de otros. Otro ejemplo: para un nacionalista hay una razón política que distingue a unos humanos (los compatriotas) de otros.

La pregunta filosófica, tiende a referirse antes a la distinción de tipos humanos, dando por supuesta la comunidad, que a la distinción de unos humanos con respecto a otros [y esto no se contradice con lo expuesto en párrafos anteriores]. Aristóteles distinguía varios tipos de vida humana, no poniendo por encima al filósofo, por cierto.

Sin embargo, la candidez filosófica que lleva a presuponer esa comunidad, puede fácilmente desmoronarse al observar la apariencia y conducta de un cani: ¿Cómo es posible, pongamos por caso, que Richard Rorty y un cani sean de la misma especie? Hace falta una justificación.

Una respuesta como la de Huxley en Un mundo feliz es sugerente, pero al cabo, parte con la facilidad de la ficción, y por tanto es filosóficamente insatisfactoria.

domingo, 17 de agosto de 2008

Una propuesta reconciliadora

El comportamiento del ser humano se puede explicar unificando biología, sociología y biografía.

En el ser humano, cada estímulo tendría necesariamente una respuesta biológica (determinada por su genética), pero esta sólo se vincularía a una respuesta comportamental a través de la combinación "sociedad ambiente + biografía personal".

La vinculación entre respuesta biológica y respuesta comportamental tendría efectos retroalimentativos con respecto a las respuestas biológicas.

La sociedad ambiente se explicaría en base a leyes biológicas y sociológicas, matizadas por la historia de la sociedad en concreto.

jueves, 10 de julio de 2008

¿Apostamos?

La ciencia hace proposiciones como que un ser humano corriente corriendo a 15 kilómetros por hora en dirección perpendicular (y sentido aproximativo) a una pared de hormigón armado de 1 metro de espesor por 10 metros de ancho y dos metros de alto, con dos pilares de cimentación de de dos metros de profundidad sobre suelo calizo, será incapaz de traspasar dicha pared.

Dado como es el caso del mundo en que vivimos, esta afirmación es válida para todo ser humano y toda pared con dichas características.

Estrictamente hablando hay que aceptar la posibilidad lógica de que en dichas condiciones el ser humano atraviese la pared. Todo lo que es puede no ser. Y esto podría suceder. Además, si esto ocurriera una sola vez, tendríamos que abandonar la creencia de que los seres humanos no pueden atravesar paredes de hormigón.

Se buscan posmodernos o relativistas culturales dispuestos a correr lo más rápido que puedan contra una pared de dichas características que recientemente he mandado construir en mi casa de montaña. Al que logre traspasar la pared se le recompensará instituyéndolo como "el hombre que demostró que la ciencia no tiene ningún tipo de verdad" con una entrada en la frikipedia (y se le regalará un volumen especial de las obras completas de Lacan en el que el pasaje donde logra "demostrar" que el pene masculino es igual a la raíz cuadrada de menos uno viene subrayado y en letras doradas).

Se admiten apuestas.

viernes, 27 de junio de 2008

Irreductibilidad

Se suele apelar a la irreductibilidad de algún tema, hecho o disciplina cuando desde otras disciplinas se intenta explicar aquello primero. Por ejemplo, se suele insistir en la irreductibildad del hecho religioso para impedir que la sociología o la antropología expliquen las religiones.

Se utiliza también el concepto de irreductibilidad en biología para intentar refutar la teoría dominante actual. Por ejemplo, la pseudo-teoría biológica del 'Diseño Inteligente' suele apelar a características de los seres vivos cuya complejidad es irreductible, de modo que no se pueda explicar (darwinianamente) como un proceso de evolución desde carácteres más simples y se muestre así la necesidad de postular un diseñador más complejo capaz de introducir estas caracterísiticas en los seres vivos (se obvia por supuesto que postular un ser complejo plantea necesariamente la cuestión del origen de dicho ser cuya complejidad se supone también irreductible). Un ejemplo clásico de complejidad irreductible es el ojo. Se supone que el ojo es un órgano tan complejo que no puede haber surgido por evolución desde carácteres más simples, porque su funcionalidad, requiere que todas sus características estén integradas a la vez en el órgano para ser ventajosas. Se suele plantear la cuestión del siguiente modo: ¿de qué sirve medio ojo?.

Generalmente, quien postula la irreductibilidad de un hecho, tema o disciplina, lo hace desde su incomprensión del hecho, tema o disciplina, confundiendo su propia incomprensión con la complejidad del asunto.

'Los caminos del señor son inescrutables' es un ejemplo de este tipo de confusión.

martes, 3 de junio de 2008

Realismo

No confundir puerilmente lo que es verdad con aquello que nos gustaría que fuera verdad.

sábado, 24 de mayo de 2008

Hipocresía intelectual

"Nada es verdad. La verdad científica es tan solo una más entre otras y en concreto una verdad patriarcal y capitalista al servicio de la dominación".

Está bien, concedamos que nada es verdad según cierta concepción de la verdad.

Ahora bien, que los defensores de esa concepción de la verdad dejen de utilizar ordenadores, de subirse a los aviones, de responder a sus teléfonos móviles y de calentarse la leche por las mañanas en sus microondas.

lunes, 21 de abril de 2008

El problema de la ciencia y de los científicos.

La ciencia es el único conocimiento verdadero de que somos capaces si proponemos un modelo de verdad como correspondencia.

La mayoría de los científicos actuales son INCAPACES de distinguir entre sus estúpidas interpretaciones personales (plagadas de mitología de diversa índole) de la ciencia en la que trabajan y la ciencia misma.

El periodista científico actual NO TIENE NI LA MÁS REMOTA IDEA de sobre qué habla y por ello se limita a transcribir declaraciones de científicos y portavoces de institutos o empresas.

La ciencia como religión es tan estúpida como la religión.

El divulgador más estúpido que existe es aquel que transmite su incomprensión de la ciencia con un misticismo reverente hacia los científicos.