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30 enero 2011

Jesús nos explica cómo orar


El Maestro se sumergió en un profundo silencio.
A los pocos minutos, Juan, Zebeo, Felipe el joven y Felipe el apóstol comenzaron a percibir que la cabeza del Maestro se rodeaba de una aureola de luz dorada, que fue extendiéndose alrededor de su cuerpo semi recostado entre el césped y yerbas que cubrían las rocas.
Luego esta percepción se extendió poco a poco a los demás discípulos hasta que por fin se hizo visible para todos.
Luego vieron que esa radiación adquiría una potencia extraordinaria, como ondas de agua luminosa que iban a perderse a lo lejos, en la penumbra de las últimas horas de la noche, iluminada vagamente por la suave claridad de las estrellas.
Sobrecogidos de respeto y de pavor, se habían ido poniendo de rodillas como ante una estupenda manifestación de lo Infinito, del Eterno Enigma, que todos ellos presentían su existencia, pero que nunca percibieron con sus sentidos físicos.
La radiación que rodeaba el cuerpo del Maestro, fue condensándose hacia la parte superior; y de su pecho y su cabeza levemente inclinada hacia el hombro izquierdo, vieron levantarse como una columna de niebla luminosa, que iba a perderse en el éter azul, salpicado de estrellas.
Nunca pudieron los discípulos, precisar el tiempo que duró aquella muda manifestación del contacto del alma del Cristo con la Divinidad. Habían sido tan intensamente felices mientras ella duró, que no fueron dueños de medir el tiempo.
Poco a poco las radiaciones fueron esfumándose y el Maestro volvió en sí, de la profunda meditación en que se había sumergido.
Pedro fue con su elocuente espontaneidad, el primero que comunicó al Maestro lo que percibieron en torno a él, cuando se quedó dormido.
—No dormía —les dijo— sino que oraba. Durante el viaje no pude hacerlo por la natural preocupación de la mente, absorta en las incidencias que van sucediéndose en el camino; pero lo necesitaba tanto mi alma cautiva en la materia, que llegado a este lugar de quietud, me vi obligado a dejarla escaparse al seno del Padre que es Amor.
"Pero esto no os debe causar temor alguno, pues en toda oración intensamente sentida ocurre lo mismo.
"Los ángeles del Señor, encargados de cooperar a la iluminación de las almas destinadas a conducir a la Sabiduría otras almas, habrán obrado dentro de la Ley lo que es posible realizar, para que las verdades divinas sean conocidas de aquellos que las buscan, y con ferviente corazón las desean.
"Para que nuestra alma se sumerja en Dios, no necesitamos postrarnos con el rostro en tierra, ni encerrarnos bajo tas bóvedas de un templo, ni vestir sayo de penitencia con silicios y ayunos.
"Dejamos nada más que nuestra alma busque a Dios por el Amor, y se sumerja en El como un pececillo en el agua del mar, como un pajarillo en el aire, como un átomo de luz en la infinita claridad.
"Tampoco necesitamos de muchas y rebuscadas palabras, porque a Nuestro Padre todo Amor y Piedad, le basta con que nuestra alma le diga en completo abandono hacia El: " ¡Padre mío!... Yo te amo cuanto puede amar una insignificante criatura tuya"... y ni aún necesitamos decírselo, sino sólo sentirlo. El percibe nuestro íntimo sentir y lo recoge en su Amor Soberano, como nosotros recogemos una menuda florecita, cuyo perfume nos avisa que existe…

14 diciembre 2008

Verdades incomodas

Esta mañana escuchaba la radio y hablaban sobre las “verdades incómodas”. Lo que decían los tertulianos me ha hecho sentir decepción, impotencia y algo más, y fruto de ello quiero decir lo que pienso al respecto.

No hay verdades cómodas o incómodas, hay verdades y mentiras.

Verdades a medias y mentiras piadosas solo son mentiras, y no sólo se miente con la palabra, también se hace con el gesto, con el comportamiento, con el silencio.

No sólo miente quien habla, miente también quien asume la mentira sabiéndola, quien calla, quien no la pone en evidencia por miedo, comodidad o el motivo que sea.

La mentira nos hace esclavos igual que la verdad nos hace libres. Mentira y miedo son opuestas a verdad y amor.

Cada persona tiene en cada instante de su vida el nivel de verdad que es capaz de asumir, nunca más.

Decir la verdad no equivale a ir por ahí diciéndole a todo el mundo lo que nadie te ha preguntado, ni a lastimar con las palabras. La verdad, dicha con amor, siempre llega al corazón.

Decir la verdad es una elección personal a la que siempre tenemos opción, por difícil que parezca.

El camino de la verdad no es siempre cómodo pero, ¿quién ha dicho que tuviera que serlo?, ¿es cómodo parir un bebé, por ejemplo? Sin embargo, siempre proporciona paz.

15 junio 2008

¿Sonido o silencio, hablar o callar?


¿Es mejor el sonido que el silencio?

A veces es necesario el sonido como lo es la semilla, y su función siempre es crear, ser fuente de vida y descubrimiento, ser luz que ilumine las sombras y permita ver con claridad. Jamás su intención debe ser herir o dañar.

Otras, cuando los oídos se cierran y los ojos no quieren ver, se impone el silencio y éste se hace oír desde dentro como un grito ante el que no es posible cerrar los sentidos, pues en el silencio se “siente” lo que no queremos escuchar. Hay silencios difíciles de soportar.

Pero para oír es necesario estar atento a lo que se escucha y cesar el parloteo interno propio, como para ver hay que contemplar con la mirada de un niño, y en ambos casos estar carentes de prejuicios. En caso contrario solo oiremos lo que queramos oír y veremos lo que queramos ver.

Sonido y silencio son el complemento útil y necesario para poderse comunicar. Y comunicarse es mucho mas que hablar…

30 mayo 2008

La palabra, esencia de divinidad


La palabra es la esencia de la divinidad en la tierra. Se puede derramar sangre, quemar los cuerpos, encadenar las manos y los pies, pero una palabra escapada no puede ser recogida porque, como el aire, reina en el espacio y nadie tiene poder para aprisionarla. (J.Adoum)

Tienes en ti el instrumento más perfecto, te dieron la palabra.



18 abril 2008

Hacer sin hacer, haciendo

Hablaré con el verbo sin sonido,
Escucharé con el oído que no oye,
Miraré con los ojos que no ven,
Habrá Luz donde antes había noche.


14 abril 2008

Me miras desde arriba


Y pensar que existe algo tan grandioso...

Has creado infinitos universos poblados de estrellas,
una Creación tan grandiosa que me abruma,
y me has colocado ahí en medio,
pequeño, insignificante, ante tanta grandeza.

Y no es soberbia,
pero siento que la has hecho por mí,
me haces sentir tan amado…

Dime, Señor:
¿por qué?, ¿qué esperas de mí?,
sólo te pido que me lo hagas saber,
grítame si hace falta hasta dejarme sordo,
hazlo como Tú quieras,
pero quiero sentirlo aunque me abrase en tu Amor.

No soy nada sin Ti, ahora lo sé,
no quiero perderme,
déjame ya encontrarte,
aquí estoy…


18 marzo 2008

La Palabra: sonido y silencio (III)


Pareciera que sonido y silencio son cosas opuestas, como dia y noche, frio y calor o alto y bajo, y lo cierto es que es la misma cosa en diferentes momentos, no puede existir uno sin el otro.

Vamos a referirnos al sonido y el silencio en relación a la expresión humana, al lenguaje, a la palabra. Si observamos en nuestro medio ambiente podremos reconocer que el ser humano tiene obsesión por hablar –estamos generalizando, siempre habrá excepciones-, da la impresión de que todos tenemos muchas cosas que decir.

El caso es que si escuchamos, la tendencia es a repetir siempre las mismas cosas, a decir lo que ya se dijo, a comentar cosas que no tienen ningún sentido, a chismorrear, a criticar… Realmente, eso, no vale la pena. ¿Qué estamos aportando de nuevo?

Se supone que la palabra debe surgir por necesidad de comunicar algo, y la comunicación es lo que menos abunda. Hablamos mucho pero lo que decimos no nos nutre, no hace crecer al otro, no le da una información valiosa y necesaria para emplearla en su vida. Entonces, ¿qué estamos diciendo?, ¿qué hablamos?

Si hacemos la prueba de escuchar desde afuera en una reunión de gente, lo normal será que escuchemos una especie de cacofonía, una mezcla de sonidos distorsionantes. Si tenemos la oportunidad de hacer la misma prueba en un grupo de personas que están comunicándose de verdad, desde el corazón –cosa harto extraña-, el sonido que nos llegará será totalmente distinto, sentiremos que no hay distorsión y, aunque no podamos distinguir lo que habla cada cual, habrá una armonía entre todos los sonidos. Hagan la prueba si pueden, merece la pena.

Hablar no equivale a comunicarse, es uno de los distintos sistemas que podemos emplear para hacerlo, pero eso no se produce en cualquier caso. Para comunicarnos debemos hacerlo en unas determinadas condiciones. Comunicación debe ser como comunión, una común unión en base a algo que compartimos y que promueve un movimiento y un cambio en nosotros que nos lleva a transformarnos. Ese es el auténtico verbo, el auténtico sonido creador y sanador. Lo demás es verborrea y distorsión que conducen a la confusión y a todo tipo de desequilibrios.

Comunicación ---> Fusión - Verborrea ---> Confusión

La primera gran explosión que originó el universo, el Big Bang, fue luz y sonido, y ese sonido podríamos decir que nació de la intención de una Fuerza que se fue concentrando y desde el estado anterior de no existencia, desde el silencio, se produjo el primer sonido de la Creación, y éste produjo la manifestación en el plano de la materia-forma.

Así, el silencio debe ser el tiempo en que gestamos el sonido en nuestro interior, a partir de lo que sentimos y necesitamos comunicar y compartir, y cuando éste llega a estar completo como idea y sentir, entonces le podemos dar forma a través de la palabra para que salga al exterior como sonido creador y llegue a los otros como una flecha certera al centro de una diana. Y la diana, entonces, se sentirá tocada por la flecha, es más, diana y flecha serán uno.

Todo el mundo quiere hablar y que le escuchen, nadie quiere escuchar, y la mayoría de veces quienes lo hacen, están ansiosos esperando su turno para hablar. ¿De verdad creen que es tan importante lo que tienen que decir?

Tenemos que llegar a un equilibrio entre sonido y silencio, pues gracias al silencio podemos escuchar el sonido, y gracias al sonido reconocemos el silencio.

Estaría bien que hiciéramos el trabajo de recogernos en silencio de vez en cuando, pasar unas horas, un día, unos pocos minutos por lo menos. Teniendo en cuenta que a veces estamos callados solo por fuera, pero por dentro no dejamos de hablar, o tenemos la radio o la televisión siempre en marcha, la cuestión es no entrar en el silencio. Da miedo el silencio, mucha gente no lo soporta.

¿Están dispuestos a probar, por un solo día, a hablar solo desde el silencio sentido? No es difícil, solo tienen que controlar la tendencia a hablar de lo que sea y mantenerse en un silencio expectante desde el que, en un momento dado, surgirá algo que decir, algo de verdad, y entonces el silencio dará paso al sonido.

Y es que en el silencio se oyen cosas, se sienten cosas y se dan las condiciones para que, desde él, surja la palabra justa. Y con la palabra justa, con el Verbo Creador, podemos cambiar nuestra realidad.

Silencio ---> Big Bang ---> Sonido Creador

Vivir el silencio


El silencio es la cuna del sonido,
y el sonido descansa y toma forma,
para poder nacer, mas adelante,
en palabras del alma que transforman.

09 marzo 2008

La Palabra: verdad y mentira (II)


Según el diccionario, mentira es cualquier expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.

¿Alguna vez han hecho la prueba de contar las mentiras que dicen en un solo día?

Háganla un día, por favor, aunque solo sea para darse cuenta de hasta qué punto podemos faltar a la verdad.

No se le suele dar importancia a eso que llamamos “mentirijillas”, como si hubiera mentiras grandes y mentiras pequeñas, cuando lo cierto es que no hay mas que verdades y mentiras.

Mentimos cuando damos una respuesta codificada que no corresponde a la realidad. Por ejemplo: nos encontramos por la calle a un conocido que nos pregunta cómo estamos y respondemos que estupendamente, cuando nos acaba de decir la novia que se ha enamorado de otro hombre.

Mentimos si decimos una verdad a medias, es decir, solo una parte de la misma, omitiendo otra parte que no queremos decir por el motivo que sea. Sucede mucho en las quejas, en que contamos sólo la parte que nos conviene.

Se miente con las llamadas “mentiras piadosas”, esas que se dicen para no causar pena. ¿Tenemos derecho a ocultar algo importante a alguien para evitarle sufrir? Lo primero es que no sabemos si va a sufrir ni cómo va a ser su sufrimiento. Además, si le privamos de esa información le estamos usurpando su derecho de saber, sentir y tomar sus propias decisiones, lo cual crearía una situación muy diferente a la que creará la mentira piadosa manteniéndole en la ignorancia. Siempre es mejor conocer la verdad, aunque duela.

Se miente cuando la vida nos plantea una situación en la que debemos dar testimonio y callamos u omitimos lo que debemos testimoniar. Puede ser por muchos motivos, miedo, vergüenza, comodidad, búsqueda de beneficio, etc.

La palabra es el medio que tiene el ser humano para crear. Como decíamos en el artículo anterior, en el Evangelio de San Juan está escrito: “en el Principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”. Y ese verbo, esa palabra, es el mayor don que se le ha dado al hombre, con ella podemos crear el Cielo en la Tierra y también podemos crear un auténtico infierno, depende cómo la usemos.

Pero hay algo muy importante que debemos saber y no olvidar: estamos hechos de palabras, fuimos creados a través de la palabra y por tanto somos palabra encarnada, verbo encarnado. En nosotros está escrita nuestra historia y la historia de todo cuanto existe, y cada vez que emitimos una palabra de verdad, toda nuestra estructura resuena en la verdad y se ajusta a la perfección de la idea con la que fuimos creados, ganando armonía, salud, belleza, en fin, resonando –porque el verbo resuena- en la perfección. Y de la misma manera, cuando faltamos a la verdad, esa disonancia que se produce al emplear mal la palabra crea distorsión, confusión, sufrimiento, enfermedad, etc.

Todo cuanto emite el hombre vuelve antes o después a él. Somos creadores, conscientes o inconscientes, y toda nuestra creación regresa a nosotros. Si resonamos en la verdad, el poder creativo de la palabra regresará a nosotros dándonos lo mismo que hemos dado, y si mentimos también regresará a nosotros, pero devolviéndonos toda la desarmonía que hemos generado, con todas sus consecuencias.

El universo siempre nos devuelve lo que hemos emitido, pero… amplificado.

Jamás una palabra sincera y verdadera dañará nada ni a nadie, pese a las apariencias externas. Somos depositarios de la palabra creadora, que es sagrada, y tenemos el derecho y la obligación de aprender a usarla con sabiduría, pero para ello es indispensable que siempre digamos la verdad.

Ahí y así, estaremos usando la palabra con el auténtico sentido con el que El Creador nos la entregó: ser a Su imagen y semejanza.

01 marzo 2008

La Palabra: hablar por no callar (I)


De todas las palabras que decimos en un día cualquiera de nuestra vida, ¿cuántas son verdaderamente necesarias?, ¿cuántas son verdad?, ¿cuántas hacen bien a quien las recibe?, ¿cuántas proceden de nuestro corazón?

Muchas preguntas surgen de la palabra y muchas palabras se podrían emplear en su propia reflexión, pero vamos a tratar de no extendernos mucho, sino de plasmar unas pocas ideas muy claras, fáciles de entender y de aplicar.

Vemos que se habla, entre otras cosas, porque no se aguanta el silencio, produce incomodidad y se tiene la necesidad de llenarlo con algo. Estar con alguien y permanecer callado mientras no tenga sentido hablar es muy importante. Cuando se está en silencio se sienten cosas por dentro, cosas nuestras y de los otros, cosas del mundo, y si abrimos nuestros sentidos y dejamos que lleguen hasta nosotros estaremos sintiéndolas.

La palabra debería surgir del corazón (que no salga por tu boca palabra que no proceda de tu corazón), debería ser sentida y, por tanto, llevar en sí misma la fuerza, el convencimiento y el compromiso de quien la pronuncia, y si no fuera así más valdría callar.

Existen algunas expresiones referentes al valor de la palabra que me gustaría recordar: “es un hombre de palabra”, “palabra de honor”, “mi palabra va a misa”, etc. En todas estas expresiones, algunas bastante en desuso, se refleja perfectamente el valor que tiene o debería tener la palabra. En su día, había personas dispuestas a perder su fortuna e incluso su vida por haber dado su palabra y mantener su honor. Hoy en día, una firma tiene más crédito que la palabra, de la que ya no se fía nadie, e incluso así se falta a los compromisos y ni la firma vale ya.

Somos testigos, por tanto, de una verborrea generalizada y sin ningún sentido. Se habla por no callar, por decir algo, y la mayor parte de las veces se queda en palabras que no tienen sentido y no se cumplen, incluso muchas veces ya se pronuncian con la intención de no cumplirlas.

Está escrito en el Evangelio de San Juan: “en el Principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”. Nos está diciendo, realmente, que el verbo es creador, que Dios hizo la Creación a través del Verbo (la palabra), y si el hombre está hecho a Su imagen y semejanza, tiene el deber de emplear ese verbo con el auténtico sentido que tiene, para crear.

Sería un buen comienzo empezar a hablar con sentido, dejar de hablar por hablar, ser conscientes de que podemos y debemos crear con nuestro verbo, con nuestras palabras, y sentir lo que vamos a decir antes de pronunciarlo, comprometiéndonos a cumplir nuestra palabra, nuestra palabra de honor, porque no fue creada una sola palabra que no fuera de honor. Y si no es así, mejor sería permanecer callados.