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lunes, 7 de noviembre de 2011

Presentación de En busca de la flor de la siempreviva

El miércoles 9 de noviembre, a las 20:00, en el salón de actos de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras (c/Abades, 14), dentro del ciclo "Jóvenes escritores de Andalucía", se presentará en público En busca de la flor de la siempreviva (Ediciones de la Isla de Siltolá), la primera novela publicada de José Manuel Gómez Fernández, fundador de la Tertulia literaria "Los Mercuriales".
La presentación de la novela correrá a cargo del novelista D. José María Vaz de Soto. 
En el mismo acto y a continuación, se presentará el grupo literario "Los Mercuriales". Intervendrán Jesús Cotta y Juan Antonio González Romano, que comentarán algunos pormenores de la tertulia. Se leerán textos de todos los Mercuriales.

domingo, 12 de junio de 2011

Presentación de Álogos: Julio Ariza y Alejandro Muñoz


El pasado jueves, a las ocho de la tarde, tuvo lugar un memorable acontecimiento para nuestra tertulia, pues dos de sus eximios miembros, Julio Ariza y Alejandro Muñoz, tuvieron el honor de presentar sus criaturas: sendos libros de la colección Álogos, dirigida por el intrépido editor Javier Sánchez Menéndez, de Isla de Siltolá, al que nunca bastarán palabras para agradecer lo que está haciendo por la literatura en general, y por la causa hidrargírica en particular. Se trata de una recopilación de entradas de sus blogs, donde, usando una expresión ya muy manida, el blog “da el salto” al papel, lo que empeora ostensiblemente sus posibilidades gráficas, audiovisuales e interactivas, pero a cambio consigue que los que aún no han comprado un reader puedan leer cómodamente en el obsoleto formato celulítico.

El acto tuvo lugar en el colegio Portaceli de Sevilla, donde ambos escritores dan lecciones magistrales (prohibidas por la LOGSE y por la LOE), uno de ciencias y el otro de letras. Alejandro es, además, antiguo alumno del colegio, donde coincidió hace 27 años con quien esto suscribe, y hasta hoy, compartiendo dichas y esquivando desdichas. El poder de convocatoria de los ponentes quedó demostrado con una asistencia de más de cien personas. Daba gusto ver ese amplio salón de actos lleno con ocasión de un evento cultural. Como muy bien dijo Julio, los centros de enseñanza tienen algo olvidada la proyección cultural de los docentes que trabajan en ellos, y este acto demostró que cuando se hacen las cosas bien, y hay calidad en las obras presentadas, el público responde.

Abrió el acto Javier, que agradeció al colegio Portaceli su colaboración, y recordó con emoción la huella que le dejaron dos grandes maestros de su infancia, uno de ellos de la localidad de Cortegana. Javier hizo hincapié en la calidad humana de los dos autores: “lo primero que salta a la vista al conocerles, es que son buenas personas”. Y lo son, de la cabeza a los pies, lo puedo atestiguar. También ensalzó su calidad y dedicación como docentes, ya hubiéramos querido todos tener profesores como ellos. A continuación fue el turno de otro eximio, perdón por la redundancia, tertuliano: Juan Antonio González Romano, que siempre se llevará todos los premios del mundo. Con una voz bien impostada de bajo-barítono, recordando también sus tiempos de antiguo alumno en el coro del colegio, hizo gala del oficio que ya ha adquirido en estos bolos literarios, en esta ocasión con un plus de emoción, pues Julio es su amigo del alma, su hermano, como lo es Alejandro de uno (de mí, quiero decir). Además de glosar la calidad literaria de ambos escritores, Juan Antonio echó mano de varias citas para adornar su intervención, especialmente la conocida máxima de Baltasar Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, que sobrevoló toda la noche el ambiente que respirábamos, y el antiguo lema greco-latino “non multa, sed multum”, aunque en este caso hubo multa, multum y el resto de declinaciones juntas.
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Cara de Alejandro cuando oyó nombrar a Gracián

Y llegó el turno de los protagonistas. Habló en primer lugar Alejandro. No hay espacio en mi disco duro para transcribir sus emotivas palabras; lo cierto es que hizo como si Gracián no hubiera pronunciado jamás frase alguna. Empezó dubitativo, con bastantes nervios, pero poco a poco fue templándose, y cuando llevaba un cuarto de hora de intervención se encontraba francamente a gusto, y no parecía muy dispuesto a soltar el micrófono. A nadie se le había ocurrido prever que se emitieran por megafonía los tres avisos preceptivos, así que no sólo el toro salió vivo del lance, sino que no hubo cabestros capaces de sacarlo de la plaza, y el animal se paseaba ufano por el ruedo asomando la gaita por los burladeros con expresión desafiante. Obviando estos “problemillas” con el reloj, la intervención de Alejandro fue emotiva a más no poder. Tuvo palabras para todos, y puso de relieve la vocación intimista de su cuaderno, escrito con elegancia y un fino sentido del humor. El prólogo, suscrito por uno (yo) refleja fielmente su faceta de escritor, por mucho que él, con una sincera modestia, considere que recoge alabanzas exageradas. Todos reímos con su escenificada salida del armario literario, y de hecho entre el público se encontraban muchos amigos y compañeros que hasta hacía unos días no sabían de su faceta de escritor. Relató anécdotas y vivencias relacionadas con su blog, como los malentendidos surgidos a raíz de un alter ego sueco creado recientemente, y que desgraciadamente no ha tenido cabida en esta antología, hasta el punto de que hubo quien creyó a pies juntillas que se dedicaba a jugar a la petanca en Estocolmo con Mario Vargas Llosa. Llegó a recibir un correo electrónico del biógrafo francés del torero Morante de la Puebla, que, tras aclararse el malentendido, le obsequió con su obra Morantissime y quedaron emplazados para verse en la Feria de Sevilla. También leyó dos entradas (iban a ser más, pero en ese momento su compañero Julio, que estaba mirando el reloj, le dio un discreto puntapié en la rabadilla por debajo de la mesa). Una de ellas, el magnífico relato basado en el Caballero de la Triste Figura, es especialmente brillante, y demuestra su dominio del género.




El eximio mercurial y poeta José María Jurado, arrobado ante las intervenciones de sus colegas.

Durante tres cuartos de hora el otro autor, Julio Ariza, demostró una paciencia infinita, y agotó todas las posibles permutaciones de posturas de codos, cara, dedos y manos, en unas poses que harían las delicias de los fotógrafos de las solapas de los libros. Cuando ya daba por perdida la tarde, Alejandro le pasó el micrófono. Su actuación fue simpatiquísima, a la par que interesante. También tuvo palabras para una antigua maestra, y evocó sus primeros escritos de niño y su tormentosa relación con la escritura, fruto de golpes de ingenio y con algunos altibajos, destrucción de originales incluida. Nos hizo reír a todos cuando confesó que no se había preparado la intervención pero sí que había hecho una lista de los puntos a tratar. El segundo de ellos, “cuánta gente”, no podía ser más oportuno: se habían acercado a oírle familiares, amigos, compañeros, conocidos, los esclarecidos varones Mercuriales (la varonesa tuvo que quedarse en Madrid), que dan lustre a cualquier reunión, tal es ya su fama imperecedera, y mucha más gente que estuvo allí arropándole. Se le veía a gusto, en su salsa, con una satisfacción lógica tanto por el trabajo realizado en el libro como por el cariño recibido. El blog de Julio gira principalmente en torno a la poesía, su gran pasión, con un personalísimo estilo en verso libre lleno de imágenes sorprendentes y que, aunque pueda parecer fruto de la inspiración del momento, tiene detrás un bagaje de conocimientos, técnica y gusto literario que da a sus poemas un sello de calidad indiscutible.




Julio Ariza en plena intervención. Al parecer es una foto "artística". Pregunten a Ramón Simón.

Como no podía ser menos, el acto finalizó con una cerrada ovación por parte del respetable, y no hubo orejas, rabos ni vuelta al ruedo porque estábamos en un colegio de jesuitas, no en una plaza de toros. Sería muy conveniente que la próxima presentación tuviera lugar en el ruedo maestrante, y seguro que no faltarían capitalistas para sacar en hombros a los ponentes, a pesar de la crisis. Tiempo hubo para las firmas, y aquí tampoco rigió para Alejandro la máxima gracianesca. Un servidor se encontraba ya sentado degustando cruzcampos en el lugar elegido para celebrar con los amigos y le llegaban preocupantes noticias de la sala, que no terminaba de cerrar. El “tercer tiempo” fue, como cabía esperar, agradabilísimo y amenísimo, como diría Clarín (ustedes me perdonarán, me han dicho que tengo que introducir referencia literarias si quiero pasar por buen escritor). Aun con algunas ausencias, todas justificadas, la plana mercurial tuvo una nutrida presencia. El inefable Ramón Simón, de quien son todas las imágenes que aparecen en la crónica, volvió a pasear el objetivo de su cámara cada vez más certera (no se pierdan su exposición "Las miradas del amor") por las inmediaciones de todo lo que olía a mercurio, y muchos de los integrantes de la secta acudieron con sus esposas, todas bellísimas, elegantísimas, simpatiquísimas y muchos más “ísimas”, incluida la esposa de uno. Aunque lo parezca, no es peloteo. Eso sí, las damas que estaban más guapas eran las titulares del corazón de los mercuriales protagonistas de la velada.



The eminent Mercurial Mr. Fernando Moral shows us his best profile


Justo ahora me acabo de acordar de algo que dijo Gracián una vez, así que voy cerrando la crónica, que ya tendrán ustedes sueño. La noche era magnífica, el olor de los jazmines y las madreselvas flotaba entre las conversaciones, los escapes de los coches que pasaban por la avenida de Eduardo Dato ponían el humo que se llevó la ley antitabaco. Los amigos que se reencontraron después de tanto tiempo fueron despidiéndose, los esposos fueron saliendo cogidos de la mano, cada mochuelo fue volviendo a su olivo, y seguramente hubo dos mochuelos, uno más alto y otro más bajo, algo espeluchaos, pero jirochos, a los que costó trabajo conciliar el sueño después de tantas emociones juntas.

martes, 7 de junio de 2011

Las miradas del amor. Presentación de la exposición fotográfica de Ramón Simón

El viernes 3 de junio, a las 20:00, se inauguró la exposición fotográfica Las miradas del amor del mercurial Ramón Simón, en la Casa del libro de Sevilla, cuya sala de presentaciones estaba prácticamente llena. Entre los asistentes, además de la familia del protagonista (sus hijas, su madre y Carmela, su prometida), el pintor Paco Broca; el catedrático de Literatura de la Hsipalense, don Rogelio Reyes; la exteniente de alcalde del ayuntamiento de Sevilla, María del Mar Calderón; su marido, el ilustre abogado José Murciano; los poetas Víctor Jiménez, Jesús Tortajada, Enrique Barrero y una nutrtida representación de la tertulia Los Mercuriales, con sus respectivas mujeres en la mayoría de los casos.
Vista de la sala, con el pintor Paco Broca y Rogelo Reyes entre los presentes
El acto fue presentado por el también mercurial Julio Ariza, que puso de manifiesto las virtudes del poeta fotógrafo, tanto profesionales como personales. Sus palabras fueron divertidas y emotivas a partes iguales y especialmente brillante fue el cierre de su presentación, con una paráfrasis del "Autorretrato" de Pablo Neruda dirigida a Ramón.
Julio y Ramón: las miradas del amor
A continuación tomó la palabra Ramón Simón para explicar su proceso de creación (artística, en general) y definir qué entendía por "miradas de amor", con una serie de ejemplos referidos a varios de los allí presentes (especialemente emocionantes fueron las palabras dedicadas a su prometida, Carmela, o a sus hijas). Ramón estaba a gusto, lo cual hizo que su locuacidad connatural aumentase. Contribuyó, asimismo, a crear un ambiente familiar y distendido, aunque no por ello desprovisto de profundidad, antes al contrario.
Ramón Simón, el locuaz
Tras las palabras del protagonista de la noche, el turno fue para los Mercuriales allí presentes (echamos en falta a José Miguel Ridao, que excusó convenientemente su presencia). Cada uno fue leyendo el texto que había compuesto para acompañar las distintas fotos de Ramón, expuestas en la Casa del Libro.
De arriba abajo y de derecha a izquierda, los Mercuriales José María Jurado, Jesús Cotta, Juan Antonio González, José Manuel Gómez, Fernando Moral, Alejandro Muñoz y Alonso Coca, en sus respectivas intervenciones
A continuación fue el turno del poeta sevillano Víctor Jiménez, que se sumó al acto con la lectura de un poema dedicado a la Semana Santa en su barrio, San Bernardo.
Víctor Jiménez
Nuevas lecturas de Ramón (un poema y un relato que también acompañan a la exposición) cerraron brillantemente la primera parte de la velada.

Ramón Simón, transido de amor
Tras el cierre de la presentación, muchos de los allí presentes continuamos la jornada, fieles a nuestra particular costumbre, en la bodega Barbiana, donde dimos cuenta de no pocas cervezas y de algunos manjares dignos de los mejores elogios.
En el Barbiana, en una tarde-noche espléndida
El buen ambiente siguió siendo la nota dominante el resto de la noche y las conversaciones -no podía ser de otro modo- iban pasando de lo más liviano a lo más trascendente, sin solución de continuidad. 
Terminado el turno de comidas, aún quedaba tiempo para la penúltima copa, en la azotea de un céntrico hotel sevillano, con unas vistas espectaculares ya a la medianoche.
Vista de la catedral desde el hotel Vinci La Rábida
 Allí cayó la última infusión combinada, en un ambiente más que bucólico, en el que no faltaron dos espontáneas que por allí rondaban celebrando sus respectivas despedidas de soltera, sin miedo ni vergüenza, a tenor de sus curiosos atuendos. 
Los mercuriales más persistentes, al filo de la medianoche
Tras la copa, la Plaza Nueva fue el lugar de la despedida, cada uno rumbo a sus casas. Hubo algún que otro intento de prolongar aún una copa más, pero no llegó a fructificar. También fue el momento de las últimas bromas, Juanito, tú adónde vas, Yo a mí casa, "Po" llévate esta...
También la Giralda, ahora más cerca, estaba allí. Y también sonreía.

Fotografías de Fernando Moral
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