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jueves, julio 13, 2023

ESTAMOS LEYENDO...LOS ELEGIDOS, DE NANDO LÓPEZ


 Hace ya muchos años que conozco a Nando López. Fueron las tan denostadas redes sociales las que oficiaron como celestinas, el Facebook, donde no sé muy bien en qué momento, en qué conversación, en qué muro, se produjo primero el encuentro y después la solicitud de “amistad”, con la respuesta favorable correspondiente. Estoy casi seguro de que se trataría de alguna discusión sobre la dignidad y los derechos de las personas LGTBI+, probablemente algún muro militante tanto de esa causa como de la literatura y otras hierbas culturales y culturetas. El caso es que se produjo el encuentro, y pronto el conocimiento de que publicaba una novela, La edad de la ira. Mi intuición me ordenó encargarla y leerla. La disfruté y se lo dije. Y en algún momento, antes de un viaje a Madrid, le comenté que estaría por allí unos días y que me encantaría saludarle. Qué suerte un Nando amable, afable y abierto que era capaz de responder que sí a los pelmas de provincias, y que me citó para una cerveza en una terraza (¡cómo no!), la del Círculo de Bellas Artes. 

 

A Nando se le coge muy pronto cariño, a los dos segundos después del saludo, más o menos. Y además escribe muy bien y mucho (demasiado, va a ser la ruina de su extenso club de fans). Así que el principio lo fue de muchas pequeñas conversaciones y ligeros intercambios en redes, de mucho tiempo en compañía de sus páginas, celebrando sus éxitos, y después de su teatro, y de sus adaptaciones a la televisión, y, cuando sus visitas a Cantabria lo permitían, de un café o una cena por los pagos norteños. Pude invitarle a hablar sobre Cultura y Juventud en un curso que dirigí en la UIMP; pude también disfrutar de su teatro ofreciéndoselos a audiencias jóvenes cuando la vida me llevó a decidir los contenidos del Palacio de Festivales de Cantabria, en aquella preciosa aventura que fue el ciclo Nos gusta el teatro, por el que pasaron Los amores diversos, La edad de la ira Malditos 16. Al cabo del tiempo, le tengo por uno de esos amigos que sientes cercanos y dentro del corazón, aunque esté lejos, aunque sea intermitente, aunque sea desde el mundo digital las más de las veces. Por tres razones: Porque es un campeón de nuestros derechos, porque es un excelente escritor tanto para jóvenes como para adultos, pero sobre todo porque es una grandísima persona.

 

Pero no me he acercado hasta el blog para hablar de Nando, sino para hablar de la que es, hasta el momento, su última novela. Para adultos esta vez: Los elegidos

 

A ver, que no os va a extrañar que os diga, llegados a este punto, que me gusta mucho cómo escribe Nando, su cercanía, su sencillez. Que tras tantas páginas he aprendido a reconocer algunos aspectos de su estilo, de sus particulares obsesiones (“recuperar ese mar que les habían robado”, “escenas que pertenecían a vidas distintas a la suya y en las que aparecían personajes que no reconocía”, “una isla muy diferente a aquella en la que no sería preciso conformarse con vivir con discreción porque al fin podrían vivir con dignidad”… la necesidad que tienen sus personajes de “contarse”, de tomar la palabra para recuperar la historia). Pero, cada vez un paso más allá, al leer los elegidos he tenido la sensación de que Nando se está haciendo grande, muy grande. Una historia compleja, enhebrada con maestría, como un pequeño puzle en el que cada pieza encaja; varias historias entretejidas, a modo de teselas del mosaico; la sabiduría que da tanto trabajo para documentar y dar vida a esa vida que no lo era durante la dictadura franquista: la clandestinidad y sus estrategias, el “matrimonio blanco” para dar cobertura al activista homosexual que podría caer en las garras de los sicarios del régimen más por “violeta” que por rojo. Me ha sorprendido la delicadeza de la intimidad entre Asun y Santos, el amor imposible al que el roce, sin embargo, va dando forma y volumen. Me ha convertido en un indecente voyeur de los cuerpos de Santos y Alonso, de Santos, Fabián y Alonso, de Asun y Miguel, la piel como carta que escribe las mejores páginas de quienes amamos y deseamos. 

 

Sobre todo, Nando ha conseguido indignarme, dolerme, provocarme gritos y náuseas, ha hecho que apretara los puños y pasara mañanas de muy mal humor, convirtiendo a Santos en víctima de la brutalidad de los curas, los esbirros y las leyes repugnantes del repugnante generalísimo. Santos en Fuerteventura, en el campo de concentración de Tefía, acompañado por Joaquín y por Ramón. Las mariconas humilladas, golpeadas, torturadas, insultadas, escupidas, degradadas por aquella España unidad de destino en lo universal que todavía hoy gentuza retorcida y miserable se atreve a defender. Las mariconas que en una uña del meñique conservaban más humanidad y dignidad que sus diabólicos cancerberos. Y es que Nando narra con tanta maestría, con tanta rabia y contención el recuerdo de Tefía, nos hace testigos de tanta indignidad, que consigue que sus palabras duelan, que nos duelan mucho. Que nos obliguen a buscar unos minutos de silencio y soledad para poder digerir lo que ya sabíamos (algunos), pero que solo a través de Los elegidos y gracias a la generosidad de Nando hemos podido vivir, revivir, contemplar en una mínima parte de su brutalidad.

 

Y dicho esto, gracias a mis chicas favoritas de Unquera, que me regalaron la novela antes de que a mí me diera tiempo a comprarla. Y mil disculpas a Nando, por haber escrito varias veces ‘solo’, sabiendo que es solotildista compulsivo e irredento. Gracias, amigo, por cada página.

miércoles, marzo 03, 2021

ODIO A EDURNE PORTELA. ESTAMOS LEYENDO... "EL ECO DE LOS DISPAROS"


Entre los libros con los que he dado comienzo al año lector, se han venido sucediendo varios que coinciden en mirar la violencia desde una cercanía personal o documental que puede resultar aterradora. "Los amnésicos", de Geraldine Schwarz, la fría indiferencia, el silencio frío, de la sociedad alemana abducida por Hitler. "No digas nada", el viaje de Patrick Radden Keefe a la época de "Los Problemas" en Irlanda del Norte. Y ahora  "El eco de los disparos", una memoria personal y cultural con la que Edurne Portela nos lleva de viaje hacia el complejo tapiz de personas, razones, representaciones y vivencias con las que ETA (y no solo ETA) han marcado durante demasiados años toda una sociedad, y de alguna manera continúan presentes, en espera de generaciones capaces de mirar sin tanto dolor, sin tanta pasión, sin tanto odio, para que de verdad las calles y pueblos del País Vasco puedan descubrir una vida en la que los ecos de los disparos sean parte de una vieja y tremenda pesadilla.

Inicio esta entrada en el blog afirmando que odio a Edurne Portela. Porque uno, que acaba por adherirse a demasiadas rutinas, la música barroca, el juego de Marvel Contest Of Champions, la lectura, el chocolate, los perros, ha acabado sumando una cita más durante el pasado año, de desconciertos, aislamientos y confinamientos, más turnos de tarde: la de la radio, cada lunes, para escuchar el diálogo entre Angels Barceló y Edurne Portela, con su mirada lúcida, racional, comprometida, ni inocente ni neutral, siempre sentida, pensada y libre. Un odio que se reafirma con la lectura de su libro "El eco de los disparos", por su lenguaje preciso y enérgico, su mirada calmada y sincera sobre años de plomo y de miedo, por contarnos historias que estremecen, que invitan a la agotadora reflexión, que nos exigen apartarnos de lugares comunes y proclamas de parte, para profundizar en una violencia que ha acabado por convertirse en un elemento estructural de las dinámicas sociales, culturales y políticas de ese País Vasco que en Cantabria tenemos tan lejos (a veces nos ha parecido una narración distópica cada noticia, cada experiencia) y tan cerca (con los amigos y familiares y hasta parejas que hemos tenido y tenemos por la comunidad vecina, y que a veces nos han permitido intuir más que ver). ¿Más motivos para ser en adelante hater oficial de la escritora? ¡Cómo si no tuviera yo ya rozando el infinito la pila de libros pendientes de leer y cuando escribo estas líneas ya me he comprado el volumen de cuentos de Iban Zaldua Mentiras, mentiras, mentiras y haya anotado otros libros y películas que antes desconocía y ahora siento como necesarios!

Como he apuntado, nos queda lejos y cerca el territorio violento del que Portela nos hace partícipes. Claro que recuerdo a la compañera del instituto que había llegado hasta Reinosa cuando las amenazas de secuestro a la familia empezaron a sentirse como demasiado pesadas y reales; claro que pude cortar el espeso silencio de Miren, cuando estuve en la boda de su hijo Martxel con Paolo, ese italiano guapísimo que no sé de dónde habría sacado, ese silencio con el que asistía a la fiesta previa a la boda, mirando de reojo a los asistentes, que no la permitió hablar hasta que no comprobó que en el jardín quedábamos solo los invitados "de fuera". La misma Miren que dos días antes, cuando le habíamos preguntado por un sitio majo para comer, en el pueblo donde radicaba el negocio familiar, con un altísimo porcentaje de voto a la entonces HB, se limitó a decirnos "allí no". O alguna que otra cita con un chico majo con el que no llegó a cuajar nada y que se desarrollaba con la cercanía del guardaespaldas. Relatos en primera persona de familiares que habían dejado de ir a la catequesis de la parroquia porque tal, relatos de la asociación donde coincidían amenazados y amenazantes, unidos a veces por empresas comunes pintadas con el arco iris, porque cual.

Nos queda más cerca que lejos también su forma de mirar y de contar. Esa necesidad de profundizar, de adentrarse en razones y conciencias, de comprender (que no de sostener) cada pieza de ese complejísimo enjambre en el que confluyeron demasiados odios, demasiadas razones y sinrazones, demasiados miedos, tantos intereses, como para dejarse llevar por mantras simplistas o por manipulaciones políticas. Quiero confesar que me he enfadado, con el maltrato a escritores o fotógrafos a los que por intentar ir un poco más allá del único discurso que unos u otros estaban dispuestos a aceptar, casi se criminalizó como equidistantes (terrible palabra)... sin serlo. Que he sentido un temblor con ese NO mayúsculo y seco, que sonaba como un disparo, en la boca de una víctima que llevaba demasiado dolor dentro. Que he sentido pudor con la desnudez con la que la propia Edurne Portela se enfrenta a sus memorias más personales, en las que, no podía ser de otra forma, siempre acababan apareciendo los ecos de los disparos. Que he llorado con algunas personas y sus historias.

Dicen que el amor y el odio a veces se parecen, y a lo mejor el encabezamiento de esta entrada no sea más que un juego retórico para llamar la atención de quienes de tanto en tanto llegáis a este blog que intenta salir de la apatía de los últimos años y retomar la constancia de sus mejores tiempos. Pero sé que he cerrado las últimas páginas de un libro que deja huella, que nos abre ventanas y nos empuja a conocer más, a leer más, a regresar y mirar con unos ojos más viejos y ahora seguramente un poco más sabios. Y siento mucha gratitud por ese momento en Gil en el que decidí dejarme llevar por el impulso de comprar un libro más, por el impulso que me llevó a rescatarlo de la montaña de pendientes, gratitud por Edurne Portela.

 

jueves, noviembre 02, 2017

DOS AÑOS MÁS TARDE.


Hace ya dos años de mi llegada laboral al Palacio de Festivales de Cantabria, un par de meses después de la conversación con Ramón Ruiz en la que me planteó su propuesta de incorporarme al nuevo equipo de Cultura, después de las elecciones regionales de 2015 y de la reedición del pacto de gobierno entre PRC y PSOE. Dos años que han pasado tan deprisa que apenas he sentido el vértigo del tiempo, dos años cargados de emociones, de esfuerzo, de algún que otro desencanto, de tantos nuevos encuentros y tantas alegrías, dos años de ilusión intacta.
 
El cambio llegó en un momento más que oportuno, un tiempo en el que el cansancio, la rutina y el peso de un larga oscuridad me estaban venciendo y contra el que no acababa de encontrar vía de escape. El Palacio de Festivales era un viejo y querido conocido, desde su primera noche había pasado muchas horas allí, conocía a buena parte de sus trabajadores y sobre todo su actividad tiene que ver con esos fragmentos concretos de realidad que dan sentido en buena parte a mi vida, la música, siempre por delante de todo lo demás, la literatura, el teatro, la danza, el mundo de las artes performativas con su varita mágica tantas veces cargada de recetas para la felicidad del instante.
 
Me he reconciliado con el teatro y con la gente del teatro, esa gente que tanto abraza como comenté hace algún tiempo en este blog, tan comprometida y tan llena de calor. Si, he pensado muchas veces en cuánto habría disfrutado Leo de esta nueva etapa, él que adoraba el teatro y que hubiera sido espectador privilegiado y compañía perfecta para sentir los estremecimientos de "La piedra oscura", de "Incendios", del "Último tren a Treblinka" y de tantos y tantos títulos. He reavivado las llamas del idilio con la danza hasta el punto de que puedo cerrar los ojos y temblar´de nuevo con Daniel Abreu en "Venere" y cómo no contar hasta el infinito los pellizcos de dicha que me regalaron Magdalena Kozena y Monteverdi, Soqqadro Italiano y Vivaldi, la Scottish Chamber o el Beethoven de Viktoria Mullova. Y me he vuelto loco contagiándome de la alegría de "Priscilla" o de "Un chico de revista".
 
La música salva, el teatro salva, la danza salva, cada día me levanto más convencido de que si nos roban también las artes, el derecho y la posibilidad real de disfrutar de las artes, de las grandes construcciones de ese enorme edificio de humanidad que es la cultura, de comprenderlas, dialogar con ellas, hacerlas nuestras, nos están robando la vida.  Puede que por eso sienta, también en los momentos difíciles, que los hay, también en las pocas horas de desaliento, que hay que continuar luchando desde esta posición de mediador para que el encuentro feliz se produzca y las chispas salten renacidas. Quizás por eso, de todo lo vivido, me quedo con ese ciclo que considero "mi niño", "Nos gusta el teatro", ese en el que queremos que arda con furia el idilio entre teatreros, teatro y adolescentes, para que dentro de algún tiempo recuerden cuántas emociones sintieron con "Punk Rock" o con "Los amores diversos", cuánto se rieron con "Cervantina", y decidan volver a nuestras salas o a otras para que podamos cantarles siempre con la sonrisa de los titiriteros "Gracias por venir".
 
Gracias a todos los que habéis hecho posible toda la luz de estos dos años y todavía en marcha, gracias por tanta música, tantos cuerpos, tantas palabras, gracias por todo ese trabajo del día a día con el que artistas, técnicos, comunicación, administración, limpieza, taquillas, seguridad, profesores, productores, agentes y un larguísimo etcétera contra viento y marea en estos tiempos difíciles de otés, fútbol y recortes apostáis por que la humanidad siga sembrando sonrisas y emociones. Gracias por haberme dejado ser una mínima parte de este maravilloso sueño.

martes, marzo 21, 2017

PRISCILLA, C'EST MOI


Hace ya tanto tiempo de Las aventuras de Priscilla, reina del desierto....

En aquella especie de Neolítico personal, todavía el miedo estaba presente, todavía el mero hecho de sacar una entrada para ver una película de maricas te hacía temblar. Aunque muy pronto la felicidad que destilaba la pantalla, las emociones, los personajes, la música, los colores te envolvían en una especie de nube que te acompañaba al regresar al armario donde tanta vida se estaba quedando apolillada.

Llega años después, muchos años después, Priscilla, el Musical, esa reescritura moderna, espléndida de la vieja película tantas veces vista desde aquella primera vez. Ya no hay miedo, ni temblor, en su lugar la franqueza, la naturalidad, la frescura, cierto poso de cinismo ácido bien asentado con los años. Esa apuesta fuerte que una vez jugaste contra ti mismo de no volver a bajar la mirada, de no volver a las sombras, de no renunciar nunca más a una brizna de vida y que por el momento vas ganando. Pero de nuevo Priscilla te invade como una gran fiesta que te devuelve tu música, tus colores, que te abruma con su desvergüenza feliz, que se despliega ante tu mirada entregada desde el primer minuto como un gigantesco pavo real construido de plumas, lentejuelas, brillos y sonrisas y levanta una copa de champán también por ti, por la vida, desde las manos de ese fantástico elenco de actores, bailarines, cantantes, encabezados por tres grandes artistas que rozan la perfección en sus papeles, José Luis Mosquera, como Bernadette, Christian Escuredo, como Felicia, y ese santanderino de oro que es Jaime Zataraín como Mitzi/Tick.

Priscilla como un chute de felicidad, Priscilla, ay, también como un espejo que de pronto te invade y te abre una puerta hacia tu propia memoria recordándote que tú, Rukaegos, tú eres también esa reinan del desierto.

Tú, Bernadette, porque aprendiste la dignidad cuando todavía no era tan fácil y decidiste resistir. Bernadette porque cuando llegó la muerte de Trumpet te quedaste sin aire, sin suelo, sin vida, a la intemperie, y a pesar de todo no dejaste de caminar. Bernadette, porque desde el temor te levantaste con una lengua afilada al extremo para el combate, con los puños y las rodillas dispuestos a golpear, a hacer daño, cuando se trata de defenderse de esa mierda llamada homofobia, cuando se trata de defender tu espacio y el de tu gente. Bernadette, que de alguna manera sabe que ya ha pasado su tiempo, que ya no pasarán tantas cosas, y que seguramente el tiempo de dormir en compañía se esfumó hace varias temporadas. Bernadette, dura, entrañable, fiera, acogedora.

Tú, Felicia. Porque hubo un tiempo en el que volvían la cara para mirarte, porque hubo pequeños espacios extraños en que además de mirarte te quisieron y hasta se fascinaron. Felicia, porque querías brillar y te llenabas de colores a la moda y tenías siempre a punto la propuesta más loca. Felicia, porque de pronto la realidad te aplastaba contra el suelo y te dejaba allí noqueado, atónito, sin comprender por qué de pronto el mazazo si antes te querían.

Tú, Tick, porque has vivido siempre como si te estuvieran esperando al final de un largo desierto, porque siempre supiste que nunca iba a dejar de doler la diferencia, pero a pesar de todo trabajabas para construir, para decidir, para estar en el centro del escenario proclamando tus normas. Tick, o envidia de Tick, porque claro que soñaste hace tantísimos años con ser padre y establecer una hermosa familia casi tradicional, solo casi. Aunque tuviste que ir dándote cuenta de que no era ese tu camino, que tu vientre se quedaría seco, pero al menos tus labios dignos y altivos encontrarían su fuente de compañía.

Tú, Priscilla, a trancas y barrancas, con la arena molestándote en los zapatos y el sol cegándote los ojos, pero siempre fiel al rumbo de ese norte que, qué le vamos a hacer, al final te había tocado. Tratando de sostenerte, de ser un buen tío y de ser un buen marica, el mejor marica como si te fueras a convertir en un personaje de Queer as folk.

Al final la música termina, los pies te dejan de bailar, las lentejuelas pierden su brillo y las luces se apagan. El Grindr se te llena de tentanciones imposibles y una cierta melancolía te empuja hasta casa, para buscar a tus perros y llevarlos al parque mientras canturreas Go West, We belong, I will survive mientras ellos, los sueños hermosos que te ha dibujado el guapísimo elenco de Priscilla y la realidad tierna de Gin y de Gelo, te hacen los coros. Caminando con la cabeza alta. Buscando en el horizonte ese cartel que te indique cómo llegar a Alice Springs.

lunes, agosto 08, 2016

LA BELLEZA


Te aguarda emboscada y volátil. A veces la deseas pero ella se te niega, en otras ocasiones golpea con todo su brillo sin preparación o esfuerzo por tu parte, siempre es memorable y se acomoda en esos recovecos que nuestro cuerpo guarda para lo importante, esos espacios que nos hacen ser como somos y que tal vez se correspondan con lo que algunos llamaron alma.
 
La recuerdo rompiéndome una noche de helada en Campoo con un cielo poblado por millones de estrellas, abalanzándose sobre mi asombro desde uno de los gigantescos murales de Anselm Kiefer, inundándome de música en Esles mientras desde una pequeña capilla brotaba el Stabat Mater de Giovanni Felice Sances en la voz prodigiosa de Philippe Jaroussky, hervía en las metáforas sorprendentes en las que Góngora la encerró entre Soledades y Polifemos.
 
Es una melodía, un fotograma, un hoyuelo al sonreír, una mirada, una pirueta, un cuerpo, un párrafo, un color. Siempre un instante.
 
Fue la belleza de nuevo al asalto la que volvió a llenarnos los ojos de lágrimas y las manos de un ligerísimo temblor la noche del pasado sábado. Estábamos esta vez tan vigilantes, tan seguros de que amanecería para nosotros, tan convencidos de la sabiduría de Sir John Eliot Gardiner, tan felices de volver a escuchar al Monteverdi Choir, tan ávidos de la música de los English Baroque Soloists todos ellos al servicio del milagro, de la Pasión según Mateo de Johann Sebastian Bach que podría habérsenos escapado y ¡qué decepción entonces!
 
Pero comenzó la llamada a las Hijas de Sion para que sus lágrimas se pusieran al servicio de Bach y de Picander y comenzaran a narrar de nuevo la pasión y la muerte de Cristo tal como sonó en esa iglesia de Santo Tomás de Leipzig donde todavía duerme su autor bajo una lápida negra acompañada siempre por una única rosa roja. Y supimos que nuestra sangre comenzaba a borbotear, que los ojos trabajaban envueltos en agua, que de nuevo el misterio se nos había hecho presente y nos convertía en imposibles las palabras.
 
A partir de ahí, qué importa señalar que la lectura de Gardiner fue contenida, profunda, galante, qué trascendencia apuntar que el Evangelista trazado por James Gilchrist se hizo un lugar entre los mejores, qué la ya sabida noticia de que no había solistas acoplados a un conjunto sino un conjunto conformado por sorprendentes solistas, qué la fuerza cristalina de los niños de la Escolanía Easo. Todo estuvo en su lugar, la afinación, el empaste, el rigor, el trabajo, la pasión, la transcripción de una música de manera casi cinematográfica. Qué importa todo eso, si al final lo que encontramos fue solamente Música y Gratitud.
 
Y con ellas de nuevo, la Belleza.
 
 


viernes, junio 10, 2016

DANIEL ABREU, UN POEMA EN EL CUERPO


Veo por segunda vez Vénere, la producción más reciente de Daniel Abreu y su compañía de danza y lo hago esta vez más sereno, con los ojos menos entregados a escrutar y entender y mucho más preparados para sentir, para dejarse arrebatar.
 
Abreu es menudo, delgado, amable, de voz canaria y relajada, de sonrisa tímida y ojos con un brillo inteligente que te hablan del fuego del creador, de ese fuego con el que crece sobre el escenario, con el que alimenta sus creaciones y agita a sus colaboradores.
 
Que el amor es obsesión, cuerpo, caricia, silencio, angustia, belleza, furia, movimiento, contemplación, luz, es algo que sabemos. Es algo sobre lo que de alguna manera incide el Vénere de Daniel Abreu, una propuesta en la que los cuerpos escriben sobre el aire un hilo sutil que no intenta narrar ni representar, que simplemente abre puertas para que nuestras emociones atraviesen el umbral y desde el otro lado reconstruyan, sueñen, se alcen sobre el texto lírico que cada movimiento va enredando.
 
Me quedo con algunas imágenes tan extrañas como potentes, las comedoras de flores, bellas y contemplativas hasta el éxtasis, la lenta lluvia de plumas que nos hace recordar el perfecto final de la Soledad Primera de Góngora, obsesivas y claustrofóbicas, la música entrecortada con las barras bajas y la luz intermitente, irónicas, los cuerpos maniquíes revestidos de una masculinidad y una femineidad de mercadillo, suaves y sugerentes, los cuerpos pintándose uno a otro, me quedo con la música de Monteverdi sosteniendo desde su sólido pasado esta aventura del futuro, con la voz hipnótica del contratenor griego.
 
Vénere como sueño, como introspección, como viaje encendido hacia el centro de nuestro propio viaje al territorio del amor.
 
Reconozco haber sonreído con placidez en unos momentos y haber dejado alguna lágrima emocionada en otros. ¿No es ese exactamente el misterio del arte?


martes, junio 07, 2016

EL INSTANTE DEL FUEGO. Un poema en los 75 años del Incendio de Santander


En la Semana para descubrir los cementerios europeos, que busca destacar y divulgar el rico patrimonio cultural de tan peculiares vecinos, el cementerio de Santander, Ciriego, lleva ya tres años celebrando una jornada nocturna, un paseo cultural por la memoria del espacio acompañado por un subrayado de música, luces y poesía.
 
Como parecía lógico, la tercera edición de Arte para la eternidad, que así se llama esa velada quiso centrarse en las huellas que el tremendo incendio que arrasó Santander en 1941 había dejado por el camposanto, con estaciones en el muro occidental, en la cruz central y en las tumbas de Emilio Pino, a la sazón alcalde de Santander, y las de las familias Pérez del Molino, la pérdida y la reinvención del comercio del centro, y Quintana (Óptica Samot), los hermanos que apenas salvaron sus cámaras de su establecimiento de fotografía y que continuaron su trabajo, dejándonos testimonios como el que he elegido para ilustrar esta entrada del blog: la ruina de su propio trabajo.
 
María y Patricia, siempre llenas de ilusión y empeñadas en la labor de reivindicar el patrimonio de Ciriego, me invitaron a participar precisamente en esta estación, la que recordaba a Tomás Quintana y su hermano Alejandro. Y allí leí el pasado sábado 4 este poema compuesto para la ocasión.
 
EL INSTANTE DEL FUEGO
Recordando a los fotógrafos Tomás y Alejandro Quintana, SAMOT, 75 años después del Incendio de Santander
 
 
I.
                            Pero el cadáver, ay, siguió muriendo (César Vallejo)
 
Un castillo de naipes
y un fósforo encendido
forman parte del rito de la muerte
y del renacimiento.
La Fenice,
Sodoma, Santander, la biblioteca
de Anna Amalia de Weimar, Roma, Londres,
el Reichstag, San Francisco, Fort MacMurray
hace sólo unos días, Samarkanda,
el Palacio de Macho, Tetuán,
la Baixa de Lisboa, por donde paseábamos
rozándonos las manos se desploman
por el peso del fuego
contra su propia entraña.
Nuestra historia es también la que se oculta
bajo mil toneladas de ceniza,
una estirpe de escombros
inevitable, sucia, descarnada.
 
II.
                            Serán cenizas, mas tendrán sentido (Francisco de Quevedo)
 
Algunas raras veces se despierta
la vocación del héroe en nuestra oscura
rutina. Comprendemos que no vamos
a sollozar delante de las brasas,
que entre riesgo y silencio hoy va a ganar el riesgo,
que no tenemos tiempo de salvar
lo que vieron los ojos y las máquinas,
la implacable memoria revelada
de la ciudad y de quienes la habitan.
 
No vacilan las manos cuando escogen
las gafas milagrosas y esa Leika
que un segundo después, a salvo apenas,
registrará la ruina de todo lo que fuimos.
 
 
III.
 
                            Ya que así me miráis, miradme al menos (Gutierre de Cetina)
 
Es un acto de amor guardar el grito,
disimular la ira, contener
en el estanque turbio de los ojos
la furia de las lágrimas, alzarse
como si todo no hubiera sucedido,
como si fuera el fuego sólo sueño,
pesadillas de ausencias y tizones.
Y volver al trabajo con la cámara
temblando entre las manos, dando forma
a esa nueva memoria que ahora nace
de las pavesas como un ave fénix
que soberbia se alza ex igne nata.

viernes, mayo 20, 2016

SOÑANDO MONTAÑAS


Recibimos en el Palacio de Festivales, en esa programación un poco alternativa y mucho nocturna que hemos bautizado como El Palacio canalla al trío Highlanders (Borja Feal, Eduardo Andérez, Joansa Maravilla) con un cameo final de Marcos Bárcena. La disculpa, una nueva muestra de su primer trabajo discográfico, Cruce de caminos, y algunas bellas muestras de lo que será el segundo, ya en la cocina.
 
No escribo en el blog con intención de una reseña crítica. Baste que fue un concierto hermoso, que las percusiones étnicas de Maravilla aportaban un permanente estado de sorpresa, que la destreza de Borja con las flautas habla de virtuosismo técnico y de expresividad poética, que la guitarra de Andérez sostiene todo el edificio sonoro y aporta contrapuntos y vitalidad. Porque esta tarde me interesa más hablar de cierto paisaje emocional que esa música vieja y nueva, tradicional y recompuesta, melancólica y vivaz que podríamos llamar música celta, música atlántica, simplemente música folk, para utilizar los nombres que nos dejan entender a qué nos referimos, suele provocarme.
 
Sí, ya lo sé, tengo muchos amigos, conozco a mucha gente que afirmaría que los ritmos latinos, o el rock, o las sevillanas, les despiertan las ganas de bailar. Pero como yo soy raro, descubrí hace ya mucho tiempo que esa sangre en ebullición que te obliga a disparar los pies a mí me nace con las gigas o los hornpipes. De la misma manera que canciones y temas lentos me despiertan esa melancolía brumosa que el poeta Amós de Escalante convirtió en Musa del Septentrión.  Melancolía, sí, dulce melancolía que te hace enarbolar una sonrisa pausada, arrellanarte en el asiento, dejarte volar por sobre praderas verdes, oleajes ásperos y atlánticos, cielos plomizos, lloviznas eternas, que te hace, también, echar de menos ese cuerpo menudo al que te hubieras abrazado, en cuyo hombro hubieras recostado la cabeza, intentando vibrar sereno y dulce, comunicando de piel a piel esa alegre tristeza que aprendo con sones como el de Pretty Girl Milking a Cow que tan amable sonó anoche, y que me llevó de viaje a las viejas tranquilas tonadas campurrianas (qué bonito sería escuchar a estos Montañeses una versión por ejemplo de Si la nieve se hiela).
 
Adoro estas montañas y estos mares, adoro estos grises y estos verdes, el sol cansino del principio de la primavera y la morrina pesada del otoño, las genealogías propias de la montaña cántabra, las genealogías inventadas que me hacen en la música sentir escocés o irlandés, las genealogías soñadas que me trasladan a Ávalon o a Broceliande. Adoro esta música que, no sé explicarlo de otra forma, me hace sentir triste y feliz, deja que me resbalen un par de lágrimas hasta la sonrisa, me invita a acariciar en el asiento contiguo el hueco abandonado por la ausencia de Leo.
 
Gracias, Highlanders, Cántabros, Montañeses, que al fin y al cabo "gentes de las montañas" significan las tres, por esa noche de sueños confortables, por esa noche en casa, con los que están y con los que se marcharon. Gracias por vuestra música.

lunes, marzo 07, 2016

LO QUE SE AVECINA... EL CABARET DE LOS HOMBRES PERDIDOS


 
¿Cómo cambiarle el rostro a una programación, cómo abrir la puerta a propuestas arriesgadas que apuntan hacia nuevos públicos y que hubieran estado censuradas en el mismo espacio hace solo unos meses? Hago hincapié sobre todo en esa necesidad del encuentro con el público, con el de siempre pero también con uno nuevo que todavía no ha descubierto que teatros y auditorios también trabajan para él, que todavía no sabe que la música, la danza, el teatro pueden sembrar en su corazón emociones desconocidas de puro intensas.
 
La apuesta por "El cabaret de los hombres perdidos" quiere ser parte de ese camino de encuentros. Aparece como primera vez de una especie de ciclo, El Palacio Canalla, que nos hemos sacado de la manga para dar cabida a tres tipos de espectáculos. En primer lugar, los que podríamos calificar de "para público adulto" (qué gazmoños y santurrones estamos volviéndonos de nuevo), o lo que es lo mismo, aquellas en las que un plus de dureza, violencia, sexo o cuerpos puedan perturbar la sagrada paz de un determinado perfil quizás muy tradicional en sus gustos pero que, ojo, a día de hoy es el que nos permite llenar los teatros, así que todo el respeto para ellos pero hay que ir un poco más lejos; en segundo lugar, una música más festiva que hemos definido como "de puertos, polígonos y tabernas", que es como no decir nada y decirlo todo; y por fin, lenguajes contemporáneos más o menos radicales y experimentales, esos lenguajes que hacen avanzar los códigos del arte, que tratan de explicar nuestra realidad, que nos miran desde nuestro propio ahora y que por lo mismo resultan tantas veces transgresores o crípticos.
 
Pues bien, es ese Palacio Canalla el que va a recibir el 11 de marzo a las 22:00 este peculiar musical que viene ya envuelto en esa especie de aura mágica que implica la calificación "de culto". No hay que tenerle miedo, al final es mucho más convencional de lo que su título puede dar a entender, pero hay música de calidad, intérpretes que se crecen con cada representación, un humor ácido y una libertad en el tratamiento del sexo y de los cuerpos que nos aproximan a la esencia del viejo cabaret. Todo para tejer la historia de un muchacho perseguido que entra para refugiarse en este extraño lugar donde le esperan un transformista, un tatuador y El Destino, tres personajes que le propondrán un juego no poco perverso, el de conocer su futuro y el de contar con la oportunidad, quién sabe, de cambiarlo.
 
A veces en Santander, muchas veces lo he comentado en este mismo blog, nos miramos como si estuviéramos adormilados, como si nada pudiera pasar. Dejemos que pase, dejemos que entre el aire fresco y que sea el primer día de muchos días diferentes en nuestro Palacio de Festivales de Cantabria.

viernes, febrero 19, 2016

LO QUE SE AVECINA... "LA PIEDRA OSCURA", DE ALBERTO CONEJERO


Sigo queriendo explicar, y aprovecharme de mi blog para hacerlo, las razones de una programación, parte por parte. Al menos de aquellas convocatorias para mí más significativas. Y si a Lindsay Kemp y su magia de colores le han correspondido el 25 y el 26 de febrero, marzo se abre con teatro, con una obra de teatro que ha calado hondo en crítica y público y continúa recorriendo esos teatros hambrientos de grandes textos y de interpretaciones memorables.

 La piedra oscura, ese singular duelo interpretativo a dos voces tramado por el escritor Alberto Conejero con la atinada y emocionante dirección de Pablo Messiez y las interpretaciones en estado de gracia, en demoledor estado de gracia, de Daniel Grao y de Nacho Sánchez, tendrá siempre un lugarcito especial reservado en mi corazón.
 
Os cuento, son muchas las razones, y no es menor la de que en su recorrido la obra haya pasado por el Teatro Solís de Montevideo; no hace falta que os cuente a estas alturas las raíces de mi afecto por El Paisito, y ya os imaginaréis que con lo que Leo vivía y amaba el teatro, entre los planes que no pudieron ser estaba acudir al Solís juntos. Pero la principal probablemente sea la de que La piedra oscura fue mi primera decisión en la aventura profesional que inicié el pasado mes de octubre, como coordinador de la programación del Palacio de Festivales de Cantabria. Había tenido noticias del estreno de la obra de Conejero, me habían tocado las críticas y valoraciones recibidas, pero no había conseguido encontrar entrada. Por fin pude acercarme a Madrid, al María Guerrero, y enfrentarme desde la cercanía de la Sala de la Princesa a este texto hermoso, rotundo, que se impone desde los primeros minutos hasta dejarte roto.
 
Sí, roto, con esa escenografía esencial de iluminación tenue, de aspecto gastado, sucio, con esas camisas ensangrentadas que se secaban en los respaldos de los asientos que te llevaba al verano, al terrible verano, de 1937. Roto, con esas palabras que Grao y Sánchez iban desgranando en las que latían por momentos el miedo, la resignación, las esperanzas mínimas de salvar al menos unos pocos papeles de la muerte, la desolación, la incomprensión, el encuentro necesario entre dos víctimas de una sola brutalidad. Roto, en presencia de dos interpretaciones vibrantes, que te tomaban de la mano para guiarte por el laberinto de la Guerra Civil en letra pequeña, en vidas y narraciones casi anónimas, casi olvidadas, pero cargadas de significados, sin heroísmos ni locuras, sin palabras pomposas en los libros de historia porque ¿a quién iba a importar la muerte de Rafael Rodríguez Rapún? ¿a quién el reclutamiento forzoso del chiquillo al que la guerra ha robado todo y a quien se adoctrina en el odio para convertirlo en títere del franquismo? Roto reconociendo en el texto los paisajes que acompañan esta mirada a una memoria angustiosa, unos paisajes que han formado parte de mi propia vida, Matamorosa, Reinosa, Bárcena, Santander, de una vida afortunada y luminosa que nada tiene que ver con esta fiesta de la muerte.
 
Rafael Rodríguez Rapún, que fue secretario del grupo de teatro La Barraca, que fue amado por Lorca, que fue destinatario de los Sonetos del amor oscuro, que con La Barraca pasó veranos en Santander y recorrió los pueblos de Cantabria, que militó en el PSOE madrileño, que fue herido en el frente de Reinosa a un año exacto de la muerte de su Federico, como si hubiera que tejer una leyenda, como si no le hubiera sido posible sobrevivir sin su poeta y aún así, a las puertas de la muerte, tuviera que salvar algunas obras del gran poeta granadino, Rafael sí renace con Conejero, Messiez, Grao, Sánchez y todos los que de alguna manera han hecho posible este pequeño milagro.
 
Salí más conmocionado que conmovido de la representación, y no pasaron nada más que unas pocas horas antes de que contactara con Clara Pérez para que La piedra oscura pudiera traer a Rapún de vuelta a este Santander que le vio disfrutar de la vida y que fue también su silenciosa tumba.
 
Teatro de proximidad, ese que te hace temblar cuando el actor tiembla a escasos metros de tu asiento, en el escenario de la Sala Argenta, los próximos 4 y 5 de marzo, teatro con historia, con memoria, con humanidad, con desgarro, teatro que te impregna y da fuego al amor por las tablas. Un consejo: no se lo pierdan.

jueves, febrero 11, 2016

LO QUE SE AVECINA... LINDSAY KEMP Y SUS KEMP DANCES



Fue en el verano de 1982. Imagino que Lindsay Kemp ya estaría instalado en España, junto con Italia los dos países que parecen haberse entendido mejor con los personalísimos lenguajes escénicos del británico. Es mucha la gente en Santander que recuerda el pequeño escándalo que supuso la primera aparición de Kemp en Santander, con imágenes tan entrañables como la del entonces Presidente de Cantabria tapando los ojos de su hijo mayor como si fuera preferible un ataque de ceguera física y moral antes que el posible contagio de las perversiones que discurrían con impunidad por la escena; mucha la gente que recuerda aquel mítico Flowers. Mucha la gente que se equivoca, porque no fue la fascinante conjunción entre los mundos de Kemp y los de Genet la que nos presentó a Lindsay Kemp, en 1985, sino su colorista y recordada versión de Shakespear, El sueño de una noche de verano, como apunté al principio en 1982.
 
Mis padres no eran de teatro, así que fuimos mi hermano mayor y yo quienes nos aprovechamos del abono familiar para ese Shakespeare que se anunciaba lleno de fantasía, color, magia, que se presentaba como un regreso a las esencias de la pantomima británica bajo la dirección de un artista singular e inclasificable que habría de encarnarse en Puck rodeado de danzarines, transformistas, acróbatas, mimos, conduciendo la locura de la noche de san Juan hasta un paroxismo en el que también hubo tiempo para el escandalito de turno. No se crean, por la escena santanderina ya se habían visto los primeros desnudos de la transición, o lo que es lo mismo ya había pasado por las tablas locales el Equus de Peter Shaffer en el recordado montaje de José María Rodero. Pero la locura del A midsummer's night dream daba algunos pasos más allá. Y Kemp proponía en el clímax central de la obra toda una fiesta de pasiones desatadas, de cuerpos desnudos o semidesnudos que se encontraban y se reconocían, hombre con mujer unas veces, hombre con hombre otras, mujer y asno más allá, siempre a partir del escenario cómico, grotesco y transgresor imaginado por Shakespeare.
 
Hubo quien eligió marcharse a media función. Hubo quienes nos quedamos, hipnotizados, aprisionados por el riesgo, la seducción, la fuerza expresiva de aquella producción que no se parecía a nada que pudiéramos haber visto antes. Todavía hoy, tantos años después, puede reaparecer como broma entre mi hermano y yo el grito reiterativo de la actriz que jugaba a Julieta en los ensayos de la compañía de cómicos que Puck se encuentra en los bosques de Atenas, moviéndose sobre zancos y preguntando "O Romeo, Romeo! wherefore art thou, Romeo?". "Romeo, Romeo, ¿dónde estás, Romeo?".
 
Poco sabía yo entonces de cómo Lindsay Kemp se había ido encontrando con ese personaje principal que siempre sería él mismo, nada de sus relaciones con el recientemente fallecido David Bowie y su importantísimo papel como creador de los maquillajes y ropas con los que el cantante fue Ziggy Stardust y Rey del Glam. Nada de la pantomima recuperada y reinventada desde los tiempos de Isabel I. Nada de la danza-teatro, del mimo, de Shakespeare. Nada de la originalidad y la trascendencia de aquellos movimientos por los que simplemente me deje llevar al país de los sueños.
 
Han pasado muchos años. Lindsay Kemp ha sido una presencia habitual en Santander, donde nos ha dejado además del Sueño y de Flowers   sus Alice, Nijinsky, Mikado, donde ha presentado producciones escénicas para óperas como La flauta mágica o Madame Butterfly y ha colaborado con grandes del teatro como Nuria Espert. En los últimos días de febrero, el jueves 25 y el viernes 26, arrancando en Santander su presente gira española, volverá al Palacio de Festivales de Cantabria con su lenguaje de siempre, sutil, colorista, provocador (¿es que todavía se puede provocar?), desgarrado, quizás también dulzón y amanerado, pero propio, reconocible, electrizante. Traerá una suite de escenas/danzas bajo el título Kemp dances: Invenciones y reencarnaciones que le servirán para ser de nuevo Traviata y Callas, Nijinsky, el Ángel trascendiendo... con la participación de su musa actual, la italiana Daniela Maccari y del actor/bailarín Iván Ristallo con coreografías del propio Kemp, de Luc Bouy y de Marco Berriel.
 
Crecen esas ganas de reencuentro, de convertir la cita en un homenaje a todos los sueños que Kemp fue enhebrando en nuestros ojos, de rendir de nuevo las armas ante ese rey, ante esa reinona, de las tablas que forma parte ya de la historia del teatro europeo y que a sus 78 años quiere seguir siendo parte de su presente. Si ya conocen a Kemp, ya reconocen su lenguaje, si todavía no lo vieron, no se lo pierdan: puede que esta visita sea la última.

miércoles, septiembre 16, 2015

HABLANDO DE ARTE


En una de mis redes sociales, en medio de uno de esos eternos, recurrentes y cuasi bizantinos debates sobre el "Toros sí, toros no", escribe un amigo algo así: "¿Cómo no va a ser la tauromaquia un arte, si multitud de pintores, poetas, escultores, fotógrafos, novelistas la han cantado fascinados por ella y la han utilizado como fuente de inspiración?". 

Nadie, imagino, cuestiona que la pintura, la poesía, la fotografía, la escultura, la danza, la novela sean arte, al menos formas de expresión artística, con independencia de cuáles sean sus fuentes de inspiración. La guerra no es arte (diga lo que diga Sun Tzu) pero sin duda lo son Guerra y paz o La carga de los mamelucos. La pedofilia no es un arte, pero sí lo es Lolita; no son un arte los taxis, pero sí pueden dar contenidos a hermosos poemas de Luis García Montero. 

Surge, en todo caso, la cuestión principal en torno a qué sea el arte. La maldita polisemia, de nuevo, y la necesidad de establecer una especie de diccionario básico con el que compartir palabras y mensajes con los otros intentando evitar el ruido, la ambigüedad, la incomunicación. Así que, sin encajar del todo en ninguna de las nueve entradas que la tal palabra le provoca a la Real Academia de la Lengua, voy a comentar el contenido que para mí es esencial en la determinación de su contenido práctico: la transformación de la realidad física y la revelación que tal transformación necesariamente desata en nuestra percepción del mundo.

Incluso en sus concreciones más clásicas, realistas y naturalistas, todo gesto artístico selecciona y altera la realidad circundante, la carga de sentidos, símbolos, preguntas, la modifica y la configura como una respuesta de un ser humano único y concreto que trabaja desde una sociedad, un espacio y un tiempo igualmente determinados, a los interrogantes propuestos desde el universo sensible, desde la vida. La pintura utilizará sus mejores herramientas, la forma, el color, la composición, la perspectiva, para atrapar el instante tal y como de él se ha apropiado el artista. La danza escribirá formas y emociones desde la estilización o la violencia de los movimientos corporales. La música inventará desde el sonido físico todo un catálogo de emociones nuevas que a veces puede aparecérsenos como infinito. No hay arte sin transformación de una materia, como tampoco lo hay sin desvelamiento. El genio del artista, si así queremos llamarlo, su intuición, su talento, su pericia, es capaz de conquistarnos cuando la obra, cuando la materia transformada, golpea nuestra consciencia. En sus mejores manifestaciones, para nuestra historia personal existe un antes y un después del encuentro con la obra de arte, también así para un hipotético yo colectivo que genera desde la epifanía de la gran obra una catarsis plural y un cambio de códigos sociales y estéticos. Desde el pasmo hasta el síndrome de Stendhal, la furia del arte nos deja sin aliento ante una Quinta de Tchaikovsky, un soneto de Góngora o las formas gigantescas de Anselm Kiefer. Aprendemos entonces que el mundo se nos expone con pliegues, sombras, recovecos que no habíamos sabido encontrar y que el artista-demiurgo es capaz de poner ante nosotros, cuestionándonos, llenándonos de preguntas. 

No veo ni transformación ni desecamiento en la violencia contra los toros, tampoco en la ejercida contra cualquier otro animal, pero de esas otras no pretendemos hablar como de arte. No es transformación, no en el sentido que exponía, el único cambio que de verdad se produce en esas digamos fiestas, el bienestar en dolor, la vida en muerte. Sólo gestos, códigos y ritos repetidos año tras año, festival tras festival, sólo liturgias cada día mas vacuas de las que nada cabe sentir en el fuero personal como llave de un nuevo conocimiento. Es posible que el público de tales hazañas sienta pavor, emoción, tensión, ante los lances presenciados una y otra vez y de sobra conocidos, como también el trueno puede asustar infinitamente al niño o el vértigo removerá nuestras tripas cada vez que nos asomemos a la ventana de un piso muy alto. Pero las descargas de adrenalina nada tienen que ver con el tránsito y el conocimiento, sí, sin embargo, con la perpetuación de los códigos más viejos, probablemente los menos nobles, del ser humano.



viernes, agosto 21, 2015

SONETO PARA ROMPESUELAS, TORO DE LA MASACRE DE LA VEGA 2015


Escribí un soneto para Vulcano en 2013, otro para Elegido en 2014. Una tradición de palabras luctuosas que tratan de contribuir desde esta habitación al fin de una fiesta salvaje, primitiva, infame amparada bajo el paraguas de una tradición que nada positivo dice ni de la tierra ni de las gentes que se empecinan en celebrar año tras año con sangre unas fiestas que ya nadie en el mundo comprende. Tordesillas, fiel a su propia vergüenza, asesinará este año a Rompesuelas, fiel a m  compromiso contra esta fiesta y contra otras en que no hay otro protagonista que el maltrato y la humillación a los animales compongo y difundo un soneto triste, inmensamente triste. Ojalá no tenga que escribir uno similar en el 2016.

SONETO PARA ROMPESUELAS, TORO DE LA MASACRE DE LA VEGA 2015

Que seas, Rompesuelas, rompelanzas
y que cierre tu muerte el largo duelo, 
que limpies de vergüenza el viejo cielo
castellano con risas y esperanzas.

Herido y humillado, pica y chanzas
de la turba -alma fría y rostro lelo-
de tu carne desgarrarán el velo
bravío y darán fin a tus andanzas.

Vuele tu sangre airada a Tordesillas
y marque los dinteles de las casas
con la señal de la ignominia eterna,

que se sequen su río y sus orillas,
que se dispersen sus violentas masas
y brote sólo olvido de su serna.

martes, marzo 03, 2015

¿QUÉ FUE DE GARCÍA DE CARRASQUEDO?


Leo en el blog del alcalde de Santander que somos lo más de lo más en actividad y propuestas culturales. Me da que voy a comentar su artículo mañana o pasado, porque la verdad es que no lo veo. Supongo que los números cantan… aquello que les ordenan cantar, pero algunas realidades pueden resultar tirando a tozudas. Pero oigan, que sí, que seguramente sea yo que miro la realidad santanderina con ojos de pitufo gruñón. 

Por ejemplo, seguro que soy yo, cabezón y tergiversador, el único que sigue sin ver que el Ayuntamiento de Santander y otras instituciones culturales públicas y privadas de la ciudad y de Cantabria se han volcado históricamente con el parvo legado musical que nos llegó de aquellos que fueran maestros de capilla de la catedral santanderina, con especial hincapié en el que tal vez fue el mejor de sus titulares, Juan Antonio García de Carrasquedo. Y como quiero confirmar que soy yo el malo y no la realidad, me dispongo a consultar la edición crítica de la obra de Carrasquedo cuando… , mejor dejo lo de edición crítica y me limito a las partituras editadas cuando… Oh, wait! que dicen ahora por las redes sociales, que no hay edición alguna. 

Gran cosa ésta, me digo, porque fue hace ya muchos muchos años cuando la musicóloga norteamericana Lynne Kurzeknabe aterrizó por Santander, tuvo conocimiento de la existencia de García de Carrasquedo y se puso durante muchos años manos a la obra de archivo musical en archivo musical (los de Santander estaban esencialmente arruinados) hasta conseguir transcripciones y datos suficientes para que su coro (Coral de Santander, Camerata Coral de Santander, Camerata Coral de la Universidad de Cantabria según qué tiempo histórico) diera nueva vida a la producción del compositor clasicista e incluso tuviera la oportunidad de realizar dos grabaciones, con el soporte económico del Aula de Cultura de Caja Cantabria (O, tempora, o mores) y de la Universidad de Cantabria, respectivamente. Y algunas pocas ayudas más, como de refilón y más por afinidades personales que por compromisos institucionales, de bastante poca monta.

Porque, seamos serios, Carrasquedo sólo importó, sólo importa a Kurzeknabe, que dedicó muchos años de su vida a su legado, al histórico de cantantes de la Coral/Camerata, que hicimos nuestra esa pasión en diferentes momentos, y muy poca gente más, casi toda de fuera de Cantabria, pero sin olvidar por aquí a gente como Jesús Maza, José María Ureña o Rafael de la Sierra.

El caso es que el mejor homenaje que se le puede hacer a un creador es la publicación y difusión de su obra. Y si hablamos de este peculiar afrancesado de los últimos años del XVIII y primeros del XIX, hablamos de una oportunidad pendiente y tal vez al límite. Porque los años no pasan en balde para nadie, para Kurzeknabe tampoco, y cada vez es menor el tiempo que queda para por lo menos poder poner orden en su trabajo y digitalizar sus transcripciones. Puede que ella ya no pueda (o ya no quiera) enfrentarse sola a tal trabajo, puede que ya los sistemas informáticos de escritura musical le hayan pasado de largo, puede que sólo ella sea capaz de organizar los papeles tal como los tiene, me consta, perfectamente organizados en su cabeza. 

Puede, ay, que para mañana sea tarde. Que un día el alcalde de Santander, o el Presidente de Cantabria, o sus responsables culturales, o las instituciones que dicen que velan por la cultura piensen que ha llegado la hora de Carrasquedo, pero para entonces sea necesario empezar otra vez de cero. Al menos de tres con cinco, y eso siempre gracias a que Kurzeknabe habrá dejado con mayor orden o desorden datos, referencias y copias almacenadas.

Así que mientras el alcalde y los suyos engordan de satisfacción porque somos en cultura lo más de lo más, García de Carrasquedo vuelve hoy a morirse, a languidecer lentamente, esperando un remedio que hoy por hoy no toca.

Al fin y al cabo, dirá De la Serna, ya le pusimos calle al ilustrado ese. Que parece que no se conforman con nada, oye ya.

lunes, agosto 18, 2014

SONETO PARA ELEGIDO, VÍCTIMA DE LA BARBARIE EL PRÓXIMO SEPTIEMBRE EN TORDESILLAS



La rabia que cada año me ha hecho escribir y tratar de aportar un poco de conciencia contra la barbarie festiva de Tordesillas, esa que llaman el torneo del Toro de la Vega, me llevó el año pasado a escribir y hacer público un soneto dedicado al toro, Vulcano, que habría de ser ultrajado, torturado y muerto por una horda canalla que al parecer disfruta con la sangre, el miedo y el dolor de un animal.
He pensado que esta podría ser otra tradición. Me he puesto manos al soneto y ya tiene Elegido, la víctima para el 2014, esas palabras heridas y tristes, airadas también, que tratarán de ser una lanza rota más contra la fiesta criminal que acabará con su vida.

PARA ELEGIDO, TORO DE LA VEGA 2014

La villa castellana de la muerte
te ha elegido, Elegido, tan celosa
de una costumbre vieja y oprobiosa
que es capaz de hacer fiesta con tu suerte.

Qué dolor, toro oscuro, ese de verte
espanto ante la horda que te acosa,
clamor de cuero roto hacia la fosa,
herido de gañán tu cuerpo inerte.

No han de salvarte ni el arte ni la historia, 
Tordesillas cruel, de la vergüenza
que provoca tu nombre en la memoria.

Que ha de ser Elegido al fin quien venza
el torneo del tiempo, y su suplicio
la virtud que aniquile vuestro vicio.
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